viernes, febrero 06, 2009

Soy trigueñito...

Estoy contentísimo. Me acaban de hacer el día. Seguramente ella ni se enteró, aunque es probable que mi cara se haya deformado un poquito por el gusto, así como de emoción. Resulta que entre las cosas que tenía pendiente conmigo mismo y con mis ojos está el cambiar de lentes (bueno, en realidad el monto de la deuda con mis ojos asciende hasta la operación, pero en tanto se dan las condiciones para que eso ocurra, ya me urgía cambiar mi par de anteojos, ¡sí, anteojos, aunque sea palabra de abuelita!).

Y no me imaginaba que ahí en la óptica me iba yo a encontrar un depósito abundante de autoestima, cuando al probarme unos arillos, me dice una de las vendedoras: "esos se le ven perfecto joven, por su color...". Yo ya estaba empezando a tomar a mal el comentario, porque ha sido desde hace un buen tiempo uno de mis talones de Aquiles el exponerme al sol por hooooras con diferentes sustancias y que nadie nunca note que estoy bronceado, como si no me costara millones de células dañadas, envejecimiento prematuro y mayores riesgos de contraer cáncer de piel. Por lo que le increpé (en un tono respetuoso, pero firme) "¿cómo que por mi color?". A lo que la encantadora señorita respondió "sí, por ser entre blanco y trigueñito".


Me ha dejado sin palabras, reconciliado por la vida, seguro de que las células dañadas y el envejecimiento prematura valen toda la pena y tan contento que es como si en el aire se escucharan las tonadas de Stevie Wonder. Y para festejar publicaré una foto mía de esta semana en el Zócalo capitalino, con la hermosa Catedral Metropolitana y el chueco Sagrario Metropolitano, que parece que está a punto de caerse, pero que ha aguantado estoico toda la Colonia, la Independencia, la consolidación del Estado Mexicano, con la Reforma y la Revolución Mexicana incluidas, ha aguantado el Sagrario sin caerse toda la dictadura completa del PRI y, tan mexicano él, sigue ahí, chueco pero barroco, aguantando todo lo que venga, sin caerse aunque parezca que está a punto de desvanecerse. Y hasta en frente de tan magnánima y churrigueresca analogía de lo mexicano, yo, un contento mexicano trigueñito, que todavía se emociona cuando ve esa bandera tricolor volar por el contaminado cielo de esta ciudad de hierro, cristal y cemento.

2 comentarios:

Paco Bernal dijo...

Pero señor Barceló! Qué elegancia :-) Suerte que tú tienes que te pones trigueñito (la palabra es preciosa, el español de España es mucho más seco) yo, aunque me ponga al sol horas y horas, nada, sólo me pongo coloradito -bueno, flamígero más bien-.
Por cierto que ayer me acordé de ti porque estuve comiendo mexicano. Además realmente importado desde México todo. Desde Sonora. Comí una salsa para tacos (a ratos no apta para estómagos europeos) y el eslógan era "!La mera, mera!". Me hizo tanta gracia...Mis amigos, como son austriacos, no entendieron por qué, pro bueno :-). En fin. En cualquier caso, lo que no ha puesto usted, señor Barceló es una foto de sus nuevos anteojos.
Un abrazo :-)

Anónimo dijo...

AY BROTHER!

Y YO QUE ME PONIA LA POMADA DE LA CAMPANA, COMO CREMA DE USO COTIDIANO PARA PONERME TAN BLANCA COMO MI NOVIO!!!
JEJE UN ABRAZO! Y GRACIAS POR COMPARIR TUS EXPERIENCIAS CON NOSOTROS, PORQUE EFECTIVAMENTE, NOS HACE ESTAR MAS CERCA
ILY