martes, mayo 16, 2006

Numeritos, parte II

Para reivindicar el caracter cómico de este blog, después del trágico derramamiento de lágrimas del artículo pasado, he decidido platicarles que aquellos mismos numeritos que me atacaban unos días antes de tener el examen de econometría, han sido ahora los receptores de uno de los más brutales ataques que ha realizado mi intelecto. Pues resulta que mañana por la madrugada, traje y corbata mediante, nos toca hacer la presentación final de Econometría, que final final no es, porque todavía hay que hacer un examen la semana próxima, pero que ya se acerca a su culmen. El caso es que ya resignado a que pasar esa materia es imprescindible para la continuación de mis maquiavélicos planes no ha quedado más remedio que ponerse a trabajar duro para hacer hablar a los numeritos con la excelsa herramienta de la Econometría, que antes de esta maestría ni siquiera sabía que existía, oso decir. Y ya están las diapositivas de Power Point con las temerarias conclusiones que, según nosotros, el estudio arrojó. Y, bueno, arrojo el que voy a necesitar mañana para sonar muy convencido de haber hecho lo que se debía con la mejor técnica y sofisticación, cuando desde mis adentros la incómoda voz de la conciencia seguro me estará diciendo que si cómo sé yo esas cosas. Pero no queda más que adoptar una actitud ecuánime, digna de un estoico Barceló y amarrarme la tripa que los nervios vienen azotando de hace algunas semanas por el cúmulo de los exámenes finales y salir a la calle.... buscando amor, como dice la canción... jaja. No, en realidad saldré a buscarme la vida como un día cualquiera en esta magnífica urbe en cuyas entrañas habito.

domingo, mayo 07, 2006

The end of my world as I know it

Las horas frías de ese invierno en las montañas se hacían cada vez más largas para H. El latido de su corazón se iba haciendo también más lento y de sus ojos fijos en el fuego de la chimenea rodaban unas lágrimas capaces de destrozar cualquier alegría. Su mente trataba de desentrañar el único misterio que a él le importaba. Si habría dado la vida por amarla indefinidamente, cuál pudo haber sido la razón de su abandono. La cobija de lana que cubría sus pies y piernas no era suficiente para siquiera tibiar sus penas. Sufría con hondo dolor, como no sabía que se podía sufrir a pesar de que la vida le había dado pesares a granel durante los ochenta primaveras que sólo recordaba como inviernos. Sentía en el corazón una punzada como si una fina espada ardiente le atravezara el pecho y entendió entonces que la tristeza es un sentimiento en la connotación más literal de la palabra y que el corazón es el verdadero receptáculo de las emociones más fuertes de la vida. Trataba de aliviar su profunda pena recordando los momentos más felices que había pasado con ella, pero eso sólo hacía más insoportable el sentimiento de pérdida. Tocaron a la puerta pero no tuvo ni la intención ni las energías para ir a abrir. Escuchó los gritos del vecino pero le resultaban del todo indiferentes. Pasó un largo rato de silencio cuando de nueva cuenta tocaron a la puerta. Ahora alcanzó a distinguir la voz del sacerdote del pueblo cuyas homilías le parecían a veces correctas a veces no, pero que le causaban siempre mucha gracia. Tampoco consideró siquiera la posibilidad de levantarse o arrastrarse a abrir. En el fondo temía que pudieran convencerlo de no dejarse morir y eso le daba miedo porque no admitía vida posible sin ella. Pero tampoco podía quitársela de súbito porque en su ingenuidad creía que le haría daño a esa mujer a la que él no soportaría ver derramar una lágrima. Al día siguiente volvieron los toquidos a su puerta pero ahora era el alcalde del lugar acompañado de dos oficiales de la policía. Lo compelieron una y otra vez a que abriera y ante el silencio subieron el tono y amenazaron con tumbar la puerta. Al no obtener respuesta procedieron a forzar la cerradura. Entraron a la cabaña y encontraron su cuerpo sin vida con una carta en la mano que decía: "M, te amé hasta donde pude, te amé hasta donde no lo merecías. Mi sociedad, mi iglesia y mi estado intentaron disuadirme. Pero hay una parte de cada hombre que no pertenece más que a sí mismo. Ni suquiera tú pudiste penetrarla y en ese recóndito subterfugio de mí he decidido partir al lugar en el que todo se detiene, en el que no existen ni el tiempo ni el espacio y ahí viviré inmóvil acompañado sólo de tu recuerdo. H."

lunes, mayo 01, 2006

Madredeus


Este sábado hermoso de puente aparte de pasar largas horas en la computadora tratando de escribir ideas relativamente razonables para mis trabajos finales cuyo plazo de entrega se acerca amenazadoramente aproveché para realizar algunas actividades lúdicas. Por ejemplo, vi el Señor de los Anillos 1 y 2, lo cual ya es una inversión en tiempo bastante importante. Pero, además, tuve la oportunidad de ir al Zócalo a un concierto de un grupo que me encanta. Se llama Madredeus, es un grupo portugués que cantan un género que se llama fado, entre otras cosas, y cuya vocalista tiene una voz maravillosa. Resulta que estuvieron tres días antes en el Palacio de Bellas Artes y un día me lancé decidido a irlos a ver, pero la señorita de la taquilla me respondió con cara de burócrata del Seguro Social que los boletos ya estaban agotados para todas las funciones. Así, decepcionado de la vida me regresé a mi casa y de puro coraje puse una canción de Britney Spears, como culpando al destino de tener que escuchar música trash por haberme negado la oportunidad de ir a ese concierto. En realidad, la culpa era de los revendedores a los que mi religión les prohibe comprarles nada, pues se enriquecen ilícitamente a costillas de los fanáticos irracionales, jeje. Bueno, el caso es que estaba ya muy resignado cuando el viernes me enteré que al día siguiente se iban a presentar en el Zócalo, completamente gratis, wow!!! Hicieron una presentación muy bonita, donde la música era prácticamente lo único importante. Estuvo muy bien que, a diferencia del concierto de Manu Chao al que fui hace como un mes en el mismo lugar (pero con 16o,000 personas), no olía a resistol 5000 ni volaban bolsas de "agua de riñón" (es decir, el resultado del proceso de filtrado de la sangre de los riñones: orina, pues). No, este público era más civilizado, muy poco parecido a la horda de orcos que, como yo, gustan de Manu Chao.
Ahora es lunes primero de mayo y pienso honrar el día del trabajo trabajando, sobre todo para quitarme esa sensación desagradable de domingo por la tarde, aunque en realidad sea lunes, pero que implica el fin del valuado fin de semana y el comienzo de una nueva.