sábado, agosto 13, 2005

Dejando el ¿hogar?

Hace tiempo que no escribía, a pesar de lo mucho que disfruto hacerlo. Al principio fue porque ya no tenía la estabilidad de tiempo y espacio que requiero para inspirarme a redactar aunque sean unos cuantos párrafos. He cambiado de lugar de residencia tres veces en dos meses. Primero, Saint-Flour, el pueblito francés que consituyó mi Nirvana para escribir en el blog. Después me regresé a Hermosillo, en pleno desierto de Sonora, pero sólo por tres ajetreadas semanas, no sin antes vacacionar un buen rato por Europa: Praga, Bruselas, Brujas y París. Y, finalmente, me mudé al Distrito Federal, a disfrutar de la contaminación, la comida frita y picante y las enormes cantidades de estrés que te produce la convivencia cotidiana con 20 millones de seres humanos, aunque a veces dudo que algunos de ellos merezcan ser considerados con tal calidad. Fueron dos meses muy pesados porque estuve cursando un curso propedéutico para una maestrìa de locos a la que se me ocurrió inscribirme. De dicho curso elegirìan originalmente a 22 de los 42 que lo cursamos, lo cual provocaba una competitividad, a veces enfermiza y a veces divertida. Terminaron escogiendo sólo a 18, entre los cuales estoy yo, no sé si para bien o para mal, porque serán dos años de adrenalina constante, pero probablemente podré disfrutar al menos un cinco por ciento de esa adrenalina. Cabe agregar que la maestría (en Administración y Políticas Públicas) me está gustando mucho, lo cual confirma mi mala condición mental.

Siguiendo con el trascuro de mi "vida loca" hace un par de semanas me vine a Hermosillo a disfrutar de mis miserables vacaciones, tampoco sin antes darme el lujo de conocer con dos muy buenos amigos algunos lugares del centro de México que me gustaron mucho: Querétaro, Guanajuato, San Miguel de Allende y Uruapan, Michoacán. En Hermosillo la he pasado muy bien, porque estuve con todos mis hermanos y sobrinos, que conformamos la no despreciable cantidad de 14 personas. Pero el caso es que ya no sé si me estoy yendo de mi hogar: sobrepoblado, refrigerado y divertidamente caótico o si, en realidad, estoy yendo hacia mi nuevo hogar: mi ambiguo "depa" con un colchón en el suelo en donde pago una renta muy superior a lo que mis ingresos me permiten. Pero, bueno, mañana temprano salgo literalmente volando para allà, a iniciar la maestría. En el fondo de mi alma estoy contento, porque me ilusiona mucho estudiar lo que estoy estudiando, pero no me agrada ni tantito la idea de irme con las amígdalas como bolas de golf! Porque resulta que antier por la noche un señor microbio se apoderé de mi garganta y puntos cirunvecinos, convirtiéndola en su contaminado feudo con diseminadas erupciones de pus y sangre contaminada. Bueno, no lo he visto detenidamente, pero por lo que me duele, puedo imaginar que sea algo asì o mucho peor. El caso es que estoy aquí con la única compañera de toda mi vida, la nostalgia, pensando que la tristeza me invade tan àvidamente como lo hizo el hediondo microbio gargantiano ese que me tiene tan cabizbajo. Y mañana me voy a la capital de la Repùblica Mexicana, sin haber resuelto mi existencial duda de si me voy del hogar o si voy a mi hogar. Pero parece mi destino a corto plazo ineludible. No será fácil soportar el terrible e incomprensible acento en inglés (que lo hace parecer polaco) que tienen las aeromozas de Aerocalifornia con un dolor de garganta que no me deja tragar mi saliva, sino hasta después de tres cuartos de hora, para evitar el sufrimiento que me representa. Lo bueno es que no tengo mucho que tragar viajando con esa aerolìnea que sòlo te surte de una bolsa de pretzels y uno o dos paupérrimos vasos de jugo de manzana. Pero qué más da.