miércoles, noviembre 29, 2006

C'est déjà ca...

Je sais bien que des belles villes rien n'est fait pour moi, mais je suis dans une belle ville, c'est déjà ca. Rêver c'est déjà ca.

Alain Souchon

Sé bien que de las ciudades hermosas nada fue hecho para mí, pero estoy en una ciudad hermosa y algo es algo. Soñar ya es algo.

domingo, noviembre 26, 2006

Vagancias

He andado medio vago a la hora de sentarme a escribir algo en el blog. Una razón puede ser que traigo la mente y el corazón dispersos. Otra, más poderosa, es que me he ocupado en placenteros menesteres alternos a publicar mis ociosas introspecciones. Hace un par de semanas vino Marcos un amigo de la universidad que estudia en Indiana. Hacía casi un año que no nos veíamos, que a la luz de la cotidiana convivencia de los cinco intensos años de la escuela de Derecho se hace aún más largo. Él se fue el un lunes y ese mismo jueves llegó mi familia de visita. Éramos en total diez personas recorriendo las calles de NY. Fueron los mejores días de mi estancia en esta ciudad. Tenía lo mejor de dos mundos: como escenario una ciudad que se yergue como signo de la civilización de nuestros tiempos y como compañeros de escena a mis quereres más cercanos, los míos, con excepción de mi hermana y hermano mayores y mis sobrinos. Fueron días muy divertidos, cansados y provechosos. La escuela ni siquiera se atravesó por mi pensamiento y me sentí como si estuviera de vacaciones. Era insólito, sin embargo, estar con mi familia lejos de la estufa de leña en Huásabas, o en un cuarto de hotel en vez de tirados en los sillones de la sala en Hermosillo. También era gracioso cómo podíamos hacer símiles con cada cosa que nos encontráramos en NY y reírnos por no haber guardado las debidas proporciones. Por ejemplo, qué es eso de que el Puente de Brooklyn es como el puente colgante (estilo Indiana Jones) que atreviesa el río Bavispe, en el pueblo; o que si el Radio City Music Hall es como el Expo Fórum de Hermosillo. Nos faltó tiempo para hacer muchas cosas, pero el principal cometido se cumplió con creces: la convivencia fue intensa y armónica y ellos regresaron sin mayores contratiempos encantados del viaje y yo encantado de haberlos tenido esos días conmigo. Y por si eso fuera poco me trajeron verdadera comida mexicana que sigo paladeando sintiéndome muy afortunado. Azucena me mandó tortillas de harina gorditas e integrales conociendo el defectuoso sistema digestivo que viene después de mi ambicioso paladar y unas empanaditas de cerveza que me endulzaron la vida hasta que el fondo del recipiente que las contenía anunciaba que esas pequeñas glorias habían ya pasado a mejor vida. Además, me trajeron unos tamalitos de carne que nada más cierro los ojos y es como si estuviera en Guadalupe de Ures, a la orilla de la carretera en uno de los sencillos puestos que ofrecen a los viajeros delicias de la comida sonorense. Y, finalmente, para mortificación de mi gastritis un tesoro escondido del noroeste de México: dip de rielito, yuuumi!!! Ahora mismo estoy acompañando unas palomitas de maíz con su agridulce sabor, fascinado por el placer de comer, que hace tiempo había relegado para mejores porvenires, pero que pude volver a encontrar repetidamente en esta última semana.
Cuando mis visitas partieron rumbo al sur, me dispuse a trabajar en mis trabajos finales que ya asoman la cara en mis pesadillas, y me encontré con que no tenía 1) ganas, 2) ganas de que me dieran ganas, 3) inspiración, ni 4) talento para escribir cuando no tengo inspiración. Así que un día después le hablé a mi prima Silvia, que vive en Boston con su esposo Servio y un hermoso bebé que se llama también Servio, y acepté su amabilísima invitación para pasar el fin de semana largo del Día de Acción de Gracias (más gringo ni el 4 de julio, gracias) con ellos. Además de que la compañía fue excelente y fui recibido con una cálida hospitalidad que seguramente no merezco, Boston es una ciudad hermosa. El área de Harvard es de un encanto que combina perfecto con el prestigio de la Universidad que alberga y el centro y el puerto de Boston hacen a la ciudad distinguida joya del país que ahora habito. Nueva Inglaterra es una región muy distintiva de la cultura estadounidense, tiene en su arquitectura vestigios evidentes de Europa, paisajes hermosos y alberga una sociedad más liberal y más étnicamente homogénea que la mayor parte de Estados Unidos (excepto por Boston, que es tan diverso como cualquier ciudad global). A pesar de ser una ciudad muy grande, tiene el ambiente relajado de una ciudad pequeña y la intensa vida estudiantil (además de Harvard, Boston es sede del MIT, Tufts, Boston University, Boston College, Universidad de Massachusetts, etcétera) la hacen un lugar muy particular. El río Charles atraviesa la ciudad y las vistas de edificios modernos conviviendo en armonía con edificios de los más antiguos que se encuentran en Estados Unidos. En fin, un lugar digno de visitarse, pero sobre todo de vivirse. Y regresé ayer y descubrí que todavía no tengo muchas ganas de hacer mis trabajos finales, pero que poco a poco voy cayendo y ya dos que tres ideas que pululaban en mi cerebro se convirtieron en párrafos de las muchas cuartillas que tengo que redactar. Y así transcurrió mi vida en las últimas semanitas, sigo con antojo de carne asada y ese corazoncito que extraña siempre lo que no tiene ya anda ganoso de volver a sus desérticos lares para seguir más adelante con el último semestre de su maestría y desea a todos los que lean este blog: "Carpe Diem".

miércoles, noviembre 15, 2006

Lecciones de frivolidad

- ¿Qué has aprendido, Rafael, en tu estancia en Columbia?
- "Que a unos buenos tacos de carne asada no los remplaza nada".
- (mutis)

martes, noviembre 14, 2006

Sabina (fragmentos)

Él se llamaba Confusión, tocaba un viejo acordeón y a su mujer la conocían todos por Lilí Marlén. También estaba dorremí, un perro que sin pedigree, sabía ladrar hasta en latín y no mordía más que al gato del alguacil.

Y decían que era amor la soledad que compartían, un día sí cuarenta no, y dorremí se lo creía.
Igual que a ti, igual que a mí, la soledad los aplastaba pero cerraban, al dormir, los ojos y se la inventaban.

Vivieron en cualquier ciudad, todas se llaman Ansiedad (como Madrid). Con dorremí de fiel guardián para el puchero familiar los dos ganaban su jornal honradamente, por la calle de Alcalá, en la acera y de plantón, haciendo ella la carrera y él con el viejo acordeón. Igual que a ti, igual que a mí el porvenir los acosaba pero cerraban, al dormir, los ojos y se lo inventaban.

Volvía tan pancho dorremí un día de regar con pis el abedúl y calculó mal el replís del autobús y nunca más vino a lamer el pantalón de su patrón cada vez que Lilí Marlén con un recluta toca el timbre de la pensión.

Y decían que era amor la soledad que compartían un día sí cuarenta no y dorremí se lo creía. Igual que a ti, igual que a mí la realidad los aplastaba, pero cerraban, al dormir, los ojos y se la inventaban. Tal vez tenían razón; puede que fuera amor la soledad que compartían un día sí setenta veces síete no y dorremí, moviendo el rabo, se lo creía.

Como te pasa a ti, como me pasa a mí, las uñas negras de la vida los arañaban, pero cerraban, al irse a dormir, los ojos y soñaban que soñaban.

El era un tipo del montón que se llamaba Discreción. No le digáis que habéis oído esta canción si lo encontráis.

jueves, noviembre 09, 2006

¡Ay, qué volado!

Ignoro los alcances geográficos de la expresión "¡ay, qué volado!", pero en mi querido Huásabas en la escuela primaria la usábamos profusamente para señalar lo vanidoso de alguien dando muestras de vanagloriarse de cualquier cosa. Pues hoy yo ando volado.

Volarme representa para mí un mecanismo de defensa contra todos esos impulsos desmoralizadores que diariamente se encargan de maltratar a mi ego. Y, entonces, me vuelo tanto como mi sentido de la realidad y las circunsancias me lo permitan. Y hoy la verdad me urgía volarme y me cayó de maravilla que me entregaron calificado mi primer examen en inglés. El resultado fue mucho mejor de lo que esperaba y un "Very good!" (sí, con signo de exclamación y todo) fue razón suficiente para volarme. Además, tenía que compensar con algo la frustación académica que me provocan cuatro ensayos inconclusos con plazo próximo a vencerse. Y como la inspiración nomás no me ha fluido hasta hoy y mañana recibo la visita de un amigazo y en menos de una semana la de una muy buena parte de mi familia, la escuela y sus superficialidades no serán para nada mi prioridad en las próximas semanas. Pero como no hay fecha que no se cumpla y esos ensayos tendré que terminarlos, he decidido sustituir el razonable nerviosismo por la irracional vanidad y estaré volado todo el día de hoy para olvidar que debería estar preocupado. He dicho.

viernes, noviembre 03, 2006


Hoy fui a Brooklyn a hacer una entrevista de la misma investigación que les había platicado. Aproveché para conocer un tradicional vecindario de esta parte de la ciudad... wow!!! Sin duda el más bonito neighborhood que he visto en NYC, se llama Brooklyn Heights Historical District y está lleno de árboles teñidos de otoño a ambos lados de la calle, frente a las casas de estilo victoriano y calabazas de Halloween decorando las escaleras de cada entrada. Desde ahí se ve la isla de Manhattan, la estatua de la Libertad y el famoso puente de Brooklyn. Como no llevé la cámara pues pongo esta foto que no tiene nada qué ver, porque es afuera de la Catedral de St. Patrick, en Quinta Avenida, pero dicen en mi tierra que "a falta de pan, tortillas"; aunque yo, a diario, a falta de tortillas (de harina, por supuesto) me resigno con el pan. Posted by Picasa

Este día, hace dos semanas, estaban instalando la tradicional pista de patinaje en el Rockefeller Center. Un curioso carrito aplanaba la pista dibujando círculos en el hielo mientras yo hipnotizado seguía sus piruetas. Habiendo acabado su función nos tocó ver a los primeros patinadores de la temporada. Posted by Picasa

miércoles, noviembre 01, 2006

Catorce puede ser un número agotador

Hoy recorrí, personalmente en persona, la nada despreciable cantidad de catorce consulados generales en Nueva York. No se trataba de negociar asilo político en ninguno país del orbe que, hasta donde yo sé, todavía puedo ser libre y feliz en mi país, México, y también en el imperio de nuestros días que ahora me acoge y que me ha mostrado intermitentemente su hermosa cara y sus despreciables vísceras. No, no se trataba de eso, sino de una investigación que hago para la materia Clínica de Política Pública sobre identificaciones consulares para inmigrantes.

Pues aunque sé que tengo más de domador de serpientes que de investigador, como no tenía otro remedio, eché el cuerpo al agua y con un mapa de Google que identificaba con irregulares puntitos cada consulado de interés, me dirigí al East Side (donde para mi fortuna está concentrada la gran mayoría de los consulados, en un radio de unas quince cuadras). Mucho me temía que la innecesaria pompa diplomática sería un grave impedimento para llevar a cabo mi misión, que hoy por la mañana me parecía Misión: Imposible IV. Pues resultó que no, en todos los consulados fui recibido sin mayor complicación y sin cita previa. Con la excepción del de Venezuela, que parecía que pensaban que era yo de la CIA y que tenía como objetivo derrocar el régimen de Hugo Chávez, porque me han visto y respondido con una suspicacia que hasta me dio miedo de mí mismo. La recepcionista me anunció a su superior como alguien que viene de Columbia a hacer unas preguntas "investigativas". Yo no sé si en Venezuela ese tipo de pregunta sea de efectos particulares, pero no me invitaron a pasar, sino que el también suspicaz funcionario bajó a la recepción para responder mis preguntas investigativas, así no subía yo y me enteraba de los secretos de estado venezolanos.

He de confesar que para evitar rechazos y desprecios procuré evitar que mi condición de insignificante estudiante fuera muy evidente y me eché encima un saco sport y hasta me puse camisa. Empezaba con la frase: "Vengo de la Universidad de Columbia" sin aclarar muy bien cuál era mi verdadera identidad, hasta ser inquirido específicamente al respecto. Pues me encontré con todo tipo de gente. Hasta entrevisté a consules de carne y hueso; a las de Guatemala y a la de Uruguay, para precisar. La cónsul uruguaya hasta resultó apellidarse Barceló, lo cual, por alguna extraña razón, nos dio mucho gusto a los dos. Todo el día estuve subiendo elevadores y haciendno varias entrevistas en los tres idiomas que más o menos mastico.

Impresiones generales: la gente es buena gente; los consulados pueden ser menos glamorosos que una oficina del Seguro Social; un saco sport aunque vaya acompañado de tenis, como en mi caso, reduce los tiempos de espera en la recepción (también la frase vengo de Columbia, Harvard, la NASA, etc. Les recomiendo que la usen nunca te piden que te identifiques); y, el consulado de Guinea tiene un aroma que no he podido identificar y que no es desagradable, pero que cuando estás sentado una hora en la sala de espera, resulta muy agobiante.

Conocí(por fin) la Organización de Naciones Unidas, que tenía, aprte de muy buena vista de Brooklyn, una exposición de fotos que me dio ganas de viajar a lugares insospechados (como a la región central de Afganistán, what the fcuk!!!). La ONU, por cursi que se oiga, tiene un significado muy importante en la manera en la que veo el mundo, pero sobre todo en la manera en la que creo que el mundo debe ser.

También entré a la Iglesia de la Sagrada Familia que se ostenta como "la parroquia de las Naciones Unidas", suena poderoso, ¿no? Su arquitectura y decoración son muy modernas pero, para mi gusto, excelentemente logradas. Digamos que entró a la lista de Mis capillas favoritas. Además, Paulo VI y Juan Pablo II han estado ahí, después de participar en reuniones de la ONU. Estuve, además, en otra Iglesia que está en Midtown, Saint Savior si la memoria no me engaña, para celebrar el día de Todos los Santos y asistí al Rosario en inglés, pero como no me sabía el Ave María en dicho idioma, mejor cambié de opinión porque si no se reza con el fervor de mi nana Carmela, con todas las vocales aspiradas y tonos ascendentes y descendentes, seguro mi oración no llega al cielo. Pues básicamente así transcurrió otro día más de mi vida. Fue sui generis, poco productivo en términos de páginas leídas y cansado, pero tengo la impresión que quedará en mi memoria por un buen tiempo.