miércoles, octubre 17, 2012

XX Aniversario

Cuando uno empieza a recordar cosas que pasaron hace décadas, es hora de largar el llanto y asumir con la debida dignidad que ya no es uno un chamaco, un mozuelo. El proceso de madurez que tan inevitablemente empieza a notarse en el cuerpo, no siempre hace la misma mella en la mente. A mí me ha pasado de noche el tema de la edad, pero al enterarme hoy de que la escuela Secundaria donde estudié cumplirá 20 años de existencia, durante unos instantes no lo pude creer.

Resulta que esos 20 años coinciden con mi ingreso a la Secundaria, porque fui parte de su primera generacion. Tenía yo 11 añitos en aquella época pero por haber terminado la Primaria me sentía una cosa muy adulta. Corrían los tiempos en los que era Gobernador de Sonora el Lic. Manlio Fabio Beltrones, podríamos decir una "celebridad" de la política mexicana actual. Llegó a la sierra sonorense rauda y veloz la noticia de que en Huásabas, finalmente y en justicia, se abriría una escuela Secundaria sostenida por el Estado. Habían pasado ya varias generaciones en que la Secundaria y la Preparatoria (esta última era una sola para Huásabas y el municipio vecino de Granados) eran sostenidas financieramente por la comunidad y los padres de familia.

Al más puro estilo del "priísmo" dominante que vivía el país todavía en 1992, se organizó un evento para agradecer al Gobernador la deferencia. Realmente, no había nada que agradecer, el Estado finalmente cumplía con una de sus obligaciones básicas y constitucionales: dar acceso a la educación media superior que, vaya usté a creer, debe ser gratuita y obligatoria. Aunque la meritoria y admirable acción comunitaria había suplido esa deficiencia para que los jóvenes tuvieran educación, la falla estatal era flagrante (como lo siguió siendo durante mucho tiempo en áreas rurales y urbanas del país). Por alguna razón que desconozco -pero que intuyo tenía que ver con mi extrovertida manía de hablar en público sin mayor complejo-, me designaron a mí para dar el discurso de agradecimiento al Gobernador Beltrones. Digo que la razón fue rara, porque por más extrovertido que yo fuera a mis once años, no dejaba de ser el hijo de uno de los más conocidos opositores al sistema priísta en esa región de Sonora. Un militante del Partido Acción Nacional (oposición), que en aquellos tiempos y en Huásabas era casi tan grave como no ser católico. Además, me dejaron ser yo quien compusiera el discurso y no fui objeto de ninguna censura, excepto la que yo mismo me impuse, porque tampoco se trataba de hacer pasar un mal rato a nadie en tan gozosa ocasión.

Durante el discurso agradecí, por supuesto, el gesto gubernamental y, ya que andábamos en ésas, le pedí al distinguido Manlio Fabio algunas cositas que quedaban pendientes como, pequeño detalle, el edificio donde se iba a alojar la Secundaria. Por año y medio debió ser de turno vespertino porque usaba las instalaciones de la escuela Primaria. Recuerdo que en su respuesta, el Gobernador se refirió a mí como "amigo Rafael", aunque debo aclarar que no he frecuentado lo que debería su "amistad" (énfasis añadido en las comillas). Entre otras palabras que no recuerdo, porque seguramente eran paja, nos pidió a los alumnos que cobráramos el impuesto predial municipal que estaba pendiente y que todos esos recursos serían directamente para la Secundaria.

Yo no había crecido a la estatura que tengo ahora, ni me había engrosado la voz. Era más bien un chiquillo un tanto pálido en aras de ponerse horrible por causa de la pubertad. Pero si algo me caracterizaba en ese tiempo era ser muy decidido. Puesto que el Gobernador nos había dado tan alta función, había que cumplirla. Y así lo hicimos otra compañera y yo: fuimos al Ayuntamiento y pedimos la lista de los deudores del impuesto predial. De un cajón empolvado salieron cientos de planillas con el nombre del deudor y el monto. Nos dirigimos a las casas de todos ellos (en Huásabas es muy fácil dar con las direcciones: domicilio conocido que le llaman). Resultado de la misión: cero pesos, con cero centavos recaudados. Apenas puedo creer ahora que me tragara ese cuento y que nadie se diera cuenta de que estaba mal, muy mal, que nos pidieran hacer eso. Por un lado, recaudar impuestos es una función del Gobierno, no de los ciudadanos (sin contar con que me faltaban, en ese entonces, siete años para convertirme en ciudadano de la República); a los ciudadanos lo que les toca es pagarlos. Por otra lado, el Jefe del Ejecutivo del estado no tenía nada qué hacer disponiendo de cómo se gastarían los recursos de un Gobierno municipal. Pero, claro, en los tiempos del priísmo dominante, que se nos olvidan fácilmente como fueron, invadir funciones entre niveles de Gobierno sería peccata minuta. Finalmente, volvemos a lo ya discutido, había una obligación gubernamental que no se estaba cumpliendo y se volvía a dejar en manos de la acción comunitaria.

Tal vez la diatriba que acabo de echarme dé la impresión de que la situación me fue enojosa. En realidad, la disfruté mucho y sólo ahora retrospectivamente caigo en cuenta de sus muchos defectos conceptuales. No cobramos un centavo y seguramente nos ganamos las risas de los contribuyentes morosos del impuesto predial que vieron a un par de imberbes cobrarles impuestos, experimentando sentimientos que irían de la incredulidad a la ternura.

Hace 20 años ya que pasó aquello. Con el tiempo pasaron varias cosas: yo crecí a una estatura que me permitiría cobrar impuestos sin dar lástima; me engrosó la voz, de manera que ahora tal vez sea más convincente en esa misma labor tributaria; mucho tiempo después me salió barba, aunque sigue dispareja. La Secundaria Técnica No. 7 construyó unas instalaciones muy bonitas, donde todavía la primera generación de estudiantes pudimos pasar la segunda mitad de los tres años que duró. Ha tenido unos resultados excelentes en la prueba Enlace que evalúa la calidad educativa, quedando en la mejor categoría disponible. Por sus aulas ya pasaron cuatro de mis sobrinos y cientos de alumnos que no son mis sobrinos. Manlio Fabio Beltrones ahora es Coordinador de los Diputados de la fracción que va a ser la oficialista y casi mayoritaria, luego de 12 años de que el PRI, su partido, fue opositor en el Gobierno de la República. No me ha vuelto a decir "amigo" (aunque no pierdo la esperanza). Sólo me lo he vuelto a topar en una ocasión: estaba justo en el asiento de atrás del mío en la Plaza de Toros de Ciudad de México...

Dos décadas pasaron ya desde aquello.

miércoles, octubre 10, 2012

Recompensa

He dejado de buscar la felicidad en la realización plena de mis grandes proyectos de vida. Ahora la busco fragmentada, paulatina, intermitente. La he encontrado caprichosa y normalmente gratuita. Bastante básica, poco sofisticada, muy arbitraria. Ha aparecido en la amargura casi dulce de la espuma de un café con leche, en la tosca idea reveladora de un párrafo perdido escrito por autor desconocido o en la calidez de un momento aleatorio, el cuerpo tirado al sol y la mente tirada al blanco. Más cursi de lo que hubiera querido pensar, tan cliché que es placer culposo.

Pero, a veces, ha sido revolucionaria y en contravención a mis prejuicios: una felicidad de izquierda. Mientras que en otras ocasiones se ha lucido llegando puntualita a la cita de mis objetivos cumplidos; es patria, trabajo y familia: una felicidad de derecha.

En etapas previas de mi vida la felicidad la concebí, insisto, como el resultado previsible, calculable, de mis acciones, de mis logros. Pero ha sido más esquiva, más cuántica, menos euclidiana. Los proyectos de vida siguen ahí - algunos en construcción, algunos ya resueltos, otros desechados - como poderosos motivos que guían mi conducta. Me son indispensables para saber lo que quiero, o para pensar que sé lo que quiero - que aunque no es igual me produce la misma calma -. Pero la felicidad, como la vida, ha resultado ser más bien el trayecto y sus escollos que la propia meta.