domingo, marzo 30, 2014

Anhelos que no se desvanecen

La familia es, entre muchas cosas, un conjunto de historias, de cuentos, de códigos compartidos. Una sucesión interminable de vivencias que van tejiendo lentamente lazos que no hay posibilidad de romper. Ni mediando la voluntad para hacerlo. Como si esos lazos recubrieran nuestro ADN de algo que podríamos llamar una "genética de los recuerdos", hasta el punto de que no se sabe dónde termina uno y comienza la otra. Esta semana mi familia de muchos recibió el último de los siete sacramentos que le faltaba por recibir: el orden sacerdotal. Es que las familias católicas somos especialmente sacramentales, nos reunimos como obligación moral en bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, matrimonios y, por así decirlo, para ungir al enfermo en su agonía o despedida.

El sacramento del sacerdocio, claro está, lo recibió únicamente uno y no toda la familia, porque no se ha dado el caso hasta ahora - que yo conozca - que en la Cristiandad se ordene sacerdotal a toda una familia. Los judíos sí lo hicieron, más o menos, con la tribu de Leví, uno de los hijos de Jacob, pero esa es otra historia y no es la de los Barceló Moreno. Fue mi primo Óscar Valentín, quien ahora será el padre Óscar. Fue muy linda experiencia ver cómo su ordenación y los festejos que seguían a tan buena noticia se convirtió en un momento que tíos, primos y sobrinos empezamos a gozar desde meses antes de que ésta tuviera lugar. Se siente como una gran bendición que alguien del clan sea pastor espiritual de otros o, en el mejor de los casos, también nuestro. La emoción que causó la ordenación de Óscar hizo que algunos se desplazaran grandes distancias para estar presentes y que otros tanto empeñaran generosamente sus recursos o su tiempo para organizar esta celebración que reunió nuevamente a una familia de muchos, de muchísimos, de cada vez más.

Pero lo que todos estos días no ha salido de mi mente es imaginarme a la nana Carmela sonriendo con esa mandíbula afilada con la que recuerdo sus últimas sonrisas, sus ojos arrugaditos ya por los años que empezaban a ser muchos, mientras se mecía en la poltrona. La imagino feliz y realizada al ver cumplido su sueño de toda una vida: tener entre su descendencia al menos una vocación consagrada al servicio religioso. Lo intentó de todas las formas que pudo y su anhelo no se desvaneció nunca, permaneció entre sus hijos y sus nietos que aprendimos también a valorar la importancia que ella le concedía a la vocación religiosa, aunque todos sus hijos y la gran mayoría de sus nietos no la tuviéramos como propia. Creo que, de alguna manera, todo el regocijo familiar que a todos nos causó la ordenación de Óscar estuvo muy inspirado en ese anhelo, un anhelo que se hacía ya viejo pero no menos fuerte, hasta que rindió fruto.

Difícil olvidar cómo desde niños mi nana nos hablaba del sacerdocio, o cómo se emocionaba cada vez que alguno de sus nietos hacía una intentona de ingresar al seminario o al convento. O las historias sobre el drama que causó la decisión de mi papá de dejar, largo tiempo atrás, el seminario y, con esto, su camino al sacerdocio. Por demás está decirlo que yo, llámese egoísmo o simple instinto de sobrevivencia, celebro esa decisión paterna que hoy por hoy permite que yo y mis hermanos andemos por acá en esta vida pululando tan contentamente.

Tampoco me será fácil olvidar cómo cuando yo tenía unos escasos ocho años mi nana Carmela me dijo un día, luego de regresar de algún viaje: "Rafaelito, te traje un regalo, uno de estos días te lo doy". Yo pasé grandemente ilusionado todos esos días imaginándome no sé qué juguetón regalo que la expectativa había hecho cada vez parecer más emocionante. No digo que, de alguna manera, el tal regalo no hubiera sido motivo de alguna emoción, porque es cierto y siempre ha sido cierto que a caballo regalado no le revisa uno el colmillo, pero el tal regalo era un libro que hablaba sobre la vocación religiosa que no está de más aclarar que no está en los primeros lugares de los regalos preferidos de los niños. Además de mencionar que cuando me lo dio me dejó muy claro todo el entusiasmo que el tema le causaba. En su momento, en mi tierna infancia y adolescencia, la ilusión de convertirme algún día en sacerdote tuvo mucho que ver con poderle dar a la nana Carmela una felicidad de ese tamaño. Pero antes de que se llegara el día de que yo pudiera empezar a poner en marcha proyecto tan descomunal, mi nana nos dejó y yo me incliné por nuevos proyectos.

Ahora celebro que mi querido primo Óscar Valentín, primo unos años menor y particularmente travieso, se haya sentido llamado a ser sacerdote y que la Iglesia Católica lo cuente entre sus pastores. Celebro que mi familia haya tenido con esa decisión una alegría tan grande que los haya vuelto a reunir y, claro, en el centro de todo esto, celebro constatar que ese anhelo de mi nana Carmela nunca se desvaneció. Ese anhelo siguió vivo en la intensidad de la emoción de tanto Barceló y, sobre todo, en que más tarde que temprano un integrante de su descendencia se dedicará por completo al servicio espiritual desde tan noble misión.


martes, marzo 18, 2014

#100happydays

Hay una cosa que encuentro tierna en Facebook de unas semanas para acá. Es una especie de tema de tendencia que identifica con la etiqueta #100happydays cualquier momento que a la gente haga feliz, como no costará traducir. Me he visto tentado a iniciarla yo por algunas razones: principalmente para compensar la imagen que parece me he creado a base de estados odiosos de ser una persona negativa y, sobre todo, porque realmente hace bien pensar en todas las cosas bonitas que nos pasan que, normalmente, son mucho mayor en calidad y cantidad a las que calificaríamos de malas.

Sin embargo, hacer esto cada día creo que terminaría por resultarme aburrido a más tardar el día 14, así que mejor, simplemente, comienzo a enumerarlas (sin que el orden de aparición signifique nada) y que sea lo que Dios quiera (que honestamente no creo que sea un tema que le quite el sueño, a como están las cosas en Crimea, Siria o la República Centroafricana). Advierto que cien es un número muy grande, leerlo es agotador y puede tener el no deseado efecto de resultarles antipático por sobreexposición, pero lo hecho, hecho está.

Las cien cosas que me hacen (o me han hecho) feliz:

1. Estar sentado en la sala de la casa paterna platicando las mismas historias familiares con mis hermanos, sobrinos, papa y Paty.
2. El primer trago de una coca cola (light) muy fría.
3. Cuando termino la rutina del gimnasio.
4. Haber terminado, al final de la jornada laboral, todas las tareas pendientes.
5. Los días que me gusta cómo quedé peinado (los pocos días en que eso ocurre).
6. Reírme hasta que me duele el estómago.
?. Quitarme los zapatos.
8. Escribir en el blog.
9. Escuchar por enésima vez la canción Common People de Pulp.
10. Ver Friends.
11. Haber dado clases en una universidad.
12. Lo que se siente cuando tomo dos martinis.
13. El guacamole, sí, el guacamole makes me happy.
14. Leer a Saramago.
15. Encontrar esa corbata que te habla suavemente y te dice "cómprame".
16. Que me alcance para comprarla.
1?. Haber conocido al compositor de la celebérrima canción La niña fresa.
18. Platicar con mis amigos.
19. Estar en Huásabas.
20. Mi carrera.
21. Estornudar.
22. Oír Les hommes pareils de Francis Cabrel.
23. Soñar despierto.
24. Que me den risa mis chistes (aunque la colectividad no los aprecie).
25. Caminar por el centro histórico de la Ciudad de México.
26. Nunca haber perdido un vuelo.
2?. Recordar la sonrisa de mi mamá.
28. La paz que se siente al cerrar la puerta de mi casa cuando regreso de trabajar.
29. Ir al cine.
30. Ver las fotos de mis sobrinos.
31. Oler mi crema de almendras favorita.
32. Comer palomitas de maíz con salsa Valentina.
33.  Un concierto de Lila Downs.
34. Ir a la cantina Covadonga con mis compañeros de generación del Servicio Exterior.
35. Los cacahuates estilo "japonés" (énfasis en las comillas).
36. Barra de Coyuca, en Acapulco.
3?. Los relojes.
38. Recordar las cosas que pensaba cuando era niño.
39. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
40. El llano en llamas de Juan Rulfo.
41. Cien años de soledad.
42. Las canciones de Juan Gabriel.
43. Los clásicos de los Tigres del Norte.
44. El amor correspondido.
45. Cuando termino de leer un libro.
46. Aprender un nuevo idioma.
4?. Las fiestas de cumpleaños.
48. Los regalos.
49. Un abrazo cariñoso.
50. Los árboles gigantes.
51. El aroma a azahar en Hermosillo durante el mes de abril.
52. Los atardeceres carmesí.
53. Dormir una siesta mientras llueve.
54. Los tacos de carne asada.
55. Las mañanas frescas.
56. La espuma del café con leche.
5?. Las jacarandas en flor.
58. El olor de la lavanda.
59. Que exista Venecia.
60. O París.
61. El museo del Prado.
62. O el Nacional de Antropología.
63. Caminar descalzo.
64. Sentir las sábanas frescas al acostarme.
65. WhatsApp.
66. Salir bien en las fotos (no ocurre con frecuencia).
6?. Los gatitos.
68. Los viejitos.
69. Despertar y que sea sábado.
?0. Que me calculen menos edad (las pocas veces que eso ha pasado).
?1. Encontrarme un billete en la bolsa de un pantalón o abrigo que hacía tiempo no usaba.
?2. El tamarindo con chile.
?3. El chile como pretexto para comer cualquier otra cosa.
?4. Los rascacielos.
?5. Manejar en carretera.
?6. Que me revuelque una ola.
??. El cerro Tetakawi haciendo contraste con el azul del mar en San Carlos.
?8. Mi papá.
?9. Encontrarme a la virgen de Guadalupe en una iglesia.
80. El olor de esa hierba que despide su olor cuando cae el sol y que nunca he sabido cómo es.
81. Recordar a mis maestros, desde la primaria hasta la maestría.
82. Manhattan.
83. Los reencuentros (excepto los de bandas musicales).
84. El Taj Mahal.
85. Los Thunder Cats.
86. La música del mariachi.
8?. Cuando le bajan el volumen a la música en los restaurantes.
88. Rascarme la cabeza.
89. Que alguien te recuerde por algo y te lo diga.
90. Hacer yoga.
91. Mi iPod en shuffle.
92. Conocer la etimología de las palabras.
93. Los mapas.
94. El street view de Google Maps.
95. El sonido del piano.
96. Volver a escuchar una canción que no oía desde la infancia.
9?. Cuando la tecla del siete de mi computadora vuelva a funcionar.
98. Los pueblos mágicos.
99. Haber logrado terminar esta exaustiva lista (casi).
100. La dicha que me causa la compañía de tanta gente maravillosa y gozarlo como si me lo mereciera.


domingo, marzo 16, 2014

De los ansiados regresos

Tal vez haya sido el tedio, tal vez un largo receso del período creativo o quizás simplemente que no encontraba qué escribir o, mejor dicho, cómo escribir lo que hubiera tenido que decir.  Pero haberme ausentado por tan largo tiempo de mi blog se iba haciendo, cada vez más, algo que dolía incómodamente,  un vacío que pesaba. Escribir en este espacio había sido a lo largo de ya nueve años un solaz que tenía siempre el poderoso efecto de calmar los demonios internos, de ordenar las desprolijas ideas, de recuperar de la memoria traidora los momentos que, por desvanecimiento, están condenados a la extinción a menos de que la palabra escrita intente, aunque sea inútilmente, perpetuarlos.

Una razón que me quitó en los últimos meses la paz mental, recurso cada vez más escaso, que preciso para escribir fueron los cambios, los muchos cambios, que atolondran inexorablemente al animal de rutinas que soy, que quiero ser. Sin embargo,  esto no debería ser llamado una razón, sin duda no una de peso, pues la carrera que escogí tiene la particularidad de convertir al cambio en la única constante. También dejé de ir con regularidad al gimnasio con todo el pesar que eso le causa a mi vanidad, haciéndome más complicado ser narcisista, pero ésa es otra historia.

Como motivo para regresar, he decidido hacer las crónicas de mis viajes recientes. Eso sí tuvo 2013, fue un año fantástico para mí, lleno de viajes entrañables que quiero registrar por escrito, pues la memoria visual me resulta insuficiente. Los siguientes artículos serán eso, las crónicas de mis viajes a Panamá, a Brasil y, por qué no, mi último viaje a México, país que vuelvo a conocer cada vez que regreso. Como dicen los gringos - por lo menos los que hablan inglés -, "Stay tuned", porque habrá cosas que contar.