jueves, marzo 31, 2005

Empezar a despedirse....

La semana prôxima inicia oficialmente mi temporada de despedidas, porque las dos semanas siguientes estaré dando las clases que serân para cada grupo la ûltima. Pero, excepcionalmente, ayer me despedî de un grupo que partirâ en viaje escolar a Inglaterra. No les tomé ningûn sentimiento demasiado especial a los grupos a los que les di clase, pero aûn asî me invadiô un dejo de melancolîa cuando al informarles que era la ûltima vez que tenîamos un curso juntos, fingieron que les importaba y hasta que les podîa. Me hicieron un auténtico gesto secundariano recortando una hoja en la que decîa: "Adios Raphaël, à bientôt!" y firmaron cada uno con su nombre.

Tengo muchas ganas de regresar a México, pero como soy un nostâlgico que no tiene remedio, presiento que voy a extrañar algunas cosas. Hasta mi departamento invadido de la presencia casi imperceptible del ente. A él no creo que lo vaya a extrañar. También los graciosîsimos diâlogos mal estructurados y mal pronunciados de los alumnos me harân falta.

En fin, asî ha sido y asî serâ... no soy sôlo mi presente, como a veces quisiera, soy mi pasado y también mi futuro...

miércoles, marzo 23, 2005

El rompecabezas

A pesar de que las puertas cerradas siempre me han dado curiosidad, hay un armario en el refugio en el que me escondo que tiene en la parte superior unas puertas que nunca habîa abierto. Cuando me di cuenta de mi negligente omisiôn inmediatamente corregî mi falta y las inspeccioné con la esperanza de encontrar algûn remedio a alguno de mis males. Detrâs de la primera puerta que abrî me encontré cuatro almohadas. C'est dommage! Hubiera sido bueno contar con ellas cuando se me presentô la ocasiôn, sobre todo partiendo del hecho de que llevan cinco meses y medio conmigo. Pero fue detrâs de la segunda puerta que encontré el fetiche que me obsesiona desde el dîa de su descubrimiento. Estaba ahî dentro de su linda caja y me mirô y se sonrîo. A mî me invadieron unas ganas enormes de armar cada una de sus minûsculas piezas y maldije cada minuto de ocio que habîa pasado sin conocerlo, a pesar de que estuvo siempre ahî a unos metros y me llamaba con una voz tan quedita que nunca me di cuenta que lo oîa. Pero era necesario abrir la puerta que lo encarcelaba y que me impedîa a mî disfrutar de los soberbios placeres que te produce jugar con él.

Contra él. La primera noche fue el preludio de mi obsesiôn. Pasaron las horas y saludé a la madrugada, mientras sudando terminaba de armar los lîmites de la fabulosa fotografîa del puente Charles, en Praga, celebrando mis despreciables victorias particulares, mis insignificantes batallas que un dîa tendrân que llevarme a ganarle la guerra. Fue entonces que descubrî que jugaba contra él. Mientras yo me obstinaba en estructurarlo, él se resistîa luchando con todas sus fuerzas, que son muchas. Y me di cuenta que no jugaba con un objeto individual, sino que me batîa con mil seres que oponîan todo su coraje para defender su libertad, para seguir gozando del aire entre sus coyunturas, para no verse encadenados a las voluntades de otros cuatro que, a su vez, estaban atados a otros tantos. Y al final nadie puede moverse, nadie puede disponer de su libre albedrîo porque hacerlo serîa romper el equilibrio y los demâs se harân cargo de que eso no pase, no porque no lo quieran ni porque asî lo decidan sino porque son las reglas para poder estar juntos. Algunos hasta piensan que esa es su razôn de ser y dôcilmente te anuncian donde deben ir colocados y denuncian a sus compañeros, pero son una minorîa. El resto huye despavorido y se esconde confundiéndose en el caos y viven al margen de la ley que quiero imponerles. Son la metâfora de la sociedad humana, pero son ellos mismos una sociedad.

Al dîa siguente continué mi labor sin acordarme siquiera de desayunar, porque ellos mismos me recordaban que mi misiôn no estaba cumplida y se burlaban de mî. Ese dîa fue terrible para el ejército enemigo. Les causé bajas que llegaban a las dos terceras partes de sus tropas. Pero luego se interpuso el cielo. Y creô un movimiento de resistencia que es casi imposible combatir con las estrategias que me habîa armado. Ahora me falta la motivaciôn para combatirlos y empiezan a convencerme que tienen la razôn. No sé si los dejaré salirse con la suya o llevaré al cabo lo que me habîa propuesto. Si lo hago tendré que disponer de un tiempo que no tengo para alcanzar un propôsito que antes consideraba prioritario y que ahora me parece del todo superfluo.

viernes, marzo 18, 2005

Para todos sale el sol...

Lo que empezaba a creer imposible, ocurriô esta semana: saliô el sol y aumentaron las temperaturas en toda Francia. Inclusive, en el pueblo en el que vivo que yo creî condenado por los dioses a tener siempre trenes atrasados y a estar siempre nevado, nublinoso o, ya de perdida, nublado. Pues no, contrario a la que ûltimamente se habîa convertido para mî en una verdad irrefutable, también en Saint-Flour, sale el sol. Y ahora hasta me resulta agradable el viento, que se habîa convertido en mi peor enemigo desde que llegué a Europa (a finales de septiembre) puesto que resultaba el factor decisivo para hacer descender aûn mâs la sensaciôn térmica y, ademâs, te producîa unas ganas locas de devenir en tortuga para tener la opciôn de meter la cara dentro de algûn caparazôn que te lo cubriera.

Aunque oficialmente todavîa no empieza la primavera, estamos a tres escasos dîas. En climas como éste verdaderamente el fin del invierno trae consigo la vida, que se habîa escondido latente detrâs de refugios insospechados o tan comunes como una chimenea. ¿Ahora entiendes porqué las culturas antiguas adoraban al Sol? me preguntô un conocido. No habîa caîdo en la cuenta hasta ahora en los ciclos anuales y la importancia de las estaciones para la renovaciôn de la vida. Yo sôlo sé que extraño el invierno hermosillense, ûnica recompensa de soportar su ardiente verano. Todavîa no puedo salir con camiseta, shorts y huaraches a la calle, pero ya veo cercano el dîa.

Ver de nuevo el sol ha sido tan gratificante como nunca lo hubiera podido pensar en una tarde de agosto en Hermosillo y sentir su calor sobre la piel lo es aûn mâs. Cambian los humores, las actitudes y, afortunadamente, la ropa que portas. Estaba ya tan harto de los abrigos, las bufandas, los guantes y los empalmes, que salir con ropa ligera se ha vuelto un placer que me alegra las mañanas.

Hace unos dîas, fue un rayo de sol en la cara el que me despertô, acariciando mis mejillas (lo pongo con poesîa barata, porque es la ûnica que puedo producir). Fue una sensaciôn tan placentera que fue capaz de levantarme de la cama con una sonrisa, lo cual me parecîa imposible dado que nunca me levanto de la cama por convicciôn sino por obligaciôn. La nieve sigue derritiéndose y yo no dejo de contemplar con una satisfacciôn nevicida como cada dîa se van reduciendo las montañas de nieve y hielo que se habîan formado por todas partes y en las cuales tenîa que luchar cual incansable esquiador, sobre todo cuando me ponîa los zapatos cuyas suelas son unas verdaderas tablas de esqui. Bueno, ésa era mi culpa pero no podîa dejar que el clima escogiera por mî lo que me iba a poner. Confieso que después desistî de mi inflexible posiciôn y opté por suelas antiderrapantes.

Una vez desahogadas todas mis penas meteorolôgicas y habiendo agradecido al cielo las temperaturas superiores a los diez grados de las que estoy disfrutando, me despido de mis imaginarios lectores, entes errantes que visitan por primera vez o periôdicamente, por alguna absurda ostinaciôn de encontrar algo interesante, este rincôn de ceros y unos perdido en la red.

jueves, marzo 17, 2005


Le Marais, París. Me gustó esta foto que me mandaron hoy. No recuerdo cuándo me la tomaron, pero justamente me gusta por espontánea. Posted by Hello

martes, marzo 15, 2005

Reportando atrasadamente...

En vista de la gran cantidad de acontecimientos que se han sucedido en mi vida, me ha faltado la oportunidad de escribirles los reportes que con toda regularidad intentaba escribir cada semana. La razôn de la ausencia de mis reportes no fue la falta de ganas de comunicarles mis ires y venires, ni tampoco la carencia de materia prima de anécdotas o vivencias, sino que salî de vacaciones (2 semanas) y con eso mi acceso a internet se volviô limitado y mi tiempo mucho mâs escaso. Después tuve visitas y luego me fui a Madrid a hacer un examen de admisiôn.

Supongo que ya les platiqué que fui a esquiar. Digamos que talento natural no tengo, asî que tuve que depender de mis parapléjicas capacidades motrices para intentar aprender un deporte que estoy empezando a dudar que deba definirse asî. Fue muy divertido, pero mi cuerpo se volviô por algunos dîas un mapa de moretones y marcas de las fatigosas caîdas, que representaban porcentualmente la mayor cantidad de tiempo que pasé en las maravillosas pistas de esqui, cubiertas a veces de nieve y a veces de dolorosîsimo hielo. Una vez superada la afrenta a mi orgullo que me infligieron cientos de niños de tres años o menos que veîa pasar a una velocidad similar a la de la luz, mientras yo me quitaba la nieve del gorro, la bufanda y del resto de mi inapropiada y delatadoramente naca vestimenta improvisada para practicar esqui, decidî continuar con mi vida con toda humildad.

Estas vacaciones las pasé una semana en Parîs y la otra en Suiza. Fueron muy padres vacaciones porque estuve muy acompañado. En Parîs, me dediqué a recorrer los diferentes barrios de esta ciudad que me encanta y que regularmente como turista habîa sôlo visitados sus principales monumentos, pero no habîa podido detenerme a contemplar el ritmo cosmopolita y de bon vivre de sus diferentes barrios. También conocî el Palacio de Versalles, que es una verdadera joya de la ostentaciôn y de estilos decorativos extramadamente cargados, que en ocasiones te encantan y otras veces insultan tu vista. Los famosos jardines de Versalles estaban mâs helados que una paleta de hielo, asî que deberê volver cuando haga mejor tiempo, porque hasta a las esculturas las cubren en el invierno, no sé si porque el frîo hasta al marmol le haga daño o por alguna otra razôn mâs técnica que desconozco.

Después de Parîs, partî rumbo a Suiza, un paîs que tenîa muchas ganas de visitar no sôlo por las ideas que ya tuviera sobre él, sino porque ahî vive una prima que me habîa invitado a su casa. Tomé el tren rumbo a Basel, ciudad fronteriza con Francia, de ahî tomé un tren a Zurich, no sin antes haberme comido uno de los trozos de pizza mâs buenos que recuerde: pepino, tomate, aceitunas verdes y negras y grandes trozos de queso feta... En Zurich tomé el tren hacia St. Gallen, que es la ciudad en la que vive mi prima y su familia. Bueno, cerca de esa ciudad en un pueblo en los alrededores.

Suiza me deslumbró. No conozco ningûn otro lugar mejor presentado, todo parece ser de cuento, elegante, tîpico, etcétera. Y a pesar de ser uno de los paîses mâs europeos no se ha integrado a la Uniôn Europea y conserva algunas caracterîsticas muy distintivas. La pasé genial con mi prima y sus hijos que me llevaron a conocer la ciudad de Appenzell, que es una tîpica ciudad suiza de estilo barroco, difîcil de describir, porque me daba la impresiôn de que me iba a encontrar a Hansel y Gretel o, ya de perdida, al lobo feroz. Después fui a conocer el lago de Konstanz, que hace frontera con Alemania y Austria y que tiene unos paisajes magnîficos. Estaba bastante congelado en el momento que fui, pero aûn asî disfruté el paseo. La ciudad de St. Gallen es muy bonita, no es muy grande y el centro de la ciudad tiene muchas construcciones preciosas, destacando la catedral, cuyos interiores son magnîficos con mârmoles polîcromos y una pintura en la bôveda de las mâs bonitas que he visto.

Bueno, para no hacer muy largo el reporte ya les platicaré algunas cosas mâs que tengo en el tintero, bueno, en el teclado para verme mâs moderno, jejeje. Saludos a todos y no dejen de reportarse...

jueves, marzo 10, 2005

Ergo...

No sé si haya alguien que me conozca y no sepa que soy originario de Huâsabas. Digamos que es una parte fundamental de mi identidad que no comparto mâs que con las mil personas que lo habitan, bueno y sus "hijos ausentes", expresiôn que se usa para describir a los que como yo a pesar de que no vivimos ahî nos sentimos huasabeños, gentilicio que aunque no estâ aceptado por la Real Academia es usado por los oriundos de la también llamada (por mî) sucursal del paraîso. Y no digo que forma parte de mi identidad porque me haga sentir especial y mâs especîfico que decir mexicano o sonorense, sino porque siento que una gran parte de lo qué soy y cômo soy, lo debo a haberme criado ahî durante los primeros diecisiete años de mi vida; época que, por cierto, recuerdo con muchîsimo cariño, porque era tan sencilla y a la vez tan llena de ilusiones cuyo grado de realidad no les quitaba el disfrute de sentirlas. Me encantaba ser el niño ingenuo que caminaba descalzo por las calles de mi pueblo, sin grandes complejos, antes de convertirme en esta masa de ideas y creencias informes y globalizadas que soy.

Quisiera poder decir que es mi pueblo natal, pero si me atengo a la literalidad de la palabra me veo forzado a desistir porque nacî en Hermosillo. Pero, bueno, ya escribiré después sobre mi identidad huasabeña que es un tema que me interesa y, afortunadamente me interesa, porque si no a quién mâs podrîa importarle. Lo que quiero de verdad comentar en este artîculo, fue una especie de argumento silogîstico que mi hermana Miriam me hizo cuando tenîa aproximadamente tres años, no mucho tiempo después de que aprendiô a hablar. Y si bien pasô hace mucho tiempo vino a mi memoria mientras platicaba con una amiga (Carolina) que vino a visitarme a este pueblo francés en el que vivo. El destino me ha negado las grandes capitales hasta este momento y, a cambio me ha llevado a recônditos lugares de los dos lados del Atlântico. A mi amiga le pareciô cômico el comentario y me sugiriô que lo publicara en mi blog, idea que me pareciô una buena reivindicaciôn del largo tiempo que lo tuve abandonado por andar extremamente ocupado en actividades lûdicas con ocasiôn de mis vacaciones y exâmenes de admisiôn que hay que aprovechar tiempos buenos y malos.

Volviendo al punto que nos ocupa y del cual me distraigo frecuentemente, resulta que en una de esas tardes tranquilas de Huâsabas que tienen un caracterîstico olor a hierba y a tierra mojada (no es lîrica, asî lo recuerdo), justo después de que el ardiente sol de verano da la tregua para poder salir del fresco refugio que te hubieres procurado, estaba jugando con Miriam, mi hermanita, que siempre ha demostrado un intelecto bastante avezado. Entre los juegos, me pregunta: - Rafael ¿para dônde estâ el norte? Yo le respondî ostentativamente apuntando con el dedo hacia el norte. En Huâsabas es el ûnico lugar en el que puedo distinguir los puntos cardinales. Lo anterior, no porque mi brûjula funcione con imanes que sôlo se activan en mi pueblo, sino porque justo en el este estâ un cerro muy imponente que puedes ver de cualquier punto del lugar y mucho antes de llegar inclusive y que te sirve excelentemente como referencia. Cosa que no me pasa con el cerro de la Campana en Hermosillo, que si estâs en el sur de la ciudad te queda en el norte y si estâs en el norte, el cerro estâ en el sur. Sigo desvariando. Después me preguntô: Y el sur ¿dônde estâ? Como era de esperarse le respondî señalando a la direcciôn contraria. Creyendo que el arduo interrogatorio habîa terminado volviô a preguntar: ¿Para dônde queda el oeste? Utilizando mi referencia geogrâfica obligada, apunté en la direciôn opuesta a la montaña. Y, finalmente, me preguntô para dônde estaba el este. - El este estâ hacia allâ, donde estâ el cerro. Cuando hubo terminado las cuatro preguntas que inquietaban su joven mentecita se hizo un silencio que armonizaba perfectamente con Huâsabas y con la hora que era. Al cabo del cual, interrumpiô para decirme una frase que ha quedado grabada en mi memoria y que me acompañarâ mientras la vida me alcance y la amnesia no me alcance. Me dijo: "entonces, Huâsabas estâ en el centro del mundo".

Ergo, Huâsabas estâ en el centro del mundo. Si Huâsabas no estaba ni en el norte, ni en el sur, ni en el oeste ni en el este, entonces, estaba en el centro del mundo y a partir de ahî êstos empezaban. A su elaborado razonamiento le habîa faltado la premisa de que los puntos cardinales son relativos. Pero porqué habrîamos de juzgarla, la humanidad pensô que el tiempo y espacio eran absolutos hasta que apareciô el greñudo de Einstein a decir que no era asî.

Añoro la niñez, añoro pensar que después de Granados (pueblo que estâ a 5 kilômetros al sur de Huâsabas) habîa una pared tan alta que nadie la podîa atravezar porque ahî se acababa el mundo. Me parece, contrario a lo que antes pensaba, que el conocimiento y la felicidad llevan relaciones aparte y que aquêl no te lleva a êsta, y que en ocasiones puede, inclusive, alejarte de ella. Claro, pensar que vivîamos en el centro del mundo era una posiciôn completamente egocentrista. Pero no era nuestra culpa, sino de los puntos cardinales.

jueves, marzo 03, 2005


No he podido actualizar mi blog porque estuve de vacaciones pero por lo menos publico una foto de París, del Palacio de Luxemburgo, en donde está la sede del Senado francés. Les mando saludos y tengo muchas cosas que escribir, sólo me falta un poco de tiempo y tranquilidad. Ya les contaré. Posted by Hello

Lago de Konstanz, Suiza. Esta foto es en la parte suiza de este lago que hace frontera con Alemania y Austria. Fue una estadía magnífica en el país de los bancos, los relojes y los chocolates. Posted by Hello

Versailles, aquî estoy en el Palacio de Versalles, construido durante el reinado del Luis XIV "el rey Sol". Conocer París y sus alrededores con más detenimiento es un placer que no había podido darme, a pesar de que estoy en Francia desde hace 5 meses. Posted by Hello