miércoles, noviembre 14, 2007

Sí, sí... que se case la gente

Este fin de semana nos fuimos al estado de Hidalgo a la boda de una estimadísima amiga y compañera de la maestría. Yo tenía hasta cierto punto reserva sobre las bodas porque me da la impresión de que asistir a los matrimonios de tus amigos te inicia en el rito y luego te exige que tú mismo te sientas presionado para pertenecer al selecto grupo que sigue armando sus respectivas familias a través del matrimonio. Pero, nah!!! Cuál presión? a la hora de la hora te la pasas padrísimo, comiendo, bailando, bebiendo y todo a expensas de los estimados novios. Deseo aclarar que esta foto no tiene que ver con la idea expresada en el popular dicho "se le está yendo el tren" para referirse a las últimas oportunidades para conseguir pareja para matrimoniarse, sino solamente a que, frente al tranquilo hotel/hacienda en el que nos hospedamos, pasaba el tren y no dejé pasar la oportunidad para fotografiarme con él.

Como les decía la boda no era en la ciudad de México, sino que había que transladarse al estado de Hidalgo, que no está lejos del Distrito Federal, por el contrario, uno de sus municipios forma parte de la zona metropolitana de la ciudad de México. Pero al lugar al que íbamos sí implicaba alejarse de la mega urbe, para fortuna de nuestros estreses. Hidalgo está ubicado también en el altiplano central (creo) y traigo este dato a colación porque efectivamente el paisaje se regalaba bastante plano con algunas colinas muy tersas plantadas con terrazas de un cactus de nombre maguey y de apariencia muy estética, cuya savia se usa para la elaboración de una bebida alcohólica muy tradicional (y viscosa) del centro de la República: el pulque. Los paisajes son suaves y de colores mate, semejando ciertas imagenes de la Toscana, en Italia. El viaje mismo, entonces, fue un lujo, sobre todo porque en un par de ocasiones me bajé a algún puesto carretero a comprar una delicia de la gastronomía local que se llama "paste", que son unos panes hecho de hojaldre (mil hojas) con muy diversos rellenos, dulces o salados: papas con chorizo, pollo con queso, rajas de chile, mole, cajeta, largo etc. Como lo sugiere la palabra altiplano, los terrenos son, además, muy altos, lo que ocasiona que la temperatura baje muchísimo (y así sucedió, como ya les contaré más adelante).
Un problema frecuente conmigo es la obsesión con llegar temprano a todos lados. Esta vez no pudo ser la excepción, por lo que sugerí (sin que nadie prudente me lo desaconsejara) que partiéramos temprano, a las diez de la mañana para desasosiego de mi intento de desvelarme el viernes. Y así fue, algunas horas antes de la fijada para la boda ya estábamos en el lugar en el que habría de ser la unión civil: la ex-hacienda de Xala, hacienda que lo fue, real y verdadera, desde el siglo XVI (e insisto, en México, excepto por los vestigios prehispánicos, una construcción de esa época es realmente muy antigua, pues fue apenas posterior a La Conquista). La actividad que nos pareció más adecuada para pasar es rato fue montar bicicleta, pero no nos fue posible porque todas las que nos podían rentar en el hotel se encontraban en terrible estado de ponchamiento. Así, tuvimos que urgar a los alrededores de la apartada ex-hacienda (que está como en las inmediaciones del monte absoluto). Lo que encontramos fue suficiente: un lago, supongo, artificial con níveos patos y todo, que estaba enfrente de un área de juegos. Entonces, nos inventamos que no habíamos tenido infancia y decidimos retar los estereotipos relacionados con la edad, el nivel académico y la madurez, subiéndonos a todos y cada uno de los juegos infantiles (por así decirlo). Si bien lo dice la gente, lo de que la ociosidad es la madre de todos los vicios (y la televisión el vicio de todas las madres).

De cualquier manera, la sensación fue extremamente reconfortante, estábamos en un lugar completamente solo, parecía incluso desolado. Los ruidos a los que, en aras de la civilización y el progreso, nos hemos habituado son realmente molestos cuando los comparas con lo que yo llamo el sonido del silencio. Esa especie de estado de tranquilidad absoluta, aderezada con el susurro que provoca el viento cuando frota las copas de los árboles (tan diferente del ruido metálico que está haciendo una secretaria a mi lado tratando de acomodar un cajón). En fin, fue contemplar el ritmo de un mundo que te resulta ajeno, pero te atrapa fácilmente en sus cómodos brazos, tanto la plática cómoda de los locales, el silente nado de los patos hasta, eventualmente, el romántico ruido que hace el tren al acercarse a los pueblos ferrocarrileros. Todos esos pequeños detalles llegan a constituir un nuevo hábitat, que no sé si por ser yo un retrógrado consumado, lo considero más humano que el paso injustificadamente veloz de las grandes ciudadas atrofiadas por la acumulación de vicios de sus abundantes pobladores.

Puntuales como habíamos sido para llegar al lugar lo fuimos para establecernos en el jardín en el que se oficiaría la ceremonia civil, a pesar de las dificultades para caminar que experimentaron Gaby, Tere y Jimena, que con sus tacones altos batallaban para moverse en los empedrados y el césped, cual Bambi recién nacido. Sólo para enterarnos por las propias circunstancias que habíamos llegado una hora antes de lo indicado. En fin, hacía un sol resplandeciente que, en mi optimismo, aproveché para "broncearme", a pesar de saber que mi piel no es muy afecta a los tonos interesantes y le encanta ser de tono fúnebre. La ceremonia fue muy bonita, con estentórea contradicción del oficial del Registro Civil del estado de Hidalgo incluida, quien dijo algo así como: "el matrimonio es el único medio de formar a la familia" lo cual por ser empíricamente tan falso tuvo que matizar con un "aunque existen otros medios válidos de formar la familia" (ora, pues, que sí o que no, porque yo ya no entendí).

Fuera de cualquier discusión sobre la relación social del matrimonio y la familia estábamos muy contentos por Marco y Judith que se veían radiantes de felicidad (oh no! redacto igual que la prensa rosa). Y nada mejor para compartir la felicidad que acudir (tan temprano como siempre) a la fiesta que con baile y una deliciosa cena, obra también de la gastronomía local, nos tuvo toda la noche y hasta la madrugada muy retecontentos. Yo estaba, para empezar, fascinado con la entrada que fueron unos impresionantes tlacoyos de haba, con una salsa que de tan buena daba miedo (sobre todo cuando tienes el tracto digestivo un tanto cuanto hecho pedazos). Después un consomé que, por ser de borrego, tuve a bien dejar para la próxima, porque creía no ser muy afecto a comerme a tan tierno animal. Aunque después los tacos de barbacoa (también preparada con el tierno animal) terminaron encantando a mi paladar, que todo el tiempo difiere con mi estómago (y las revistas saludables) sobre lo que se debe comer. Afortunadamente, estuvo el baile muy largo para poder quemar el posible exceso de grasa, en el que habíamos incurrido.

Resulta que ya no me acordaba, pero bailar es muy divertido. Así, mis piernitas desincronizadas tuvieron a bien moverse a ritmo de cumbia, de banda, de salsa y hasta country y reggaeton (género que, a pesar de toda su abominable misoginia, frivolidad y bajo nivel intelectual, es indudablemente un signo de nuestros tiempos... y, siendo así, cómo negarse a imitar los simpáticos pasos de cantantes sin talento que, por alguna extraña razón, se tocan los genitales en público y lo hacen, además, con una antiestética vestimenta a base de pantalones tan sueltos que sin la ayuda de un cinto estarían en los tobillos, gorras que de tan mal puestas seguro les deforman el cráneo y grandes cadenas [quiero pensar que de algún metal barato] cuyo peso es indirectamente proporcional al de sus cerebros). Bueno, la idea central es que bailamos hasta sudar a chorros, a pesar de que la temperatura en el exterior del salón era de -1°C. Pero el éxito mayor fue que prácticamente tuvieron que corrernos porque había estado tan buena la fiesta, que los ex-nerds que somos los compañeros de la maestría, no queríamos irnos sino hasta que nos tocaran algo de pop, que fue el género que brilló por su ausencia toda la noche y cuya frugalidad no negarán que también se extraña.

Y todo habría sido perfecto, si no es porque un imberbe asistente a la boda, que estaba más perdido que nosotros por esos lares hidalguenses, se le ocurrió la brillante idea de seguirnos para llegar al apartado hotel que alberga la ya mencionada ex-hacienda de Xala. No hubiera habido mayor problema si no fuera porque, sin saber cómo, de pronto nos internamos en un camino de terracería adyacente a la ex-hacienda. Cuando nos percatamos del desaguisado, nos dispusimos a dar reversa, pero en una pirueta que dio nuestro fiel seguidor en su pesado Ford Mustang cayó en un hoyo, en el que se siguió hundiendo por su tenaz intento de aplastar el pedal de la gasolina con la idea (absurda si sabes un poco cómo funcionan los atascones) de salir del hoyo. Así, nos bajamos los ahí presentes de los tres carros que componían la desafortunada caravana, que en total éramos como doce, a tratar de levantar en peso el carro que yo calculo pesa al menos una tonelada. Al no funcionar esa idea se idearon diversos estrategemas, todos de muy absurdos diseños si se toma en cuenta que la física se rige por ciertas leyes que unos cuantos desvelados en Hidalgo no pueden hacer cambiar. Cabe recordar que estábamos bajo cero, lo cual nos era constantemente recordado por el ardor que causa el frío, que no te deja ni moverte ni pensar adecuadamente cómo sacar a un Mustang atascado en despoblado, y por el hielo que se había formado en los carros. Lo más triste fue que después de tanto sacrificio humano terminamos fracasando en el intento. Una vez que casi atascábamos un segundo carro y que las llantas del Mustang ya estaban volando y era la carrocería la que se sostenía en el suelo, optamos por lo más razonable: esperar al día de mañana para que un carruaje adecuado sacara a nuestro amigo recién hecho de su atoramiento.

El domingo siguiente despertamos descansados después de haber podido calentar los témpanos de hielo en los que se habían convertido nuestros cuerpos por la experiencia de la madrugada anterior. Y nos disponíamos a partir de regreso a la ciudad, cuando en la recepción nos informaron que teníamos una invitación a "desayunar" de parte de los novios. En realidad era lo que en Sonora llamamos post-boda y, por aquí, torna-boda, que es la celebración del día después de la boda, en plan más cómodo e informal. La comida hidalguense estuvo otra vez de lujo y hasta terminé tomando pulque (muy tradicional en Hidalgo, con todo y su viscosidad) y hasta cantando canciones de Paquita la del Barrio y Vicente Fernández con karaoke, a pesar de los malos tonos y ronca voz que fueron causados por los estragos de la noche anterior (no de mi falta de talento musical).

Por esta razón, yo le pido a la gente que sí, que se case y, en la medida de lo posible, que me invite y es que soy una monada bailando regaetton!!!

6 comentarios:

CRISTINA dijo...

¡¡¡Qué bien me lo he pasado leyendo tu post!!!

Tienes una facilidad para escribir increíble, Rafael. Acabo de leer tu comentario en el blog de Cuquita y ahora leer ésto y simplemente tienes una mente excepcional y un dominio total de la escritura.
El comentario en el blog de Cuquita me ha parecido acertadísimo.
Y este post tuyo, bueno...¡¡lástima del Mustang!!
Y, ¿de verdad eres bueno bailando reggaeton (o cómo se ponga)?

Besos.

Anónimo dijo...

Sí, a Rafa le es fácil la "escritura increíble". Tanto, que, debiera pensar en abrir un blog más con textos puntuales. Quien sabe, igual se pone con desgana y acaba descubriendo capacidades que todos ven y él aún ignora :)

Dalia dijo...

Es impresionante la numerosa cantidad de actividades que te dió tiempo a hacer en una boda. Y pensar que a mí justo me va para arreglarme, pelearme con los tacones, asistir a la ceremonia, perseguir a los camareros que llevan las viandas más apetitosas, ponerme morada en el banquete, bailar un poco, notar como se me gangrenan los pies y volver a casa descalza... ¡y tú has hecho como 100 cosas más! ¡¡¡¡Y lo más asombroso es que como de costumbre a ti te pasan unas cosas curiosisimas en todo tipo de ocasiones porque lo de sacar el coche de un boquete con semejante frio muertos de cansancio y vestiditos de boda que estaríais es una imagen de lo más inesperada.
Mientras que tus amigos se van casando para que sigas practicando tu estilo de baile también puedes ir tú eligiendo entre el grupito de chicas abrazaditas a ti en la última foto que parecen muy simpáticas y esto de casarse no está tan mal aunque probablemente Peter se habrá arrepentido más de una vez(No he dicho nada, que eres muy joven.
Y sobre lo que ha dicho Cristina de tu comentario tiene toda la razón, muy interesantes tanto tus comentarios como los suyos.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Rafa, llevo varios días tratando de contener mi indignación pero mi paciencia ya no dio para más, ¿!¿cómo que igual a bambi recién nacido?!? La gente puede llegar a pensar que tengo las piernas flacas y que por eso me es difícil sostenerme, y tú sabes que eso no es cierto. Por esta ocasión voy a dejar pasar la ofensa ya que nos divertimos mucho en la boda y tienes razón eres una monada bailando reggaeton.

RBD dijo...

Cristina,
Me da mucha alegría que la pases bien al leer algo de lo que escribo. Es parte de la idea del blog, la parte que no es monopolizada por ímpetus meramente individualistas.

Tuhnytepeinas,
Voy a considerar tu idea de hacer otro blog para que sirva a fines distintos. Muchas gracias por el comentario.

Dalia,
Es lo que tiene uno que idear cuando te sobra tiempo y lo del atascamiento no era parte del "script", pero terminó dando de qué hablar.

Tere,
Mil disculpas si mi comentario se puede malinterpretar de tan errónea manera, que por vida de Dios, nunca fue mi propósito, jejeje. Aclaro: el paso de Bambi no tiene nada qué ver con piernas flacas, sólo con zapatos que no son todo terreno.

Unknown dijo...

¡¡Qué coooosas!!!

oye, mira si hay casualidades en la vida. Andaba tarugueando el la Red, ya ves, viernes, cero ganas de hacer algo en la oficina y tipié en google "ex ahcienda de Xala"... y tomala!! que me topo con tu blog...y con el relato de la boda de tu amiga...Debo decir que, en lo personal tengo una decena de viviencias en esas latitudes...la mayoría, no tan agradables como la tuya...
A mi en realidad ese lugar del mundo me parece incluso un poco hostil, si tranquilo, pero hostil..! Queda prometido, que, con un poco más de tiempo te las contaré.

neta, me caiste re-bien.