domingo, septiembre 03, 2006

I'm a lucky guy...

Últimamente me la paso pensando que soy un chico con mucha suerte. Esta idea había ocupado ya mis pensamientos en etapas previas. Y quiero comenzar aclarando que no es que piense que todas las cosas buenas que me han pasado se las debo a la suerte. Creo que hay otros dos factores que, alternándose en el orden de importancia, hay hecho mi vida mejor: 1) el sacrificio ordenado de unas cosas para lograr otras y la disciplina personal; y, 2) la generosidad de las personas que me han rodeado. Tampoco estoy haciendo una declaración sobre lo bien que está mi vida, como si nada malo me hubiera pasado o me esté pasando. Bien sabe Dios que varias cosas han hecho y siguen haciendo sufrir a esta alma errante. Sin embargo, probablemente debo a mi educación en el seno una familia católica conservadora la idea de que el dolor no es siempre algo de lo que tengamos que buscar escapar: la cristiana resignación nos sirve para asimilar los sufrimientos y tratar de seguir adelante a pesar de la cruz que nos haya tocado cargar. Esas cosas de la educación familiar se meten hasta el tuétano de los huesos y, a veces, ni queriendo se logran sacar. En fin... Habiendo suficientemente aclarado los puntos iniciales, puedo abocarme al tema central de este artículo, o sea, que la diosa de la suerte suele estar de mi lado cuando el azar juega en mi contra. No pretendo llenar con ejemplos este espacio, porque seguramente en lo individual parecerían insultos al intelecto, con la ambigüedad que caracteriza a los horóscopos que con increíble tenacidad aparecen diariamente en los periódicos, diciendo una sarta de tonterías (una disculpa para los creyentes, seguidores del new age y astrólogos de profesión) que sorprenden más por su incansable arenga cotidiana que por su intento de ser tan amplios que cualquier persona puede hacer coincidir sus actividades y proyectos con las doce predicciones para igual número de signos zodiacales. Pero el último golpe de suerte fue lo de mi alojamiento. Resulta que por sólo venir un semestre a la Universidad no era elegible para que me proveyeran de un espacio, teniendo que entrar a la voraz jungla inmobiliaria neoyorquina con el previsible resultado de pagar una altísima renta por un par de metros cuadrados para poner a reposar este cuerpo que apenas si cabe en esa dimensión. Pues como Columbia quiere hacer un programa de título conjunto con mi universidad decidieron consentirnos y proveernos con el ansiado University Housing (residencia universitaria), que no por lujosa ni cómoda sino por práctica y económica era, sin duda, la mejor opción posible después, obvio, de la de ser el heredero repentino de una anciana millonaria que sin pedirme nada a cambio me dejara toda su fortuna que, por inverosímil, mejor no la considero. Cuando llegué al edificio en el que vivo para recoger mi llave y entrar a mi cuarto tan dichoso de tener un hogarcito, el conserje me dijo con cara de asombro: "su cuarto ni siquiera existe". Oh, holy shit!!! (perdón, oh carajo!!!) mi cuarto ni siquiera estaba aún construido y ya era tan mío. Pues me quedé con una cara así como de "Y ahora quién podrá ayudarme???". Como el Chapulín Colorado no apareció en escena, el mismo conserje se acomidió a darme un intento de solución a mi problema, que estaba ya teniendo tintes de problema existencial (eso de su cuarto no existe, podría ser seguido por un "tú tampoco existes, eres sólo el producto de tu imaginación o, peor aún, de la imaginación de la Matrix") y no necesitaba ningún planteamiento Jean-Paul-Satriano en ese momento, yo sólo quería un lugar para vivir. Me recomendó volver a la oficina de Housing para ver qué podían hacer por mí. Pues seguida su razonable instrucción, volví a la oficina y en un tanto que te lo cuento mi problema estaba resuelto. Pero, además, suertudo que soy, el cuarto era mucho mejor y mucho más barato!!! ¿Podía pedir más? ¿A qué se lo podría atribuir? ¿A haber ido a misa un día antes a la Catedral de San Patricio, donde Thalía vivió su guión telenovelero principal hecho realidad? ¿A mi hermosa cara? mmmhhh... no, no creo. ¿A mi tedioso e incansable amor por una vida planeada? mmmhhh... tampoco aplica. Pues, nada, sólo se lo debo a mi buena suerte, que todavía me recompensó con un cuarto en el primer piso, recién renovado, mucho más grande que los demás, con un clóset en el que puedes caminar dentro (sobre todo por la poca ropa que traje conmigo, jeje), teléfono, internet, una lámpara, espejo (otras habitaciones no tenían). Y así se van acumulando "chiripadas" debidas a la suerte y que hacen mi vida mejor. Dicho esto, me despido para ponerme a leer un librillo muy interesante que me compré.

2 comentarios:

V i l l a v i c e n c i o dijo...

Estimado: te invitamos a conocer y presentarle a tus congéneres el blog de nuestra Revista Descontexto (http://descontexto.blogspot.com), si es que llega a ser de tu agrado, claro está. Cariños y mucha suerte.

Anónimo dijo...

Muchas felicidades!
no solo por el dormitorio, pero por la fortuna de educarte (no solo en la escuela, sino en ese plato de ensaladas culturales que es Manhatan)