martes, octubre 06, 2009

¡Ay qué tan bonito!


El viernes salimos temprano de la escuela. Una tarde de viernes libre había de ser aprovechada, tal y como reza el proverbio chino aquél que dice que los viernes en la tarde deben ser aprovechados. No es que no hubiera opciones en la ciudad: estaba el concierto de Depeche Mode, 451 museos o la permanente opción de perderse en el alcohol. Pero surgió etérea la idea de ir a Morelia, Michoacán, con ocasión del festival internacional de cine que se lleva a cabo en dicha ciudad colonial. Mi tan comentada imposibilidad de decir que no a cualquier plan hizo diligentemente su trabajo y a las dos de la tarde pasé por los otros cuatro valientes que decidimos -hora y media antes- tomar carretera y pasar el fin de semana fuera de la Megalópolis.

No tengo planeado describir los pormenores del viaje, obedeciendo el proverbio chino aquél que reza "nunca describas los pormenores de tus viajes", ni pretendo ser reiterativo sobre lo mucho que gozo los paisajes de las carreteras mexicanas o la belleza casi mágica de sus ciudades antiguas o sus pueblos suspendidos en un tiempo que parece pasado, pero no lo es. Lo cierto es que esas escapadas de fin de semana me reconcilian con la vida, me provocan algo parecido al enamoramiento de un país que está muy mal en los encabezados de todos sus periódicos pero que es hermoso cuando te ahorras la miopía de verlo a través de los borrosos cristales de sus medios de comunicación y te asomas a verlo directamente.

Bueno, y como ya me estaba poniendo más cursi de lo que tengo permitido, termino recomendando las dos películas que vi en el festival: London River y Hace tiempo que te quiero, la primera francoargelina y la segunda nomás francesa, con una impresionante actuación de Kristen Scott-Thomas. Pero, sobre todo, recomendarles que en cuanto puedan agarren la carretera y vayan a algún pueblito que les quede cerca, se tomen un buen café por ahí y, si no es mucha molestia, se acuerden de mí un poquito y yo -en plan new age- reciba sus paseadas y felices "energías", porque necesito seguir paseándome y simultáneamente hacer mis deberes, porque así es la vida de uno y así se va a quedar.

3 comentarios:

Paco Bernal dijo...

Tranquilo Rafa que aquí ya llega el otoño y se pone el tiempo ideal para pasear y poner fotos.
Por cierto, comprendo perfectamente esa sensación de enamoramiento de los paisajes y la gente. A mí me pasa con Austria. A los nativos no les llama la atención, pero a mí cualquier curva de la carretera me deja con la boca abierta.
Un abrazo.

OJ Gonzalez-Cazares dijo...

que padre leerte Rafa, me encantaron los proverbios chinos-sonorenses y sobre todo tu consejo de ver las cosas como son, no atraves del cristal que nos impone esa maldita caja, como le decia Guille de Mafalda a la tele.

Yayo Salva dijo...

Yo también gozo los paisajes cuando viajo. Recuerdo un viaje inolvidable, ida y vuelta, desde el DF a Oaxaca, o la semana que pasé recorriendo la zona desértica de Sonora, por hablar de tu querida tierra.
Saludos, Rafa.