martes, enero 06, 2009

Japi nu yur (vendedora de artesanía en Puerto Vallarta dixit)

Regreso con la cara llena de vergüenza porque he sido un desobligado terrible de la palabra escrita. Aclaro que de la palabra escrita, porque de ninguna manera me he detenido en hablar cuanto ha sido necesario y también cuando resulta innecesario (que es mi especialidad). El blog ahora tiene toda la razón para sentirse agraviado de mí, su autor, que no me he podido sobreponer de los continuos sobresaltos que causa perder las rutinas, para sentarme cómodamente frente a la computadora a ejercitar mis dedos que ya estaban por entumecerse de desuso.

La culpa la tienen, como se podrán imaginar, las vacaciones y las fiestas. Y es que no es poca cosa dejar tu departamento donde hasta la posición del cepillo de dientes está estudiada y controlada, y volver a tu tierra y estar con tu familia y tus amigos que dejaste mas no perdiste, sino al contrario. Y como si esto no fuera suficiente, terminar en un destino de playa tropical para celebrar el año nuevo (¿o se celebra que se terminó el año viejo? No lo sé, me confunden esas cosas). Con ese ritmo tan vertiginoso, yo no sé a dónde voy a ir a parar, porque la noción de descanso la encuentro borrosa de tan lejana que me resulta.

Pero esta entrada que tal vez pueda ser leída con un tenor de queja al estilo de Pavaroti estreñido, en realidad intenta ser una celebración de tantos gozos acumuladas en las benditas fiestas decembrinas (y enerinas, porque hoy es día de reyes y seguimos festejando). He descubierto que el único lugar en el que realmente descanso es en mi casa en Hermosillo y en Huásabas (que son las dos una extensión de cada una... aunque suene a Cantinflas). Estar con mi familia y obligarlos a que me consientan por ser el único que salió del paradójicamente hermoso desierto sonorense, me reconcilia con el mundo y hace que me sienta como pez en el agua, una sensación que es única y en la que pierdo la individualidad y me convierto en "parte" de mi familia. Jugar con mis sobrinos y ver sus caras cuando abren sus regalos navideños, no tiene precio, bueno sí, lo que cueste el regalo, pero vale infinitamente más de lo que cuesta. Y terminar en Puerto Vallarta, conviviendo con excelentes amigos en un ambiente de sol, playa y fiesta y conocer a más gente que en la primera conversación te hacen estar seguro de que acabas de hacer un nuevo amigo, son todas ellas bendiciones que se suman a la belleza de la vida que has elegido, que te ha tocado y que has construido.

¡Feliz 2009 a todos!

3 comentarios:

CRISTINA dijo...

¡¡Feliz 2009, Rafael!!

Marta dijo...

Bienvenido y Feliz año.

Anónimo dijo...

te extrañaba por aquí hermano...sigue alivianándonos el día con tus letrasss!...