martes, enero 13, 2009

De cuestiones evolucionistas...

Con los días que me fui de vacaciones de la megalópolis, terminé por desacostumbrarme a sus productos más sobresalientes: el ruido, el caos y la contaminación. En particular de esta última. He estado desde que llegué con la garganta irritada y molestias que sin convertirse hasta ahora en enfermedad hecha y derecha, sí me ponen nerviosito. Por esta razón ayer fui a ver al doctor, sólo para sentirme más tranquilo, porque los consultorios son para mí, en realidad, una manera de calmar los nervios más que de curar padecimientos. El diagnóstico fue el siguiente: la contaminación te irritó los conductos nasales, por lo que el aire que te está entrando a los pulmones entra más frío, más seco y más contaminado de lo que debería si tu nariz estuviera produciendo lo que producen las narices en todo el mundo.

Muy sencillo el diagnóstico y también su tratamiento, aunque aún no veo resultados. Claro que lo acabo de empezar y, desafortunadamente, no lo compré en la tienda en la que Harry Potter y sus compañeritos compran sus brevajes mágicos. El punto es que ahora necesito, no, mejor dicho, "necesito" convertirme en un mutante de la era post-industrial con una nariz a prueba de irritación, para así poder habitar esta hermosa ciudad y soportar su hermosa atmósfera cargada de hermosas partículas contaminantes.

Así transcurre el inicio de año clínico, con la amenaza de fortalecer inmediatamente el sistema inmunológico porque ahora las temperaturas han descendido y no estoy yo para agarrar ningún catarro, gripa, influenza o infección en la garganta. Y es que cuando me enfermo no soy simpático. Y a mí con lo que me gusta ser simpático, se podrán imaginar que no estoy yo para bichos.

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