viernes, octubre 31, 2008

XXVIII Anno Domini

A las cosas, pienso yo, hay que darles continuidad. Y este blog no debe ser, por ningún motivo, la excepción. Por esta razón, ahora les cuento que la inútil operación dermatológica que se me ocurrió hacerme, tuve un terrible desenlace: los tres puntos con los que me cosieron en la parte superior del pie tuvieron a mal desprenderse y soltarse y ahora tengo una herida abierta cual océano. La cosa no está tan mal, digo yo, porque no me duele nada, pero de que la cicatriz no será linda ya podemos ir estando seguros.

El segundo recuento al que quiero darle continuidad, con lo cual ya puedo cambiar a una actitud más feliz, es al asunto este de mi cumpleaños. La verdad no he encontrado ninguna diferencia entre tener 27 años 11 meses, y 28 años (agrego close-up de mí a los 28 años). La vida sigue transcurriendo con su acostumbrada normalidad y aunque ya hice una profunda revisión de mi piel, no he encontrado ninguna arruga nueva (y, conste, que la mente es poderosa). Pero lo que realmente quería comunicar fue que, un poco por convención social y otro poco por autoconvencimiento, me organicé una fiesta de cumpleaños. Aproveché que era viernes y que la gente suele andar buscando pretextos para hacer algo más gregario que en las demás noches. Debo decir, desde el punto de vista más subjetivo posible, que el evento fue un é-xi-to. Estuvieron presentes casi todas las personas a las que invité (e inclusive a algunas que no invité) y unos pocos que no fueron me llamaron muy atentamente para desearme un feliz cumpleaños y dar la razón por la que no asistirían (las cuales no escuché porque traía la cabeza muy volada). Agrego foto de los primeros invitados en llegar.

Además del elevado número de personas humanas que asistieron y que amablemente departieron codo a codo en mi departamento (lo digo literal, porque el espacio de los inmuebles en el D.F. pues no suele dar para más), la comida y la bebida - que no hay festín posible sin comer y beber como se debe - también estuvieron a la altura. De comida ofrecí los así llamados "tacos de canasta", que son taquitos que ya vienen preparados al interior de una canasta, así todos juntitos y con la tortilla remojadita en una deliciosa sustancia aceitosa, con diferentes rellenos. Yo les tenía cierto recelo sonorense a los tacos de canasta porque son muy baratos y los consideraba una cosa medio exótica del centro de la República pero cuando los conocí fue amor a primera vista. También había que dar lo que en México llamamos "botanas", o sea, cosas pequeñas que nada más se agarran así bien facilito y que no requieren ni siquiera que el comensal tenga plato y/o cubiertos. La variedad fue amplia y la calidad muy satisfactoria (agrego un ¡yumi!) y eso fue obra y gracia de mi querida amiga Cecilia (cuya foto adjunto) que es como mi ángel de la guardia en cualquier enfermedad y, ahora lo sé, fiesta de cumpleaños.

Las bebidas espirituosas, reconocidas pieza clave de cualquier fiesta que se precie de serlo, fueron también variadas y en cantidades suficientes. Tuve a bien contratar a una persona, Martín, que se encargó de servir las bebidas y que me liberó de la abochornante responsabilidad de hacer que todos estuvieran siempre con alcohol entre sus manos. De esta manera, pude distribuirme de mejor manera entre los distintos grupos de invitados, porque no siempre puede uno hacer que se mezclen orgánicamente.

Otra de las razones por las que considero exitoso mi festejo es que mis vecinos no se quejaron del ruido y de la gente, porque en los lugares en los que vive uno hacinado en efificios de departamentos, siempre está doña Cuquita que se queja del ruido y te puede armar un zafarrancho de magnánimas dimensiones con patrullas y policía incluidas si se pone mal la cosa. A mí esto me parece muy injusto, porque si bien hay que tener consideración de no hacer mucho ruido, yo tengo que aguantarme los taconazos de la vecina de arriba y los lloridos frecuentísimos de los niños del departamento de en frente y, ahora, los angustiosos ladridos del fregado perro que metió de contrabando el vecino de abajo. Entonces, creo que a los demás les toca aguantar de vez en cuando que el vecino soltero y en la flor de la juventud del cinco (o sea, yo) pueda celebrar su cumpleaños sin tener que ponerles pantunflas y silenciadores a sus invitados. El caso es que, al parecer, mis vecinos coincidieron aunque sea parcialmente con mi argumento y no dijeron ni pío.

Al día siguiente, la vida social prosiguió con la misma intensidad y acompañé a una amiga a una boda de etiqueta rigurosa (a la que yo fui únicamente con traje oscuro) y después a otra fiesta de cumpleaños. En ambos eventos bailé con singular alegría - e irresponsabilidad - de tal manera que al día siguiente la herida de mi pie empezó a abrirse como espero se me abran las puertas del cielo. Y así, con danzas y heridas que no cierran, empezaba el año vigésimo octavo del Señor...

6 comentarios:

M.Eugenia dijo...

!!!!! Que fiesta más guay !!!! Y que ricas todas las viandas de la mesa....me ha entrado hambre. Ahora a estar quietecito y a recuperarse de la herida.
Besos

Anónimo dijo...

Acabo de aterrizar en tu fiesta y en tu blog. Felicidades y seguro que te sigo leyendo.
Marta desde España

*V* dijo...

Felicidades!! y... la tara de los 28 son las canas, las arrugas esperan pacientemente otras edades, creo.. pero las canas... o te sale la primera o una nueva, así que revisa, revisa ;D

Y la fiesta... debo empezar a obligar a mis amigos/ conocidos a que den fiestas así!
Besos

MARISOL DURAZO dijo...

HOLA RAFA QUE BUENA FIESTA
EN TU DEPA MUY BUENA
PERO DEJAME DEICRE COMO BUEN SONORENSE QUE ERES TE FALLO !!!!!!
TE FALTO LOS FAMOSOS TACOS DE CARNE CON TORTILLAS DE HARINA , QUE PASO RAFA
BUENO ESPEO QUE TE RECUPERES PRONTO CUIDATE MUCHO SOY MARISOL DURAZO

CRISTINA dijo...

Enfadadísima estoy contigo.
No recibí ninguna tarjeta de invitación...
snifff

Marta dijo...

Menudo fieston
Felicidades