lunes, febrero 18, 2008

Californication

Uno de los grandes problemas de mi carácter es mi imposibilidad genética para decir que no a cualquier invitación. Es una especie de tara que a veces merma mi sentido común y yo tengo un presto "Sí" para cualquier pregunta que empiece con: "¿Quieres ir a...?" "¿Se te antoja conocer ...?" "¿Me acompañas a...?", etcétera.

Pues así fue la semana pasada en la que un nuevo amigo (aún no consciente de ese súper poder mutante para aceptar cualquier invitación que tiene el que esto escribe) me invitó a San Diego, Calfornia. Yo, debe quedar claro después del preámbulo, contesté intempestivamente "pues vamos" (lo dije con un encantador acento norteño que no dejó lugar a dudas sobre mi determinación). Y como no hay plazo que no se venza ni fecha que no se cumpla, el mismísimo viernes tomamos el avión rumbo al noroeste, directo a la aún mexicana ciudad de Tijuana, cuyo lema geográficamente acertado reza: "Aquí empieza la Patria", ya que está en la merita esquina noroeste del país. Claro que alguien con mayor conciencia de la redondez de la tierra podría sugerir que el lema fuera "Aquí termina la Patria", pero los tijuanenses distinguidos decidieron que ellos prefieren el Alfa al Omega y les pareció más digno de nobleza ser el comienzo y no el final de ese ente esperpento que es mi amada República Mexicana.

Llegamos a Tijuana todavía con el sol alto, tomándole ventaja a la diferencia de horario que son dos horas menos que el centro de la República. La zona metropolitana de Tijuana-San Diego es muy especial en muchos sentidos. Primeramente, la mexico-estadounidense es la frontera más asimétrica del mundo, no sólo en términos del ingreso per cápita, sino en diferencias culturales y desarrollo de infraestructura. No hace falta explicar que este diferencial genera una situación de tensión natural. Segundo, la frontera entre Tijuana y San Diego es el cruce fronterizo con mayor flujo de personas por día del mundo. Sí, no hay frontera entre dos países en los que más personas se desplacen hacia ambos lados, como en esas dos ciudades, las cuales, por cierto, forman en realidad una sola zona metropolitana dividida por una frontera que cada día se quiere parecer más al Muro de Berlín, para calmar los nervios de los granjeros de Arkansas que ya se les hace que tanto mexicano no le caerá nada bien al país (y que les quitarán sus trabajos y harán disminuir sus salarios). En fin, con todo y muro fronterizo las dos ciudades están comercial y culturalmente interconectadas de una manera muy estrecha. Un resultado de lo que vengo diciendo es que la cola (línea de espera) que hay que hacer para entrar es más larga que la Cuaresma. Y así nos tocó esperar hora y media para poder llegar al punto de cruce (en carro).

San Diego es una ciudad muy linda, ordenada, padrísima, ordenada, con un clima templado todo el año, una vegetación muy verde y de cara al Océano Pacífico a lo largo de inmensos riscos que se adentran en el mar, produciendo unas vistas increíbles, sobre todo al atardecer. La Bahía de San Diego, en particular, es hermosa, plagada de veleros y de marinas saturadas de yates que cuestan el equivalente al PIB anual de Zimbabwe. Pero tratando de olvidar el hambre en África, uno se complace enormemente al contemplar el paisaje humano y deshumanizado de la Bahía, con las torres de la misión jesuita haciendo contraste con los ultramodernos edificios del centro de la ciudad, cuyas luces se reflejan en el espejo que forman las calmadas aguas de la Bahía.

Como cualquier ciudad gringa y muy solvente, las compras son formidables, una cantidad impresionante de marcas y productos para todos los presupuestos, desde las famosas "tiendas del dólar" (todos los productos valen un dolar: vivan las maquiladoras chinas!!!) hasta las tiendas departamentales más ridículamente elitistas: Sacks Fifth Avenue, Bloomingdale's, Nordstrom y todos los diseñadores célebres de Italia o Francia. La verdad es que uno se divierte contemplando los estereotipos de las comunidades burguesas: las señoras rubio platino que se han restirado tanto la piel que las comisuras de los labios ya se les volvieron a juntar a la atura de la nuca, comprándose su mascada Hermès; las fresitas mexicanas de aspecto güero oxigenado (rubio artificial) que de tanta pose que usan para hablar (con la papa en la boca) lo único que les escuchas mascullar son onomatopeyas sin ningún sentido como Zah! beh! plah! shoop! etcétera; los intentos de metrosexual gastándose la mitad de sus quincenas en unos zapatos Ferragamo y la otra mitad en un saco de Ermenegildo Zegna; en fin, una serie de clichés desenfrenados por una sociedad de consumo en el que hay que marcar la desigualdad con productos "yuppies" porque, claro, se tiene que notar que está por un lado la gente bien y por el otro, la perrada. Y nada mejor para probarlo que en el shopping center, "dime dónde compras y te diré quién eres". Claro, todo esto yo lo veía con harto placer, sin ningún resquicio de conciencia social, porque pasearse por un mall tomando un café genérico de Starbucks (orange moka frapuccino) no combina bien con ideas tan rojillas, dignas solamente para patio de universidad pública.

Otro encanto de San Diego es La Jolla, uno de los lugares más caros para comprar (inmuebles) en el mundo y no me extraña. Es lo más upscale de la ciudad, con unas vistas maravillosas al mar, rodeada de boutiques très chic y restaurantes de diseño con vista al mar, en el que te venden unos calamares a precio del monstruo del lago Ness. Andar en Mercedes Benz en La Jolla ya empieza a verse naco, porque ahí la moda son Jaguares, Bentleys, Porshes, etc... (ash!!! y pensar que nosotros llegamos en un Chevrolet Sedán que habíamos rentado y que desentonaba terriblemente con el resto de la concurrencia. Aún así el lugar es increíble, precioso, con parques súper lindos en colinas que dan al mar y calles que serpentean rodeadas de hiedras que cubren las paredes de los chalets, entre la elegante sobriedad de boutiques y tiendas de antigüedades o el chunche que se te ocurra (a precios que no se te ocurrirían).

Y así se fue yendo el fin de semana y para cuando acordé (como decía mi nana) ya era hora de regresar a trabajar, por lo que tomamos un avión nocturno que nos trajo de regreso al D.F. a las 6:30 de la mañana, justo a la hora en la que hay que meterse a bañar para irse a la chamba, con un sueño de dos horas acumuladas de toda la noche. Mi cara ha sido como de pit bull todo el día y mis ilusiones no llegan ahora más allá de la hora en la que llegue a la casa y me tire a la cama a dormir hasta el día siguiente, esperando fervientemente que a nadie se le ocurra invitarme a ningún lado, porque estoy seguro que terminaría diciendo que sí, muy a pesar de mis párpados que pesan como si trajera colgado de las pestañas al mismísimo Ñoño.

6 comentarios:

Aydee dijo...

RBD, lo siento pero no me aflijo por ti. Aunque te estés quejando del cansancio, yo se que te encanta eso de andar "de pata de perro" (como decía mi abuelita que en paz descanse, y sobre todo sin ningún afán de insulto, es solo un dicho). Anyways, tienes mucha razón en expresarte así de la hermosa ciudad de San Diego, CA. Yo viví ahí por algún tiempo, y dejame decirte que me encanto. Mi departamento estaba a solo tres cuadras o "bloques" de la playa. Mi amiga y yo rentábamos en el tercer piso de uno de los edificios en la comunidad llamada "Little Italy", y nos la pasábamos formidable. Por las noches salíamos a caminar por el centro o íbamos a "Old Town" donde encuentras comida mexicana un poco mas decente.

Me imagino que fuiste al "Horton Plaza" que es el centro comercial del centro. Ahí encuentras la mejor Clam Chowder soup you can ever imagen (besides San Francisco , of course).

También muy cerca esta Mission Beach, un centro comercial a la orilla de la playa. Ahí, muy cerca esta un barco muy famoso y en el que han construido un restaurante de rechupete.

La próxima vez que vayas, procura ir a la isla de Coronado y a la isla Catalina.

Saludos desde Montana.

Unknown dijo...

hola

interesante la narración de tu viaje del otro lado del río, mas que interesante se nota que te divertiste mirando a los tipos estos q por conservar el estatus de metros se comran trajes que usarán una vez al mes en un antro donde una cerveza te cuesta 100 pesos, en fin, todo sea en aras de mantener el estatus.

Aca en el sur, de lado de la frontera con guatemala igual se dan cosas así, solo que en vez de jaguares se usan triciclos para moverse en la zona comercial libre del ceibo, y si encuentras una marca conocida lo más seguro es que sea pirata.

y con respecto a chavez, bueno, a mi el tipo no me agrada, no le conozco personalmente, pero de vista o de primera impresión no me agrada. Por lo demás, recalco que tanto derecho (desgraciadamente) tienen los lideres de esas mocheses archicatólicas y conservadoras, que mas que conservadoras diría congeladoras de conciencia, para financiar y mantener su discurso. Estos personas, estos "respetables" señores católicos de todo se podrá morir menos de hambre.

Aun me pregunto a que se dedicarán en realidad esas organizaciones católicas, y en especial esa de la cual Espino es presidente, me pregunto esto porque yo en lo particular no dejaría entrar a espino a mi casa y si entra le cuidaría bien los pasos.

tu dices "Es muy evidente que la ODCA hace propaganda en el continente para favorecer medidas orientadas a la derecha, tanto en lo que toca lo económico y lo político, como a lo moral." ¿eso no le dará la razón a lo dicho por estos señores venezolanos? ¿no será en si también, una razón de estado de hacer lo posible por contrarestar estas campañas? ¿en aras de conservar el poder, no se buscará la manera legal de mantener alejados a estos cuervos de pito parado bajo la sotana, lejos de los medios? Lo haría cualquier estado, sin necesidad de convertirse en una dictadura tal cual y las conocemos, simplemente arguyendo razones de estado.

No creo q el sistema venezolano sea una dictadura incipiente, creo q más es bien le falta poco, muy poco para convertirse en una dictadura formal.

Un saludo, aqui las ocho treinta de la mañana, te espero en mi blog.

Cuquita, la Pistolera dijo...

¿Y qué te compraste?
Seguro unos zapatos Ferragamo, un traje Hermenegildo Zegna y unas maletitas Vouitton... ¿no? Ach.

Paco Bernal dijo...

Hola! Cómo viven algunos jejeje. Ha sido un placer leer la crónica te tu viaje. Casi como estar allí. Sobre todo me ha parecido muy interesante lo que has contado de la frontera. A mí me da la sensación de que están condenadas a desaparecer. La marea humana se las llevará (gozosamente) por delante.
Saludos coincidentes desde Austria :-)

RBD dijo...

Aydee,
Efectivamente aunque me queje del cansancio y de las demás desventajas que tiene viajar, me gusta la vida "pata de perro style". Sí fui a Horton Plaza, pero no a las islas Coronado y Catalina, ya será la próxima.

Alejandro,
Me encantó tu descripción de nuestra otra frontera. No la conozco aún, pero ya me urrrrge.

Cuquita,
N'hombre!!! me los roban en el metro, jaja, yo mejor me fui a los outlets y ahí compré a unos precios dichosos que te ponen a pensar en no volver a comprar nada en México.

Paco,
Estoy contigo, tanto racional como emotivamente, y Tijuana-San Diego es una buena prueba. A pesar de los intentos feroces por reforzar esa línea (una vez imaginaria), la integración cultural y económica del área es patente.

Saludos a todos,

Rafa

CRISTINA dijo...

Nos cuentas cosas de geografía, de costumbres, de lugares, de gentes...Y además consigues reírte y hacernos reír de los grandes temas, en este caso la apariencia, el derroche, la riqueza mal empleada...
Y muy buenos también los comentarios de Aydee, Alejandro,...un gusto leerte, como siempre.