viernes, mayo 11, 2012

De sonrisas injustificadas

¿Les ha pasado a veces que están sonriendo y no saben ni por qué? A mí sí, por supuesto, porque si no, no lo estaría preguntando (como una engañosa manera para introducir el tema, sabiendo, como lo sé, que es muy poco probable que alguien me responda por este medio que mis escasos lectores mantienen tan unidireccional). Ahora estoy en uno de esos estados de sonrisa latente, de sonrisa injustificada. Estoy sonriendo, pero no tengo motivo alguno aparente, al menos no uno en especial, al que acreditarle mi reacción facial. Aclaro desde el inicio que no es que me la pase yo sonriendo solo, porque sé que lo primero que se les ocurriría es recomendarme algún psiquiátrico. No, es un evento más bien aislado, tal vez motivado porque es viernes y el fin de semana está cerca, o tal vez no.

Lo que sí les puedo decir es que el fenómeno de la sonrisa injustificada (que, hay que agregar, es muy agradable) si bien no es cotidiano ha estado presente en mi vida desde que era yo un niño. Me pasaba en ocasiones que de súbito me ponía a sonreír, y en realidad me sentía muy contento, pero no podía establecer la causa. Lo primero que hacía (que todavía hago) es repasar las posibles razones del tan-buen-ánimo, para concluir siempre que aunque uno pueda hacer un listado de buenas noticias, ninguna es el motivo real de la sonrisa. La conclusión puede ser, me aventuro, que las sonrisas tienen vida propia. Existen y sienten, independientemente del sujeto al que pertenecen. Y por sujeto-al-que-pertenecen me refiero sólo a mí mismo, porque todavía no sé si esto de las sonrisas autodeterminadas sea un fenómeno universal, latinoamericano, huasabeño o una particularidad mía (espero que no, porque ya me sonaría a padecimiento y esto me preocuparía, dada mi natural inclinación hipocondriaca).

No es lo mismo que la risa incontrolable, otra reacción facial autodeterminada, esos ataques de risa que se vienen en los momentos más inoportunos. Como cuando allá de niño en mi niñez, mi hermano y yo éramos acólitos en misa y se oyó un ruido sospechoso-parecido-al-de-una-flatulencia (mi blog cada día va alcanzando nuevas profundidades en la falta de decoro). No era buen momento para reírse, el padre Concho nos hubiera visto con cara reprensiva, pero no podíamos controlarlo, como tampoco pudimos nunca determinar al causante de tan bochornoso estruendo. O tal vez sí y para efectos de salvaguardar la dignidad de las personas, decidí modificar la versión. Pero no, la risa incontrolable, la que da en misa, en los funerales, en medio de un discurso es otra historia. Es otra histeria.

El poco estudiado estado de la sonrisa injustificada no es patológico, es más sutil, más agradable a la vista. Son destellos de optimismo que vienen gratis, una de esas promociones de la vida, como encontrarse un billete de 100 pesos en el abrigo que se guardó el invierno pasado. Hay que sentarse y disfrutarlo, voltear a la ventana y ver todo más bonito que hace unas horas, cuando volteaste a la misma ventana y lo viste todo cotidiano, normal. Y si te pones metafisico, hacer un repaso de tus querencias, de tus placeres sencillos. Agradecer a ________ (llene el espacio... ¡Qué complicado el posmodernismo!) y disfrútalo otra vez porque el buen humor es un recurso escaso y no están los tiempos para andar desperdiciando.

¡Buen fin de semana a todos!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rafa, por el motivo que sea la risa siempre es bienvenida, aunque a veces los que no conocen el motivo lo den una interpretación que nada tiene que ver. O tal vez es que ande uno en el otro extremo de lo que uno conoce como: ando en mis días, y a posocito de padres supiste que se murió el padre Ramón ]Corona?Por su puesto la mas risueña de tus hermanas....Azucena