viernes, agosto 20, 2010

El soneto imperfecto de la vida

Hay del mundo tres cosas que abomino:
la mala ortografía, el poco empeño,
la arrogante tolerancia que esconde
la falta del legítimo respeto.

También añoro cuando no lo tengo
platicar con los amigos, sonreír,
abrazar a mi familia y hasta
la falaz caricia de un halago incierto.

Pensé que yo forjaba mi destino
colmando ingenuamente mi existencia
de todo lo que añoro y abomino.

Mas mío es el hastío que me ajusta
como el día feliz o el que le sigue,
no importa si me gusta o me disgusta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida está compuesta por la eterna lucha de los opuestos. Es ahí donde adquiere unidad y sentido. Los sonetos no tienen porqué ser perfectos o imperfectos: simplemente éstos son. Estoy hastiado de aquellas personas que no tienen paciencia o que no saber disfrutar de la soledad: son como los cerdos con perlas en el hocico. Quieren que todo esté aquí y ahora. ¿Es que no saber ver mi talento? Se preguntan. Imbéciles. Prefieren las vivir en un mundo de adulaciones. Amiguis, ¡a mí también me encantó! Desperdicio de hombre.

Max dijo...

Hacía por lo menos quince años que no me topaba con alguien que escribiera con formas poéticas. Qué talento.

RBD dijo...

Anónimo: Efectivamente, hay varios que piensan la vida como una lucha eterna de los opuestos. En mi juicio, efectivamente a veces lo es, pero el punto de este soneto era que además de esos opuestos, nos pertenece todo lo que es intermedio: el aburrimiento, la soledad, la compañía de nuestros colegas de trabajo, incluidos los que nos resultan poco interesantes. Nuestra vida no es sólo lo que amamos y odiamos, sino también lo que nos es indiferentes. Un abrazo.

Max: No es nada común que escriba con formas poéticas (o intente hacerlo). En esta ocasión por alguna razón así me salieron las palabras y no quise negarme la oportunidad de experimentar con endecasílabos y esas cosas. El riesgo principal es que parezca que no quise decir algo concreto, porque con la poesía pura y dura, nunca se sabe. Un abrazo,

Rafa