martes, julio 27, 2010

Sueños de burocracia

Me contaron de un sueño, un sueño terrible. El día que cumplió dos años en su trabajo, él soñó que cada día el lugar que ocupaba en su oficina empezaba a encogerse, primero porque llegaba otro colega y lo veía entendible, luego porque el escritorio de los demás se hacía más grande y no le gustaba pero lo encontraba justificable, finalmente porque empezaban a llegar cajas llenas de papeles que tenían que estar a un lado suyo, por lo que su espacio automáticamente se estaba encogiendo.

Pero ese día en particular, en su segundo aniversario en ese trabajo soñó que llegaba y encontraba que su lugar se había reducido tanto que ahora sólo era un pupitre para preescolares, el cual tenía en la paleta una máquina de escribir que ocupaba todo el espacio. Rodeado de cajas que parecían venírsele encima, él trataba de acomodarse en el pupitre, al fin y al cabo era ése su lugar de trabajo, ahí tenía el espacio sagrado que le pertenecía, donde tenía que poder acomodarse, en el que resignado debería poder acomodarse.

La metáfora es tremenda, el miedo a ser más pequeños de lo que queremos, a que las cajas y los papeles empiecen a ocultar nuestra cara, nuestro cuerpo, a hacernos insignificantes, prescindibles. El temor a que llegue el momento en que queramos ser tan pequeños que quepamos en una esquina en donde se puedan olvidar incluso de despedirnos. Una pesadilla nefasta de la burocracia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy kafkiano hoy. No es tan malo saber que somos prescindibles. A veces en la pequeñez se descubre la grandeza. Siempre habrá formas de escapar de esa "jaula", vale la pena vivir con ese supuesto. Negar esa posibilidad implica negar la propia naturaleza humana. Con ese marco podemos ir y descansar tarnquilos cuando sea necesario hacerlo. Lo demás cabe en la frases grabadas en algunos anillos y que resuelven asuntos coyunturales y no tanto: todo pasa, esto también pasará.

Saludos

Miguel Beltrán