sábado, julio 17, 2010

De lo cursi y otras fruslerías

"Si pudiera bajarte una estrella del cielo, lo haría sin pensarlo dos veces porque te quiero, ay, y hasta un lucero"

La frase que transcribo con propósitos estrictamente no lucrativos, es de una canción de reciente factura interpretada por Enrique Iglesias y Juan Luis Guerra. Como puede intuirse, es uno de esos éxitos comerciales que suenan en todos lados por un tiempo con tonada pegajosa. Tiene lo meloso del primer cantante con lo sabroso-tropical del segundo. No quiero, eso sí, que parezca que estoy juzgándola con desprecio o complejo de superioridad cultural o estética. No, qué va, por lo contrario, vengo ante ustedes para confesar uno de mis gustos culposos, mis guilty pleasures para agregar un toque esnob al comentario. La semana pasada oí esta canción por enésima vez en la radio y me decidí a comprarla. Entré a iTunes Store y por sólo 12 pesos mexicanos en quince segundos estaba meneando las caderas a ritmo de Enrique Iglesias y Juan Luis Guerra.

Hoy la escuché otra vez y cuando puse atención a la letra, me encontré con una fruslería del tamaño de "si pudiera bajarte una estrella del cielo, lo haría sin pensarlo dos veces". Lo primero que pensé es si este hijo de Julio Iglesias será pre Galileo y no ha tenido la fortuna de enterarse de que las estrellas son más bien esferas calientisimísimas de tamaños pornográficos, casi imposibles de dimensionamiento humano y no joyas brillantes adheridas en una bóveda celeste. Porque si no se ha enterado podríamos recriminarle su supina ignorancia, pero si ya lo supiera sería aún peor porque le estuviera diciendo a su probable amada que le encantaría bajarle un objeto astronómico a millones de grados centígrados con la única probable consecuencia de dejarla reducida a cenizas, junto al resto de la infame humanidad. Además, agrega el hijo de la gran Presley, que lo haría sin pensarlo dos veces. Ahí, el tipo no sólo está confesando sus asesinas intenciones, sino que casi se podría decir que está haciendo apología de un delito de lesa humanidad.

La razón de tal ocurrencia la explica él mismo con las siguientes palabras: "porque te quiero", que aderezó con una interjección poco creíble, "ay", que creo era porque le sobraban notas a la canción o le faltaban sílabas al verso, que es lo mismo. Y todavía se explaya, el muchacho, y así como un toque más de amor infernal o de ignorancia extrema agrega "o hasta un lucero". Otro manifestación de ignorancia extrema. Siendo el lucero otro planeta del Sistema Solar que por lo menos no hierve a la misma temperatura que las estrellas, ni es tan grande, ni está a distancias tan horrorosas, no debería decir "o hasta un lucero" sino "o ya de perdida un lucero".

El caso es que el debido análisis de la letra de esta canción que a simple vista se presenta como simplemente cursi, nos lleva a la conclusión de que estamos enfrentados ante un dilema: o Enrique Iglesias ignora todos los avances que han hecho la astronomía y otras ciencias naturales durante los pasados cuatro siglos o su intención es carbonizar a su amada y llevarse entre las patas a todos sus coetáneos del planeta Tierra. Claro, agrega el típico enunciado contrafáctico "si él pudiera", lo cual todos sabemos que, para nuestra fortuna, no es el caso.

En otras ocasiones, ya he confesado que mis placeres culposos son tantos que difícilmente puedo llamarlos así, simplemente se podría decir que tengo mal gusto. Efectivamente, esa es la razón principal y mi respuesta es y será siendo un altivo "¿Y qué, y qué, y qué?" Pero concediéndoseme que mi gusto por algunas manifestaciones de la cultura pop (por llamarla de alguna manera más favorecedora) son guilty pleasures, no se puede dejar de admitir que grandes pensamientos críticos pueden emerger, si se les otorga el suficiente cuidado, hasta de las letras de las canciones pegajosas de la radio.

4 comentarios:

Paco Bernal dijo...

Rafa: eres genial. Lo que me he reido. A ver si algún día el Cuerpo Diplomático mexicano te manda en misión a Viena y nos podemos tomar unas copas (dada la imposibilidad científica de que mi empresa me mande a Sudamérica).

Un abrazo y gracias por las risas.

Paco

Anónimo dijo...

Lo cursi y demás fruslerías tienen su propia racionalidad y debe juzgarse única y exclusivamente a partir de ella. Sería más interesante. ¿De dónde viene esa fascinación por las estrellas? ¿Por qué nos gusta inventar la fidelidad? ¿Dónde queda la vanidad? ¿Por qué no hemos cambiado nuestros argumentos para conquistar al ser querido? Está bien las risas del buen Paco. Como si lo disparatado del lenguaje y las promesas fuera exclusivo de la música. Los políticos lo han hecho desde la existencia misma del ser humano y se repite día con día. "Acabaremos con el hambre". "Acabaremos con el narcotráfico". ¿No es acaso parte de lo mismo? No dijo el responsale de este blog que escribiría a diario.

Anónimo dijo...

La adulación es una traición.

RBD dijo...

Paco: Dios ti'oiga y algún día me manden a Viena, va a ser un gustazo compartir una Sachertorte contigo. Pero si no se dan las cosas así, las agencias de viajes arman unos paquetazos. Habrá que estar pendientes. Un abrazo grande.

Anónimo: 1) Las cuestiones que tú propones son de una naturaleza mucho más seria que escapan el nivel más bien modesto de este blog. 2) Si bien es cierto que los políticos comparten el gusto por lo disparatado del lenguaje con los cantantes pop, sus promesas lejos están de resultarme tan graciosas. 3) Prometí escribir a diario, pero, peeeero, los domingos es fiesta de guardar, jajaja. Saludos afectuosos,

Rafa Barceló Durazo