martes, abril 28, 2009

De virulencias y cosas por el estilo...

Y claro, de qué más podía yo hablar si todo lo que escucho tiene que ver con la influenza (gripe porcina, en medios internacionales).

Es jueves en la noche y yo tranquilamente veo una película en mi DVD. Como de costumbre no prendo la televisión para otra cosa. Ya bastante mal de la cabeza estoy, como para todavía agregarle caóticos noticieros alarmistas o telenovelas cuyos guiones y desenlaces, a falta de innovación, conozco desde que tengo 10 años. Así, el jueves en la noche que fue el momento de la alarma nacional me tomó a mí incomunicado en mi casa sin darme cuenta del riesgo de una pandemia, cuyo principal brote se daba ni más ni menos que en mi país. Qué digo mi país, en la misma ciudad donde vivo, porque la verdad poco me asusta cuando anuncian brotes de dengue en Tabasco o en Chiapas.

Yo amanecí el viernes tan tranquilo como siempre. Me despierto más tarde de lo que debería, así que cuando voy en el taxi rumbo al metro (al metro por vida de Dios!!!) llamo a mi oficina para saber si se ofrecía a algo y les comento que me sentía un poco mal del estómago. Mi interlocutora pregunta ¿y no tienes también escurrimientos nasales? La broma me pareció un poco pesada para esa hora de la mañana, pero fingí que me causaba algo de gracia. El taxista -pendiente de mi conversación al parecer- me dice "claro, su secretaria habrá pensado: si tiene usted influenza mejor ni se presente". Yo, por segunda vez, no entendía absolutamente nada, así que nuevamente fingí que me reía, mientras pensaba "qué le pasa a esta gente, no comprendo su humor".

Al llegar a la estación del metro veo que los vendedores ambulantes venden mascarillas (cubrebocas) a 2 por 10. Me parece un poco absurdo todo, pero es que yo por no ver la tele no entendía nada. Llego a la oficina y no escucho hablar más que de la influenza y es ahí que me doy cuenta de la noticia que se viene repitiendo (con un aumento en la intensidad de la preocupación) desde el viernes hasta hoy martes.

El guión de película mala de catástrofe sanitaria parece que se ha hecho realidad y no fue ahora en Hong Kong o en China (que son literal y metafóricamente nuestro "otro lado del mundo"), sino en la misma ciudad que habito. Al principio, mi lado escéptico no da mucho crédito de lo que oye, pero luego empiezan a sonar alarmas oficinas que me hacen pensar que sí se trata de algo serio.

Recomiendan no asistir a cines, ni centros comerciales o lugares de reunión de personas. Se suspenden las clases en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Aparecen casos en otro estado del centro de la República, San Luis Potosí. Después se escucha que también hay casos confirmados en California, Texas y Nueva York (los tres estados más poblados de la Unión Americana). Y unos días más tarde se confirman casos en España, en Escocia, en Israel, en Nueva Zelanda. La Organización Mundial de la Salud aumenta la alerta a nivel 4 por primera vez en la historia. Y todo mundo habla de la epidemia -dato confirmado por autoridades- y de la posibilidad alta de que se convierta en pandemia. Normalmente estos brotes infecciosos súper-mediatizados me daban algo de nerviosismo, pero no dejaban de ser algo lejano a mi persona. En esta ocasión es muy diferente, soy yo el que no puede ir al cine, al gimnasio, a centros nocturnos, porque están cerrados. Ayer se suspendieron las clases no sólo en la ciudad de México sino en toda la República. Todas esas cosas se convierten en razones -injustificadas la mayor parte de las veces- para el pánico colectivo.

En la calle hay pocos carros y las banquetas van pobladas por gente cubierta con cubrebocas. Para hoy martes, se ordenó a los restaurantes que sólo sirvieran comida para llevar y la mayoría de los negocios fueron invitados a cerrar para evitar que la gente pueda contagiarse. Los tribunales suspenden los plazos judiciales para evitar que los litigantes se presenten en las oficinas. La Secretaría del Trabajo recomienda que los empleados acudan en turnos diferidos, para que haya menos contacto entre las personas.

Yo, con lo que odio manejar en esta ciudad, me estoy viniendo al trabajo en mi carro, para evitar estar en contacto con mucha gente. En fin, lo raro de toda la situación es la ambigüedad entre sentir que estás en medio de una catástrofe, pero a la vez que no está pasando nada. Han muerto más personas de influenza, pero no está confirmado que se deba al nuevo virus más que en 20 casos (en EE.UU. mueren 40,000 personas al año por las influenzas normales, así que el número tampoco parece escandaloso juzgado a la luz de ese dato). Pero a la vez las medidas de prevención se supone que contendrían el ritmo de contagios, ya que la principal amenaza de este virus (más que su fatalidad) es la facilidad ocn la que se contagia de persona a persona. Hay más de mil contagios de los que se sospecha sea ese virus, pero tampoco se ha confirmado que sean de la nueva cepa del virus. Y si sigues recapitulando información, no sabes si sentirte seguro o no, si irte a pasear al parque que estará cómodamente solitario, aprovechando que no compartes la paranoia colectiva, o mejor irte a tu casa y prepararte un té, rezar el Rosario e ir arreglando tu testamento, por aquello de que los números te hagan la mala pasada de que tú seas el 21 confirmado.

Aunque yo soy un hipocondriaco que no conoce de límites, ni de racionalidad, esta vez la epidemia me ha agarrado tranquilo, aunque -he de confesar- con ciertas ganas de que susprendan labores en la oficina, más con ánimo vacacional que sanitario. Por si acaso, me lavo las manos seguido y dejé de usar el metro. No puedo ir al cine o a algún cafecito en una terraza agradable, ni reintegrarme al gimnasio, así que no sé bien cómo administrar mi ocio. Pero lo peor de todo, es la incertidumbre de no poder saber si pasará algo verdaderamente trágico, o todo quedará en una excelente campaña preventiva que logrará contener exitosamente el virus, y toda el nerviosismo habrá sido injustificado.

Y ya para terminar, les cuento un chiste que da constancia del típico humor mexicano (reír frente a la desgracia) que es una excelente válvula de escape para el estrés que todo esto causa:
¿Qué le dijo el Distrito Federal a la influenza?...
...
Respuesta: "Mira cómo tiemblo, mira cómo tiemblo".
(jajaja, sí me hizo reír mucho!!!)

1 comentario:

Paco Bernal dijo...

Hola Rafa! Yo tengo una sugerencia (que me dicta el egoísmo) para que administres tus ocios. Saca a pasear la cámara de fotos o escribe cada día un post tan interesante y tan entretenido como el de hoy :-)

Un abrazo fuerte, amiguete :-)

P.