jueves, abril 16, 2009

Aquí y ahora

¡Tengo unas ganas de que el mundo se detenga un poco! O, bueno, nada más que se tranquilice. "Después de la tempestad viene la calma" -dice el refrán- pero yo creo que a esta tempestad ya le gustó el alboroto y que cree que llegó para quedarse.

Hace meses que quiero un tiempo para mí. Pero no para mi trabajo, ni para mis sueños, ni para mis ojos, únicamente para mí (en inglés diríamos para myself). Y tener aunque sea a ratos lo que se conoce como peace of mind.

Ahora bien, no vayan a creer los que lean esto que estoy usando mi blog como Muro de los Lamentos y que esta entrada está dedicada a quejarme de cuán desgraciado soy. Todo lo contrario. Me gusta lo que hago y que mi vida sea intensa y vertiginosa. Es solo que a veces tengo que reclamarme a mí mismo un poco de calma, sobre todo cuando parece que uno ya no es dueño de sí. Así que he fijado mi objetivo en encontrar un punto de equilibro entre la sepulcral inamovilidad y el constante movimiento telúrico que tumba cualquier edificio.

Imagino, por ejemplo, una tarde serena en alguna hipotética casa de playa, sólo conmigo y unos cuantos amigos y, claro, un refrigerador lleno de comida y bebida. Y que la memoria me hiciera el favor de no recordar ni tiempos, ni plazos, ni horas; que desaparecieran las nociones de Alfa y Omega, de aquí empieza y aquí termina, de ya llegué y ahora ya me voy. Poder no recordar qué sigue durante un largo rato. Y disfrutar el aquí y el ahora (no es nada difícil cuando el aquí es una hipotética casa de playa y el ahora una tarde serena frente al mar) como si no hubiera nada más. Borrar por instantes el pasado y el futuro y quedarme con el presente en bruto, tirado bajo la sombra de un porche salido como de alguna pintura impresionista.

Y luego Rafa vuelve en sí y está en la oficina y tiene que hacer un par de llamadas y después del trabajo salir corriendo a consulta con su oftalmóloga, no sin antes echarse unas gotitas de cortisona, entre cuyas contraindicaciones encuentra que puede causar glaucoma. Y al recordarlo se ríe y piensa que ya será posible en algún momento lo de la hipotética casa de playa, en la cual correrá un viento fresco y tranquilo y que hasta las olas romperán armónicamente contra la playa y tal vez a lo lejos escuchará sonar una guitarra y será lo único que habrá en su mente...

1 comentario:

CRISTINA dijo...

Hay que buscar, hay que conseguir esos momentos.
Como a tí, a mí también me gusta ir rápido, hacer cosas, no parar...pero cada día tiene que haber un ratito de sí parar, de ir lento.
Y de vez en cuando, más que un rato, un fin de semana, unos días.
Es necesario descansar el cuerpo y la mente y sobre todo tener la ocasión de reflexionar sin prisas, de pensar en lo divino y en lo humano, esas cosas...

Besos.
¿qué tal tus ojos?