jueves, julio 05, 2007

Hay de semanas a semanas


Ésta que pasó fue peculiar, intensa, hermosa, cansada. Hace justo una semana fue mi graduación de maestría y con ella vinieron aparejadas muchas emociones que confunden a tu sonrisa; en orden descendente: euforia por el término de la carga académica, felicidad por entrar a otra etapa de tu vida, alegría por cumplir una meta importante que te habías trazado, entusiasmo por la ceremonia y festejos de la graduación per se, desasosiego por dejar de ser estudiante (con tantas ventajas que tiene, particularmente la que relaciona tu actividad con la juventud y la no obligatoriedad de la madurez), tristeza por saber que ya no verás a tus amigos y compañeros de aula casi a diario, cuando tanto por costumbre como por afección los habías incorporado fuertemente a tu vida y depresión por todo lo que sabes que vas a extrañar de una maestría que absorbió dos años de tu vida, dejando huella indeleble.

Pues con este motivo graduatorio vino a visitarme una muy buena parte de mi muuuy abundante familia, para acompañarme y verme después de casi cinco meses que no nos veíamos. Llegaron unos un día antes de la graduación y el resto el mismo día. Fue genial poder compartir con ellos mi escuela que sólo conocían de oídas, presentárselos a mis amigos y que mi familia los conociera. Pero, además, pasear por la ciudad de México conmigo mismo de guía turístico. Yo, que apenas si cargo con mi humanidad en la gran urbe, tenía adicionalmente que hacerme cargo de otros siete individuos de muy no-chilangas dimensiones. El reto era enorme: entretener a miembros de generaciones e intereses muy diferentes, mostrarles los mejores lugares de la ciudad para garantizar que hubiera valido la pena el sacrificio que hicieron en venir de tan desérticas y lejanas tierras hasta la capital de la garnacha. Llevarlos a comer a lugares donde no les fueran a servir sendo coctel de microbios que les fueran ajenos y terminaran por postrarlos en cama con recurrentes viajes a la enorme tasa de porcelana (y en la ciudad de México hay que tener bastante cuidado con eso).

El resultado fue muy bueno, en mi consideración, y ya están casi todos de regreso en el calor agobiante de Sonora y no hubo ningún incidente que lamentar. Lo más parecido a accidente digno de proferir un ¡Ay caramba! fue que, entre la confusión de muchas maletas y mismo número de seres humanos, mi cartera fue a parar a más dos mil kilómetros de distancia de la bolsa trasera de mi pantalón. Sí, se la llevaron hasta Hermosillo, pero inmediatamente conscientes del error me la mandaron y al día siguiente ya tenía conmigo mi tarjeta y mis identificaciones, todo completo excepto por 20 mexican pesos que fueron requeridos para qué sé yo qué cosa.

Pero las horas de sueño se empezaron a hacer necesarias y ya en el trabajo empecé yo a notar que los párpados superiores de mis ojos no querían otra cosa que estar pegados con los inferiores. Y anda que se atravesó una junta y solo porque Dios es grande no caí con la cabeza arriba del escritorio para sorpresa de los ahí reunidos, de tan cansado que me sentía. Para mi fortuna, ya me recuperé y ya están otra vez las neuronas funcionando con regular armonía (bueno, evitemos la hipérbole y dejémosla en que ya están funcionando).

El tour incluyó: graduación de un familiar con mariachi en la ceremonia (que yo no me esperaba), cena, paseo por el centro histórico, ruta casi completa del Turibús (con lluvia y frío incluidos para los que valientemente decidimos permanecer en el descubierto segundo piso de tan particular medio de transporte), La Condesa, centros comerciales, Teotihuacán, paseo en trajineras en Xochimilco el mismo día que dos adolescentes murieron ahogados, carne asada sonorense fuera de Sonora, Coyoacán, Basílica de Guadalupe, Hard Rock Café, Café Tacuba...

Sólo de recordarlo me vuelvo a cansar... y me vuelvo a sentir muy contento.

1 comentario:

CRISTINA dijo...

Enhorabuena Rafael, por la graduación y por la celebración y sobre todo por poder celebrarlo todo con tu familia. Eso es lo más importante.
Muchos besos.