miércoles, julio 19, 2006

Lo bueno es que no había perros...


Hoy parecía un día muuuuy bueno. Todo bien en Relaciones Exteriores. Todo arreglándose con los trámites de intercambio que me trajeron vuelto loco la semana pasada llevándome inclusive a reconsiderar mi decisión de irme. Una tarde fenomenal: conocí el Colegio de San Ildefonso, tuve una guía muy agradable que nos explicó muy a su manera los murales padrísimos que tiene el otrora centro jesuita. Vi una exposición genial del recientemente fallecido pintor Raúl Anguiano. También una expo de fotografía alemana, que si bien me gustó moderadamente, no tengo ni los conocimientos ni la sensibilidad artística para saber si era buena. Después de eso me fui a la presentación de un libro de un reportero del Newsweek, Joseph Contreras, Tan lejos de Dios, que se refiere a la famosa frase atribuida a Porfirio Díaz: "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos..." y que hace un análisis de la estadounidenciación de México (ellos usaban el término 'americanización' pero yo me opongo al monopolio del gentilicio de todo un continente para un solo país, ¿quién se cree EE.UU? ¿la gran potencia? Jajaja, pero ésa es ooootra historia). Lo más padre de la presentación del libro fue que lo presentaron Ana María Salazar, que tal vez por ser sonorense me agrade bastante, y que además inició su participación con un tema que compartí totalmente y es el choque que representa para un norteño entenderse con los chilangos cuando estás recién llegado. También presentó Jorge G. Castañeda, anterior Secretario de Relaciones Exteriores y uno de los personajes más polémicos de los últimos años con su transitar de izquierdista biógrafo de íconos de la izquierda latinoamericana a canciller del gobierno de derecha de Fox, con un cambio de apreciaciones políticas bastante interesantes y otros tantos devenires harto controversiales como el giro en su relación con Fidel Castro.
El caso es que se armó una discusión bastante interesante sobre la posición de los mexicanos respecto al cambio de la mentalidad que ha adoptado, por lo menos, los hábitos de consumo de la sociedad estadounidense y ha adquirido algunos de sus principales problemas: la obesidad, el estrés, el SIDA. Pero sin llegar a desprenderse de sus problemas de nación en desarrollo: pobreza, niños de la calle y un etcétera algo largo que mejor dejo ahí so pena de ponerme a llorar. El caso es que el balance de mi día me resultaba completamente positivo: muchos estímulos artísticos e intelectuales, pero claro no todo podía ser perfecto en el mundo de Rafa. Y justo cuando voy saliendo de la presentación ya había oscurecido, pero lo peor fue que empezó a llover, al principio menudito pero al rato me parecía un tifón aquello. Como no quería que se me hiciera más noche empecé a correr de techito en techito, atravesando obviamente tramos bastante lluviosos. Por más que ya he conocido otros climas el hombre de desierto que hay dentro de mí, todavía se impresiona con la lluvia diaria de este verano de la ciudad de México. Además, verano my ass!!! My almost inexistent ass!!! Yo no sé qué pasa con esta ciudad pero no sabe distinguir entre verano = calor e invierno = frío. Debe tener algo como dislexia o daltonismo, pero no para letras o colores, sino para temperaturas. Pues se puso aquello de un frío que el traje y los zapatos todos mojados no ayudaban en nada. Además, andaba muy de traje lo cual en mi paranoica mente significaba que sería un blanco más atractivo para algún asaltante que anduviera ahí medio desocupado y que pensara por mi vestimenta que ya de perdida recibo algún salario, lo cual, by the way, es completamente falso. Esta noche era particularmente falso, porque no traía nada de dinero, sólo para devolverme (y en transporte público, por supuesto, que Metrobús no se raja). Pero tampoco traía la tarjeta del Metrobús así que fue suplicar que un alma caritativa me vendiera un pasaje. Cuando me bajé del Metrobús no llovía así que me sentí muy complacido con el dios del clima. Y en lo que esbozaba una sonrisa de triunfo contra las fuerzas de la naturaleza esperando que se pusiera en verde el semáforo para peatones, oigo un pitido, me hago un poco hacia atrás y pasa el Metrobús a mi lado como alma que lleva el diablo y me ha pegado una bañada con el agua que estaba encharcada en la calle que parecía de comercial de productos contra la desgracia. No fue un salpicón, repito, fue un verdadero baño de agua callejera, revuelta de no sé cuánta cosa. Y ahí sí fue cuando me dije, gracias a Dios que no hay perros por aquí, porque seguro se me acerca, levanta la pata y me arroja sus malolientes meados, para hacer realidad el dicho que superlativiza la mala suerte "nada más faltó que me meara un perro". Pero no, la vida no es tan cruel y no había ningún can cerca. Caminé por Sullivan, la calle famosa por sus prostitutas, rumbo a mi casa, con temor de que me confundieran con una chica de la vida alegre vestida de oficinista mojado. Afortunadamente, no fue así y llegué contento al depa por haber logrado conservar un poco de dignidad y, sobre todo, por no haberme encontrado a ningún perro que quisiera cerrar con broche de oro un día más de esta aventura constante en que se ha vuelto mi vida.

1 comentario:

Yayo Salva dijo...

¡Vaya con Rafa! Tus historias ciudadanas son tan enjundiosas como tus recuerdos del pueblo.
Por cierto, la ilustración de la entrada es genial, y tu ataque a la política Monroe "América para los americanos" (es decir, los norteamericanos de origen anglosajón) muy pertinente.
Veo que los conductores de México se rigen por el mismo código deontológico que los de Madrid. Quizás comparten temario de exámenes.
Un saludo, amigo.