sábado, julio 08, 2006

Las vacaciones y una probable pulga en mi cama


Estoy prácticamente de vacaciones. No oficialmente, pero mi corazón está seguro de que sí, de que estoy viviendo en ese período de catarsis de todas las impurezas que a tu vida le trae tu propia vida. Sucede que estoy haciendo lo que en la maestría llaman "intervención institucional", por más que parezca algo de espionaje o una operación a corazón abierto, no se trata más que de hacer prácticas profesionales. Como soy por un lado necio y por el otro suertudo, las estoy haciendo en la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el flamante edificio que acaban de inaugurar frente a la Alameda Central, piso 14 para más referencia. Mi escritorio no tiene una vista glamourosa al Palacio de Bellas Artes, sino a otro escritorio de una secretaria embarazada, a la izquierda, y a una de esas paredes falsas (como de tela y alcochonadas cual si fuera loco en manicomio y gustara de aventarme contra los muros). Toda esa larga explicación no venía al caso, pero espero sirva su función de mantener al tanto a mis proches y que no sirva para espantar a los eventuales que se asoman a mi blog. El punto real era decir que aunque tengo una actividad que desarrollar de lunes a viernes, estoy frente a la maravillosa y ya casi olvidada situación de tener HORARIO. Sí, yo trabajo de nueve de la mañana a tres de la tarde y cuando salgo de la flamante sede de la Cancillería el tiempo es mío, yo puedo decidir qué hago, si voy a ver un oso panda al zoológico de Chapultepec o camino por Paseo de la Reforma, o por el Centro Histórico (con el temor de encontrarme una horda de simpatizantes de López Obrador, pero eso lo hace más folclórico) o bien, puedo tomar una desvergonzada siesta de esas en las que duermes hasta que literalmente se te hinche el ombligo. Y digo que ya casi olvidaba eso, porque en la maestría es rarísimo poder hacerlo, es decir, cuando llegas de la escuela siempre hay algo que leer, escribir, pensar en y no eres verdadero amo de tu tiempo, porque aunque puedas hacer ratos libres, siempre tienes la sensación de culpabilidad de estar dejando de hacer algo importante. Somos normalmente hombres libres esclavizados, pero de una naturaleza un tanto graciosa, porque nuestro dueño no es el propietario de una plantación en Louisiana o de una hacienda de henequén en Yucatán, sino es otra parte de tu self, de tu yo mismo que se apodera de la voluntad y te tiene a sus expensas. Algo como el lado izquierdo del cerebro, aplastando al lado derecho. Y ya tienes las patas tan adentro de la olla que sales más perjudicado si intentas salirte que si decides pasivamente permanecer cociéndote para hacer un lindo "puchero" de humanidad. Creo que no me expliqué bien y puede dar la impresión de un conformismo que devora el espíritu revolucionario de querer un mundo mejor. No tiene nada qué ver con eso, no es nada social ni político, más bien es algo individual, cuando la racionalidad "objetiva" te hace su presa y mide tus emociones, tus placeres y dolores físicos y tus decisiones de vida con el mismo rasero. Bueno, cada vez que me pongo "profundo" termino haciendo el ridículo, pero como ya lo escribí no lo pienso borrar. El caso es que una vez más trataré de volver a mi punto: ahora que tengo horario tengo tiempo del que puedo disponer, que puedo aprovechar o desaprovechar, pero en fin, tiempo libre, ocio, con todas las ventajas que le atribuyó Thomas More en Utopía, antes de que por alguna razón le dieran al término un sentido peyorativo. Y así he hecho algunas cosas provechosas, otras vacuas y otras tantas medio idiotas, pero quién soy yo para juzgarme a mí mismo, eso se lo dejo a las malas lenguas. Y termino mi divagada disertación con la última noticia que mi vida ha producido: todo parece indicar que una pulga ronda mi cama, (todavía tengo otras líneas de investigación como la del mosquito perverso) pero ya van dos noches que la rasquera (comezón) en el pie izquierdo casi me quita el sueño, lo cual es algo extremamente raro para un Barceló, que rara vez duerme en la misma cama que el insomnio y célebres por su adicción a las siestas. Tengo que llamar a un exterminador de bichos o averiguar muy bien qué animalejo ronda por mi lecho, porque quiero ser el único parásito que duerma en mi cama cuando no medie consentimiento para lo contrario...

3 comentarios:

Yayo Salva dijo...

Yo apostaría a que es mosquito... Algo debía costarte el haber reconquistado para ti mismo una parcela de tu tiempo. Y no es mala idea invertir una parte del mismo en saludables siestas (soy un adicto), y más en verano. "Hasta que se te hinche el ombligo" decís por ahí. Por acá decimos "de pijama y orinal".

Un cordial saludo desde Madrid.

cxyboi dijo...

me da miedo la idea pero mas la foto! o ya no lo se!

Dalia dijo...

Por si no sabes aún de qué bicho se trata me voy a unir al debate. Si las picaduras van unas detrás de otras en hilera es pulga y si están más repartidas por el cuerpo es mosquito. Hazme caso que de siempre he sido restaurante de cinco estrellas para todo insecto ávido de sabrosa sangre. Ya podemos estar 50 personas en una habitación que yo seré el cuerpo más degustado. Así que sé de qué hablo.
Un abrazo.