martes, marzo 27, 2012

Irregular y agradecido

Siempre se ha sabido que el humano es el animal que tropieza más de una vez con la misma piedra. Aunque yo lo pongo en duda. También habrá caballos medio torpes, topos más ciegos que otros, jabalíes poco prudentes. En fin, que hasta que Animal Planet no haga un documental sobre el punto, yo no puedo jurar que no sea el caso. Tampoco creo que Animal Planet haga nunca un documental sobre el tema, me parece que por cuestiones de rating. Ok, yo ya me desvié del tema antes de haber siquiera empezado. Esta entrada a mi blog se refiere a la valoración física que te hacen en el gimnasio y sobre cuyos desastrosos resultados ya me había referido yo en otra ocasión. En esa otra ocasión, el problema mayor resultó ser que tenía las rodillas una apuntando para cada frontera. Pero me lo dijeron de una manera que me sobrecogió el ánimo. A los días me repuse, año y medio después ya hasta lo había olvidado y volví a acudir a una evaluación física.

Esta vez no todo estuvo tan mal, a decir verdad, me dijeron que mi nivel de grasa era adecuado. La vez anterior me habían dicho que tenía "demasiado poca" grasa ("demasiado poca", para empezar, me suena a pecado gramatical) y, además, que eso podía ir en contra de mi hígado. Yo sufrí casi que un cuadro de depresión con ese diagnóstico tan severo y me puse a comer cuanto postre me salía en el camino, lo cual como era de suponerse no era necesario.

Lo que sigue igual desde mi última revisión son mis rodillas chuecas. No se han corregido y al parecer nunca se corregirán. Siempre mirará una hacia Chihuahua y la otra hacia El Paso, Texas. Pero la instructora fue muy clara, me dijo que de eso no me iba a morir. Menos mal, porque morir a causa de unas rodillas chuecas debe de ser una de las formas más absurdas de llegar al panteón. Lo que sí me advirtió es que mi delicada condición sí tiene un efecto negativo en las suelas de mis zapatos: los desgasto de la parte de afuera. Tenía razón. Ahora bien, encontró un defecto más a mi ya de por sí desvencijada figura. Tengo los talones chuecos. Y eso no es todo, las rodillas apuntan hacia afuera, pero mis talones apuntan hacia adentro. De lo cual tampoco me voy a morir, pero adivinen qué. Mis zapatos se desgastarán por la parte de adentro. Tenía razón. Las suelas de mis zapatos se desgastan por dentro y por fuera, lo cual seguramente tendrá muy contento a los accionistas de Adidas pero a mí no me hace ninguna gracia.

Después pasamos a otros descubrimientos que, en conjunto, demuestran que soy una cosa parecida a las pinturas de Picasso. Un hombro más abajo que el otro, el pecho más ejercitado que la espalda, contracturas musculares del lado derecho, pero no del izquierdo. Es decir, que mi cuerpo y la simetría, resulta ser, no se llevan muy bien. Pero, insisto, de ninguno de esos defectos me voy a morir.

Ya estábamos yo y la instructora haciendo migas, porque yo podré ser de fisionomía irregular pero también soy algo simpaticón, cuando vino el momento nazi. Sí, nazi, que esta cosa es seria. Me preguntó si yo tenía ascendientes de raza aria. ¡Jesús bendito! - pensé yo - a no ser que me deje el bigotito a la Adolfo Hitler, no me encuentro ni remotamente ario. Le dije que no, que hasta donde yo tenía conocimiento tenía ancestros del sur de Europa pero no del norte (en esto de los ancestros nunca se sabe, eso sí), porque en mi cabeza "ario" suena a supremacismo germánico y me da como escalofríos. En realidad, ario se usó originalmente casi como sinónimo de lo que hoy diríamos caucásico o europeo. El pueblo ario parece ser una noción sobre la que no hay nada de claridad, pero sí es claro que durante el nazismo se empleó el término con efectos moralmente devastadores: eugenesia, segregación racial y un tremendo holocausto de judíos y gitanos que da cuenta de las peores bajezas a las que puede llegar la civilización (o, mejor dicho, la falta de ella). En fin, que la instructora lo que quería decir es que los arios tienen huesos largos y cuerpos "agradecidos" (que no acumulan mucha grasa y se ejercitan con poca actividad); además, que son proclives a pocas enfermedades. Dado lo anterior, ella remató "no, si Hitler tenía su punto, tienen muchas ventajas". Mi cara se puso así :o y sólo alcancé a agregar algo como "aunque moralmente ningún punto, ¿verdad?". Digo, sólo para quedar claros, aunque era obvio que la instructora no tenía ninguna simpatía ni por Hitler, ni por ninguna clase de supremacismo y para ella la palabra "ario" era neutra (porque hay gente que cree que las palabras pueden ser neutras y otros, como yo, que creemos que hay palabras que llevan trampa). La conversación se estaba tornando incómoda por lo que decidí volver al tema de mis rodillas chuecas que, mal que bien, forma parte de mi zona de confort. Como era viernes en la noche, tomé mi cuerpo irregular y agradecido para llevármelo a otro lado e iniciar el fin de semana. Y así lo hice.

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