miércoles, febrero 02, 2011

Stereo-typing

Me gusta escribir en el blog, aunque tengo una especie de rito que consiste en esperar a tener al menos un comentario en la última entrada para lanzarme a hacer otra. Esta vez (como muchas otras) será la excepción. Porque tengo ganas de escribir y estos nudillos se mueven como si necesitara ansiolíticos (y tal vez los necesite pero no los pienso tomar). Para no variar, hoy comentaré el último escándalo que mancilló la delicada sensibilidad mexicana. Somos jarritos de Tlaquepaque los mexicanos, nos quebramos fácilmente, y la mejor manera de lograrlo es utilizar el estereotipo más ramplón que existe: el indígena dormido, cubierto con su zarape multicolor, recargado en el cactus. No sé de dónde provenga el estereotipo, por cierto, y me cuesta creer que alguna vez haya sido apegado a la realidad porque recargarse en un cactus, bien lo sabe Dios, no es cosa que pueda hacerse con facilidad debido a las espinas altamente punzocortantes que los adornan.

En esta ocasión tocó a tres ingleses de cuya existencia me acabo de enterar justamente por el escándalo y que tienen un programa que se llama Top Gear de la BBC de Londres. Dicen algunos que han comentado la nota que es "buenísimo", aunque dada la poca relevancia que en mis intereses tienen los autos deportivos y las pláticas sobre motores es poco probable que, sea bueno o malo, me pusiera un día a verlo. Pero esto de los escándalos no es cosa nueva, ya en otro tiempo le tocó a un cantante italiano decir que las mexicanas eran feas y bigotonas, sólo para venir a enterarnos un poco después que de cualquier manera a él no le desagradaban los bigotes, if you know what I mean. Después, la publicidad de una hamburguesa que se llamaba Texican que también utilizaba estereotipo genérico de mexicano, que tampoco gustó en la República.

El caso es que ahora fue turno de tres ingleses cuyos nombres desconozco y no es mi intención conocer. Como la curiosidad es una cosa tan poderosa que hasta mató al gato, cuando todos sabemos que tiene siete vidas y que no cualquier cosa lo mata, me fui a ver qué habían dicho en tal programa. Y, la verdad, sí me enojé. A lo mejor fue que andaba yo medio enchilado por razones que no tuvieran nada qué ver con el asunto, pero esos condenados gordos me cayeron en la punta del hígado (que, bien a bien, no sé dónde quede, pero se ha de sentir horrible que algo te caiga en la punta del hígado, figúrense nomás, con todo lo que le toca sufrir con las borracheras).

Yo me considero bastante resistente a las burlas hacia mi persona y, cuantimás, a las de mi país. Por eso acudí a la fuente primaria en cuanto empecé a oír los rumores de una carta en la que el embajador de México ante Reino Unido pidió a la empresa una disculpa pública. Estaba casi seguro de que los comentarios más bien me iban a hacer reír y no llorar. Pues ándale que no fue así. Tal vez fueron razones hormonales, insisto, pero esta vez sí me cuajó un poquito el intestino (y buena falta que me estaba haciendo porque lo había traído más bien perezoso).
En el caso que nos ocupa (el plural es meramente una licencia literaria que me concedo), esos tres ingleses al presentar un carro deportivo mexicano, al cual bautizaron como Tortilla (hasta aquí iba todo bien) decían que los carros deben de ser como los nacionales de donde provienen, o sea, para el caso de México: flatulentos, perezosos y gordos. No tengo una idea muy estudiada del asunto, pero en mi experiencia con mexicanos y extranjeros, no encuentro a los primeros más flatulentos que el resto del mundo. Mucho menos los encuentro más perezosos. Gordos sí, la verdad, bastante, pero es que el sedentarismo asociado a nuestra compulsión cultural con la comida no nos sentó nada bien. No tengo claro si los tres chiflados del automovilismo conozcan México o los mexicanos pero detecté más que un uso, un abuso del estereotipo. Además, los encontré vulgares y sosos, pero tal vez es sólo porque no coincidimos en tipo de humor (hasta Mister Bean me hace reír más, aunque tal vez sea porque casi no habla).

Como una cuestión de principios (porque siempre es bueno tenerlos, aunque sean unos cuantos) creo que los estereotipos no deben ser desplegados, sino discutidos públicamente. No creo que las generalizaciones de un grupo o de un tipo de gente deban de ser prohibidas ni mucho menos, porque en ocasiones algo de verdad encierran y aun cuando no, son bastante divertidas. El humor, seamos honestos, es también un valor social (y éste es otro principio que tengo). En efecto, hasta las ciencias sociales han sido un montón de estereotipos durante mucho tiempo. Pero también creo en la idea de progreso humano, para el cual el respeto a la diversidad entre nuestras sociedades y en el interior de nuestra sociedad es básico para avanzar (ésta debe de ser la tarde en la que saco a pasear a mis principios). Y para respetar al otro, al que es diferente, lo primero que nos toca es ser cuidadosos en cómo le llamamos, en qué adjetivos les damos, porque las etiquetas que empleamos crean una "realidad social" y esa realidad social puede ser el odio, el desprecio, la animadversión a grupos de personas. Aquí ya estamos hablando de algo serio. El humor es bueno, pero odiar y discrimar no. La línea puede ser delgada o borrosa, pero eso no nos autoriza a desconocer que esa línea existe y que traspasarla puede molestar o hacer sufrir a los demás. Toca preguntarse otra vez entre el cínico "que se aguanten, que le cambien al canal" o pensar en limitar nuestro propio discurso como una manera de hacer efectivo nuestro respeto a los demás.

Habrá quienes defiendan una libertad de expresión que no sea limitada ni siquiera por los discursos de odio ni por las apologías de los delitos. En mi opinión, es válida la posición de la libertad de expresión a ultranza, pero cuando hay espacios para discutir los argumentos y las razones del otro (cuando existen). También es diferente la responsabilidad entre quien habla para sí o su círculo cercano y quien lo hace para un medio de comunicación que puede llegar a millones de personas. La carga ética es muy diferente. Tampoco creo que el hecho de que nosotros usemos estereotipos de los demás nos desautoriza a criticar los que emplean contra nosotros. Por lo contrario, eso nos da la oportunidad de saber que no se siente bonito (la empatía, que le llaman) y que también debemos cuestionarnos los estereotipos que nosotros usamos, cuantimás cuando son negativos. No creo en un mundo en el que todo sea políticamente correcto, qué pereza, pero sí uno en el que hagamos esfuerzos por respetar más al otro (John Lennon no ha muerto... creo). Normalmente la gente se lo merece

3 comentarios:

Mauro Zozaya dijo...

Es interesante conocer el sentir de una persona experta (quiero pensar) en relaciones internacionales pero que a la vez esta íntimamente ligada con uno, lo suficiente como para sincerarse sin miedo a la censura.
Creo, al igual que tú, que los estereotipos no tienen que ser necesariamente ofensivos, por el contrario hasta cierto punto son necesarios ya que engloban las características mas percetibles de nosotros ante terceros (esto es para bien o para mal), sin embargo la actitud de los presentadores británicos cayó en lo vulgar, máxime cuando hacen burla de las autoridades mexicanas. en fin, eso corresponde tratarlo a nuestros políticos esperando que hagan un buen trabajo con las relaciones entre los dos paies.
Por otro lado debemos de tener en cuenta que el "regarla" es una constante que se presenta en todos aquellos que nos jactámos de poder articular palabras, más aún cuando estan llegan a ser grabadas en la era de las comunicaciones.

ANDREA dijo...

Hola, realmente es una delicia leer tus notas, me encanta la forma tan fluida y entendible que tienes de escribir, hasta parece que estuvieras platicando de frente a uno, en verdad sigue asi y pues que sigan los triunfos.
SaludOS.

Anónimo dijo...

bonjour! oye, que te parece el tono que ha tomado la discusion mexique-francia en relacion a la secuestradora? mmm tu opinion de abogado-internacionalista-diplomatico-mexicano-quevivióenfrancia debe ser interesante