viernes, febrero 18, 2011

¿Juay, juay de risa?

No sé qué tiene el ridículo ajeno que causa morbo. ¿Morbo? Sí, morbo entendido como interés malsano por personas o cosas (la RAE dixit). Porque la llamada pena ajena no es más que comedia con un dejo de remordimiento, por la incomodidad que nos causan los pocos escrúpulos que nos quedan y que nos hacen sentir mal por burlarnos malsanamente del otro. Pero-mas-sin-en-cambio, el ridículo ajeno nos da mucha risa. No vayamos muy lejos, no hay nada para soltar una carcajada destornilladora como ver caerse (físicamente) a una persona. Si el lugar está lleno de gente que atestigua el vergonzoso evento, aún más. Ahora mismo me estoy carcajeando frente a la computadora, por acordarme de la vez que una de mis amigas (cuyo nombre evitaré mencionar por fingir que todavía me queda algo de decencia) se cayó frente a toda la comunidad estudiantil el primer día de clases en la escuela secundaria. El día en que todos empezábamos a hacernos un nombre en la jungla despiadada de adolescentes hormonales y pubertos que sin la más mínima misericordia aprenden a usar con maestría la poderosa arma social de la burla. Fue justo al tocar el timbre para la formación inicial. Todo el universo (es decir, el conjunto significativo para la estadística) estaba ahí y fue ahí en ese espacio crítico donde se deslizó como jugador de beisbol urgido por anotar una carrera. Para colmo de males, alguien le gritó "safe" (como si, en efecto, hubiera podido anotar la carrera con la barrida) mientras se sacudía el polvo del uniforme, se revisaba las manos para hacer un recuento de las heridas y abstraía su mente para tratar de olvidar que todo mundo estaba viendo y, no pocos, riendo.

Si uno lo mira fríamente, reírse de la caída ajena parece producto de la maldad humana más depurada. Pero, podríamos aventurar, es la propia naturaleza humana la que hace un lado el sentimiento de la compasión, en parte porque la compasión hace sentir más vergüenza. La risa depura el ridículo pero, al final, reírnos del ridículo ajeno no es más que un interés malsano, aunque socialmente legitimado. Una vez habiendo reconocido mis culpas, procederé a explicar el título de la entrada, que es uno de los últimos escarnios que tiene a un país (por lo menos a una de sus generaciones) riéndose de un pobre hombre que está en la antesala de la senilidad pero que sigue instalado al frente de los micrófonos del noticiero más visto en México. El nombre, Joaquín López Dóriga. Los méritos, haber entrevistado a Santa María de Todo el Mundo. La última entrevista, Anthony Hopkins, sir Anthony Hopkins. El entuerto, que no se oyera el micrófono del traductor simultáneo que tenía que interpretarle la entrevista a Hopkins. La mala idea, que a López Dóriga se le ocurriera que podía improvisar con su inglés de Harmon Hall (o de escuela rural, vaya usté a saber). El resultado, ¿juay, juay de Rito? en sustitución de Why the film's name is The Rite? o algo parecido.

Ver al principal presentador de noticias haciendo el ridículo en televisión nacional y convirtiéndose en el centro de las burlas de las redes sociales ipso factamente, no deja de dar un poco de penita. Y mucha risa. Es que ya nadie respeta las canas ni tiene consideración de que en su juventud no era el inglés sino el latín la lingua franca. Teniendo en cuenta esos elementos, todavía cabe preguntarnos, ¿entonces, juay? ¿juay da risa? :P

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por buscarle mangas al chaleco.

Anónimo dijo...

Danos, si te place, algunas de tus ideas, con la armonía con que bien sabes hacerlo y que a tus lectores gusta tanto, sobre lo que acontece en el mundo árabe y los alrededores. Sigue, por favor, la comciencia y la acción de jóvenes que han tenido el valor de pedir libertad, una vida digna y el derecho a la búsqueda de la felicidad en un contexto plagado por dictadores y opresores de la civilización de los pueblos. No dejes fuera, por favor, y he de insistir en los medios que utilizan tanto unos como otros, hombres que quieren la libertad y hombres que buscan oprimir al semejante. Ejemplifica con héroes y con villanos de qué se vale el hombre para prevalecer, según sea el caso. Observa a los que observan más allá de las fronteras, que sirva para sondear los temores y la esperanza de unos y otros. Dinos, por favor, alguna razón, tentativa, por la cual las ideas y los vientos de libertad se han propagado tan rápido por ese mundo del desierto. No dejes de lado a los hombres que han escapado y se han negado, a pesar de comer el pan de la mano de los opresores, como esos pilotos que se han negado a masacrar a sus hermanos libios. Podrías decir también por qué occidente a cerrado los ojos por tanto tiempo ante esta parte del mundo provista con tantas injusticias. Añade y quita la estructura anterior según te aconseje tu prudencia, pero que eso no sea pretexto para explicar, en la medida de lo posible, por qué hemos llegado a tanto. Tira tu flecha muy alto para que termine en un lugar adecuado, sin dejar de reconocer que las fuerzas no son tuyas. Deja, por favor, por favor, a López-Doriga y el maní.