miércoles, noviembre 24, 2010

De dientes y otras manifestaciones de orgullo

El autoestima es como una plantita que hay que regar y abonar para que siga floreciendo o, ya de perdida, para que no se marchite. Para hacerlo, yo voy por la vida buscando esos pequeños detalles que contribuyan a henchir de orgullo mi pecho. Cuando estaba en la escuela era más sencillo, una alta calificación o un "muy bien, Rafaelito" después de una exposición en clase era más que suficiente para sentir que ahí la llevaba. Por otra parte, en el campo de la galanura no he cosechado muchos logros, más bien he cosechado unos cuantos y más bien forzados. En realidad, en el campo de mi galanura escasa he debido reponerme de afrentas a mi ego estético, en varias ocasiones como cuando una peluquera me dijo cosas como "si no es usted feo" (¿qué necesidad de aclararlo, opino yo, si no va a hacer el favor completo de decir que le parezco guapo? Ninguna, ya eso está discutido), o cuando el cacahuatero critica la palidez de mi piel y me recomienda que tome el sol para no morir de raquitismo.

Entonces, ya hemos convenido (yo e hipotéticos lectores que hipotéticamente estarán de acuerdo con lo convenido) que no hay que perder oportunidad para alimentar el autoestima. Por esta razón, haré especial énfasis en publicar que mi dentista me dijo la semana pasada que tengo unos dientes formidables. Quienes me conozcan personalmente sabrán que de ninguna manera pudo referirse a que sean blancos como perlas, o que tengan la forma perfecta de una sonrisa Colgate. El color y diversidad de formas de mis dientes no son, ni remotamente, incuestionables. Pero ahondó mi dentista, mientras me tenía con la boca forzadamente abierta, un gancho entre los dientes y las encías sangrando como un Cristo, que no tengo ni he tenido nunca una sola caries, ninguna reparación, ni nada parecido y que eso, a mi edad (aquí sonó un poco feo el argumento) era una verdadera excepción. Tener esa salud dental a los treinta años casi me asegura llegar a los sesenta con "todos los dientes en boca", lo cual no suena tan bonito pero considera el dentista que es lo mejor que a una persona de sesenta años puede pasarle (yo me inclinaría más por tener sanos la próstata y los esfínteres). El dentista siguió arengando, mientras yo hacía gárgaras y sonidos desagradables con mi saliva arremolinada en mi garganta, que tener esos dientes espectaculares sólo podía deberse a una excelente higiene dental y a unos dientes que naturalmente están hechos a prueba de todo (el lenguaje florido lo añadí yo, si se me permite la licencia literaria).

Lo de la excelente higiene dental no están ustedes para saberlo, ni yo planeo abundar en cosas tan íntimas como el cepillado de mis dientes, pero no es tan así. Mi primera limpíeza dental me la hice a los 27 años, cuando también me dijo el dentista que tenía unos dientes fuertes como un toro y sanos como un toro sano. El cepillo dental y yo tenemos una relación que tampoco ha sido tan larga como debiera, del hilo dental me hice amigo muy recientemente y el enjuague bucal lo desprecie durante muchos años. De todo lo anterior se desprende que la única causa de mi fortaleza dental no es profiláctica sino genética o, para decirlo más elocuentemente, tengo unos genes dentales de rechupete, dignos de envidia y admiración. Así como mis genes me predispusieron a tener la vista de un topo, el oído de una pared y las pantorillas de un gorrión, en materia de dientes llegué primero a la repartición genética y agarré los mejores.

Así, con estos pequeños detalles, con esas tal vez insignificantes menciones, voy construyendo día a día un autoestima que se supone me protegerá de complejos con nombres feos y afecciones mentales que tal vez ni tengan nombre, de la misma manera que mi fluorurado esmalte ha protegido mi dentadura todos, tooodos los años que he vivido.

2 comentarios:

Yayo Salva dijo...

Ya ves, amigo, siempre hay algo por lo que uno destaca. Los demás serán más guapos pero, a la larga, mellados.
Me alegro mucho de leerte. Hacía demasiado tiempo que no me daba una vuelta por los blogs amigos.
Un abrazo, Rafa.

OJ Gonzalez-Cazares dijo...

a ves??? si yo siempre lo dije! Esa coca cola tiene propiedades calcificantes y conservadoras ;) - si no somos feos mi Rafa, somos de belleza exotica, sutil y discreta ;)