martes, octubre 05, 2010

Mi nana Carmela

A veces uno cita de los grandes pensadores de la humanidad los conceptos que los hicieron famosos, cuando en realidad no los aprendimos de ellos sino de nuestro contexto más inmediato. Por ejemplo, mi nana Carmela me enseñó el asunto de la relatividad de una manera mucho más fácil de entender que con las fórmulas cuánticas de Einstein cuando decía "Es muy joven la Balbina... sólo tiene 82 años". Claro, como ella tenía 84 cuando le oí manifestarse sobre la juventud de la Balbina, esa era una cuestión relativa a la edad del que la juzgaba y no un asunto que admitiera absolutos.

También me enseñó que en la comunicación (como en el arte) importa más la impresión con la que se quede el receptor que la idea que el emisor haya querido transmitir. Y esto lo aprendí en una sosiega mañana veraniega de mi infancia, seguramente de sábado, cuando llegó la María Beltrán a visitarle. Estaban ambas sentadas cada una en una poltrona del corredor lleno de plantas de mi nana, cuando la María Beltrán, que siempre recuerdo con un gran sombrero de paja que usaba para no asolearse ya que se la pasaba del tingo al tango entre las calles de Huásabas y Granados, le preguntó con un tono sereno: "¿Los lunes vas, Carmela, al cementerio?". A lo que mi nana respondió: "No, María, voy los lunes". Ya para entonces yo puse cara de desconcierto, como que aquello no estaba teniendo mucho sentido. Y luego la María siguió meciéndose muy tranquilamente en la poltrona y con su sempiterna tranquilidad bucólica agregó: "Ah, fíjate, yo creí que ibas los lunes". Mi cara infantil lo fue también de desconcierto, pero ambas viejitas medio sordas se quedaron muy satisfechas con su conversación, cada una con una idea diferente de la visita de mi nana al cementerio (para arreglar la tumba de mi tata, por si se estaban preguntando el motivo). Cada quien con una idea diferente, pero ambas satisfechas. Y esa fue otra gran enseñanza.

También me enseñó grandes cosas sobre el amor y la íntima relación que éste guarda con la practicidad. Esas cosas las aprendí meditando su gran afición por los gatos, siempre y cuando no fueran negros. Su amor por los felinos era debido no a sus características intrínsecas, no al gato mismo, sino al hecho de que mataban a los alacranes. Pero, además, no amaba a los gatos negros porque con su vista ya cansada no los podía ver cuando anduvieran cerca de sus pies, lo que le podría causar un "resbalón de muerte". Así, aprendí que no hay amor sin interés y que no se ama lo que nos pueda causar resbalones de muerte y creo que esa enseñanza es de gran utilidad para las almas de los cínicos.

¡Era una sabia mi nana Carmela!

5 comentarios:

Raquel Barceló Durazo dijo...

Fabuloso!!!!
Me encantó! como siempre

OJ Gonzalez-Cazares dijo...

Esa anecdota de la visita al cementerio los lunes (o los lunes?? no, los lunes) ya tenia el gusto de haberla oido de tu viva voz y siempre me ha encantado!! Era sabia tu Nana Carmela mi buen Rafa!!

Paco Bernal dijo...

Hola Rafa!

Me has alegrado la mañana :-)

Un abrazo

Juan Luis dijo...

Qué bonito...y cuántas verdades. Los grandes pensamientos, el saber más práctico y universal nos rodea en nuestra rutina.
Un abrazo

RBD dijo...

Hermana:
Gracias, tú sí te sabías las tres anécdotas.

Olga:
Sí que lo era, creo que se hubiera llevado muy bien con las Gastélum si hubieran compartido época y lugar, jeje.

Paco:
Me alegra haberlo hecho, sobre todo considerando que leerte me ha alegrado muchas mañanas y también tardes. ;)

Juan Luis:
Sí, sí, hay que estar siempre con los ojos bien abiertos, sobre todo al platicar con la gente de edad, que tienen frases muy bien condensadas que aplican útilmente a muchas situaciones.

Abrazo a todos,

Rafa