miércoles, septiembre 17, 2008

Washington, D.C.

No, no se trata este artículo de ninguna opinión no solicitada sobre la política exterior estadounidense, como podría inferirse de su titulo y vale más aclararlo antes de perder a los potenciales lectores no interesados en la materia. Digo que no, el título únicamente refiere a que la pata de perro que obra como brújula de mi vida me llevó esta vez a la capital de los Estados Unidos de América. Fue, curiosamente, la razón de este viaje, el celebrar la independencia de México, justamente ahí en la capital del país del cual ahora somos más dependientes los mexicanos. Pero bueno, tampoco hay que ponerse susceptibles porque no está uno siempre para andarle escarbando a los simbolismos. En realidad, el asunto es que con motivo de los festejos patrios de la independencia nacional - que se celebra el 16 de septiembre - hubo una excelente oportunidad de formar lo que se conoce como puente y así tuve la dicha de poder hacer un viaje relativamente largo - casi cinco horas en avión de ciudad de México hasta allá -. La causa real de la elección de mi destino fue la invitación constante que había venido haciendo mi amigazo del alma, Marcos Moreno, conocido en el mundo angloparlante como Marks Brown, quien estudia nada más y nada menos que en Georgetown University (agréguese tono de orgullo y admiración, jeje).

El caso es que conocí Washington, después de mucho tiempo de haber querido hacerlo y la impresión fue muy buena. Es una ciudad, como todos lo sabemos, capital del imperio de nuestros días, por lo que está llena de íconos que forman parte del imaginario colectivo de una gran parte de la población mundial. Y como ciudad imperial que es resulta muy interesante contemplar los monumentos a sus instituciones más importantes: la Casa Blanca, el Capitolio y la Suprema Corte, sedes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial estadounidenses, respectivamente. Y no sólo a las instituciones sino también a sus propios héroes, símbolos y valores: el Lincoln Memorial, los Archivos Nacionales que resguardan su Constitución y la Declaración de la Independencia, o el monumento a Washington (también conocido como el Obelisco) que debo haber visto antes en cinco mil películas.

Pero, además de capital de EUA, la ciudad es sede de algunos de los organismos internacionales más importantes en el tramado de las relaciones entre las naciones, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organizacion de Estados Americanos que han, todos ellos, configurado la realidad mundial a partir de la segunda mitad del siglo XX (para bien o para mal, que prometí reservarme mis opiniones no solicitadas sobre política exterior). Sin dejar de mencionar que ahí tienen también su asiento cientos de embajadas de prácticamente cualquier país del mundo (Cuba e Irán, evidentemente excluidos). Todo esto, le da a la ciudad una población muy cosmopolita que puede fácilmente distinguirse en la ciudad.

Washington tiene, además, muchos museos muy importantes, como la National Gallery of Art, el Museo Nacional del Aire y del Espacio, el de Historia Natural, el de Historia Estadounidense y toda una larga lista de museos, galerías y hasta un zoológico que pertenecen a la Smithsonian Institution, la mayoría de los cuales están localizados en un área que se conoce como National Mall, al centro del cual está el Obelisco, y alrededor (en forma de cruz) el Capitolio, el Lincoln Memorial, la Casa Blanca y el Jefferson Memorial. Esto es lo que se refiere a grandes monumentos pero también es lindo contemplar algunos barrios que tienen un encanto particular, como Adams Morgan o el propio Georgetown que son realmente fascinantes. En particular, este último barrio es fascinante, con un aire muy tranquilo, provinciano hasta cierto punto, pero a la vez cargado de restaurantes y tiendas con mucho estilo que le dan un aire muy distinguido.

La mayor sorpresa para mí fue el clima de la ciudad que yo había asumido sería fresco o hasta frío a esta altura del año, porque así me imagino yo todo lo que queda al norte. Sin embargo, resultó todo lo contrario pues la ciudad más bien tiene un clima subtropical y es extremadamente húmedo y caliente durante el verano y, claro, como septiembre todavía es oficialmente verano pues el sudor fue mi compañero inseparable del viaje.

Como todo viaje lindo tuvo experiencias muy satisfactorias, entre ellas convivir con los compañeros de maestría de Marcos, con los que pude sin ningún pudor expresar mis opiniones no solcitidadas sobre política internacional, que es lo que estudian. Además de recorrer los museos, platiqué con algunos locales que viven contentos en su ciudad a la que consideran justamente muy liveable, o sea, muy vivible y con los cuales estuve de acuerdo. También tuve la dignísima ocasión de festejar el grito de Independencia, que dirigió nuestro embajador ante Estados Unidos, Arturo Sarhukán, en la sede de la OEA (Organización de los Estados Americanos), que está ahí casi junto a la Casa Blanca, para que no quede mucha duda de quién manda en el continente. Fue una linda experiencia, porque aparte de que hubo botanitas mecsicanaus gratis y tequila y cerveza Corona y hasta horchata enlatada (faltaron los Jarritos), sigue siendo emocionante gritar ¡Viva México! y que vivan los héroes de la Independencia (que por cierto son todos los que perdieron los que de acuerdo a la costumbre se proclaman esa noche, con excepción de la selección nacional). Es más, hasta tuve la oportunidad de reclamarle su antipatriotismo simbólico a un funcionario de la embajada que nos contó que ya se iba a cenar un gazpacho, porque ¡por vida de Dios! que cenar gazpacho justo el día que celebramos la independencia de España me parece a mí, verdaderamente, una afrenta, jajaja.

Y así puede resumirse mi viaje, si de lo que se trata es de evitar palabras: caminar, sudar, visitar, sudar, platicar, comer, cenar, caminar, sudar, disfutar, sudar, volver, dormir y despertar a las cinco de la mañana del día de hoy para recuperar mi sacrificada rutina para tener ingresos para poder hacer viajes y caminar y sudar y disfrutar.

3 comentarios:

CRISTINA dijo...

Qué bien leerte de nuevo, Rafael.
A mí, Washington me pareció una ciudad bastante aburrida. Quizás es que la visité después de estar en NY y claro, no hay color...
Eso sí, en cuanto a lugares míticos, uno tiene muchos a dónde acudir. Me impresionó especialmente el cementerio de ARlington...me impresionó mucho.

Besos.

Lupit@ dijo...

Yo no he tenido la oportunidad de estar en Washington, pero al leer tus notas, siento como si me hubiese asomado en ese espacio.

Paco Bernal dijo...

Hola Rafa!
Veo que has sudado mucho en Washington jejeje.
Qué envidia un viaje así. Y lo del funcionario, pues es verdad !Im-per-do-na-ble! ¿A quién se le ocurre no hacer patria en un día así? jajaja Lo que pasa es que el gazpacho es muy bueno para "la calor"...Muy fresquito...En fin.
Un abrazo transoceánico,
P.