jueves, agosto 31, 2006

Mi vida en Nueva York

Bueno... no sé cómo vaya a ser, pero estos dos días iniciales han estado muy bien, mucho mejor de lo que esperaba. Todo inició muy bien, mi papá, Paty y mis hermanitas me llevaron a Phoenix y creo que esa noche en el hotel será la última vez en mucho tiempo que dormiré en un colchón digno de ese nombre. Ahora me espera una deliciosa e incómoda vida de estudiante que ya les iré describiendo poco a poco.

El día que me dejaron en el aeropuerto me despedí conteniendo cualquier expresión sentimental que pudiera dejar intranquila a mi familia y no fue cosa fácil ocultar el nudo en la garganta cuando vi a Miriam secarse una lágrima que se escapó del estoicismo de los Barceló, supongo que porque se impuso lo Durazo. Cada vez evito más las despedidas, no me gusta sentir que me estoy yendo y pensar que pasará mucho tiempo sin ver a alguien a quien quiero. Prefiero no pensar, "echar el cuerpo al agua", como dice el dicho. El vuelo no tuvo complicaciones, volé por Continental que se supone es lo mejorcito en aerolíneas estadounidenses. Después de este vuelo diría que no distinguí dónde estuvo lo mejorcito, porque excepción hecha de que me dieron pizza y ensalada de comida, no noté mucho la diferencia. Hice escala en Cleveland, Ohio, así que cuando llegué ahí me dirigí a la puerta en la que se anunciaba mi vuelo. Cuál sería mi sorpresa cuando me asomo por la vitrina y voy viendo el avión. Parecía la versión Hot wheels de la aviación contemporánea, el hermano menor de la familia Avión, un verdadero helicóptero sin hélices. Con decirles que no cabía bien si me paraba derecho, así que me jorobé cual buitre, me senté, me puse el cinturón y me sentía en Toy Story. Cuando el avión estaba a punto de aterrizar cruzó los densos nubarrones y pude ver Nueva York, tan magnánima, tan vertical, tan atiborrada como siempre se presenta. Mi llegada no fue tan glamourosa como había pensado, porque en lugar de llegar a un enorme aeropuerto, lleno de top models y hombres de negocios hablando por celular, llegué al final de una pista que no era fácil de distinguir con el patio trasero de una fábrica de taiwaneses. Y yo que tanto había imaginado que al llegar a NY sonaría en mi cabeza la voz de Frank Sinatra interpretando New York, New York… no se me venían a la cabeza más que canciones de Puff Daddy (o como quiera que se llame ahora) o ya de plano Jenny from the Block de Jennifer López. En fin, con todo y eso estaba contento y seguí constatando que soy un hombre con suerte, pues el autobús que tomé para ir a Manhattan, donde está el hostal al que llegué las dos primeras noches, tenía la última parada a dos cuadras del hostal. Así que ni siquiera tuve que tomar taxi. Claro que tampoco me veía muy glamouroso caminando por Broadway con la cara empapada de sudor y maletas colgando de todas partes, pero en fin, ya me había pasado por la Ópera en París y digamos que soy un sinvergüenza y no me apena no parecer un clásico millonario porque, pues, no soy ni clásico ni mucho menos millonario, así que What the f#$%!

Mis primeras impresiones de la ciudad son: los neoyorquinos tienen muy buen carácter, el sistema del metro es algo confuso, la ciudad te puede hacer caminar por 14 horas consecutivas sin que te des cuenta y hace mucho más calor del que hubiera imaginado. Empecemos con lo del carácter del neoyorquino. Podemos decir sin problema que el estereotipo no les favorecía, así que mucho me temía que al llegar la gente se la pasara gritándome, empujándome o haciéndome sentir un insignificante y estorboso newly arrived. Pues nada de eso ha pasado, sino todo lo contrario. En tres días ya había recibido dos veces la muestra de cortesía urbana que es como la cumbre de la decencia. Estaba parado batallando con un mapa que se resistía a decirme dónde estaba y hacia dónde iba, mientras el viento me traía de un lado para otro tratando de extenderlo. En eso llega una chica en ropa de hacer ejercicio y un cuerpo que confirmaba que sí lo hacía y me preguntó espontáneamente cómo podía ayudarme, dándome (aparte de su hermosa sonrisa) las instrucciones para llegar al lugar que buscaba. Wow!!! Lo repito, soy un hombre con suerte. La otra persona que me ofreció su ayuda fue el Sr. Rockefeller, jaja, bueno, así lo apodé porque era un señor ya entrado en años, anglosajón, vestido muy elegante y con una esposa que se notaba vestía de marca, incluidas varias marcas de cirujano en su restirada cara que pese a eso también me ofreció una cálida sonrisa. Ademas, ya van cuatro días llenos de trámites y transacciones interpersonales y aún nadie me ha tratado mal: no gritos, ni insultos, ni empujones. Al contrario, la gente en la universidad me ha tratado mucho mejor de lo que su puesto les exige. Sonreír y ser cortés ha sido la moneda corriente que he encontrado por todos los lugares y oficinas en las que he estado.

Ahora le toca al metro. No podría decir que sea difícil en sí mismo, porque cuando entiendes el sistema todo parece más claro, pero llegar a entenderlo no es cosa de un día o dos. Además, no parece metro, parece que estuvieras tomando el tren, pero con todo, las estaciones tienen su encanto particular. Todo iba saliendo muy bien pero el domingo, como a las once de la noche tomé el tren y por no entender bien cómo estaba lo de las rutas, no me dirigía hacia el hostal sino que terminé en Harlem a esas horas de la noche. Pues como afortunadamente la ciudad nunca duerme, aproveché para que otro tren me llevara de regreso a donde tomé el tren y volver a empezar la ruta, pero ahora fijándome que fuera el tren adecuado (porque a lo que no estaba acostumbrado es que en la misma vía pasen tanto trenes adecuados como otros que no necesariamente lo son y que tienes que averiguar antes de subirte)

Lo del clima fue otra “agradable” sorpresa. Hace bastante calor así como para sudar mientras caminas, porque además la ciudad es muy húmeda porque está rodeada de agua. No tengo aire acondicionado en el dormitorio, así que por las noches es más caliente de lo que quisiera. Ha estado lloviendo, pero eso no ha sido impedimento para seguir conociendo la ciudad y mientras mis zapatos no desistan de estar mojados por dentro y por fuera todo el tiempo (no sé porqué pero siempre les entra el agua, voy a tener que conseguirme unas botas de regar o si no saldré con unas bolsas de supermercado amarradas, aunque creo que en la última temporada no salieron en GQ, jaja). Pero en fin, la gente aprovecha muy bien el buen tiempo: salen a correr en los parques y se asolean en las azoteas, jajaja.

Había muchas cosas que sabía que eran excepcionales de NY: su diversidad, su ritmo de vida cosmopolita, lo alto de sus edificios, lo caro que está todo, en fin… pero hay otras cosas que no esperaba que fueran así y que me tienen con el ojo cuadrado. La experiencia hasta ahora ha sido formidable, estoy como cuando te acabas de enamorar y todo lo ves hermoso. Probablemente en otra etapa cambiaré mi actual ritmo de vida por un colchón posturopédico, pero ahora, sin duda, me quedo con mi colchón de hule espuma que viene acompañado con tertulias con un chico de Serbia, una chica de Tahití, que no está todo el tiempo bailando tahitiano, el cónsul de Costa Rica en NY, que me encontré en una fiesta de la escuela y platicaba como cualquier mortal que es; jugar volley ball con unos chicos afroamericanos con vista a la estatua de la Libertad. En fin, convivir con japoneses, chinos, nepalinos, europeos, indios (de la India), o alguien de república de Georgia, Ucrania, latinoamericanos pa’ tirar pa’l viento y hablar español a gusto (bueno a los dominicanos no les entiendo una palabra, pero no importa, son simpáticos). Definitivamente, NY no es propiamente una ciudad estadounidense, es una verdadera ciudad del mundo y estoy ansioso por aprender todo lo que quiera enseñarme.

3 comentarios:

Yayo Salva dijo...

Echaba de menos tus historias, Rafa. No soy un forofo de Nueva York; más bien diría que, en general, me parece una ciudad incómoda (hablo de la Big Apple). Pero reconozco sus virtudes cosmopolitas y su atractiva "vidilla" cultural. Tu narración me está llevando de paseo por NY.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Me da gusto que vuelvas a escribir nuevamente, ya te extrañaba. Ahora espero que ya no nos abandones tanto.
Saludos

Dalia dijo...

N.Y. promete, al menos, desde tus ojos. Ya me relamo de pensar en las jugosas entradas de blog en las que nos contarás de tus aventuras y desventuras en la Babilonia moderna. Este anticipo de tus primeras impresiones ha sido, de hecho, de lo más entrenido. Seguiré viajando virtualmente contigo, no lo dudes.
Un abrazo.