A falta de cosa mejor que escribir y para demostrar que en este blog la única religión es el desvarío, les dejaré la biografía de una de las heroínas de la Independencia de México que más me ha llamado siempre la atención. Digo, es mi manera muy particular de celebrar el omnipresente Bicentenario del inicio de la independencia de México y si Alex Syntek pudo sacar una canción conmemorativa (horrible), por qué este humilde blog no va a poder contribuir con su granito de arena. Escogí la biografía de Doña Josefa Ortiz de Domínguez, primero, porque de niño me impresionaba mucho su molote (su chongo, su peinado) que la hacía lucir como estricta directora de escuela. Luego, oír su nombre me daba escalofríos porque nomás de escucharlo, tan sonoro él, sentía la necesidad de pararme derechito, sobre todo porque siempre se antecedía por ese rimbombante "doña" que en Huásabas no se usaba más que para nombrarla a ella y yo no había visto su uso más que en el Mío Cid o en Don Juan Tenorio. Además, porque la mujer se apellidaba Ortiz, que era el segundo apellido de mi madre, lo cual la convertía en algo así como mi segura pariente, convirtiéndose éste en el único vínculo que yo tenía con los próceres nacionales, porque a Juárez, ni nombrarlo, era jacobino y no muy bien aceptado en una familia tan católica como la mía.
Los datos los tomé de un libro de 1910, así que si la investigación histórica hizo alguna mejora o descubrimiento de ese tiempo para acá, la veracidad de lo dicho puede sufrir serios descalabros. Venga pues, los dejo con algo de la enigmática señora de molote alto.
Esta ilustre heroína de la Independencia de México nació en 1768 en Valladolid (hoy Morelia). A una edad temprana se convirtió en huérfana de madre, por lo que quedó a cargo de su hermana mayor, mudándose a la ciudad de México.
Estudió en el Colegio de las Vizcaínas, de donde salió dos años después para casarse con el abogado Miguel Domínguez. Su esposo fue nombrado Corregidor de la ciudad de Querétaro, cargo en el que Josefa lo ayudó incluso a resolver asuntos delicados pues era una señora talentosa y muy decidida.
Se cree que participó desde 1809 en las conspiraciones que iniciaron en Valladolid (hoy Morelia) e invitó a ellas a su esposo, quien desempeñaba una función que dependía de la Corona española. Fue una de las grandes colaboradoras de esta conspiración y participó fervientemente incluso enviando cartas hechas con recortes de palabras impresas en los diarios, pues sabía leer mas no escribir.
Cuando se dio cuenta de que la conspiración había sido descubierta, aunque su esposo la encerró con llave para que no cometiera ninguna imprudencia, se las averiguó para que un mensajero diera aviso a Ignacio Allende. Esto hizo que se adelantara el levantamiento en el pueblo de Dolores a la noche del 15 de septiembre de 1810 y que no se frustrara esta conspiración, como había pasado con otras anteriores. Un día después fue detenida junto con su esposo y liberada tiempo después cuando su marido fue restituido en el puesto que ocupaba. Estas mortificaciones no impidieron que doña Josefa siguiera haciendo propaganda a favor de la independencia, lo que convirtió a Querétaro en un foco de la insurgencia. En 1813 fue recluida en un convento y liberada después por motivos de salud, para volver a ser encerrada en un convento en 1816. Cuando sobrevino el imperio de Iturbide la nombraron dama de honor de la Emperatriz Doña Ana, cargo que se negó a aceptar. Participó con sus opiniones algunas veces más en la vida política del recientemente creado Estado mexicano, hasta que murió en 1829.
¡Y que nos quedamos sin Doña Josefa!
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