La discusión del tema de las redes sociales se ha vuelto de un tedio insoportable. Que si por nuestra información en Facebook nos exponemos al secuestro (si FB realmente exhibiera nuestros estados financieros creo que la gran mayoría podríamos irnos despreocupando de ser víctimas de cualquier delito del orden patrimonial). Que si el número de seguidores en Twitter determina tu éxito social. O que si publicar tus nimiedades en un blog hacen desaparecer la privacidad o exponen tu intimidad al acecho de las mentes malintencionadas. Son cuestiones que no tienen otra justificación que el choque que produce la novedad. Nada ha cambiado realmente el fenómeno del chisme, tan antiguo él, tan humano, tan presente en nuestras comunidades desde tiempos inmemoriales. El chisme es tan viejo o más como el que dicen es el oficio más viejo del mundo, que no osaré mencionar por su nombre por no molestar a la moral ni a las buenas costumbres de nadie. Lo único que ha cambiado es la forma en la que viene envuelto, la facilidad del acceso que redujo las barreras que imponía la distancia y que todo sea en electrónico. Pero todos seguimos viviendo en días de 24 horas, 8 de las cuales se supone deberíamos estar durmiendo y, en mayor o menor medida, todos seguimos teniendo lo que llaman principios, pero que a veces son sólo finales. Mientras esas dos cosas no cambien, tampoco podrá cambiar mucho la sociedad.
Lo único que me tiene consternado por el destino de la humanidad (hipérbole evidente) es el éxito reciente de lo que se llama microblogging. Es decir, compartir mensajes que no pueden tener más de 140 caracteres (unas 28 palabras). Digo que el éxito de ese famoso microtexteo (Si se me permite la aventurada traducción) me preocupa, porque yo nunca he sido bueno para la brevedad. La considero una virtud (sobre todo cuando escucho un discurso o leo un oficio) pero no todos servimos para profesarla. Pero, sobre todo, me preocupa que mensajes más cortos signifique más personas leyéndolos, pero en detrimento directo a la profundidad de lo dicho. No es que todas las ideas requieran de mucha profundidad, pero siempre es bueno saber un poco más de lo que piensa la gente y nunca estorba detallar la justificación de las razones que nos llevaron a decir algo.
Esto que podríamos llamar un abuso del Más x Menos (que consiste en poder comunicarse con mucha más gente o estar en contacto con un número abundante de interlocutores aunque les debamos dedicar menos tiempo a todos) termina teniendo, además de algunas ventajas, el efecto perverso de hacer la comunicación necesariamente más superficial. Por la simple y sencilla razón antes expuesta de que el día tiene 24 horas, dormimos 8, trabajamos otras 8, comemos en 2, nos transportamos en 1 y además tenemos que ir al gimnasio para que nos digan que nos sobra o nos falta peso y que tenemos las rodillas chuecas (proyección del autor). En fin, que tiempo para dedicarlo a comunicarnos con los demás nos queda poco y desde segundo o tercero de primaria que nos enseñaron esa horrible operación matemática llamada divisiones (tan bélico el término) es fácil saber que si ese tiempo lo divides entre un número muy grande no te da la vida más que para decirle a cada quien "hola" o tal vez "hi" para ahorrarnos un par de letras.
Así, por ejemplo, anteriores blogueros se convirtieron en twitteros y no veo la hora de que nos llegue la Contrarreforma para que vuelvan a donde estaban, porque yo extraño a algunos que se cambiaron del texto al microtexto (o nanotexto) y claro que aún dicen cosas que son muy graciosas en menos de 140 caracteres, pero han dejado abandonados, o casi, sus añorados blogs. Esta profesión de escribir dicen que es muy ingrata, así que no culpo a los que el cambio tecnológico les haya venido bien y en vez de arengar ahora hayan optado por microarengar, pero que lo sepan que aunque microleerlos es simpático, cuando a uno le gusta lo que escriben es "más mejor" macroleerlos. He macrodicho.
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1 comentario:
Hola:
He estado de vacaciones y me llevará un tiempo ponerme al día, pero esta entrada me parece fenomenal. Creo que el microtexteo amenaza seriamente con convertirnos en criaturas orwellianas. No me parece que se pueda decir nada inteligente en un número tan chico de caracteres.
(obviamente, yo también espero la Contrarreforma).
Un abrazo
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