Como su título lo indica, he aquí una entrada sin punto, dedicada a hacer operativo mi más reciente -y antiguo- propósito de no dejar abandonado mi blog por periodos tan largos:
Mi vida es un desastre, hay que admitirlo. El orden ha dejado de ser no digamos una prioridad, ni siquiera un criterio. Me encantaría poder regirme por un programa sereno que me permita realizar todas las actividades que considero importantes para no terminar con la frustrante sensación de incompletitud. Varias veces me lo he planteado y he tratado de cambiar (como Lupita D'Alessio, pero menos intenso) siempre para encontrarme con que hay un gran obstáculo para ello: la vida social. Eso es lo que viene a poner el desorden en el ya preexistente conato de caos.
Les adelanto que la causa de que la vida social cause esos desajustes tan desproporcionados es mi imposibilidad genética a decir que no. Tan sano que es un simple no, tan oportuno, tan prudente. Pero resulta que, al parecer, yo nací físicamente impedido para negarme a cualquier invitación, solicitud, requerimiento que tenga como fin el inicio o la obstinada continuación de la convivencia. Soy, en términos vulgares, un "facilote" de la vida social (he dicho social, no se confundan, que tengo un prestigio que cuidar).
Este rasgo de mi personalidad, debo decir, me ha granjeado muchas satisfacciones a ritmos muy constantes y ha llenado mi memoria de momentos agradables, de manera que no puedo quejarme; sin embargo, mis horas de sueño -que deberían ser sagradas- son las principales víctimas y suelen absorber los daños colaterales (publicados a través de las ojeras, que me hacen parecer uno de los locos Adams). La vida social desenfrenada también me obliga a desaparecer mis ya de por sí esporádicas visitas al gimnasio, mis entradas en el blog e, incluso, mis ratos de lectura. Cuando la cosa se pone intensa, ni siquiera me da la oportunidad de ver películas o series tirado en la comodidad de mi cama. No exagero cuando digo que hasta las visitas al baño las reduzco en las épocas en que ando del "tingo al tango" (lo que sea que signifique esta expresión callejera; literal no se la vayan a tomar ya que no he ido ni al tingo -que no sé dónde quede- ni al tango, porque mis caderas y la danza no combinan nada bien).
Todo lo anterior da cuenta de cómo desaparecen uno a uno todos los remansos de serenidad que tengo. Por eso es que el día de hoy dije: ya basta (lo dije con un tono grave como de noticiario alarmista, para ver si así servía de algo). Y para pasar del dicho al hecho (aunque sabemos que hay mucho trecho), decidí irme a mi casa en pleno sábado a las diez y media de la noche. Y heme aquí en un fin de semana cualquiera, tirado en la cama escribiendo una entrada en el blog, mientras las gotas de lluvia golpean mi ventana (no es recurso literario, realmente llueve). Tanta tranquilidad, de hecho, hasta ganas me provocó de ir al baño - ¿lo dije o lo pensé? - lo cual no pienso hacer hasta concluir esta entrada sin punto.
Supongo, en realidad, que mi vida seguirá siendo un desastre y que la vida social no se reducirá sino algún eventual sábado en la noche, pero no está mal esto de decir a veces "ya basta" y tirarse en la cama a escribir una entrada sin punto, boca abajo y recargando la barbilla en la almohada, esperando que el celular no vaya a sonar porque tengo una enfermedad terrible en la voluntad que se llama flaqueza y cuyo principal síntoma es no saber decir que no.
sábado, agosto 29, 2009
sábado, agosto 15, 2009
I am back como Terminator... versión sin músculos ni cables
Siempre es bueno regresar, aunque sea con la cara cubierta de vergüenza por saberme un desobligado con mi blog que tantos placeres me ha procurado a lo largo de estos últimos cuatro años y medio. No es por presumir (bueno, sí) pero esta entrada la escribo desde mi brand new computadora de Apple, que compré casi exclusivamente para sentir que volvía de nueva cuenta a la escuela. El caso es que como siempre había usado Windows, acostumbrarse al sistema de Mac es algo que toma tiempo y, por ejemplo, aún no sé como usar el invento más útil del siglo XX: el ctrl. C y el ctrl. V.
Ahora bien, qué es lo que ha pasado en la vida de Rafa durante este mes de desaparición de la blogósfera. No es que piense que les interese a ninguno de los cuatro lectores, pero considero mi obligación moral darle a esto algo de coherencia cronológica y que mi vida vista a través del cristal de mi blog no parezca una cosa llena de huecos y misterios que ningún Sherlock Holmes se daría a la tarea de atender (básicamente por falta de interés).

La principal causa de mi desaparición es que salí de vacaciones, primero a Miami, luego a Chiapas, luego a Acapulco, luego volví a mi última semana de trabajo en la Suprema Corte y ahora acabo de terminar mi primera semana de formación en el Servicio Exterior Mexicano (SEM para los cuates). En ese tiempo recibí la visita de mi hermana y también de mi sobrino de catorce años, el cual me hizo hacer cosas como subirme a la Montaña Rusa de la Feria de Chapultepec, en el cual oí a mis vértebras decirme insultos que no puedo repetir en este lugar tan decente.
Como siempre ha sido mi costumbre emitiré algunas opiniones no solicitadas sobre los lugares que visité, empezando con Miami que es una extraña mezcla de lo estadounidense con el mundo latinoamericano que realmente hay que visitar. El primer mundo pero tropical. Una ciudad completamente plástica en el que la mayoría de la gente no es que le tengan culto al cuerpo, eso sería decir poco, sino que viven para parecer salidos de las secciones de publicidad de las revistas. Además, playa al fin, todo mundo está completamente bronceado y si yo me siento Gasparín, el fantasma amigable, en cualquier cuidad, ya se podrán imaginar el escarnio colectivo del que podía ser objeto en una playa de arenas blancas en el que me podía camuflajear en la arena con mi color de archivista cautivo. Claro que esta vez fui radical y pasé ocho días tirado al sol tratando de ponerme a nivel de los miamitas (lo cual era imposible) y me enorgullece mucho al final poder decir que estaba "aceptablemente" bronceado y que si se fijan bien todavía conservo algo de ese bronceado (aunque nadie más lo nota que yo, pero no importa para eso tengo el egocentrismo que me resulta tan útil.

No diría que Miami es una ciudad muy interesante, porque es más bien un enorme resort, en el que se disfruta de la playa, las tiendas y la gente guapa en ambiente de fiesta. Sin embargo, fue un viaje muy divertido, con enormes cantidades de mar tibio, de arena, de compras (buena parte de las cuales perdí en el avión de regreso, tema en el que prefiero no abundar por razones de equilibrio mental), de fiesta y de dispendio de dólares en una semana en el que la tasa de cambio se comportó completamente en mi contra, como si me hiciera falta que el mercado internacional de divisas fortaleciera la tendencia de mi movilidad social descendente.

El mismo día que llegué a Ciudad de México de Miami me fui a Chiapas, con parada obligada a mi departamento a cambiar de maleta. Se supone que había un tremendo brote de influenza en ese Estado de la República en esos días, pero bueno me fui acostumbrando a que ni las tasas de cambio ni los comportamientos epidemiológicos se sincronizaran con mis vacaciones. En realidad, nunca vi nada relativo a la influenza y ni esa ni ninguna otra gripa me ha atacado desde entonces. Chiapas es un verdadero paraíso. No se me ocurre otra expresión menos corny para describirlo, pero es que es un lugar genial. Mientras gozaba cada uno de los hermosísimos lugares que pude disfrutar, me recriminaba no haberlos visitado antes, porque no está bien que haya lugares tan bonitos, tan cerca, y que uno vaya por la vida distraído sin conocerlos. Visité primero el Cañón del Sumidero que es una maravilla de la naturaleza que escapa la descripción de mis torpes comentarios.
El recorrido duró dos horas en una lancha que iba a una velocidad no recomendada para mis riñones, porque aquello botaba que daba gusto, sobre todo hasta al frente que era donde mi curiosidad me había llevado a sentarme. Pero esas incomodidades no eran nada comparadas con la experiencia de entender que somos unos minúsculos mamíferos en medio de algo mucho más grande y majestuoso, que normalmente no contemplamos porque estamos obnubilados por nuestra egolatría.
Después fuimos a San Cristóbal de las Casas que, hasta donde conozco, es el pueblo más bonito de México. Una mágica combinación de un pueblo colonial, en las altas montañas húmedas de las sierras del sur, con un elemento indígena casi omnipresente, conviviendo armónicamente con restaurantes de alta cocina, o pequeñas y auténticas trattorias italianas, cafeterías con el mejor café de México, misiones dominicas del siglo XVI y explosiones de color a cada paso.
También conocimos las cascadas de Agua Azul y Misol Ha, ambas son espectaculares, te llenan los ojos, pero fue esta última la que más me emocionó. Parece una fantasía montada para una película con ese enorme salto de agua que cae a una alberca de agua cristalina, con paredes folladas de musgo, líquenes y enredaderas y adornada con una hermosa gruta ahogada con un agua serena.
Para terminar el viaje fuimos en carro hasta Palenque, una de las ruinas mayas más famosas de esta civilización. Es impresionante porque es una ciudad que fue cubierta por la jungla exuberante que la rodea y que había escondido estos vestigios impresionantes, en los que se supone sólo se puede contemplar el 2%, ya que el resto sigue cubierto por la selva, con árboles de raíces poderosas. La belleza geométrica de sus construcciones civiles, religiosas y militares asomándose entre árboles exóticos de maderas duras y alturas impresionantes es también una experiencia que hay que vivir.
Yo aquí ya noté que me excedí, por lo cual pienso suspender este recuento para otra entrada porque no se trata de agobiar a nadie solo porque yo la pasé increíble y mejor me hago a mí mismo la promesa de no andar desapareciendo así como así de manera tan malagradecida de este mi rincón público de ceros y unos donde van constando mis fortunas y desdichas.
Ahora bien, qué es lo que ha pasado en la vida de Rafa durante este mes de desaparición de la blogósfera. No es que piense que les interese a ninguno de los cuatro lectores, pero considero mi obligación moral darle a esto algo de coherencia cronológica y que mi vida vista a través del cristal de mi blog no parezca una cosa llena de huecos y misterios que ningún Sherlock Holmes se daría a la tarea de atender (básicamente por falta de interés).

La principal causa de mi desaparición es que salí de vacaciones, primero a Miami, luego a Chiapas, luego a Acapulco, luego volví a mi última semana de trabajo en la Suprema Corte y ahora acabo de terminar mi primera semana de formación en el Servicio Exterior Mexicano (SEM para los cuates). En ese tiempo recibí la visita de mi hermana y también de mi sobrino de catorce años, el cual me hizo hacer cosas como subirme a la Montaña Rusa de la Feria de Chapultepec, en el cual oí a mis vértebras decirme insultos que no puedo repetir en este lugar tan decente.
Como siempre ha sido mi costumbre emitiré algunas opiniones no solicitadas sobre los lugares que visité, empezando con Miami que es una extraña mezcla de lo estadounidense con el mundo latinoamericano que realmente hay que visitar. El primer mundo pero tropical. Una ciudad completamente plástica en el que la mayoría de la gente no es que le tengan culto al cuerpo, eso sería decir poco, sino que viven para parecer salidos de las secciones de publicidad de las revistas. Además, playa al fin, todo mundo está completamente bronceado y si yo me siento Gasparín, el fantasma amigable, en cualquier cuidad, ya se podrán imaginar el escarnio colectivo del que podía ser objeto en una playa de arenas blancas en el que me podía camuflajear en la arena con mi color de archivista cautivo. Claro que esta vez fui radical y pasé ocho días tirado al sol tratando de ponerme a nivel de los miamitas (lo cual era imposible) y me enorgullece mucho al final poder decir que estaba "aceptablemente" bronceado y que si se fijan bien todavía conservo algo de ese bronceado (aunque nadie más lo nota que yo, pero no importa para eso tengo el egocentrismo que me resulta tan útil.
No diría que Miami es una ciudad muy interesante, porque es más bien un enorme resort, en el que se disfruta de la playa, las tiendas y la gente guapa en ambiente de fiesta. Sin embargo, fue un viaje muy divertido, con enormes cantidades de mar tibio, de arena, de compras (buena parte de las cuales perdí en el avión de regreso, tema en el que prefiero no abundar por razones de equilibrio mental), de fiesta y de dispendio de dólares en una semana en el que la tasa de cambio se comportó completamente en mi contra, como si me hiciera falta que el mercado internacional de divisas fortaleciera la tendencia de mi movilidad social descendente.

El mismo día que llegué a Ciudad de México de Miami me fui a Chiapas, con parada obligada a mi departamento a cambiar de maleta. Se supone que había un tremendo brote de influenza en ese Estado de la República en esos días, pero bueno me fui acostumbrando a que ni las tasas de cambio ni los comportamientos epidemiológicos se sincronizaran con mis vacaciones. En realidad, nunca vi nada relativo a la influenza y ni esa ni ninguna otra gripa me ha atacado desde entonces. Chiapas es un verdadero paraíso. No se me ocurre otra expresión menos corny para describirlo, pero es que es un lugar genial. Mientras gozaba cada uno de los hermosísimos lugares que pude disfrutar, me recriminaba no haberlos visitado antes, porque no está bien que haya lugares tan bonitos, tan cerca, y que uno vaya por la vida distraído sin conocerlos. Visité primero el Cañón del Sumidero que es una maravilla de la naturaleza que escapa la descripción de mis torpes comentarios.




Yo aquí ya noté que me excedí, por lo cual pienso suspender este recuento para otra entrada porque no se trata de agobiar a nadie solo porque yo la pasé increíble y mejor me hago a mí mismo la promesa de no andar desapareciendo así como así de manera tan malagradecida de este mi rincón público de ceros y unos donde van constando mis fortunas y desdichas.

viernes, julio 10, 2009
Come away with me...
Las vacaciones se presentan como oportunidades ideales para redescubrirnos. Claro que podemos darle usos más frívolos y hedonistas, pero lo cierto es que uno es resultado de sus circunstancias y que nunca es lo mismo un escritorio circunstancial a una playa o a una ciudad hermosa circunstanciales. Entonces, la hipótesis que avanzo en esta entrada es que durante las vacaciones uno es otra persona, distinta a la de la cotidianidad que, a base de ser rigurosa, estrecha nuestras posibilidades de comunicación y reduce el horizonte de nuestras ideas. Dicho de manera más silvestre: nos creemos el rol autoimpuesto y actuamos en consecuencia, aumentando la lista de lo que pudo ser y que nunca fue.
Tal vez por esta razón, el ocio ya había sido concebido casi como una obligación moral del hombre. Thomas More en su más célebre libro, Utopia, imaginó un mundo ideal en el que las personas no dedicaban más de seis horas a su trabajo, porque la realización del humano es el conjunto de muchas cosas, siendo el trabajo sólo una de ellas. Sin embargo, tengo la impresión de que en épocas más recientes y materialistas, el ocio es solo el remanente de la prioridad principal, que es construir una imagen de éxito que implica (absorbe) mucho tiempo. Así que queda uno en medio de dos conceptos muy atractivos, en los que hay que ir distinguiendo lo importante de lo no tanto, por más trabajos que cueste.
Las vacaciones son en nuestro sistema de vida una oportunidad de oro para descubrir a esa otra persona que está latente y que únicamente puede emerger cuando no hay un reloj doblando incesantemente sus agujas como señales irrenunciables de que hay otra cosa por hacer. Pero, claro, como recurso escasísimo que son, fácilmente podemos convertirlas en otro maratón de nuestra vida: córrele a tomarle fotos a la Torre Eiffel, se nos va el batomouche, ya va a cerrar el Louvre, apúrate a tomarle fotos a la maldita Mona Lisa porque ya se está llenando esto de japoneses y luego será imposible, ¡el Lido, el Lido! Se nos van a agotar los boletos...
Tengo la firme intención de disfrutar mucho mis próximas vacaciones, de creerme absolutamente que me las merezco y no dejar descuidada ni la actitud contemplativa. Hay varios destinos ya confirmados que sin duda aparecerán en su momento en este blog que es mi muro de las dichas y las desdichas. Habrá playas y montañas, ciudades modernas y muy antiguas, amigos y familia. Pero sobre todo, habrá mucho de mí para mí mismo y yo - por egocéntrico - traigo muchas ganas de eso. Ya desde ahora estoy disfrutando el escape mental de pensar en esos días, en inventarme las "memorias" de cosas que no han pasado y descubrirme sonriendo sin motivo aparente, sólo por Ser, sólo por Estar... ¡cómo si fuera poca cosa!
Tal vez por esta razón, el ocio ya había sido concebido casi como una obligación moral del hombre. Thomas More en su más célebre libro, Utopia, imaginó un mundo ideal en el que las personas no dedicaban más de seis horas a su trabajo, porque la realización del humano es el conjunto de muchas cosas, siendo el trabajo sólo una de ellas. Sin embargo, tengo la impresión de que en épocas más recientes y materialistas, el ocio es solo el remanente de la prioridad principal, que es construir una imagen de éxito que implica (absorbe) mucho tiempo. Así que queda uno en medio de dos conceptos muy atractivos, en los que hay que ir distinguiendo lo importante de lo no tanto, por más trabajos que cueste.
Las vacaciones son en nuestro sistema de vida una oportunidad de oro para descubrir a esa otra persona que está latente y que únicamente puede emerger cuando no hay un reloj doblando incesantemente sus agujas como señales irrenunciables de que hay otra cosa por hacer. Pero, claro, como recurso escasísimo que son, fácilmente podemos convertirlas en otro maratón de nuestra vida: córrele a tomarle fotos a la Torre Eiffel, se nos va el batomouche, ya va a cerrar el Louvre, apúrate a tomarle fotos a la maldita Mona Lisa porque ya se está llenando esto de japoneses y luego será imposible, ¡el Lido, el Lido! Se nos van a agotar los boletos...
Tengo la firme intención de disfrutar mucho mis próximas vacaciones, de creerme absolutamente que me las merezco y no dejar descuidada ni la actitud contemplativa. Hay varios destinos ya confirmados que sin duda aparecerán en su momento en este blog que es mi muro de las dichas y las desdichas. Habrá playas y montañas, ciudades modernas y muy antiguas, amigos y familia. Pero sobre todo, habrá mucho de mí para mí mismo y yo - por egocéntrico - traigo muchas ganas de eso. Ya desde ahora estoy disfrutando el escape mental de pensar en esos días, en inventarme las "memorias" de cosas que no han pasado y descubrirme sonriendo sin motivo aparente, sólo por Ser, sólo por Estar... ¡cómo si fuera poca cosa!
martes, julio 07, 2009
Elecciones 2009
El pasado domingo 5 de julio tuvieron lugar las elecciones intermedias en México. Intermedias quiere decir que no se elige Presidente de la República (ni a los Senadores, cuyo período es también de seis años en el puesto). A nivel federal, pues, lo único que se renueva es la Cámara de Diputados (de quinientos integrantes, o sea, la mitad de los habitantes de mi querido Huásabas). Pero, adicionalmente, hay elecciones a Gobernador en seis estados de la República: Campeche, Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y, muy importante para mí, Sonora.
Los resultados dan como ganador al Partido Revolucionario Institucional (PRI), el mismo que gobernó a México en una dictadura de partido por 71 años (1929-2000). En el año 2000 el PRI perdió la Presidencia de la República a favor del PAN (derecha), con Vicente Fox, en un histórico paso hacia delante en la transición hacia la democracia (material, porque formalmente México ya era un sistema democrático, aunque no funcionara como tal). Desde 1997 los resultados del PRI habían venido mermando, llegándose a convertir en la tercera fuerza electoral en 2006, con una fracción parlamentaria en la Cámara de Diputados que era la tercera en número, pero que se convirtió en la más determinante por la radicalización inicial de la segunda fuerza, el PRD (izquierda), al no reconocer la elección de Felipe Calderón (PAN) como Presidente.
Doce años después, el PRI vuelve a repuntar en las elecciones y se convierte con mucha holgura en la primera fuerza en la Cámara Baja y la segunda en el Senado (desde 2006). Este hecho transforma el rostro del sistema político mexicano de muchas maneras. Primero, porque después de estos resultados el regreso del PRI a la Presidencia de la República se anuncia como muy probable para 2012. Esto, junto con haber ganado al PAN dos estados que se consideraban bastiones de la derecha, vuelve a darle gran parte del poder político nacional a este partido, cuyo dominio en México fue repudiado por la ciudadanía hace apenas unos años. Es decir, la acumulación de poder político en el PRI se vuelve a presentar como una posibilidad real, a menos de una década que se logró "desarmar" esa súper estructura de poder que gobernó y desgobernó a México, prácticamente durante todo el siglo XX.
Segundo, porque aunque México cuenta con un sistema de gobierno presidencialista, el Poder Legislativo dependerá prácticamente del PRI. Esto implica que la responsabilidad política de los destinos de la Nación ya no le pueden ser imputados únicamente al PAN (partido en la Presidencia), ya que una parte importante de las políticas públicas, así como el presupuesto de la Federación son decididos en el legislativo. Además de que las nuevas leyes y reformas legales son responsabilidad completa de este poder, que ahora estará regido por un partido distinto al de la presidencia. Por si esto fuera poco, tampoco se puede omitir que el PRI gobierna la gran mayoría de los Estados de la República y también la mayoría de sus municipios, por lo que el nivel local de gobierno también estará conducido mayoritariamente por este "nuevo" viejo partido.
Y, tercero, porque el principal partido de izquierda (PRD) redujo su nivel de influencia al obtener únicamente el 12% (aprox.) de la votación nacional, después de que hace tres años obtuvo casi un tercio. Adicionalmente, el Partido Social Demócrata (izquierda) que era el partido con la postura más clara a favor de temas de izquierda social y moral perdió su registro como partido político, al no obtener ni siquiera el 2% de la votación.
Los resultados de la elección deberían implicar conclusiones importantes para nuestra clase gobernante, si se toman en serio el compromiso democrático, en el que el voto no es una cheque en blanco de confianza a las ocurrencias de los elegidos, sino que representa la voz de apoyo o repudio a las cuestiones públicas más importantes. Siendo así, si consideramos que la mayoría de los votantes no apoyó al partido del Presidente, tendríamos que entender que el monopolio temático que éste le ha dado a la seguridad y a la guerra contra el narco, no está siendo bien recibida por la sociedad. Evidentemente, hay un buen nivel de apoyo al PAN (28% de la votación) por lo que se entiende que una buena parte de la población está de acuerdo con las acciones principales del gobierno panista, pero todos los demás claman porque se incorporen de manera más seria los demás temas importantísimos de la agenda. Las medidas contra la crisis económica, el aumento de los niveles de pobreza en el país, la terrible calidad de nuestro sistema educativo, las deficiencias en los servicios públicos de salud, la alta tasa de migración hacia EE.UU. son todos temas que han sido opacados por una mediatizada lucha contra el crimen organizados, que no ha tenido un impacto muy significativo y ha causado la muerte de más de doce mil personas (buenas o malas, inocentes o culpables).
Otro segundo gran golpe que deberían sentir los gobernantes es el aumento impresionante que obtuvo el llamado voto nulo. A nivel nacional, fue de más del 5%. El voto nulo lo emitió gente que fue a las urnas a votar (no es la gente que se abstuvo de votar), es decir, de ciudadanos que hicieron el esfuerzo de votar para hacer saber un mensaje muy claro: están inconformes con todo el sistema de partidos del país. Esto no es trivial, no debe ser trivial. Es un número enorme de electores que dicen ya basta al espectáculo político de tan bajo nivel que los partidos montan todo el tiempo. Cambia el tema controvertido, pero las actitudes son todas las mismas: falta del sentido ético de lo público, de inteligencia y capacidad para enfrentar los principales problemas públicos y, sobre todo, el mantenimiento de privilegios a sectores de la población que han venido estancando a este país, desde su fundación como colonia (ya existían situaciones de privilegios en el México Prehispánico, pero yo entiendo la formación de la Nación mexicana, a partir de la creación de la colonia española llamada Nueva España y no antes) y que nunca hemos logrado cambiar a partir de nuestra independencia.
El abtencionismo aunque alto (entre 55% y 60%) es relativamente normal para una elección intermedia, inclusive comparándolo con otras democracias consolidadas. Sin embargo, es siempre un motivo de reflexión si la gente se abstiene por inconformidad, por imposibilidad de ir a votar o, simplemente, porque son ciudadanos anodinos con poco interés en los asuntos públicos y que usan el excelente pretexto del espantoso desempeño de nuestros gobernantes para eludir el hecho de que tampoco ellos son ciudadanos responsables o interesados en hacer un esfuerzo por cambiar a este país.
Dentro de las buenas noticias que deja esta jornada electoral, es que existe la capacidad en el país de organizar elecciones en las que se confíe en el resultado de los votos (aunque siempre habrá incrédulos que no puedan tener dicha confianza, porque la religión de muchos es justamente la desconfianza). Y que se sigue dando la alternancia de partidos en el poder, lo cual es, sin duda, necesario para mantener el sistema de pesos y contrapesos del diseño institucional de nuestro país.
Los resultados dan como ganador al Partido Revolucionario Institucional (PRI), el mismo que gobernó a México en una dictadura de partido por 71 años (1929-2000). En el año 2000 el PRI perdió la Presidencia de la República a favor del PAN (derecha), con Vicente Fox, en un histórico paso hacia delante en la transición hacia la democracia (material, porque formalmente México ya era un sistema democrático, aunque no funcionara como tal). Desde 1997 los resultados del PRI habían venido mermando, llegándose a convertir en la tercera fuerza electoral en 2006, con una fracción parlamentaria en la Cámara de Diputados que era la tercera en número, pero que se convirtió en la más determinante por la radicalización inicial de la segunda fuerza, el PRD (izquierda), al no reconocer la elección de Felipe Calderón (PAN) como Presidente.
Doce años después, el PRI vuelve a repuntar en las elecciones y se convierte con mucha holgura en la primera fuerza en la Cámara Baja y la segunda en el Senado (desde 2006). Este hecho transforma el rostro del sistema político mexicano de muchas maneras. Primero, porque después de estos resultados el regreso del PRI a la Presidencia de la República se anuncia como muy probable para 2012. Esto, junto con haber ganado al PAN dos estados que se consideraban bastiones de la derecha, vuelve a darle gran parte del poder político nacional a este partido, cuyo dominio en México fue repudiado por la ciudadanía hace apenas unos años. Es decir, la acumulación de poder político en el PRI se vuelve a presentar como una posibilidad real, a menos de una década que se logró "desarmar" esa súper estructura de poder que gobernó y desgobernó a México, prácticamente durante todo el siglo XX.
Segundo, porque aunque México cuenta con un sistema de gobierno presidencialista, el Poder Legislativo dependerá prácticamente del PRI. Esto implica que la responsabilidad política de los destinos de la Nación ya no le pueden ser imputados únicamente al PAN (partido en la Presidencia), ya que una parte importante de las políticas públicas, así como el presupuesto de la Federación son decididos en el legislativo. Además de que las nuevas leyes y reformas legales son responsabilidad completa de este poder, que ahora estará regido por un partido distinto al de la presidencia. Por si esto fuera poco, tampoco se puede omitir que el PRI gobierna la gran mayoría de los Estados de la República y también la mayoría de sus municipios, por lo que el nivel local de gobierno también estará conducido mayoritariamente por este "nuevo" viejo partido.
Y, tercero, porque el principal partido de izquierda (PRD) redujo su nivel de influencia al obtener únicamente el 12% (aprox.) de la votación nacional, después de que hace tres años obtuvo casi un tercio. Adicionalmente, el Partido Social Demócrata (izquierda) que era el partido con la postura más clara a favor de temas de izquierda social y moral perdió su registro como partido político, al no obtener ni siquiera el 2% de la votación.
Los resultados de la elección deberían implicar conclusiones importantes para nuestra clase gobernante, si se toman en serio el compromiso democrático, en el que el voto no es una cheque en blanco de confianza a las ocurrencias de los elegidos, sino que representa la voz de apoyo o repudio a las cuestiones públicas más importantes. Siendo así, si consideramos que la mayoría de los votantes no apoyó al partido del Presidente, tendríamos que entender que el monopolio temático que éste le ha dado a la seguridad y a la guerra contra el narco, no está siendo bien recibida por la sociedad. Evidentemente, hay un buen nivel de apoyo al PAN (28% de la votación) por lo que se entiende que una buena parte de la población está de acuerdo con las acciones principales del gobierno panista, pero todos los demás claman porque se incorporen de manera más seria los demás temas importantísimos de la agenda. Las medidas contra la crisis económica, el aumento de los niveles de pobreza en el país, la terrible calidad de nuestro sistema educativo, las deficiencias en los servicios públicos de salud, la alta tasa de migración hacia EE.UU. son todos temas que han sido opacados por una mediatizada lucha contra el crimen organizados, que no ha tenido un impacto muy significativo y ha causado la muerte de más de doce mil personas (buenas o malas, inocentes o culpables).
Otro segundo gran golpe que deberían sentir los gobernantes es el aumento impresionante que obtuvo el llamado voto nulo. A nivel nacional, fue de más del 5%. El voto nulo lo emitió gente que fue a las urnas a votar (no es la gente que se abstuvo de votar), es decir, de ciudadanos que hicieron el esfuerzo de votar para hacer saber un mensaje muy claro: están inconformes con todo el sistema de partidos del país. Esto no es trivial, no debe ser trivial. Es un número enorme de electores que dicen ya basta al espectáculo político de tan bajo nivel que los partidos montan todo el tiempo. Cambia el tema controvertido, pero las actitudes son todas las mismas: falta del sentido ético de lo público, de inteligencia y capacidad para enfrentar los principales problemas públicos y, sobre todo, el mantenimiento de privilegios a sectores de la población que han venido estancando a este país, desde su fundación como colonia (ya existían situaciones de privilegios en el México Prehispánico, pero yo entiendo la formación de la Nación mexicana, a partir de la creación de la colonia española llamada Nueva España y no antes) y que nunca hemos logrado cambiar a partir de nuestra independencia.
El abtencionismo aunque alto (entre 55% y 60%) es relativamente normal para una elección intermedia, inclusive comparándolo con otras democracias consolidadas. Sin embargo, es siempre un motivo de reflexión si la gente se abstiene por inconformidad, por imposibilidad de ir a votar o, simplemente, porque son ciudadanos anodinos con poco interés en los asuntos públicos y que usan el excelente pretexto del espantoso desempeño de nuestros gobernantes para eludir el hecho de que tampoco ellos son ciudadanos responsables o interesados en hacer un esfuerzo por cambiar a este país.
Dentro de las buenas noticias que deja esta jornada electoral, es que existe la capacidad en el país de organizar elecciones en las que se confíe en el resultado de los votos (aunque siempre habrá incrédulos que no puedan tener dicha confianza, porque la religión de muchos es justamente la desconfianza). Y que se sigue dando la alternancia de partidos en el poder, lo cual es, sin duda, necesario para mantener el sistema de pesos y contrapesos del diseño institucional de nuestro país.
jueves, julio 02, 2009
¿Se puede estar más contento?
Fui aceptado en el Servicio Exterior Mexicano. Es una noticia que me llena de alegría y revuelve mis emociones porque implica una larga serie de cambios y decisiones que serán parteaguas para lo que me queda de vida (que Dios, los avances en las ciencias médicas y mis antepasados quieran que sea mucho). El tortuoso proceso para este concurso que ya describí en una entrada previa me había dejado al final del camino con un mal sabor de boca porque consideré que mi desempeño no estuvo a la altura de las circunstancias. Sin embargo, a pesar de mis pesimistas predicciones, decidieron que yo era uno de los que había aprobado la segunda eliminatoria y pasé a la tercera, en la cual únicamente hace falta no regarla feo, para el ingreso definitivo al SEM.
Me cuesta mucho trabajo expresar esta noticia en términos mesurados y con pretensiones de objetividad, porque es un tema que trasciende mis intentos de conducir mi vida racionalmente. La carrera diplomática que voy a empezar ha sido no sólo un curso de acción decidido por motivos de cálculo laboral, sino que ha representado un sueño de vida desde hace muchos años. Tener como mi principal aliciente el servicio público a mi país y a mis conciudadanos es una idea que he construido a lo largo de mi vida y se ha convertido en el faro que quiero seguir desde todos los puertos en los que tenga que navegar. Bajo esta premisa, que mi modus vivendi sea representar los intereses de México y de los mexicanos en el extranjero es la consagración de una vocación que integra muchos elementos reunidos en una mezcla sensacional.
Ahora me siento en la mitad de un largo camino, un trayecto que he venido transitando con pequeños pero muchísimos pasos y que a base de ser tantos lograron traerme al lugar en el que pude ver mi nombre en una lista que me honra profundamente. Pero a la mitad, porque llegar a este lugar no es sino el inicio de una carrera -que no la entiendo de velocidad sino de resistencia- y que también la habré de realizar con base en metódicos pequeños pasos, tal vez intrascendentes si se juzgan individualmente, pero que intentaré sean significativos en sus consecuencias. De tal manera que en conjunto me conduzcan a nuevos lares, en este planeta que por ser redondo tiene horizontes inagotables.
El blog nuevamente será testigo de otra transformación y seguro estoy de que soportará con el mismo resignado estoicismo las palabras de otro Rafa (¿del mismo Rafa?) que publica sus historias con altas dosis de egocentrismo, con la certeza de que cuando escribe todo se vuelve un poco más claro y experimenta una serenidad que no es exactamente lo que le sobra a su alma. Serenidad a la que le tiene que dar muy buenos usos, porque se asoman cambios y decisiones que la volverán un recurso escaso. Pero, bueno, para eso tengo al blog que me la consigue a muy buen precio.
Un abrazo afectuoso a todos (sí, a los cuatro)
Rafa Barceló Durazo
Me cuesta mucho trabajo expresar esta noticia en términos mesurados y con pretensiones de objetividad, porque es un tema que trasciende mis intentos de conducir mi vida racionalmente. La carrera diplomática que voy a empezar ha sido no sólo un curso de acción decidido por motivos de cálculo laboral, sino que ha representado un sueño de vida desde hace muchos años. Tener como mi principal aliciente el servicio público a mi país y a mis conciudadanos es una idea que he construido a lo largo de mi vida y se ha convertido en el faro que quiero seguir desde todos los puertos en los que tenga que navegar. Bajo esta premisa, que mi modus vivendi sea representar los intereses de México y de los mexicanos en el extranjero es la consagración de una vocación que integra muchos elementos reunidos en una mezcla sensacional.
Ahora me siento en la mitad de un largo camino, un trayecto que he venido transitando con pequeños pero muchísimos pasos y que a base de ser tantos lograron traerme al lugar en el que pude ver mi nombre en una lista que me honra profundamente. Pero a la mitad, porque llegar a este lugar no es sino el inicio de una carrera -que no la entiendo de velocidad sino de resistencia- y que también la habré de realizar con base en metódicos pequeños pasos, tal vez intrascendentes si se juzgan individualmente, pero que intentaré sean significativos en sus consecuencias. De tal manera que en conjunto me conduzcan a nuevos lares, en este planeta que por ser redondo tiene horizontes inagotables.
El blog nuevamente será testigo de otra transformación y seguro estoy de que soportará con el mismo resignado estoicismo las palabras de otro Rafa (¿del mismo Rafa?) que publica sus historias con altas dosis de egocentrismo, con la certeza de que cuando escribe todo se vuelve un poco más claro y experimenta una serenidad que no es exactamente lo que le sobra a su alma. Serenidad a la que le tiene que dar muy buenos usos, porque se asoman cambios y decisiones que la volverán un recurso escaso. Pero, bueno, para eso tengo al blog que me la consigue a muy buen precio.
Un abrazo afectuoso a todos (sí, a los cuatro)
Rafa Barceló Durazo
viernes, junio 26, 2009
Así nomás porque sí
"¿Qué necesidad hay, Rafael, de ponerte a escribir en el blog cuando tienes la cabeza en blanco?"
Mi subsconsciente
No, pues, la verdad, ninguna necesidad, pero así hago muchas veces. Empiezo con la mente absolutamente vacía y conforme mis dedos empiezan a teclear palabras (que no ideas) las neuronas empiezan a trabajar con los siguientes posibles resultados: 1) traer a colación alguna memoria o anécdota enterrada en el baúl de los recuerdos, 2) encontrar algún tema de actualidad sobre el cual expresar mi opinión, 3) hallar algún tema de interés que no le interese a nadie más que a mí, 4) acordarme de lo que hice en días recientes que pudiera ser de interés para el apreciable (y que pase los más altos estándares de censura familiar).
Habiendo esto dicho, figúrense ustedes que ahora mis neuronas están trabajando en los cuatro sectores productivos pero no logran hilar nada coherente. Entonces, haré un metanálisis de la situación y explicaré a qué creo que se deba tal circunstancia tan abyecta. Ya lo encontré. Pasa que las vacaciones de mi trabajo se acercan peligrosamente y una parte de mí (exagerada ella) opina que ya me urgen. "Ya me urgen" resuena en mi mente, y la mayor parte de mis neuronas se manifiestan de acuerdo.
No es por presumir (bueno, sí, un poco) ya tengo decidido el primer destino, para el cual ya tengo mi boleto de avión comprado. Se trata de Miami (léase con acento latino Mí-a-mi). Voy con el decidido plan de regresar bronceado, tirándole a prietito-color-de-llanta y de arrasar con las ofertas en los centros comerciales, como si tuviera dinero para hacerlo. Ya llegará el momento en el que publique mi retrato (palabra antigua) con palmeras a mis espaldas y el refulgente Océano Atlántico del Norte (que para mí es sólo una continuación del Caribe, así nada más porque me da la gana).
Como la duración de este viaje no agota mi periodo vacacional, pienso decidir algún otro whereabout para ir a cambiar de aire (no que no me guste el aire contaminado de la ciudad de México, pero siempre es un descanso respirar menos sulfatos, nitratos y virus de gripa de muy diversas cepas). Se aceptan opciones, siempre y cuando sean económicas para estos tiempos de crisis y descapitalización que afectan sinvergüenzamente al mundo (en general) y a mí (en lo particular). De esta manera, mis neuronas están como sin inspiración porque dedican muchas horas de su ocio, consagradas a encontrarme un destino vacacional con mejores aires y que esté bueno, bonito y barato (difícil combinación). Además, por ahí oí que se me quieren declarar en huelga (las neuronas), o ya de perdida en paro técnico, por algunas violaciones a sus Condiciones Generales de Trabajo, pero no estoy yo para células revoltosas, así que no pienso atender ese asunto any time soon.
Y, bueno, con vacaciones en puerta, ambigüedades sobre mi destino (turístico) y cerebro en paro, espero que comprendan que la inteligencia será una característica que no deben buscar en este escrito, pero que lo sepan que yo, sólo por escribir estas sandeces, ya me puse de mejor humor y como hoy es viernes, pienso darle muy buenos usos.
Mi subsconsciente
No, pues, la verdad, ninguna necesidad, pero así hago muchas veces. Empiezo con la mente absolutamente vacía y conforme mis dedos empiezan a teclear palabras (que no ideas) las neuronas empiezan a trabajar con los siguientes posibles resultados: 1) traer a colación alguna memoria o anécdota enterrada en el baúl de los recuerdos, 2) encontrar algún tema de actualidad sobre el cual expresar mi opinión, 3) hallar algún tema de interés que no le interese a nadie más que a mí, 4) acordarme de lo que hice en días recientes que pudiera ser de interés para el apreciable (y que pase los más altos estándares de censura familiar).
Habiendo esto dicho, figúrense ustedes que ahora mis neuronas están trabajando en los cuatro sectores productivos pero no logran hilar nada coherente. Entonces, haré un metanálisis de la situación y explicaré a qué creo que se deba tal circunstancia tan abyecta. Ya lo encontré. Pasa que las vacaciones de mi trabajo se acercan peligrosamente y una parte de mí (exagerada ella) opina que ya me urgen. "Ya me urgen" resuena en mi mente, y la mayor parte de mis neuronas se manifiestan de acuerdo.
No es por presumir (bueno, sí, un poco) ya tengo decidido el primer destino, para el cual ya tengo mi boleto de avión comprado. Se trata de Miami (léase con acento latino Mí-a-mi). Voy con el decidido plan de regresar bronceado, tirándole a prietito-color-de-llanta y de arrasar con las ofertas en los centros comerciales, como si tuviera dinero para hacerlo. Ya llegará el momento en el que publique mi retrato (palabra antigua) con palmeras a mis espaldas y el refulgente Océano Atlántico del Norte (que para mí es sólo una continuación del Caribe, así nada más porque me da la gana).
Como la duración de este viaje no agota mi periodo vacacional, pienso decidir algún otro whereabout para ir a cambiar de aire (no que no me guste el aire contaminado de la ciudad de México, pero siempre es un descanso respirar menos sulfatos, nitratos y virus de gripa de muy diversas cepas). Se aceptan opciones, siempre y cuando sean económicas para estos tiempos de crisis y descapitalización que afectan sinvergüenzamente al mundo (en general) y a mí (en lo particular). De esta manera, mis neuronas están como sin inspiración porque dedican muchas horas de su ocio, consagradas a encontrarme un destino vacacional con mejores aires y que esté bueno, bonito y barato (difícil combinación). Además, por ahí oí que se me quieren declarar en huelga (las neuronas), o ya de perdida en paro técnico, por algunas violaciones a sus Condiciones Generales de Trabajo, pero no estoy yo para células revoltosas, así que no pienso atender ese asunto any time soon.
Y, bueno, con vacaciones en puerta, ambigüedades sobre mi destino (turístico) y cerebro en paro, espero que comprendan que la inteligencia será una característica que no deben buscar en este escrito, pero que lo sepan que yo, sólo por escribir estas sandeces, ya me puse de mejor humor y como hoy es viernes, pienso darle muy buenos usos.
lunes, junio 22, 2009
Los pequeños detalles que hacen la vida grande
Sólo la semana pasada:
1. Volver a ver Billy Eliot. ¡Qué película! Es hermoso y emocionante contemplar esta historia sobre lo poderosa que es la vocación individual, alimentada por ese impulso interno de creer que uno puede ser y hacer muchas cosas que el universo pareciera decirte que no son para ti. Una artística descripción de las etiquetas sociales, de lo que socialmente está bien y lo que está mal, aunque falten razones para hacer esa maniquea clasificación. Todo esto aderezado con una fotografía exquisita, actuaciones cuidadas y bellísimas coreografías, que uno que es tieso debe siempre evitar en aras de mantener el frágil equilibrio estético del mundo (lo digo sólo por mí).
2. Ver la película Into the Wild (Sean Penn, 2007). Una magnífica historia sobre el individualismo, la anarquía, Alaska, la familia y los demás. Basada en la vida (real) de Christopher McCandless. Y no cuento nada porque la única manera de entender su argumento es leer el libro o ver la película detenidamente.
3. Presidir la ceremonia de celebración del matrimonio de dos de mis mejores amigos, Roberto y Azuvia. Fue no sólo un honor (y un enorme reto que me trajo nervioso como tres semanas) sino también una fuente enorme de satisfacción. Una celebración hermosa, sui generis y, sobre todo, muy gozada por todos los que asistimos a conmemorar tan importante acontecimiento.
4. Desayunar el domingo un bagel de paté de aceitunas negras en una terraza del barrio antiguo de Coyoacán, platicando todo lo a gusto que se puede con una de mis mejores amigas.
5. Dormirme temprano después de un fin de semana agitado, festivo, alocado... y despertar contento de que inicia otra semana y que la vida no se agota fácilmente, porque la literatura es abundante, el mundo inmenso, el arte profundísimo, el cine es un recurso renovable; y los afectos son cercanos, muchos en cantidad pero mucho más en calidad.
1. Volver a ver Billy Eliot. ¡Qué película! Es hermoso y emocionante contemplar esta historia sobre lo poderosa que es la vocación individual, alimentada por ese impulso interno de creer que uno puede ser y hacer muchas cosas que el universo pareciera decirte que no son para ti. Una artística descripción de las etiquetas sociales, de lo que socialmente está bien y lo que está mal, aunque falten razones para hacer esa maniquea clasificación. Todo esto aderezado con una fotografía exquisita, actuaciones cuidadas y bellísimas coreografías, que uno que es tieso debe siempre evitar en aras de mantener el frágil equilibrio estético del mundo (lo digo sólo por mí).
2. Ver la película Into the Wild (Sean Penn, 2007). Una magnífica historia sobre el individualismo, la anarquía, Alaska, la familia y los demás. Basada en la vida (real) de Christopher McCandless. Y no cuento nada porque la única manera de entender su argumento es leer el libro o ver la película detenidamente.
3. Presidir la ceremonia de celebración del matrimonio de dos de mis mejores amigos, Roberto y Azuvia. Fue no sólo un honor (y un enorme reto que me trajo nervioso como tres semanas) sino también una fuente enorme de satisfacción. Una celebración hermosa, sui generis y, sobre todo, muy gozada por todos los que asistimos a conmemorar tan importante acontecimiento.
4. Desayunar el domingo un bagel de paté de aceitunas negras en una terraza del barrio antiguo de Coyoacán, platicando todo lo a gusto que se puede con una de mis mejores amigas.
5. Dormirme temprano después de un fin de semana agitado, festivo, alocado... y despertar contento de que inicia otra semana y que la vida no se agota fácilmente, porque la literatura es abundante, el mundo inmenso, el arte profundísimo, el cine es un recurso renovable; y los afectos son cercanos, muchos en cantidad pero mucho más en calidad.
martes, junio 16, 2009
Senderos que nunca se bifurcan...
Es curioso cómo uno puede hacerse visitante de la propia ciudad en la que vive. Somos tan afectos a las rutinas que aunque no vivamos en un lugar muy grande pueden pasar años sin acudir a un lugar que nos gusta, pero cuya visita posponemos por la extraña razón de que siempre ahí, cerquita pero distante.
Antier, el domingo, fui con unos amigos a una exposición internacional que estaba instalada sobre el Paseo de la Reforma. Esta calle, que es la más emblemática de la ciudad de México, me hizo recordar cuánto me gusta caminar e inspiró esta lista, sobre algunas calles de la ciudad de México. Esta lista pretende homenajear los senderos que tienen un toque especial y que hacen que queramos recorrerlos una y otra vez, por una razón o por la otra. Más o menos están en el orden de cuánto me gustan, pero en realidad se equivocan los economistas neoclásicos cuando asumen que podemos ordenar de manera exhaustiva nuestras preferencias (hacer caso omiso a este comentario, es de una ñoñez extrema...). Aquí va, pues, la lista:
1. Calle Francisco Sosa. Ubicada en el centro de Coyoacán, esta calle empedrada y angosta, rodeada de árboles inmensos que, en ambos lados del sendero, rompen las banquetas con sus imponentes raices, uniendo sus ramas en el cielo, formando un hermoso techo para un pueblo antiguo que más temprano que tarde terminó siendo absorbido por la gran Ciudad de México. Sobre Farncisco Sosa se pueden encontrar muchas construcciones coloniales, entre ellas, una pequeña capilla junto a un canal, una placita con iglesia incluida y un convento en el que los franciscanos plantaron los primeros árboles de naranja en el continente americano. Lo que más me gusta de esta calle es la serenidad pueblerina que se refleja en sus anchas bardas, sobre las que se asoman jardines de antaño, o los barrotes de las alargadas ventanas. Conduce de Avenida Universidad hasta la placita de Coyoacán (la de los coyotes), frente a la cual venden unos bagels de paté de aceituna negra, que son mi perdición.
2. El Paseo de la Reforma. En particular el área de monumentos ubicada entre las colonias Juárez y Cuauhtémoc, barrios en los que vivían las familias bien de la dictadura porfirista. Es una calle con amplios andadores a cada lado del camellón central, los cuales tienen muy cuidados jardines que se adornan con las flores de la temporada. Este Paseo tiene los monumentos más simbólicos de la ciudad, como el Ángel de la Independencia, la Diana Cazadora, el Cuauhtémoc y el monumento a la Palma (supongo que es monumento) frente a la Bolsa de Valores. Me gusta mucho de esta calle que refleja la historia de la ciudad y sus intentos de grandeur, desde que fue concebida por el emperador Maximiliano, emulando Champs Elysées de París, para conectar el Castillo de Chapultepec con el Palacio Nacional, en el Zócalo. Tiene un aire cosmopolita por los altos edificios y los turistas extranjeros que siempre la recorren. Ha sido ampliada en varias ocasiones, por lo que ahora conecta el área de Santa Fe (poniente) con la Basílica de Gudalupe (norte).
3. Calle Ámsterdam. En el barrio de La Condesa, es una calle completamente circular que fue originalmente la pista de un hipódromo, propiedad de una condesa, jeje. Tiene un andador central completamente rodeado de árboles, en los cuales los residentes de esta colonia pasean a sus perros de razas exóticas. Se trata de la calle más emblemática del barrio más trendy de la ciudad, por lo que está lleno de cafés y restaurantes con terrazas, así como boutiques de diseño, y está llena de bellas construcciones estilo Art Decó. La calle encierra con su circunferencia al Parque México, por lo que le sobra vegetación (y perros de razas exóticas). Me gusta mucho el ambiente contemporáneo y dinámico a la vez que relajado, de esta calle que no conduce a ningún lado por su forma curiosametne circular, en la que siempre es agradable irse a echar un cafecito o una copa.
4. Calle Presidente Masaryk. En la colonia Polanco es la tradicional calle para hacer windows shopping, porque ahí se concentra la mayor cantidad de tiendas de diseñador y joyerías de precios prohibitivos de la ciudad. Tiene también un camellón central arbolado y está rodeada a ambos lados por las boutiques más prestigiosas del mundo y elegantes restaurantes. Es muy agradable ir a ver lo que no puedes comprar, o meterte a Zara a quitarte esa mala impresión. Siendo el área más chic de la ciudad, me gusta por ser el símbolo vibrante del lado más bonito del capitalismo y la injusta distribución de la riqueza de nuestro país.
5. Calle Álvaro Obregón. Atravieza la Colonia Roma, con un amplio andador central adornado con fuentes y estatuas de estilo renacentista. La calle está rodeada de casonas de la época posrevolucionario (primera mitad del siglo XX) y su nombre lo obtuvo por encontrarse ahí la casa de este prócer de la Revolución Mexicana. Cuenta con varios restaurantes y bares a sus costados, destacando la Casa Lamm que es un centro cultural y galería, que es un espacio infaltable para cualquier esnob intelectual. Es muy agradable también perderse en las calles subyacentes para contemplar las hermosas casonas que las pueblan.
6. Avenida 5 de mayo. En pleno Centro Histórico esta calle conecta el hermoso parque de la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes con la Catedral Metropolitana que preside el Zócalo capitalino. Los hermosos edificios coloniales y del siglo XIX que abundan sobre esta calle, son una excelente muestra de la parte más antigua de la ciudad y a partir de la cual se concibió su expansión. Me gusta mucho por contemplar el folklor mexicano y recorrer las calles peatonales que la atraviezan, escuchando a los organilleros tocar las canciones más tradicionales de la música mexicana, acercándome a muchos de los museos más importantes del país.
7. Calle Virreyes. En las Lomas de Chapultepec esta calle es muy bonita por las enormes mansiones que se pueden contemplar (o imaginar detrás de sus imponentes bardas), que reflejan estilos arquitectónicos de muy distintas épocas, pero que sobresalen las casonas estilo California (Spanish Colonial es el término en inglés) muy representativas de Beverly Hills.
8. Plaza de San Jacinto. En el barrio de San Ángel, al sur de la ciudad, que también era un pueblito que fue absorbido posteriormente por la ciudad. El tranquilo ambiente de sus calles empedradas, con construcciones coloniales alternadas con casonas de estilo mexicano contemporáneo, son un deleite para todos los sentidos. Me gusta porque si las recorres, especialmente en la noche, pareciera transportarte en el tiempo a alguna noche fresca del período colonial en el que se podría escuchar a un dolido enamorado una serenata para alguna señorita Epinoza de los Monteros, comprometida en matrimonio con un hombre rico y feo, al que ella detesta. Bueno, eso o el bazar de artesanías y pintura de los sábados que es menos intenso que la serenata del dolido enamorado.
9. Avenida de los Insurgentes, a la altura del área del Pedregal, donde se pueden ver construcción icónicas de la ciudad, como la Biblioteca Central, la Rectoría de la UNAM y el Estadio Olímpico, estado de Los Pumas, con los bajorrelieves de Diego Rivera. Insurgentes es una de las avenidas más largas del mundo y atravieza a la ciudad de México de sur a norte, conectando las salidas a Cuernavaca y a Pachuca, resepectivamente. Cruza la Ciudad Universitaria, por lo que está rodeada de bosques sembrados de facultades, laboratorios y centros culturales y deportivos. Me gusta porque se siente una atmósfera muy pura y porque atravieza un recinto que fue decarado recientemente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
10. Avenida Miraflores. En la colonia del Valle. Esta calle de cortísima duración es bellísima por las casas de los años cuarenta y cincuenta de una colonia tradicional de clase media alta de la ciudad. Me gusta porque es parte del camino para ir a mi casa y en un pequeño rato en el que me puedo solazar del tráfico infernal y distraer mi mirada en paredes que no pueden contar las innumerables historias familiares de las que les habrá tocado ser testigos, para fortuna del concepto tradicional de familia mexicana, de las que se ven en las fotos, sonrientes todos frente a elaboradas portales labrados en cantera, independientemente de lo que tuviera que ocultarse bajo la sonrisa perfecta y una irrenunciable apariencia de familia decente.
Pensando y contemplando esas cosas me entretengo en esta ciudad de calles hermosas.
Antier, el domingo, fui con unos amigos a una exposición internacional que estaba instalada sobre el Paseo de la Reforma. Esta calle, que es la más emblemática de la ciudad de México, me hizo recordar cuánto me gusta caminar e inspiró esta lista, sobre algunas calles de la ciudad de México. Esta lista pretende homenajear los senderos que tienen un toque especial y que hacen que queramos recorrerlos una y otra vez, por una razón o por la otra. Más o menos están en el orden de cuánto me gustan, pero en realidad se equivocan los economistas neoclásicos cuando asumen que podemos ordenar de manera exhaustiva nuestras preferencias (hacer caso omiso a este comentario, es de una ñoñez extrema...). Aquí va, pues, la lista:
1. Calle Francisco Sosa. Ubicada en el centro de Coyoacán, esta calle empedrada y angosta, rodeada de árboles inmensos que, en ambos lados del sendero, rompen las banquetas con sus imponentes raices, uniendo sus ramas en el cielo, formando un hermoso techo para un pueblo antiguo que más temprano que tarde terminó siendo absorbido por la gran Ciudad de México. Sobre Farncisco Sosa se pueden encontrar muchas construcciones coloniales, entre ellas, una pequeña capilla junto a un canal, una placita con iglesia incluida y un convento en el que los franciscanos plantaron los primeros árboles de naranja en el continente americano. Lo que más me gusta de esta calle es la serenidad pueblerina que se refleja en sus anchas bardas, sobre las que se asoman jardines de antaño, o los barrotes de las alargadas ventanas. Conduce de Avenida Universidad hasta la placita de Coyoacán (la de los coyotes), frente a la cual venden unos bagels de paté de aceituna negra, que son mi perdición.
2. El Paseo de la Reforma. En particular el área de monumentos ubicada entre las colonias Juárez y Cuauhtémoc, barrios en los que vivían las familias bien de la dictadura porfirista. Es una calle con amplios andadores a cada lado del camellón central, los cuales tienen muy cuidados jardines que se adornan con las flores de la temporada. Este Paseo tiene los monumentos más simbólicos de la ciudad, como el Ángel de la Independencia, la Diana Cazadora, el Cuauhtémoc y el monumento a la Palma (supongo que es monumento) frente a la Bolsa de Valores. Me gusta mucho de esta calle que refleja la historia de la ciudad y sus intentos de grandeur, desde que fue concebida por el emperador Maximiliano, emulando Champs Elysées de París, para conectar el Castillo de Chapultepec con el Palacio Nacional, en el Zócalo. Tiene un aire cosmopolita por los altos edificios y los turistas extranjeros que siempre la recorren. Ha sido ampliada en varias ocasiones, por lo que ahora conecta el área de Santa Fe (poniente) con la Basílica de Gudalupe (norte).
3. Calle Ámsterdam. En el barrio de La Condesa, es una calle completamente circular que fue originalmente la pista de un hipódromo, propiedad de una condesa, jeje. Tiene un andador central completamente rodeado de árboles, en los cuales los residentes de esta colonia pasean a sus perros de razas exóticas. Se trata de la calle más emblemática del barrio más trendy de la ciudad, por lo que está lleno de cafés y restaurantes con terrazas, así como boutiques de diseño, y está llena de bellas construcciones estilo Art Decó. La calle encierra con su circunferencia al Parque México, por lo que le sobra vegetación (y perros de razas exóticas). Me gusta mucho el ambiente contemporáneo y dinámico a la vez que relajado, de esta calle que no conduce a ningún lado por su forma curiosametne circular, en la que siempre es agradable irse a echar un cafecito o una copa.
4. Calle Presidente Masaryk. En la colonia Polanco es la tradicional calle para hacer windows shopping, porque ahí se concentra la mayor cantidad de tiendas de diseñador y joyerías de precios prohibitivos de la ciudad. Tiene también un camellón central arbolado y está rodeada a ambos lados por las boutiques más prestigiosas del mundo y elegantes restaurantes. Es muy agradable ir a ver lo que no puedes comprar, o meterte a Zara a quitarte esa mala impresión. Siendo el área más chic de la ciudad, me gusta por ser el símbolo vibrante del lado más bonito del capitalismo y la injusta distribución de la riqueza de nuestro país.
5. Calle Álvaro Obregón. Atravieza la Colonia Roma, con un amplio andador central adornado con fuentes y estatuas de estilo renacentista. La calle está rodeada de casonas de la época posrevolucionario (primera mitad del siglo XX) y su nombre lo obtuvo por encontrarse ahí la casa de este prócer de la Revolución Mexicana. Cuenta con varios restaurantes y bares a sus costados, destacando la Casa Lamm que es un centro cultural y galería, que es un espacio infaltable para cualquier esnob intelectual. Es muy agradable también perderse en las calles subyacentes para contemplar las hermosas casonas que las pueblan.
6. Avenida 5 de mayo. En pleno Centro Histórico esta calle conecta el hermoso parque de la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes con la Catedral Metropolitana que preside el Zócalo capitalino. Los hermosos edificios coloniales y del siglo XIX que abundan sobre esta calle, son una excelente muestra de la parte más antigua de la ciudad y a partir de la cual se concibió su expansión. Me gusta mucho por contemplar el folklor mexicano y recorrer las calles peatonales que la atraviezan, escuchando a los organilleros tocar las canciones más tradicionales de la música mexicana, acercándome a muchos de los museos más importantes del país.
7. Calle Virreyes. En las Lomas de Chapultepec esta calle es muy bonita por las enormes mansiones que se pueden contemplar (o imaginar detrás de sus imponentes bardas), que reflejan estilos arquitectónicos de muy distintas épocas, pero que sobresalen las casonas estilo California (Spanish Colonial es el término en inglés) muy representativas de Beverly Hills.
8. Plaza de San Jacinto. En el barrio de San Ángel, al sur de la ciudad, que también era un pueblito que fue absorbido posteriormente por la ciudad. El tranquilo ambiente de sus calles empedradas, con construcciones coloniales alternadas con casonas de estilo mexicano contemporáneo, son un deleite para todos los sentidos. Me gusta porque si las recorres, especialmente en la noche, pareciera transportarte en el tiempo a alguna noche fresca del período colonial en el que se podría escuchar a un dolido enamorado una serenata para alguna señorita Epinoza de los Monteros, comprometida en matrimonio con un hombre rico y feo, al que ella detesta. Bueno, eso o el bazar de artesanías y pintura de los sábados que es menos intenso que la serenata del dolido enamorado.
9. Avenida de los Insurgentes, a la altura del área del Pedregal, donde se pueden ver construcción icónicas de la ciudad, como la Biblioteca Central, la Rectoría de la UNAM y el Estadio Olímpico, estado de Los Pumas, con los bajorrelieves de Diego Rivera. Insurgentes es una de las avenidas más largas del mundo y atravieza a la ciudad de México de sur a norte, conectando las salidas a Cuernavaca y a Pachuca, resepectivamente. Cruza la Ciudad Universitaria, por lo que está rodeada de bosques sembrados de facultades, laboratorios y centros culturales y deportivos. Me gusta porque se siente una atmósfera muy pura y porque atravieza un recinto que fue decarado recientemente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
10. Avenida Miraflores. En la colonia del Valle. Esta calle de cortísima duración es bellísima por las casas de los años cuarenta y cincuenta de una colonia tradicional de clase media alta de la ciudad. Me gusta porque es parte del camino para ir a mi casa y en un pequeño rato en el que me puedo solazar del tráfico infernal y distraer mi mirada en paredes que no pueden contar las innumerables historias familiares de las que les habrá tocado ser testigos, para fortuna del concepto tradicional de familia mexicana, de las que se ven en las fotos, sonrientes todos frente a elaboradas portales labrados en cantera, independientemente de lo que tuviera que ocultarse bajo la sonrisa perfecta y una irrenunciable apariencia de familia decente.
Pensando y contemplando esas cosas me entretengo en esta ciudad de calles hermosas.
miércoles, junio 10, 2009
La tragedia
Hay acontecimientos que me resulta muy difícil procesar. El fallecimiento súbito de 44 niños en el incendio en una guardería de mi ciudad me tiene inquieto desde que ocurrió. Casualmente, este fin de semana estuve en Sonora para celebrar con mucha alegría la graduación de mi hermano, culmen de una carrera realizada con un número honroso de sacrificios. La alegría de estar con mi familia y con mis amigos se vio, sin embargo, afectada por el pensamiento recurrente en el dolor que padecieron los fallecidos y el que seguirán soportando los que están recuperándose de las quemaduras. Y, de manera muy especial, el dolor impotente de las familias que han perdido a sus hijos, y con ellos todas las ilusiones de una vida truncada desde el inicio. La ausencia de los seres que amamos es uno de los sentimientos que más profundamente nos calan y ahí radica, junto con el dolor físico de la recuperación, la intensidad de la tragedia humana que conlleva el incendio de la guardería ABC.
Un evento de esta naturaleza hace colapsar a las familias de los afectados pero, además, desmoraliza a toda la sociedad. En nuestra indignación queremos buscar culpables y para sentir que algo se ha hecho, queremos verlos en la cárcel. Sin embargo, la asignación de culpas es muy complicada en este caso, tanto desde el punto de vista legal como desde el político. Además de los dueños del establecimiento, hay autoridades de los tres gobiernos a los que podemos voltear y exigirles cuentas, pero en los tres casos son culpas por omisión, por lo que debieron haber hecho y que no hicieron.
Las guarderías del Seguro Social que son concesionadas a particulares y que no cumplen con estándares estrictos de seguridad (lo cual parece un mal juego de palabras) es imputable a la autoridad federal. La protección civil preventiva, que debe garantizar que en todos los lugares de amplio acceso y uso público existan las condiciones mínimas de seguridad en instalaciones, sistemas de alarma, capacitación y rutas de evacuación apropiadas, etcétera, son cuestiones que atienden tanto la autoridad estatal como la municipal. Las inspecciones que dicta la normativa habían sido hechas con toda oportunidad, por lo que debemos preguntarnos si no hace falta ser más estrictos, tomarse más en serio la prevención, especialmente en lugares en los que se atienden a niños muy pequeños, muchos de ellos bebés, que no tuvieron la posibilidad de responder por sí mismos para salvarse del accidente.
Si seguimos buscando culpas, las podemos encontrar hasta en ese rasgo cultural de nuestra sociedad llamado "mexicanada", que refiere a arreglar las cosas de manera provisional y sin muchos requisitos mientras "saque del apuro". Porque muchos accidentes ocurren justamente porque estamos acostumbrados a "salir del paso" sin preocuparnos mucho por las posibles consecuencias de nuestro "valemadrismo". Tantas palabras entrecomilladas que dan cuenta de una falta de formalidad en nuestras acciones y que terminan desencadenando problemas que podrían haber sido evitados si todos fuéramos más cuidadosos.
Lo mejor que podría salir de este desafortunado accidente es una reflexión social sobre la importancia de la prevención y una respuesta gubernamental seria para elevar las normas de calidad y seguridad no sólo de las guarderías, sino también de las escuelas y lugares de esparcimiento (en los que ya ha habido accidentes fatídicos). Es también el momento para revisar con un ojo estricto la laxitud con la que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ha subrogado guarderías para que sean manejadas por particulares, pero que tienen instalaciones completamente inapropiadas para ese uso, como la bodega (una bodega compartida, ¡por Dios!)en la que se encuentra la guardería ABC, crítica que ya se había hecho desde 2005 al IMSS. Y, aún más, la Secretaría de Desarrollo Social implementó recientemente un programa parecido para ayudar a las mamás que trabajan provenientes de sectores marginales de la sociedad, pero que ha generado guarderías aún más deficientes que las del IMSS. Se trata de la vida, salud e integridad de los hijos de los que tienen o quieren trabajar, por lo que no es un asunto menor.
La red de influencias que se ha puesto de manifiesto entre los dueños de la guardería en cuestión y las autoridades locales y municipales, así como con el PRI - partido que gobierna Sonora - y, de manera más indirecta, con la esposa del Presidente de la República no es algo que nos extrañe. No he escuchado de ninguna conexión directa entre esa red de influencias y las causas del accidente; sin embargo, preocupa la posibilidad de una asignación justa de las responsabilidades cuando los actores del Estado están involucrados con los que podrían ser juzgados responsables. Pero, sobre todo, molesta que la laxitud en las normas de seguridad podría haberse debido a no molestar al cuñado, al hermano, a la esposa, o a la tía de no sé quién con apellido que suena a poder. Ese es el México del que queremos deshacernos; no queremos un Sonora en el que el apodo -bastante justificado por la acumulación de poder que ha logrado- del Gobernador es "el Rey"; ni un Hermosillo en el que haya niños quemándose por otra cosa que no sea el sol ardiente que nos hace quejarnos cada verano, pero del que, en el fondo, estamos muy orgullosos porque nos ayuda a definir nuestra identidad.
Hagamos todos lo que podamos para cambiar esas realidades inconcebibles, pensando en todos esos niños que fallecieron por esa larga y compleja red de omisiones y de culpas. Para que no se repita, en cada uno de nuestros actos responsables desde la trinchera en la que nos encontremos escuchemos calladamente la voz de nuestra conciencia diciendo "para que no se repita". Actuando así podremos finalmente lograr una sociedad mejor construida, sobre la base de nuestros pequeños actos, de nuestros pequeños actos bien hechos, para que nunca se repita una causa de dolor tan grande.
In memoriam.
Un evento de esta naturaleza hace colapsar a las familias de los afectados pero, además, desmoraliza a toda la sociedad. En nuestra indignación queremos buscar culpables y para sentir que algo se ha hecho, queremos verlos en la cárcel. Sin embargo, la asignación de culpas es muy complicada en este caso, tanto desde el punto de vista legal como desde el político. Además de los dueños del establecimiento, hay autoridades de los tres gobiernos a los que podemos voltear y exigirles cuentas, pero en los tres casos son culpas por omisión, por lo que debieron haber hecho y que no hicieron.
Las guarderías del Seguro Social que son concesionadas a particulares y que no cumplen con estándares estrictos de seguridad (lo cual parece un mal juego de palabras) es imputable a la autoridad federal. La protección civil preventiva, que debe garantizar que en todos los lugares de amplio acceso y uso público existan las condiciones mínimas de seguridad en instalaciones, sistemas de alarma, capacitación y rutas de evacuación apropiadas, etcétera, son cuestiones que atienden tanto la autoridad estatal como la municipal. Las inspecciones que dicta la normativa habían sido hechas con toda oportunidad, por lo que debemos preguntarnos si no hace falta ser más estrictos, tomarse más en serio la prevención, especialmente en lugares en los que se atienden a niños muy pequeños, muchos de ellos bebés, que no tuvieron la posibilidad de responder por sí mismos para salvarse del accidente.
Si seguimos buscando culpas, las podemos encontrar hasta en ese rasgo cultural de nuestra sociedad llamado "mexicanada", que refiere a arreglar las cosas de manera provisional y sin muchos requisitos mientras "saque del apuro". Porque muchos accidentes ocurren justamente porque estamos acostumbrados a "salir del paso" sin preocuparnos mucho por las posibles consecuencias de nuestro "valemadrismo". Tantas palabras entrecomilladas que dan cuenta de una falta de formalidad en nuestras acciones y que terminan desencadenando problemas que podrían haber sido evitados si todos fuéramos más cuidadosos.
Lo mejor que podría salir de este desafortunado accidente es una reflexión social sobre la importancia de la prevención y una respuesta gubernamental seria para elevar las normas de calidad y seguridad no sólo de las guarderías, sino también de las escuelas y lugares de esparcimiento (en los que ya ha habido accidentes fatídicos). Es también el momento para revisar con un ojo estricto la laxitud con la que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ha subrogado guarderías para que sean manejadas por particulares, pero que tienen instalaciones completamente inapropiadas para ese uso, como la bodega (una bodega compartida, ¡por Dios!)en la que se encuentra la guardería ABC, crítica que ya se había hecho desde 2005 al IMSS. Y, aún más, la Secretaría de Desarrollo Social implementó recientemente un programa parecido para ayudar a las mamás que trabajan provenientes de sectores marginales de la sociedad, pero que ha generado guarderías aún más deficientes que las del IMSS. Se trata de la vida, salud e integridad de los hijos de los que tienen o quieren trabajar, por lo que no es un asunto menor.
La red de influencias que se ha puesto de manifiesto entre los dueños de la guardería en cuestión y las autoridades locales y municipales, así como con el PRI - partido que gobierna Sonora - y, de manera más indirecta, con la esposa del Presidente de la República no es algo que nos extrañe. No he escuchado de ninguna conexión directa entre esa red de influencias y las causas del accidente; sin embargo, preocupa la posibilidad de una asignación justa de las responsabilidades cuando los actores del Estado están involucrados con los que podrían ser juzgados responsables. Pero, sobre todo, molesta que la laxitud en las normas de seguridad podría haberse debido a no molestar al cuñado, al hermano, a la esposa, o a la tía de no sé quién con apellido que suena a poder. Ese es el México del que queremos deshacernos; no queremos un Sonora en el que el apodo -bastante justificado por la acumulación de poder que ha logrado- del Gobernador es "el Rey"; ni un Hermosillo en el que haya niños quemándose por otra cosa que no sea el sol ardiente que nos hace quejarnos cada verano, pero del que, en el fondo, estamos muy orgullosos porque nos ayuda a definir nuestra identidad.
Hagamos todos lo que podamos para cambiar esas realidades inconcebibles, pensando en todos esos niños que fallecieron por esa larga y compleja red de omisiones y de culpas. Para que no se repita, en cada uno de nuestros actos responsables desde la trinchera en la que nos encontremos escuchemos calladamente la voz de nuestra conciencia diciendo "para que no se repita". Actuando así podremos finalmente lograr una sociedad mejor construida, sobre la base de nuestros pequeños actos, de nuestros pequeños actos bien hechos, para que nunca se repita una causa de dolor tan grande.
In memoriam.
martes, junio 02, 2009
Wolverine...
Entre mis personajes de historieta favoritos se encuentran en un lugar muy especial los X-Men. Los hombres X, los incatalogables, los mutantes, los diferentes. En particular, me han gustado las películas que han hecho sobre estos personajes, con excelentes efectos visuales, muy buenas historias qué contar e, inclusive, temas de reflexión que van más allá del disfrute de una película ligera mientras comes palomitas de maíz (o, bueno, si nada más te quieres quedar con eso, también te lo permiten).
Los X-Men son, como algunos sabrán, mutantes (con mutaciones muy estéticas y bien logradas, hay que decir, pero ya habíamos podido ver otras mutaciones menos agraciadas en el Jorobado de Notre Dame). Y, de acuerdo a mi interpretación, el punto central de las historias es la reacción que genera en la sociedad todo aquello que es diferente. La amenaza que representa contemplar lo que se sale de lo socialmente aceptado como normal. Y la manera en la que pueden convivir armoniosamente grupos de humanos con características diferentes. No es necesariamente una analogía de todas las minorías - porque son seres más poderosos que el promedio - sino la asimilación en el agregado de nuestra sociedad de diferentes maneras de evolucionar que tienen que seguir coexistiendo. Todo esto, no hace falta aclarar, con fines de entretenimiento y entre maravillosas secuencias de acción y escenas de fantasía.
El rechazo que siente la humanidad contra los mutantes genera, a su vez, diferentes reacciones entre éstos. Mientras uno trata de cortar sus alas de ángel para que su papá no se avergüence de él, otros tratan de formar ejércitos de resistencia o con fines de dominación mundial, usando armas tan sui generis como la telequinesis (mover objetos con la mente), o escamas en la piel que te permiten tomar la forma de cualquier persona (con el provecho que se le podría sacar a este poder), hasta tener fuerza descomunal y garras de un metal extraterrestre en un cuerpo que sana casi de inmediato de cualquier herida (ideal para hipoconodriacos). Pero la respuesta de casi todos está motivada justamente por el rechazo que sintieron al ser considerados fenómenos de la naturaleza (y no con la mejor de las intenciones).
Este punto de los X-Men me parece muy valioso: aunque las condiciones en las que vivimos determinan una parte de nuestro comportamiento, siempre hay un espacio en el que cada persona decide actuar de una u otra manera ante esos estímulos sociales. Aunque es mayor la posibilidad de que un delincuente haya salido de familias desintegradas, con violencia doméstica, en barrios marginales de la ciudad, de esos mismos lugares sale gente honesta, trabajadora, dedicada a su familia y, en algunos casos, se convierten en los mejores exponentes de su tipo, superando a competidores que vivieron bajo condiciones sociales mucho menos adversas.
Siempre queda, entonces, ese espacio sagrado en el que cada quien es forjador de su destino. Ni el sistema social, ni el llamado "destino", ni ninguna fuerza sobrenatural manejan nuestro comportamiento, porque al final la Persona conserva un margen de decisión. Debe de ser que he visto muchas películas, pero me encanta la idea de que el lado oscuro de la fuerza no es la única opción que tenemos los súperheroes (¡Uy, me perdí! Jeje).
Wolverine no me gustó tanto como las películas anteriores; me parece, de hecho, que debe de ser otro equipo de producción porque no hay continuidad ni homogeneidad con el estilo de los filmes previos. Los efectos visuales tienen también mucho menor calidad y la historia es bastante deficiente. Así que ayer por la noche que fui a verla, me tuve que dedicar sólo a comer las palomitas y la soda, dejando para hoy la reflexión de porqué las otras películas me dejaban emocionado. El resultado es esta entrada al blog, que bien podría hacer pensar erróneamente a algunos que llevaba encima sustancias psicotrópicas para poder volar a esas alturas, en vez de quedarme cómodamente sentado en el sillón del cine, comiendo palomitas, como hago normalmente.
Los X-Men son, como algunos sabrán, mutantes (con mutaciones muy estéticas y bien logradas, hay que decir, pero ya habíamos podido ver otras mutaciones menos agraciadas en el Jorobado de Notre Dame). Y, de acuerdo a mi interpretación, el punto central de las historias es la reacción que genera en la sociedad todo aquello que es diferente. La amenaza que representa contemplar lo que se sale de lo socialmente aceptado como normal. Y la manera en la que pueden convivir armoniosamente grupos de humanos con características diferentes. No es necesariamente una analogía de todas las minorías - porque son seres más poderosos que el promedio - sino la asimilación en el agregado de nuestra sociedad de diferentes maneras de evolucionar que tienen que seguir coexistiendo. Todo esto, no hace falta aclarar, con fines de entretenimiento y entre maravillosas secuencias de acción y escenas de fantasía.
El rechazo que siente la humanidad contra los mutantes genera, a su vez, diferentes reacciones entre éstos. Mientras uno trata de cortar sus alas de ángel para que su papá no se avergüence de él, otros tratan de formar ejércitos de resistencia o con fines de dominación mundial, usando armas tan sui generis como la telequinesis (mover objetos con la mente), o escamas en la piel que te permiten tomar la forma de cualquier persona (con el provecho que se le podría sacar a este poder), hasta tener fuerza descomunal y garras de un metal extraterrestre en un cuerpo que sana casi de inmediato de cualquier herida (ideal para hipoconodriacos). Pero la respuesta de casi todos está motivada justamente por el rechazo que sintieron al ser considerados fenómenos de la naturaleza (y no con la mejor de las intenciones).
Este punto de los X-Men me parece muy valioso: aunque las condiciones en las que vivimos determinan una parte de nuestro comportamiento, siempre hay un espacio en el que cada persona decide actuar de una u otra manera ante esos estímulos sociales. Aunque es mayor la posibilidad de que un delincuente haya salido de familias desintegradas, con violencia doméstica, en barrios marginales de la ciudad, de esos mismos lugares sale gente honesta, trabajadora, dedicada a su familia y, en algunos casos, se convierten en los mejores exponentes de su tipo, superando a competidores que vivieron bajo condiciones sociales mucho menos adversas.
Siempre queda, entonces, ese espacio sagrado en el que cada quien es forjador de su destino. Ni el sistema social, ni el llamado "destino", ni ninguna fuerza sobrenatural manejan nuestro comportamiento, porque al final la Persona conserva un margen de decisión. Debe de ser que he visto muchas películas, pero me encanta la idea de que el lado oscuro de la fuerza no es la única opción que tenemos los súperheroes (¡Uy, me perdí! Jeje).
Wolverine no me gustó tanto como las películas anteriores; me parece, de hecho, que debe de ser otro equipo de producción porque no hay continuidad ni homogeneidad con el estilo de los filmes previos. Los efectos visuales tienen también mucho menor calidad y la historia es bastante deficiente. Así que ayer por la noche que fui a verla, me tuve que dedicar sólo a comer las palomitas y la soda, dejando para hoy la reflexión de porqué las otras películas me dejaban emocionado. El resultado es esta entrada al blog, que bien podría hacer pensar erróneamente a algunos que llevaba encima sustancias psicotrópicas para poder volar a esas alturas, en vez de quedarme cómodamente sentado en el sillón del cine, comiendo palomitas, como hago normalmente.
viernes, mayo 29, 2009
El proceso....
Uno, la verdad, es que es muy egocentrista. Piensa que todo lo que le pasa, o es lo mejor, o es lo peor, o lo más intenso que hay en la vida. Yo, por ejemplo, ahora creo haber pasado por un proceso peor que el descrito en el libro de Franz Kafka, del mismo nombre (no del mismo nombre de Kafka, sino el mismo nombre del último sustantivo, o sea, el libro se llama El Proceso... auch... ya me hice bolas). Y tal vez ni se compare.
Creo que ya había comentado antes que apliqué para el concurso de ingreso al servicio exterior. Mi blog es, de hecho, tanto testigo como víctima de este proceso. Uno, porque he escrito menos que de costumbre (y eso que la costumbre es que escriba poco) y, dos, porque las últimas entradas fueron mis regurgitaciones mentales llamadas, para no ponerles tan feo, "opiniones no solicitadas", las cuales tenían la intención de irme preparando para una de las pruebas que iba a tener que pasar.
No entraré en detalles sobre lo que implica dicho concurso, pero hoy hice la octava prueba (novena, si contamos como prueba la integración del expediente para aplicar, que termina siendo tan laborioso que pareciera que examina tu tenacidad). Fue la última prueba de la segunda eliminatoria (la tercera eliminatoria es más un asunto de resistencia) y se supone que es la más determinante para el ingreso. Y me fue mal. Lo digo así con toda la poca modestia que aún me quedaba (debería darle mejores usos, considerando que me quedaba tan poquita, jeje). Me quedó muy claro que mi desempeño en la entrevista de hoy fue muy deficiente. Como dije que ya no me quedaba modestia, estoy asignándole la culpa no a mi falta de preparación, o de habilidades, God forbids!, sino a la mala fortuna.
Les decía que modestia ya no me queda, pero sí entiendo que debo explicar mejor este último punto para que no vayan a creer los cuatro lectores que soy sólo un arrogante sin razones (porque me gusta más pensar en mí mismo como un arrogante con razones). La mala fortuna se refiere a que me hayan hecho preguntas con una especificidad que requería que hubiera estudiado en particular ese tema. Y son tantos los temas posibles, que realmente nunca estuvo entre mis opciones ese nivel de especificidad. Otra mala pasada que me hizo la fortuna es que leyeran mi Currículum y de ahí desprendieran que mis intereses en la vida son los de un abogado internacionalista; en vez de haber visto el primer punto del CV, que dice que soy Analista de Políticas y que todos mis intereses profesionales van por ese lado. En fin, yo tan guapo que me veía con mi corbata nueva, comprada para la ocasión, pero me parece que no logré convencer a ninguno de los tres sinodales de que mi perfil puede aportar brillo, esperanza y caridad al servicio exterior.
La respuesta que seguro muchos me darán es que no me preocupe, que tal vez me fue mejor de lo que pienso. Dicha respuesta me sería reconfortante si no fuera porque uno de los sinodales de manera muy transparente me hizo saber que mejor fuera pensando qué iba a hacer de mi vida, pero que al servicio yo no entraba (agregue aquí un sonido onomatopéyico así como de golpe, tipo toinnnnng). Así que yo pensé "¿pues qué le vamos a hacer?" y sin quitar mi cara digna seguí pensando "ni que no tuviera yo mi plan B más que armado desde muy enantes -así con todo y palabra en desuso, para que me entiendan los espíritus de mis antepasados hispanoparlantes -".
Cuando salí de la entrevista, aliviado por haber concluido lo que estaba de mi parte en el proceso, todavía tuvo la vida el buen tino de informarme que me habían convocado a una entrevista para ampliar mi perfil psicológico. Al parecer después de cinco horas de exámenes psicométricos y psicológicos escritos, no les alcanzó la información para declararme clínicamente loco. Ya les podría ir ahorrando yo el trabajo, para empezar porque después de esa entrevista ni un estado de salud mental excelente creo que me salve. Pero, además, qué tanto es tantito, yo mismo me diagnostico en este momento como un obsesivo-compulsivo, con tedencia a lo hipocondriaco, católico pero posmoderno, panista pero liberal, preocupado por los derechos humanos y por las últimas tendencias de la moda masculina (aunque no lo parezca). En fin, una mente contrariada, tal vez, pero chistosona; buena onda a pesar del color vampiresco; simpaticón las más de las veces, aunque en otras ponga la abominable cara de what???.
Así que mi parte digna dice que hay que enfocarse en que hay plan B y, sobre todo, que lo traía yo trabajado desde enantes. Mi parte digna (lo que va quedando de ella) también dice que con la ayuda de los espíritus de mis antepasados hispanoparlantes algo se me irá ocurriendo para que, al final de mi vida, pueda ver con satisfacción que resultó mejor de lo esperado, con todo y mis desequilibrios mentales. Porque yo creo que todos esperamos algo así, unos desde el plan A, otros desde el B, y no faltarán los que lo logren hasta el plan Z, ¡pues faltaba más!
Creo que ya había comentado antes que apliqué para el concurso de ingreso al servicio exterior. Mi blog es, de hecho, tanto testigo como víctima de este proceso. Uno, porque he escrito menos que de costumbre (y eso que la costumbre es que escriba poco) y, dos, porque las últimas entradas fueron mis regurgitaciones mentales llamadas, para no ponerles tan feo, "opiniones no solicitadas", las cuales tenían la intención de irme preparando para una de las pruebas que iba a tener que pasar.
No entraré en detalles sobre lo que implica dicho concurso, pero hoy hice la octava prueba (novena, si contamos como prueba la integración del expediente para aplicar, que termina siendo tan laborioso que pareciera que examina tu tenacidad). Fue la última prueba de la segunda eliminatoria (la tercera eliminatoria es más un asunto de resistencia) y se supone que es la más determinante para el ingreso. Y me fue mal. Lo digo así con toda la poca modestia que aún me quedaba (debería darle mejores usos, considerando que me quedaba tan poquita, jeje). Me quedó muy claro que mi desempeño en la entrevista de hoy fue muy deficiente. Como dije que ya no me quedaba modestia, estoy asignándole la culpa no a mi falta de preparación, o de habilidades, God forbids!, sino a la mala fortuna.
Les decía que modestia ya no me queda, pero sí entiendo que debo explicar mejor este último punto para que no vayan a creer los cuatro lectores que soy sólo un arrogante sin razones (porque me gusta más pensar en mí mismo como un arrogante con razones). La mala fortuna se refiere a que me hayan hecho preguntas con una especificidad que requería que hubiera estudiado en particular ese tema. Y son tantos los temas posibles, que realmente nunca estuvo entre mis opciones ese nivel de especificidad. Otra mala pasada que me hizo la fortuna es que leyeran mi Currículum y de ahí desprendieran que mis intereses en la vida son los de un abogado internacionalista; en vez de haber visto el primer punto del CV, que dice que soy Analista de Políticas y que todos mis intereses profesionales van por ese lado. En fin, yo tan guapo que me veía con mi corbata nueva, comprada para la ocasión, pero me parece que no logré convencer a ninguno de los tres sinodales de que mi perfil puede aportar brillo, esperanza y caridad al servicio exterior.
La respuesta que seguro muchos me darán es que no me preocupe, que tal vez me fue mejor de lo que pienso. Dicha respuesta me sería reconfortante si no fuera porque uno de los sinodales de manera muy transparente me hizo saber que mejor fuera pensando qué iba a hacer de mi vida, pero que al servicio yo no entraba (agregue aquí un sonido onomatopéyico así como de golpe, tipo toinnnnng). Así que yo pensé "¿pues qué le vamos a hacer?" y sin quitar mi cara digna seguí pensando "ni que no tuviera yo mi plan B más que armado desde muy enantes -así con todo y palabra en desuso, para que me entiendan los espíritus de mis antepasados hispanoparlantes -".
Cuando salí de la entrevista, aliviado por haber concluido lo que estaba de mi parte en el proceso, todavía tuvo la vida el buen tino de informarme que me habían convocado a una entrevista para ampliar mi perfil psicológico. Al parecer después de cinco horas de exámenes psicométricos y psicológicos escritos, no les alcanzó la información para declararme clínicamente loco. Ya les podría ir ahorrando yo el trabajo, para empezar porque después de esa entrevista ni un estado de salud mental excelente creo que me salve. Pero, además, qué tanto es tantito, yo mismo me diagnostico en este momento como un obsesivo-compulsivo, con tedencia a lo hipocondriaco, católico pero posmoderno, panista pero liberal, preocupado por los derechos humanos y por las últimas tendencias de la moda masculina (aunque no lo parezca). En fin, una mente contrariada, tal vez, pero chistosona; buena onda a pesar del color vampiresco; simpaticón las más de las veces, aunque en otras ponga la abominable cara de what???.
Así que mi parte digna dice que hay que enfocarse en que hay plan B y, sobre todo, que lo traía yo trabajado desde enantes. Mi parte digna (lo que va quedando de ella) también dice que con la ayuda de los espíritus de mis antepasados hispanoparlantes algo se me irá ocurriendo para que, al final de mi vida, pueda ver con satisfacción que resultó mejor de lo esperado, con todo y mis desequilibrios mentales. Porque yo creo que todos esperamos algo así, unos desde el plan A, otros desde el B, y no faltarán los que lo logren hasta el plan Z, ¡pues faltaba más!
martes, mayo 19, 2009
Opinión no solicitada no. 3
El punto central con el que trata esta entrada es la viabilidad de incrementar considerablemente el nivel de integración regional de América del Norte. No se abordará de manera exhaustiva la argumentación a favor de consolidar la integración, sino que se asumirá que los beneficios para el subcontinente son mayores que los costos potenciales.
Sin entrar más a detalle, esta mayor integración supone un plan integral de apoyo a la economía mexicana, para llevarla a un estadio de desarrollo que sea compatible con Estados Unidos y Canadá. Visto fuera de contexto, ese plan de apoyo parece una idea descabellada, puesto que se trata de un país rico destinando el dinero de sus contribuyentes para beneficiar a su vecino pobre. Sin embargo, no hace falta más que un breve repaso a la historia del siglo XX para observar que hay, al menos, dos casos muy sobresalientes que lograron profundos beneficios para los países donantes. El primer caso es el llamado Plan Marshall que EE.UU. implementó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial para rescatar las economías destrozadas de las ex-potencias de Europa Occidental, entre ellas Francia, Reino Unido y Alemania. Este plan convirtió a Estados Unidos en la mayor autoridad moral del mundo libre, pero además le permitió exportarle sus bienes a estos países, que muy pronto se convirtieron en prósperas economías, perfectamente integradas con la estadounidense, pero con mejores estados de bienestar.
Un segundo caso muy relevante es el que aplicaron en el viejo continente con el fin de integrar a la actual Unión Europea, los países más ricos para apoyar a sus vecinos más pobres del sur: España, Portugal, Italia y Grecia. Bastaron un par de décadas para llevar a estas últimas naciones a niveles de desarrollo completamente aceptables y comparables con los más ricos del norte. Actualmente, esos fondos de apoyo se están canalizando a las antiguas economías socialistas de Europa Oriental, con un nivel de desarrollo muy por debajo de sus hermanos del Centro y de Occidente, tal vez con resultados menos contundentes, pero que sí han permitido un sólido nivel de integración en casi la totalidad de ese continente (descontando a Ucrania, Rusia, Georgia y otras repúblicas caucásicas y eslavas). Esto ha consolidado a Europa como una economía enorme y le ha permitido conservar un coto de influencia que les hubiera sido imposible conservar a sus decadentes naciones más poderosas por separado.
La única diferencia con el Plan Marshall o los apoyos a las economías menos desarrolladas de Europa es un sentido de fraternidad casi inexistente entre los norteamericanos ricos y su hermano pobre, que más bien es considerado sólo su vecino pobre.
De cualquier manera, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) dio la pauta principal para consolidar la integración. Dicho tratado comercial, firmado en 1994 convirtió a América del Norte en la economía regional más grande del planeta, considerando el valor de su producción. Sin embargo, el casi libre intercambio de mercancías entre Canadá, EE UU y Mëxico no se ha reflejado formalmente en la integración de su mercado laboral, como ha pasado en buena medida en Europa, a pesar de que la migración sí ha aumentado exponencialmente no sólo de mexicanos a EE UU, sino también de estadounidenses y canadienses retirados a comunidades ubicadas en las playas mexicanas, o en algunos de sus pueblos más tranquilos.
Desde el punto de vista formal, sin embargo, la política migratoria estadounidense se ha endurecido en contra del tráfico de mexicanos y este tema es una de las principales causas del ascenso de un nacionalismo en la Unión Americana.
No obstante, la hora cada vez está más cerca de que EE UU pierda su preeminencia en la comunidad internacional, frente al ascenso de las economías china e india. México es reconocido como una de las economías emergentes más prometedoras del mundo y un mayor nivel de desarrollo en nuestro país, reduciría la presión migratoria sobre las comunidades estadounidenses. Además, aumentaría considerablemente un atractivo mercado para los productos de consumo que produce aquél país, incrementando hacia nuestro país sus defictarias exportaciones. La población de México y su sano crecimiento (bono demográfico) es otra atractiva ventaja de integrar toda la región para fortalecer la decadente esfera de influencia de EE UU.
Para México los beneficios de esta integración son evidentes, pues lograr un apoyo estratégico para su mayor desarrollo será un factor clave para fortalecer su democracia e integrarse como un actor clave de la comunidad internacional. Pero si el país no logra esta integración estratégica, si la integración no le ofrece más ventajas que la unión comercial que inició hace ya quince años, tendrá que voltear a las otras economías emergentes (China, India, Rusia, Brasil o Sudáfrica) y separarse del clan norteamericano, caminando hacia rumbos que le resulten más prometedores.
Sin entrar más a detalle, esta mayor integración supone un plan integral de apoyo a la economía mexicana, para llevarla a un estadio de desarrollo que sea compatible con Estados Unidos y Canadá. Visto fuera de contexto, ese plan de apoyo parece una idea descabellada, puesto que se trata de un país rico destinando el dinero de sus contribuyentes para beneficiar a su vecino pobre. Sin embargo, no hace falta más que un breve repaso a la historia del siglo XX para observar que hay, al menos, dos casos muy sobresalientes que lograron profundos beneficios para los países donantes. El primer caso es el llamado Plan Marshall que EE.UU. implementó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial para rescatar las economías destrozadas de las ex-potencias de Europa Occidental, entre ellas Francia, Reino Unido y Alemania. Este plan convirtió a Estados Unidos en la mayor autoridad moral del mundo libre, pero además le permitió exportarle sus bienes a estos países, que muy pronto se convirtieron en prósperas economías, perfectamente integradas con la estadounidense, pero con mejores estados de bienestar.
Un segundo caso muy relevante es el que aplicaron en el viejo continente con el fin de integrar a la actual Unión Europea, los países más ricos para apoyar a sus vecinos más pobres del sur: España, Portugal, Italia y Grecia. Bastaron un par de décadas para llevar a estas últimas naciones a niveles de desarrollo completamente aceptables y comparables con los más ricos del norte. Actualmente, esos fondos de apoyo se están canalizando a las antiguas economías socialistas de Europa Oriental, con un nivel de desarrollo muy por debajo de sus hermanos del Centro y de Occidente, tal vez con resultados menos contundentes, pero que sí han permitido un sólido nivel de integración en casi la totalidad de ese continente (descontando a Ucrania, Rusia, Georgia y otras repúblicas caucásicas y eslavas). Esto ha consolidado a Europa como una economía enorme y le ha permitido conservar un coto de influencia que les hubiera sido imposible conservar a sus decadentes naciones más poderosas por separado.
La única diferencia con el Plan Marshall o los apoyos a las economías menos desarrolladas de Europa es un sentido de fraternidad casi inexistente entre los norteamericanos ricos y su hermano pobre, que más bien es considerado sólo su vecino pobre.
De cualquier manera, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) dio la pauta principal para consolidar la integración. Dicho tratado comercial, firmado en 1994 convirtió a América del Norte en la economía regional más grande del planeta, considerando el valor de su producción. Sin embargo, el casi libre intercambio de mercancías entre Canadá, EE UU y Mëxico no se ha reflejado formalmente en la integración de su mercado laboral, como ha pasado en buena medida en Europa, a pesar de que la migración sí ha aumentado exponencialmente no sólo de mexicanos a EE UU, sino también de estadounidenses y canadienses retirados a comunidades ubicadas en las playas mexicanas, o en algunos de sus pueblos más tranquilos.
Desde el punto de vista formal, sin embargo, la política migratoria estadounidense se ha endurecido en contra del tráfico de mexicanos y este tema es una de las principales causas del ascenso de un nacionalismo en la Unión Americana.
No obstante, la hora cada vez está más cerca de que EE UU pierda su preeminencia en la comunidad internacional, frente al ascenso de las economías china e india. México es reconocido como una de las economías emergentes más prometedoras del mundo y un mayor nivel de desarrollo en nuestro país, reduciría la presión migratoria sobre las comunidades estadounidenses. Además, aumentaría considerablemente un atractivo mercado para los productos de consumo que produce aquél país, incrementando hacia nuestro país sus defictarias exportaciones. La población de México y su sano crecimiento (bono demográfico) es otra atractiva ventaja de integrar toda la región para fortalecer la decadente esfera de influencia de EE UU.
Para México los beneficios de esta integración son evidentes, pues lograr un apoyo estratégico para su mayor desarrollo será un factor clave para fortalecer su democracia e integrarse como un actor clave de la comunidad internacional. Pero si el país no logra esta integración estratégica, si la integración no le ofrece más ventajas que la unión comercial que inició hace ya quince años, tendrá que voltear a las otras economías emergentes (China, India, Rusia, Brasil o Sudáfrica) y separarse del clan norteamericano, caminando hacia rumbos que le resulten más prometedores.
jueves, mayo 14, 2009
Opinión no solicitada no. 2
Una pregunta frecuente que se hace cuando hay cambio de gobierno en México es si en política exterior se dará preeminencia a la relación con Estados Unidos o a América Latina. Considero que plantearse la cuestión en estos términos es si no absurdo sí bastante inútil, ya que no se trata de un juego de suma cero, sino que el país puede diversificar su agenda, para simultáneamente fortalecer sus vínculos económicos con los países latinoamericanos, sin dañar las relaciones comerciales con América del Norte, pero a la vez debe consolidar los vínculos culturales y su liderazgo en la región latinoamericana.
El origen de este cuestionamiento es la singularidad de la posición geopolítica de México en el continente americano: el país está localizado geográficamente en América del Norte y somos vecinos de la economía más grande del mundo y una súper potencia desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pero a la vez culturalmente somos parte integrante de Latinoamérica. De cualquier manera, esta singular posición debería ser apreciada no como fuente de conflicto sino como un beneficio que permite unir dos mundos diferentes y poder no sólo coexistir con cada uno, sino lograr mejores estadios de integración para lograr múltiples ventajas para el país.
El espacio económico en el que México está realmente incorporado es en América del Norte, puesto que la gran mayoría de las transacciones comerciales se realizan con Estados Unidos y Canadá, países que junto con el nuestro forman la integración regional (comercial) más importante del orbe, considerando el tamaño de su producción, que es el TLCAN -o NAFTA, por sus siglas en inglés-. El 80% de nuestras exportaciones están dirigida a EE.UU. y aunque las importaciones están ligeramente más diversificadas, también importamos una enorme cantidad de productos de ese país.
No obstante, México está formalmente integrado desde el punto de vista comercial con casi todo el planeta. Tiene tratados de libre comercio con un elevado número de países -Japón, Israel, la Unión Europea, Chile, y un largo etcétera- y es miembro observador de otras integraciones regionales latinoamericanas, como el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú). Sin embargo, este marco institucional que le permite al país diversificar sus exportaciones e importaciones no ha sido debidamente aprovechado y se comercia proporcionalmente muy poco con esas otras economías. Nuestra dependencia con el comercio estadounidense tiene severas desventajas que han sido particularmente evidentes con los efectos de la crisis económica que inició en EE.UU. Las posibilidades de recuperación para una economía dirigida a las exportaciones, como México, son mucho mayores cuando sus destinos están suficientemente diversificados.
Las compañías mexicanas son muy competitivas para el ámbito latinoamericano, pues están acostumbradas a competir con las sólidas empresas estadounidenses y canadienses. Esto les permitiría desplazarse a los países de Latinoamérica y fortalecer dichos mercados, a la vez que consolidarían la presencia de México en esos países y generarían mayores divisas para nuestro país. Sin embargo, no son muchas las empresas mexicanas que han invertido en LA, a pesar de que las que lo han hecho han sido generalmente muy exitosas, como Bimbo, Teléfonos de México o CEMEX.
Otro ámbito en el que México tiene mucho por hacer es la generación del llamado soft power. Ese poder "suave" lo da la presencia y difusión de las ideas y expresiones que convienen a un país (un excelente ejemplo es el cine y televisión producidos en Hollywood y que fomentan en el mundo un estilo de vida que promueve el consumo, situación muy favorable a la economía estadounidense). México ha tenido una difusión importante de su cine, su televisión y su literatura en el subcontinente latinoamericano. Fortalecer la presencia del Fondo de Cultura Económica (editorial pública mexicana) así como promover en el cine temas de interés común, sería un primer paso importante. Adicionalmente, el intercambio de estudiantes y científicos a los centros de estudio mexicanos (que suelen tener un excelente nivel comparativo), sobre todo si se dirige a temas de interés estratégico: como política social, economía, energía y medio ambiente, también fortalecería la presencia y liderazgo de México en la región. Esto en nada afectaría la buena relación con los EE.UU. sino que podría, incluso, mejorarla si se considera que un mayor poder de incidir de nuestro país en la región, daría más importancia a la ya de por sí estratégica relación Estados Unidos-México.
Recapitulando, México puede incluir en su agenda diplomática de manera simultánea el fortalecimiento del intercambio económico y cultural, tanto con América del Norte como con América Latina. De hecho, está en el mejor interés de nuestro país articular mejor las relaciones con las naciones hermanas de Latinoamérica, para no perder el liderazgo y prestigio del que una vez gozó en la región. Pero eso no implica dejar de estrechar una relación comercial y de intercambio de tecnologías tan importante como la que tenemos con nuestros aliados del TLCAN. Es preciso dejar de lado la creencia de que nuestra diplomacia tiene que ser monotemática, cuando las capacidades de nuestro país permiten diversificarla para poder tener una importancia internacional que no esté por debajo de nuestro potencial como nación, como desafortunadamente ocurre en la actualidad.
El origen de este cuestionamiento es la singularidad de la posición geopolítica de México en el continente americano: el país está localizado geográficamente en América del Norte y somos vecinos de la economía más grande del mundo y una súper potencia desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pero a la vez culturalmente somos parte integrante de Latinoamérica. De cualquier manera, esta singular posición debería ser apreciada no como fuente de conflicto sino como un beneficio que permite unir dos mundos diferentes y poder no sólo coexistir con cada uno, sino lograr mejores estadios de integración para lograr múltiples ventajas para el país.
El espacio económico en el que México está realmente incorporado es en América del Norte, puesto que la gran mayoría de las transacciones comerciales se realizan con Estados Unidos y Canadá, países que junto con el nuestro forman la integración regional (comercial) más importante del orbe, considerando el tamaño de su producción, que es el TLCAN -o NAFTA, por sus siglas en inglés-. El 80% de nuestras exportaciones están dirigida a EE.UU. y aunque las importaciones están ligeramente más diversificadas, también importamos una enorme cantidad de productos de ese país.
No obstante, México está formalmente integrado desde el punto de vista comercial con casi todo el planeta. Tiene tratados de libre comercio con un elevado número de países -Japón, Israel, la Unión Europea, Chile, y un largo etcétera- y es miembro observador de otras integraciones regionales latinoamericanas, como el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú). Sin embargo, este marco institucional que le permite al país diversificar sus exportaciones e importaciones no ha sido debidamente aprovechado y se comercia proporcionalmente muy poco con esas otras economías. Nuestra dependencia con el comercio estadounidense tiene severas desventajas que han sido particularmente evidentes con los efectos de la crisis económica que inició en EE.UU. Las posibilidades de recuperación para una economía dirigida a las exportaciones, como México, son mucho mayores cuando sus destinos están suficientemente diversificados.
Las compañías mexicanas son muy competitivas para el ámbito latinoamericano, pues están acostumbradas a competir con las sólidas empresas estadounidenses y canadienses. Esto les permitiría desplazarse a los países de Latinoamérica y fortalecer dichos mercados, a la vez que consolidarían la presencia de México en esos países y generarían mayores divisas para nuestro país. Sin embargo, no son muchas las empresas mexicanas que han invertido en LA, a pesar de que las que lo han hecho han sido generalmente muy exitosas, como Bimbo, Teléfonos de México o CEMEX.
Otro ámbito en el que México tiene mucho por hacer es la generación del llamado soft power. Ese poder "suave" lo da la presencia y difusión de las ideas y expresiones que convienen a un país (un excelente ejemplo es el cine y televisión producidos en Hollywood y que fomentan en el mundo un estilo de vida que promueve el consumo, situación muy favorable a la economía estadounidense). México ha tenido una difusión importante de su cine, su televisión y su literatura en el subcontinente latinoamericano. Fortalecer la presencia del Fondo de Cultura Económica (editorial pública mexicana) así como promover en el cine temas de interés común, sería un primer paso importante. Adicionalmente, el intercambio de estudiantes y científicos a los centros de estudio mexicanos (que suelen tener un excelente nivel comparativo), sobre todo si se dirige a temas de interés estratégico: como política social, economía, energía y medio ambiente, también fortalecería la presencia y liderazgo de México en la región. Esto en nada afectaría la buena relación con los EE.UU. sino que podría, incluso, mejorarla si se considera que un mayor poder de incidir de nuestro país en la región, daría más importancia a la ya de por sí estratégica relación Estados Unidos-México.
Recapitulando, México puede incluir en su agenda diplomática de manera simultánea el fortalecimiento del intercambio económico y cultural, tanto con América del Norte como con América Latina. De hecho, está en el mejor interés de nuestro país articular mejor las relaciones con las naciones hermanas de Latinoamérica, para no perder el liderazgo y prestigio del que una vez gozó en la región. Pero eso no implica dejar de estrechar una relación comercial y de intercambio de tecnologías tan importante como la que tenemos con nuestros aliados del TLCAN. Es preciso dejar de lado la creencia de que nuestra diplomacia tiene que ser monotemática, cuando las capacidades de nuestro país permiten diversificarla para poder tener una importancia internacional que no esté por debajo de nuestro potencial como nación, como desafortunadamente ocurre en la actualidad.
miércoles, mayo 13, 2009
Opinión no solicitada no. 1
Estuve tentado a describir lo maravillosamente bien que la pasé en Acapulco el fin de semana, pero me detuvo el hecho de saber que por mejor que lo describa, no le haría justicia al paraíso que tuve la oportunidad de conocer y del cual tuve que devolverme por causas de fuerza mayor (o sea, continuar con mi vida). Y yo sé que van a decir que no fue justo el intercambio (pocas veces los intercambios son justos, de cualquier manera) pero he decidido escribir sobre algún tema que me rebase totalmente.
Esta última característica la cumple casi cualquier tema, así que traté de ser más específico y abordar algún asunto del que, además, tenga alguna idea u opinión, ya que de lo contrario sería un ejercicio más fútil que saludable. Que sea colectivamente interesante, bien saben los lectores de este blog, que no es precisamente mi prioridad bloguera. Y el tema elegido fue el ascenso de China como la nación más poderosa del orbe para las siguientes décadas (se escucha al fondo el coro de los marcianitos diciendo: oooohhhhh!!!).
De muy pequeño recuerdo la frase irónica de "te van a llevar los rusos" cuando alguien decía algo muy tonto, haciendo referencia a los poderosos científicos de la URSS, que era la otra súper potencia que hacía frente a los estadounidenses. Sin embargo, considerando que cuando cayó el Muro de Berlín (noviembre de 1989) yo tenía nueve años, básicamente mi vida ha transcurrido en un período en el que la súper potencia única e indiscutible ha sido Estados Unidos. Y hasta hace pocos años había pocos indicios de que fuera a cambiar radicalmente este balance de poder en la comunidad internacional.
La consolidación de la Unión Europea fue durante un tiempo una "esperanza" de que el casi monopolio del poder internacional no estuviera exclusivamente en las manos de EE.UU. Pero esa esperanza duró muy poco, cuando quedó manifiesto el hecho de que Europa no tiene una política exterior común y que muchos de sus gobiernos son siempre aliados o sometidos a la política exterior estadounidense. De la misma manera, Japón que era la segunda economía más importante del orbe, ni le hacía sombra a la gran potencia, ni parecía querer hacérsela.
Hace unos pocos años que va siendo claro que el poder de China en los ámbitos económico, científico, tecnológico y militar va en aumento de manera sostenida y que en un par de décadas será la economía más grande del mundo. Esto implicará grandes cambios en los equilibrios de poder que existen actualmente, porque si bien falta más tiempo para que le haga competencia al arrollador poder militar de la Unión Americana, "con dinero baila el chango" y donde esté el dinero está el mayor poder de negociación. Adicionalmente, China ha estado movilizando una importante actividad diplomática alrededor del mundo y se ha convertido en el principal aliado comercial de un buen número de países e, incluso, regiones o continentes, desplazando al país de las hamburguesas, la Coca-Cola y Microsoft. Además de haber convertido a África en su área de influencia, incluso está incidiendo en algunos países de América Latina como prestamista de proyectos o empresas públicas, como en Venezuela, Brasil y Argentina.
El crecimiento económico de China durante las últimas tres décadas ha sido impresionante (y devastador para el medio ambiente) logrando hacer crecer su Producto Interno Bruto por arriba del 10% anual, durante casi treinta años. En esta época de crisis, en la que muchas economías van a tener una contracción real de su producción, China se está jalando los cabellos porque "sólo" crecerá su PIB entre 6 y 7%. Pero, adicionalmente a este maravilloso crecimiento económico, esta nación se está consolidando como líder en áreas tan estratégicas como las tecnologías de la información, la producción de energía y la ciencia.
China es actualmente el gran exportador del mundo. La mayoría de los países tienen un déficit comercial con dicha nación porque aunque está naciendo una clase media china, la mayor parte de su población consume aún muy poco de los productos de otros países. Esto le ha permitido acumular unas reservas enormes con las cuales ahora está financiando a otros países, convirtiéndose en un poderoso acreedor (el más importante, por ejemplo, de los bonos del Tesoro de EE.UU.) y ganar amplios márgenes de influencia en el concierto de naciones.
Un crecimiento tan desproporcionado no ha estado privado de consecuencias negativas. Además de un terrible daño a sus propios ecosistemas, China se está convirtiendo en el principal generador de gases con efecto invernadero (que nos hacen el favor de calentar todo el planeta) y no ha aceptado ceñirse a las reglamentaciones del Protocolo de Kyoto, con la justificación de que tampoco EE.UU. lo ha hecho, aunque la razón real es que reducir las emisiones de gases contaminantes le implicaría bajar considerablemente el ritmo de crecimiento de su economía.
El ascenso de China nos presenta otro reto fundamental: se trata de un Estado no democrático, vamos, ni remotamente democrático. Es una economía capitalista, pero dirigida por un gobierno estatista, que ha dado en años recientes marcha atrás a las reformas liberalizadoras, para que el Estado o compañías controladas por el Estado dirijan la economía. Se trata también de un país en el que los ingresos se han dividido de manera muy desigual, en que ciertas familias y dirigentes gubernamentales han amasado grandes fortunas, mientras que el grueso de la población (que es ni más ni menos que un quinto de la población total del mundo) permanece viviendo en condiciones bastante deplorables si se les compara con el mundo desarrollado, e incluso con otras economías emergentes. Asimismo, las violaciones a los derechos humanos en ese país pueden llenar enciclopedias.
Si bien el liderazgo internacional de una nación democrática, como EE.UU., no ha sido ninguna garantía de que se persiga el bien común en el mundo o se logre la paz y la justicia en los principales conflictos internacionales, deberíamos preguntarnos qué podría significar en términos prácticos el liderazgo de un país autocrático y muy hermético, como ha probado ser el gobierno chino.
La capacidad de la Organización de Naciones Unidas para organizar a las naciones, que no están para nada unidas (juego de palabras intended), se ha venido erosionando de manera muy severa. Desafortunadamente, no hay ninguna otra institución internacional que juegue un papel similar a la ONU, por lo que siguen siendo las naciones poderosas las que llenan ese vacío de poder. El problema con esta situación es que, como es de esperarse, defienden sus intereses nacionales sobre los objetivos colectivos de la humanidad. Si no nos encargamos desde ahora de crear un marco institucional que funcione como un verdadero lugar de encuentro y resolución de conflictos entre todos los países del orbe, tendremos en poco tiempo nuevas luchas desgarradoras entre súper potencias, que tendrán como resultado previsible que toda la humanidad empeore sus condiciones de vida y bienestar. Y eso aplicará tanto para las nuevas generaciones como para las nuestras.
Esta última característica la cumple casi cualquier tema, así que traté de ser más específico y abordar algún asunto del que, además, tenga alguna idea u opinión, ya que de lo contrario sería un ejercicio más fútil que saludable. Que sea colectivamente interesante, bien saben los lectores de este blog, que no es precisamente mi prioridad bloguera. Y el tema elegido fue el ascenso de China como la nación más poderosa del orbe para las siguientes décadas (se escucha al fondo el coro de los marcianitos diciendo: oooohhhhh!!!).
De muy pequeño recuerdo la frase irónica de "te van a llevar los rusos" cuando alguien decía algo muy tonto, haciendo referencia a los poderosos científicos de la URSS, que era la otra súper potencia que hacía frente a los estadounidenses. Sin embargo, considerando que cuando cayó el Muro de Berlín (noviembre de 1989) yo tenía nueve años, básicamente mi vida ha transcurrido en un período en el que la súper potencia única e indiscutible ha sido Estados Unidos. Y hasta hace pocos años había pocos indicios de que fuera a cambiar radicalmente este balance de poder en la comunidad internacional.
La consolidación de la Unión Europea fue durante un tiempo una "esperanza" de que el casi monopolio del poder internacional no estuviera exclusivamente en las manos de EE.UU. Pero esa esperanza duró muy poco, cuando quedó manifiesto el hecho de que Europa no tiene una política exterior común y que muchos de sus gobiernos son siempre aliados o sometidos a la política exterior estadounidense. De la misma manera, Japón que era la segunda economía más importante del orbe, ni le hacía sombra a la gran potencia, ni parecía querer hacérsela.
Hace unos pocos años que va siendo claro que el poder de China en los ámbitos económico, científico, tecnológico y militar va en aumento de manera sostenida y que en un par de décadas será la economía más grande del mundo. Esto implicará grandes cambios en los equilibrios de poder que existen actualmente, porque si bien falta más tiempo para que le haga competencia al arrollador poder militar de la Unión Americana, "con dinero baila el chango" y donde esté el dinero está el mayor poder de negociación. Adicionalmente, China ha estado movilizando una importante actividad diplomática alrededor del mundo y se ha convertido en el principal aliado comercial de un buen número de países e, incluso, regiones o continentes, desplazando al país de las hamburguesas, la Coca-Cola y Microsoft. Además de haber convertido a África en su área de influencia, incluso está incidiendo en algunos países de América Latina como prestamista de proyectos o empresas públicas, como en Venezuela, Brasil y Argentina.
El crecimiento económico de China durante las últimas tres décadas ha sido impresionante (y devastador para el medio ambiente) logrando hacer crecer su Producto Interno Bruto por arriba del 10% anual, durante casi treinta años. En esta época de crisis, en la que muchas economías van a tener una contracción real de su producción, China se está jalando los cabellos porque "sólo" crecerá su PIB entre 6 y 7%. Pero, adicionalmente a este maravilloso crecimiento económico, esta nación se está consolidando como líder en áreas tan estratégicas como las tecnologías de la información, la producción de energía y la ciencia.
China es actualmente el gran exportador del mundo. La mayoría de los países tienen un déficit comercial con dicha nación porque aunque está naciendo una clase media china, la mayor parte de su población consume aún muy poco de los productos de otros países. Esto le ha permitido acumular unas reservas enormes con las cuales ahora está financiando a otros países, convirtiéndose en un poderoso acreedor (el más importante, por ejemplo, de los bonos del Tesoro de EE.UU.) y ganar amplios márgenes de influencia en el concierto de naciones.
Un crecimiento tan desproporcionado no ha estado privado de consecuencias negativas. Además de un terrible daño a sus propios ecosistemas, China se está convirtiendo en el principal generador de gases con efecto invernadero (que nos hacen el favor de calentar todo el planeta) y no ha aceptado ceñirse a las reglamentaciones del Protocolo de Kyoto, con la justificación de que tampoco EE.UU. lo ha hecho, aunque la razón real es que reducir las emisiones de gases contaminantes le implicaría bajar considerablemente el ritmo de crecimiento de su economía.
El ascenso de China nos presenta otro reto fundamental: se trata de un Estado no democrático, vamos, ni remotamente democrático. Es una economía capitalista, pero dirigida por un gobierno estatista, que ha dado en años recientes marcha atrás a las reformas liberalizadoras, para que el Estado o compañías controladas por el Estado dirijan la economía. Se trata también de un país en el que los ingresos se han dividido de manera muy desigual, en que ciertas familias y dirigentes gubernamentales han amasado grandes fortunas, mientras que el grueso de la población (que es ni más ni menos que un quinto de la población total del mundo) permanece viviendo en condiciones bastante deplorables si se les compara con el mundo desarrollado, e incluso con otras economías emergentes. Asimismo, las violaciones a los derechos humanos en ese país pueden llenar enciclopedias.
Si bien el liderazgo internacional de una nación democrática, como EE.UU., no ha sido ninguna garantía de que se persiga el bien común en el mundo o se logre la paz y la justicia en los principales conflictos internacionales, deberíamos preguntarnos qué podría significar en términos prácticos el liderazgo de un país autocrático y muy hermético, como ha probado ser el gobierno chino.
La capacidad de la Organización de Naciones Unidas para organizar a las naciones, que no están para nada unidas (juego de palabras intended), se ha venido erosionando de manera muy severa. Desafortunadamente, no hay ninguna otra institución internacional que juegue un papel similar a la ONU, por lo que siguen siendo las naciones poderosas las que llenan ese vacío de poder. El problema con esta situación es que, como es de esperarse, defienden sus intereses nacionales sobre los objetivos colectivos de la humanidad. Si no nos encargamos desde ahora de crear un marco institucional que funcione como un verdadero lugar de encuentro y resolución de conflictos entre todos los países del orbe, tendremos en poco tiempo nuevas luchas desgarradoras entre súper potencias, que tendrán como resultado previsible que toda la humanidad empeore sus condiciones de vida y bienestar. Y eso aplicará tanto para las nuevas generaciones como para las nuestras.
viernes, mayo 08, 2009
Back to normal....
Ya estuvo bueno con la influenza; entre el bombardeo informativo y dos entradas en mi blog, creo que el mundo ya tuvo suficiente. Además, ahora tenemos la firme instrucción de la autoridad de volver todos a la normalidad. Claro que eso va a estar difícil, porque ni este país ni esta ciudad han sido nunca normales y las personas que los habitamos, pues mucho menos. Además, ¡qué aburrido! Si "volviéramos" a la normalidad, qué podría yo publicar en este blog que ya de por sí batalla semanalmente por no morir de inanición de ideas, enfermedad muy letal y que representa una amenaza más severa que la influenza y la malaria juntas.
Yo, no es por presumir (bueno, sí, un poco), festejaré la normalidad yéndome a Acapulco a pasar el fin de semana. Allá invocaré los espíritus de María Félix y Agustín Lara y le compondré un bolero a las epidemias (ya hay cumbia, pero el género romántico no ha sido tomado en cuenta) y cantaré sobre El amor en tiempos de influenza, aunque no sepa muy bien si existan (ni el amor, ni la gripe porcina) o fueron sólo invenciones para entretener al vulgo.
A la sombra de un cocotero planeo ponerme nostálgico y le diré a alguna hipotética María Bonita que se acuerde de Acapulco. Y cuando la sombra ya no me alcance, me dedicaré a quitarme el color lechoso que tan mal combina con mi vanidad de mexicano trigueñito que soy (una vendedora de lentes dixit). Y esperaré el atardecer para decirle al Dios Sol que ya estuvo bueno de tanto infortunio y suplicarle de la manera más atenta que, en la medida de lo posible, nos mande más espaciadamente los temblores, las epidemias y las crisis económicas, porque así todo junto me mareo.
En La Quebrada, donde los acapulqueños se tiran en picada al mar en una angosta ensenada que se forma al fondo de un precipicio, me lanzaré metafóricamente al abismo, porque lo mío, lo mío, no es el deporte olímplco, sino sólo el exhibicionismo. Y mientras vaya en caída libre, sintiendo el viento en mi cara y el traje de baño volando de manera independiente, pensaré que el pudor ha sido sobrevalorado y lo dejaré volar de manera independiente (tanto al pudor como al traje de baño, en ese orden), tratando de que este último caiga en lugar seguro, porque me costó muy caro y no son tiempos éstos de andar perdiendo la ropa.
En las playas de Revolcadero, Dios quiera yo tenga la suerte de hacer lo mismo, porque bañarme en el mar me lo ha prohibido mi oftalmóloga y como ya me habré bronceado lo suficiente enseguida del cocotero antes mencionado, las opciones de divertimento serían verdaderamente reducidas. Y de recoger estrellas de mar en la playa, ni pensarlo, porque eso de andar teniendo contacto con animales termina por mutar los virus; ya tuvimos la gripe aviar y luego la porcina, como para que mi mala suerte haga que contraiga yo la "gripe estelar marina" (aunque el nombre, hay qué decirlo, me ha quedado fabuloso).
Al Pie de la Cuesta, donde las olas agresivamente juguetonas del Océano Pacífico rompen contra la fina arena sin que nada las detenga, esperaré de nuevo el atardecer y con los pies sumergidos en la Laguna de Coyuca pensaré muchas cosas, entre ellas que ya es hora de ir regresando, porque no podré engañar a la autoridad haciéndole creer que mi normalidad consiste en pasar un lunes por la mañana con los pies adentro de la Laguna de Coyuca.
Y el domingo por la tarde, cuando venga por la Autopista del Sol tal vez derrame una lágrima, que no sabré si la ha causado el ardor de la espalda, la irritación de los ojos o la melancolía. Aunque tal vez no derrame nada, porque después de la operación me ha quedado el lagrimal medio reseco. Así que tal vez opte por esbozar una sonrisa picarona y decirle a la vida, mientras le guiño el ojo, que ya iba siendo hora y que hay normalidades mejores y peores, y que yo, por alguna razón, prefiero a las primeras.
Yo, no es por presumir (bueno, sí, un poco), festejaré la normalidad yéndome a Acapulco a pasar el fin de semana. Allá invocaré los espíritus de María Félix y Agustín Lara y le compondré un bolero a las epidemias (ya hay cumbia, pero el género romántico no ha sido tomado en cuenta) y cantaré sobre El amor en tiempos de influenza, aunque no sepa muy bien si existan (ni el amor, ni la gripe porcina) o fueron sólo invenciones para entretener al vulgo.
A la sombra de un cocotero planeo ponerme nostálgico y le diré a alguna hipotética María Bonita que se acuerde de Acapulco. Y cuando la sombra ya no me alcance, me dedicaré a quitarme el color lechoso que tan mal combina con mi vanidad de mexicano trigueñito que soy (una vendedora de lentes dixit). Y esperaré el atardecer para decirle al Dios Sol que ya estuvo bueno de tanto infortunio y suplicarle de la manera más atenta que, en la medida de lo posible, nos mande más espaciadamente los temblores, las epidemias y las crisis económicas, porque así todo junto me mareo.
En La Quebrada, donde los acapulqueños se tiran en picada al mar en una angosta ensenada que se forma al fondo de un precipicio, me lanzaré metafóricamente al abismo, porque lo mío, lo mío, no es el deporte olímplco, sino sólo el exhibicionismo. Y mientras vaya en caída libre, sintiendo el viento en mi cara y el traje de baño volando de manera independiente, pensaré que el pudor ha sido sobrevalorado y lo dejaré volar de manera independiente (tanto al pudor como al traje de baño, en ese orden), tratando de que este último caiga en lugar seguro, porque me costó muy caro y no son tiempos éstos de andar perdiendo la ropa.
En las playas de Revolcadero, Dios quiera yo tenga la suerte de hacer lo mismo, porque bañarme en el mar me lo ha prohibido mi oftalmóloga y como ya me habré bronceado lo suficiente enseguida del cocotero antes mencionado, las opciones de divertimento serían verdaderamente reducidas. Y de recoger estrellas de mar en la playa, ni pensarlo, porque eso de andar teniendo contacto con animales termina por mutar los virus; ya tuvimos la gripe aviar y luego la porcina, como para que mi mala suerte haga que contraiga yo la "gripe estelar marina" (aunque el nombre, hay qué decirlo, me ha quedado fabuloso).
Al Pie de la Cuesta, donde las olas agresivamente juguetonas del Océano Pacífico rompen contra la fina arena sin que nada las detenga, esperaré de nuevo el atardecer y con los pies sumergidos en la Laguna de Coyuca pensaré muchas cosas, entre ellas que ya es hora de ir regresando, porque no podré engañar a la autoridad haciéndole creer que mi normalidad consiste en pasar un lunes por la mañana con los pies adentro de la Laguna de Coyuca.
Y el domingo por la tarde, cuando venga por la Autopista del Sol tal vez derrame una lágrima, que no sabré si la ha causado el ardor de la espalda, la irritación de los ojos o la melancolía. Aunque tal vez no derrame nada, porque después de la operación me ha quedado el lagrimal medio reseco. Así que tal vez opte por esbozar una sonrisa picarona y decirle a la vida, mientras le guiño el ojo, que ya iba siendo hora y que hay normalidades mejores y peores, y que yo, por alguna razón, prefiero a las primeras.
jueves, abril 30, 2009
Reportando desde el epicentro de la epidemia del miedo
Aunque no tengo qué reportar, excepto que me falta ingenio para no aburrirme ante tal falta de opciones de entretenimiento. Y además tendremos un puente (fin de semana largo) que normalmente sería una excelente vacación, pero la paranoia colectiva está haciendo de las suyas para deshacer planes que, de otra manera, hubieran sido muy divertidos.
Estoy completamente saturado de información mal dosificada, por la estrategia de los medios de mantener a sus receptores perpetuamente cautivos, por lo que le dan vueltas y vueltas al mismo tema, o agregan notas repitiendo lo mismo, sin aportar datos interesantes más que un par de veces al día (en los días buenos).
Y luego el desastre de las cifras, que en ocasiones es 7 muertos y en ocasiones 150. Alguien debe estar haciendo muy mal su trabajo como para que después de tantos días no sepamos con precisión cuántas personas han perdido la vida por esa enfermedad y cuantos contagios confirmados hay, para dejar de pensar que el virus ha atacado a más de 2 mil personas, cuando tal vez están enfermos de una gripa más común que corriente.
En particular, creo que los periodistas están haciendo un terrible trabajo desinformativo y me parece que es deliberado para mantener la atención en un tema que la capta porque la capta, ya que el narcotráfico la verdad es que nos tenía muy aburriditos, también a base de repeticiones noticiosas que terminaron privándolo de relevancia. Una incompetencia que todos ya de sobra conocemos, pero que da congoja cuando se hace tan expresa: en la misma nota aseguran que hay mil contagios de influenza porcina, y luego dicen que hay 29 contagios confirmados de esta enfermedad. Y si los otros no son confirmados, ¿no es acaso relevante que se aclare que son sospechosos, especialmete sí se trata de una enfermedad que comparte síntomas con casi todas las dolencias de la humanidad?
Pero claro, si sólo son 29 casos confirmados (o 30, o 90, o 1000, porque abundan diferentes datos) pues ya la gente se podría poner a pensar en otra cosa, lo cual sería seguramente considerado un desperdicio para la prensa y los noticieros.
Y luego la facilidad con la que las personas generan y repiten rumores, o los que elaboran "sofisticadas" teorías de la conspiración: que si Calderón se inventó todo el numerito para que se nos olvide que "ganó López Obrador", o para que se nos olvide que ganó el Chapo Guzmán, o para que los intereses extranjeros se apropien de nuestra Nación. ¡Ay Diosito! Hace falta tener muy poca voluntad para no echarle al menos algo de sentido común a las cosas y cuestionarse más bien si se están exagerando las cosas de manera deliberada para que la agenda pública se despeje de los temas incómodos (lo cual sí está dentro de las posibilidades de lo sensato, sin necesidad de llegar al Chupacabras porcino) o si, por el contrario, el número de contagios sea mayor al que anuncian las autoridades y se están tratando de minimizar las cosas para evitar la ya de por sí inflamada histeria colectiva, o peor aún, si ni siquiera las autoridades saben si es lo uno o lo otro.
Pero de ahí a que si fueron los OVNIs los que causaron esto, para apoderarse del planeta, o si fue por los flujos de energía del new age, o el castigo divino que nos ganamos porque la Suprema Corte declaró que una ley local que despenalice el aborto no es inconstitucional.
En fin, que ya es de todos sabido que la inteligencia no abunda y en casos de emergencias sanitarias se hace todavía más escasa y se esconde detrás de cubrebocas llenos de saliva escupida para hablar sandeces.
A mí lo único que me queda más claro (y vaya que ya lo sabía) es que los medios de comunicación masiva están desempeñando de manera muy deficiente su altísima responsabilidad social, atarantados por el perenne deseo de tener una audiencia cautiva, pero dejando de lado su compromiso ético de informar a la sociedad de manera oportuna, clara, con transparencia sobre la fuente de la información, pero qué podría esperarse de esos pseudoinformadores que ni siquiera tienen la capacidad de enunciarla de manera precisa, por vida de Dios.
Estoy completamente saturado de información mal dosificada, por la estrategia de los medios de mantener a sus receptores perpetuamente cautivos, por lo que le dan vueltas y vueltas al mismo tema, o agregan notas repitiendo lo mismo, sin aportar datos interesantes más que un par de veces al día (en los días buenos).
Y luego el desastre de las cifras, que en ocasiones es 7 muertos y en ocasiones 150. Alguien debe estar haciendo muy mal su trabajo como para que después de tantos días no sepamos con precisión cuántas personas han perdido la vida por esa enfermedad y cuantos contagios confirmados hay, para dejar de pensar que el virus ha atacado a más de 2 mil personas, cuando tal vez están enfermos de una gripa más común que corriente.
En particular, creo que los periodistas están haciendo un terrible trabajo desinformativo y me parece que es deliberado para mantener la atención en un tema que la capta porque la capta, ya que el narcotráfico la verdad es que nos tenía muy aburriditos, también a base de repeticiones noticiosas que terminaron privándolo de relevancia. Una incompetencia que todos ya de sobra conocemos, pero que da congoja cuando se hace tan expresa: en la misma nota aseguran que hay mil contagios de influenza porcina, y luego dicen que hay 29 contagios confirmados de esta enfermedad. Y si los otros no son confirmados, ¿no es acaso relevante que se aclare que son sospechosos, especialmete sí se trata de una enfermedad que comparte síntomas con casi todas las dolencias de la humanidad?
Pero claro, si sólo son 29 casos confirmados (o 30, o 90, o 1000, porque abundan diferentes datos) pues ya la gente se podría poner a pensar en otra cosa, lo cual sería seguramente considerado un desperdicio para la prensa y los noticieros.
Y luego la facilidad con la que las personas generan y repiten rumores, o los que elaboran "sofisticadas" teorías de la conspiración: que si Calderón se inventó todo el numerito para que se nos olvide que "ganó López Obrador", o para que se nos olvide que ganó el Chapo Guzmán, o para que los intereses extranjeros se apropien de nuestra Nación. ¡Ay Diosito! Hace falta tener muy poca voluntad para no echarle al menos algo de sentido común a las cosas y cuestionarse más bien si se están exagerando las cosas de manera deliberada para que la agenda pública se despeje de los temas incómodos (lo cual sí está dentro de las posibilidades de lo sensato, sin necesidad de llegar al Chupacabras porcino) o si, por el contrario, el número de contagios sea mayor al que anuncian las autoridades y se están tratando de minimizar las cosas para evitar la ya de por sí inflamada histeria colectiva, o peor aún, si ni siquiera las autoridades saben si es lo uno o lo otro.
Pero de ahí a que si fueron los OVNIs los que causaron esto, para apoderarse del planeta, o si fue por los flujos de energía del new age, o el castigo divino que nos ganamos porque la Suprema Corte declaró que una ley local que despenalice el aborto no es inconstitucional.
En fin, que ya es de todos sabido que la inteligencia no abunda y en casos de emergencias sanitarias se hace todavía más escasa y se esconde detrás de cubrebocas llenos de saliva escupida para hablar sandeces.
A mí lo único que me queda más claro (y vaya que ya lo sabía) es que los medios de comunicación masiva están desempeñando de manera muy deficiente su altísima responsabilidad social, atarantados por el perenne deseo de tener una audiencia cautiva, pero dejando de lado su compromiso ético de informar a la sociedad de manera oportuna, clara, con transparencia sobre la fuente de la información, pero qué podría esperarse de esos pseudoinformadores que ni siquiera tienen la capacidad de enunciarla de manera precisa, por vida de Dios.
martes, abril 28, 2009
De virulencias y cosas por el estilo...
Y claro, de qué más podía yo hablar si todo lo que escucho tiene que ver con la influenza (gripe porcina, en medios internacionales).
Es jueves en la noche y yo tranquilamente veo una película en mi DVD. Como de costumbre no prendo la televisión para otra cosa. Ya bastante mal de la cabeza estoy, como para todavía agregarle caóticos noticieros alarmistas o telenovelas cuyos guiones y desenlaces, a falta de innovación, conozco desde que tengo 10 años. Así, el jueves en la noche que fue el momento de la alarma nacional me tomó a mí incomunicado en mi casa sin darme cuenta del riesgo de una pandemia, cuyo principal brote se daba ni más ni menos que en mi país. Qué digo mi país, en la misma ciudad donde vivo, porque la verdad poco me asusta cuando anuncian brotes de dengue en Tabasco o en Chiapas.
Yo amanecí el viernes tan tranquilo como siempre. Me despierto más tarde de lo que debería, así que cuando voy en el taxi rumbo al metro (al metro por vida de Dios!!!) llamo a mi oficina para saber si se ofrecía a algo y les comento que me sentía un poco mal del estómago. Mi interlocutora pregunta ¿y no tienes también escurrimientos nasales? La broma me pareció un poco pesada para esa hora de la mañana, pero fingí que me causaba algo de gracia. El taxista -pendiente de mi conversación al parecer- me dice "claro, su secretaria habrá pensado: si tiene usted influenza mejor ni se presente". Yo, por segunda vez, no entendía absolutamente nada, así que nuevamente fingí que me reía, mientras pensaba "qué le pasa a esta gente, no comprendo su humor".
Al llegar a la estación del metro veo que los vendedores ambulantes venden mascarillas (cubrebocas) a 2 por 10. Me parece un poco absurdo todo, pero es que yo por no ver la tele no entendía nada. Llego a la oficina y no escucho hablar más que de la influenza y es ahí que me doy cuenta de la noticia que se viene repitiendo (con un aumento en la intensidad de la preocupación) desde el viernes hasta hoy martes.
El guión de película mala de catástrofe sanitaria parece que se ha hecho realidad y no fue ahora en Hong Kong o en China (que son literal y metafóricamente nuestro "otro lado del mundo"), sino en la misma ciudad que habito. Al principio, mi lado escéptico no da mucho crédito de lo que oye, pero luego empiezan a sonar alarmas oficinas que me hacen pensar que sí se trata de algo serio.
Recomiendan no asistir a cines, ni centros comerciales o lugares de reunión de personas. Se suspenden las clases en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Aparecen casos en otro estado del centro de la República, San Luis Potosí. Después se escucha que también hay casos confirmados en California, Texas y Nueva York (los tres estados más poblados de la Unión Americana). Y unos días más tarde se confirman casos en España, en Escocia, en Israel, en Nueva Zelanda. La Organización Mundial de la Salud aumenta la alerta a nivel 4 por primera vez en la historia. Y todo mundo habla de la epidemia -dato confirmado por autoridades- y de la posibilidad alta de que se convierta en pandemia. Normalmente estos brotes infecciosos súper-mediatizados me daban algo de nerviosismo, pero no dejaban de ser algo lejano a mi persona. En esta ocasión es muy diferente, soy yo el que no puede ir al cine, al gimnasio, a centros nocturnos, porque están cerrados. Ayer se suspendieron las clases no sólo en la ciudad de México sino en toda la República. Todas esas cosas se convierten en razones -injustificadas la mayor parte de las veces- para el pánico colectivo.
En la calle hay pocos carros y las banquetas van pobladas por gente cubierta con cubrebocas. Para hoy martes, se ordenó a los restaurantes que sólo sirvieran comida para llevar y la mayoría de los negocios fueron invitados a cerrar para evitar que la gente pueda contagiarse. Los tribunales suspenden los plazos judiciales para evitar que los litigantes se presenten en las oficinas. La Secretaría del Trabajo recomienda que los empleados acudan en turnos diferidos, para que haya menos contacto entre las personas.
Yo, con lo que odio manejar en esta ciudad, me estoy viniendo al trabajo en mi carro, para evitar estar en contacto con mucha gente. En fin, lo raro de toda la situación es la ambigüedad entre sentir que estás en medio de una catástrofe, pero a la vez que no está pasando nada. Han muerto más personas de influenza, pero no está confirmado que se deba al nuevo virus más que en 20 casos (en EE.UU. mueren 40,000 personas al año por las influenzas normales, así que el número tampoco parece escandaloso juzgado a la luz de ese dato). Pero a la vez las medidas de prevención se supone que contendrían el ritmo de contagios, ya que la principal amenaza de este virus (más que su fatalidad) es la facilidad ocn la que se contagia de persona a persona. Hay más de mil contagios de los que se sospecha sea ese virus, pero tampoco se ha confirmado que sean de la nueva cepa del virus. Y si sigues recapitulando información, no sabes si sentirte seguro o no, si irte a pasear al parque que estará cómodamente solitario, aprovechando que no compartes la paranoia colectiva, o mejor irte a tu casa y prepararte un té, rezar el Rosario e ir arreglando tu testamento, por aquello de que los números te hagan la mala pasada de que tú seas el 21 confirmado.
Aunque yo soy un hipocondriaco que no conoce de límites, ni de racionalidad, esta vez la epidemia me ha agarrado tranquilo, aunque -he de confesar- con ciertas ganas de que susprendan labores en la oficina, más con ánimo vacacional que sanitario. Por si acaso, me lavo las manos seguido y dejé de usar el metro. No puedo ir al cine o a algún cafecito en una terraza agradable, ni reintegrarme al gimnasio, así que no sé bien cómo administrar mi ocio. Pero lo peor de todo, es la incertidumbre de no poder saber si pasará algo verdaderamente trágico, o todo quedará en una excelente campaña preventiva que logrará contener exitosamente el virus, y toda el nerviosismo habrá sido injustificado.
Y ya para terminar, les cuento un chiste que da constancia del típico humor mexicano (reír frente a la desgracia) que es una excelente válvula de escape para el estrés que todo esto causa:
¿Qué le dijo el Distrito Federal a la influenza?...
...
Respuesta: "Mira cómo tiemblo, mira cómo tiemblo".
(jajaja, sí me hizo reír mucho!!!)
Es jueves en la noche y yo tranquilamente veo una película en mi DVD. Como de costumbre no prendo la televisión para otra cosa. Ya bastante mal de la cabeza estoy, como para todavía agregarle caóticos noticieros alarmistas o telenovelas cuyos guiones y desenlaces, a falta de innovación, conozco desde que tengo 10 años. Así, el jueves en la noche que fue el momento de la alarma nacional me tomó a mí incomunicado en mi casa sin darme cuenta del riesgo de una pandemia, cuyo principal brote se daba ni más ni menos que en mi país. Qué digo mi país, en la misma ciudad donde vivo, porque la verdad poco me asusta cuando anuncian brotes de dengue en Tabasco o en Chiapas.
Yo amanecí el viernes tan tranquilo como siempre. Me despierto más tarde de lo que debería, así que cuando voy en el taxi rumbo al metro (al metro por vida de Dios!!!) llamo a mi oficina para saber si se ofrecía a algo y les comento que me sentía un poco mal del estómago. Mi interlocutora pregunta ¿y no tienes también escurrimientos nasales? La broma me pareció un poco pesada para esa hora de la mañana, pero fingí que me causaba algo de gracia. El taxista -pendiente de mi conversación al parecer- me dice "claro, su secretaria habrá pensado: si tiene usted influenza mejor ni se presente". Yo, por segunda vez, no entendía absolutamente nada, así que nuevamente fingí que me reía, mientras pensaba "qué le pasa a esta gente, no comprendo su humor".
Al llegar a la estación del metro veo que los vendedores ambulantes venden mascarillas (cubrebocas) a 2 por 10. Me parece un poco absurdo todo, pero es que yo por no ver la tele no entendía nada. Llego a la oficina y no escucho hablar más que de la influenza y es ahí que me doy cuenta de la noticia que se viene repitiendo (con un aumento en la intensidad de la preocupación) desde el viernes hasta hoy martes.
El guión de película mala de catástrofe sanitaria parece que se ha hecho realidad y no fue ahora en Hong Kong o en China (que son literal y metafóricamente nuestro "otro lado del mundo"), sino en la misma ciudad que habito. Al principio, mi lado escéptico no da mucho crédito de lo que oye, pero luego empiezan a sonar alarmas oficinas que me hacen pensar que sí se trata de algo serio.
Recomiendan no asistir a cines, ni centros comerciales o lugares de reunión de personas. Se suspenden las clases en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Aparecen casos en otro estado del centro de la República, San Luis Potosí. Después se escucha que también hay casos confirmados en California, Texas y Nueva York (los tres estados más poblados de la Unión Americana). Y unos días más tarde se confirman casos en España, en Escocia, en Israel, en Nueva Zelanda. La Organización Mundial de la Salud aumenta la alerta a nivel 4 por primera vez en la historia. Y todo mundo habla de la epidemia -dato confirmado por autoridades- y de la posibilidad alta de que se convierta en pandemia. Normalmente estos brotes infecciosos súper-mediatizados me daban algo de nerviosismo, pero no dejaban de ser algo lejano a mi persona. En esta ocasión es muy diferente, soy yo el que no puede ir al cine, al gimnasio, a centros nocturnos, porque están cerrados. Ayer se suspendieron las clases no sólo en la ciudad de México sino en toda la República. Todas esas cosas se convierten en razones -injustificadas la mayor parte de las veces- para el pánico colectivo.
En la calle hay pocos carros y las banquetas van pobladas por gente cubierta con cubrebocas. Para hoy martes, se ordenó a los restaurantes que sólo sirvieran comida para llevar y la mayoría de los negocios fueron invitados a cerrar para evitar que la gente pueda contagiarse. Los tribunales suspenden los plazos judiciales para evitar que los litigantes se presenten en las oficinas. La Secretaría del Trabajo recomienda que los empleados acudan en turnos diferidos, para que haya menos contacto entre las personas.
Yo, con lo que odio manejar en esta ciudad, me estoy viniendo al trabajo en mi carro, para evitar estar en contacto con mucha gente. En fin, lo raro de toda la situación es la ambigüedad entre sentir que estás en medio de una catástrofe, pero a la vez que no está pasando nada. Han muerto más personas de influenza, pero no está confirmado que se deba al nuevo virus más que en 20 casos (en EE.UU. mueren 40,000 personas al año por las influenzas normales, así que el número tampoco parece escandaloso juzgado a la luz de ese dato). Pero a la vez las medidas de prevención se supone que contendrían el ritmo de contagios, ya que la principal amenaza de este virus (más que su fatalidad) es la facilidad ocn la que se contagia de persona a persona. Hay más de mil contagios de los que se sospecha sea ese virus, pero tampoco se ha confirmado que sean de la nueva cepa del virus. Y si sigues recapitulando información, no sabes si sentirte seguro o no, si irte a pasear al parque que estará cómodamente solitario, aprovechando que no compartes la paranoia colectiva, o mejor irte a tu casa y prepararte un té, rezar el Rosario e ir arreglando tu testamento, por aquello de que los números te hagan la mala pasada de que tú seas el 21 confirmado.
Aunque yo soy un hipocondriaco que no conoce de límites, ni de racionalidad, esta vez la epidemia me ha agarrado tranquilo, aunque -he de confesar- con ciertas ganas de que susprendan labores en la oficina, más con ánimo vacacional que sanitario. Por si acaso, me lavo las manos seguido y dejé de usar el metro. No puedo ir al cine o a algún cafecito en una terraza agradable, ni reintegrarme al gimnasio, así que no sé bien cómo administrar mi ocio. Pero lo peor de todo, es la incertidumbre de no poder saber si pasará algo verdaderamente trágico, o todo quedará en una excelente campaña preventiva que logrará contener exitosamente el virus, y toda el nerviosismo habrá sido injustificado.
Y ya para terminar, les cuento un chiste que da constancia del típico humor mexicano (reír frente a la desgracia) que es una excelente válvula de escape para el estrés que todo esto causa:
¿Qué le dijo el Distrito Federal a la influenza?...
...
Respuesta: "Mira cómo tiemblo, mira cómo tiemblo".
(jajaja, sí me hizo reír mucho!!!)
martes, abril 21, 2009
Stereotypes...
Llego tarde a discutir un tema de esos que se ponen de moda y que tan útiles resultan para acompañar el café, cuando no tienes nada importante qué comentar. Tiene que ver con el esteretipo que tiene lo mexicano en el exterior y que suele ser tema de mucha susceptibilidad para muchos. Me parece que esto es resultado de que la identidad de lo mexicano está absolutamente no resuelta (claro que ninguna identidad ni nacional, ni regional, ni personal esté absolutamente resuelta). Hace un par de años, por ejemplo, hubo gran revuelo porque un cantante italiano de poca monta (creo) dijo que las mexicanas eran bigotonas. Luto nacional. Se comentó la nota una y otra vez en los medios masivos de comunicación y, sobre todo en las peluquerías, casi como si fuera un conflicto diplomático. Poco faltó para que rompiéramos relaciones con Italia, aunque meses después los conciertos de dicho cantante en el país (Tiziano Ferro, según me acuerdo) se seguían poblando con mexicanas, supongo que acabadas de rasurar.
Hace un poco menos, un jurado de un programa de baile argentino, dijo que los mexicanos éramos los más feos del mundo (ouch!!!) y que los únicos bonitos eran los que salían en la televisión (México exporta mucha programación -bastante mala- en particular al mundo hispanoparlante). Otra vez los medios se rasgaron las vestiduras y le dieron mucha más importancia de lo que el comentario racista de este tipejo merecía (cuyo nombre no recuerdo, porque creo que ni siquiera era un personaje conocido).
El 2009 no podía estar privado de un escándalo sobre el estereotipo de los mexicanos y en esta ocasión le tocó el turno a una campaña publicitaria en España de la franquicia de hamburguesas Burger King (amigos españoles: ¿les tocó ver esta campaña? ¿Se conoció en España el comunicado de la Embajada Mexicana repudiándola?). Se trataba de una nueva hamburguesa llamada "Texican", supongo que por tener ingredientes asociados con Texas y otros con México. El eslogan de la campaña era "Unidos por el destino" y retrataba a un cowboy rubio, alto y delgado, junto a un "mexicano" con la mitad de su estatura, el triple de diámetro en la cintura, máscara de luchador de lucha libre y un zarape (poncho) con la bandera de México.
Imagínense, si el llamar bigotonas a las féminas mexicanas fue causa de luto nacional, que nos retrataran a todos como enanos obesos vestidos con zarape (indumentaria asociada a otra época y clase social muy baja) y, además, que se atrevieran a usar la bandera de México (lábaro patrio altamente respetado en nuestro país) para coronar al chaparrito, pues por poco hace que rompamos relaciones con España y cancelemos todos nuestros vuelos a Madrid y a Barcelona (jaja, exagero en todo momento).
En general, considero que los estereotipos suelen ser moralmente dañinos, en tanto estigmatizan a grupos sociales. Tengo la impresión de que en sociedades multiculturales se usan más frecuentemente para denostar las características negativas de un grupo que sus virtudes sociales. Entonces, se les asignan los vicios que forman parte del inconsciente colectivo de un grupo a TODOS sus integrantes. Ahí me parece que radica la estigmatización y, por tanto, lo reprobable de su empleo.
Ahora bien, otra parte de mí suele fijarse en si hay alguna especie de verificación empírica sobre los mismos y que el estereotipo, usado con cuidado, no sirva para conocer mejor al grupo social o nacional en cuestión. Por ejemplo, en EE.UU. es común asociar a los migrantes mexicanos como gente que tiene muchos hijos y luego pide los beneficios de la seguridad social (algo parecido ocurre con el esterotipo de los turcos o árabes en algunos países de Europa). Sin embargo, las tasas de natalidad entre mexicanos y estadounidenses es muy similar, por lo que ese estereotipo difícilmente se sostiene. Respecto a la campaña de Burger King, el estereotipo del mexicano es que es chaparrito -bajito- y gordo. Esas son características físicas, así que también es posible contrastarlas. No tengo el dato de la estatura promedio en México, pero me parece bastante claro que es algo menor que la de los estadounidenses anglosajones. Claro que un gran número de mexicanos son altos e incluso hay muchos muy altos, pero eso no evita el hecho de que muchos mexicanos son chaparritos y que en promedio muy probablemente son más bajos que los texanos.
Luego viene lo de la obesidad del enanito "mexicano". Obviamente no todos los mexicanos son así de gordos, pero otro hecho lamentable es que somos el segundo país con más obesidad en el mundo y, más lamentablemente aún, que ocupamos el primer lugar en obesidad infantil. Pero si ésta es la estadística usada para elaborar la campaña, se equivocan tremendamente, porque el país con más obesos es justamente Estados Unidos. Entonces, el vaquero debería ser también regordete (sobre todo, si tiene entre sus costumbres comer en Burger King).
Sobre la frase "Unidos por el destino", lo que refleja es un terrible desconocimiento histórico, porque Texas y México no fueron unidos precisamente por el destino. Lo que interpreto de esa frase, es que aunque sean tan diferentes (uno tan alto y delgado, y el otro tan gordo y enano), como les tocó ser vecinos el uno del otro tuvieron que unirse así nomás porque el destino los puso juntitos.
No me extenderé en explicar que no fueron dos territorios que se "unieran", sino, al revés, fueron dos territorios que se separaron. Texas fue parte de la colonia española llamada Nueva España que es el antecedente directo de lo que ahora es México. Cuando el país se independizó, Texas continuó siendo parte del territorio mexicano. Un enorme flujo de estadounidenses con intereses expansionistas empezó a establecerse en esa provincia desde tiempos de La Colonia, y aumentaron en gran número después de la Independencia. Y no pasó mucho tiempo de vida independiente, cuando empezaron a reclamar su autonomía del gobierno de México (que -hay que decirlo- estaba hecho pelotas con luchas intestinas y defendiéndose de España y Francia que querían reconquistar -el uno- y apoderarse -el otro-, mientras que Inglaterra y EE.UU. reclamaban violentamente el pago de deudas contraídas para estos efectos). Creo que conociendo esta simple información es muy difícil sostener que México y Texas fueron (a diferencia de su hamburguesa) "unidos por el destino".
Y, para terminar, creo que la molestia que causa este tipo de estereotipos de lo mexicano, es un asunto interno de discusión de nuestra identidad. Oí decir a varios (al describir el estereotipo "negativo") que el monito era chaparro, gordo y morenito. Para empezar, lo morenito no es, en lo absoluto, una imagen negativa. En todo caso es parcial, porque el país es predominantemente mestizo -con un veintitantos porciento de indígenas no mezclados- y la piel oscura suele ser un rasgo mayoritario, más no onmipresente, al igual que la estatura baja. Y lo de la gordura, insisto, es bastante acertado para épocas recientes.
La máscara de luchador y el zarape efectivamente hacen referencia a rasgos que culturalmente se asocian a las clases bajas, por eso es que resulta molesto para algunos integrantes de las clases media y alta. Pero, en mi opinión, tampoco es para tanto. Puede no gustarnos esa imagen, pero no podemos negar que es parte del folclor. México es muuuucho más que eso, sí, es claro... es gente en la lista de Forbes, son artistas reconocidos, son intelectuales respetados, son su clase media integrada en la noción de "modernidad occidental" y también son grupos progresistas y alternativos, en fin, una larga lista esperable para un país de cien millones de habitantes, multicultural, décima primera potencia económica, etcétera. Pero en todo caso, nos corresponde a nosotros ir gradualmente cambiando esa imagen hacia ideas que nos parezcan más favorecedoras o, al menos, acertadas a nuestra realidad nacional, para que cada vez sea menos frecuente que nos retraten con personas que parecen salidas de una pesadilla del México rural del siglo XIX.
Hace un poco menos, un jurado de un programa de baile argentino, dijo que los mexicanos éramos los más feos del mundo (ouch!!!) y que los únicos bonitos eran los que salían en la televisión (México exporta mucha programación -bastante mala- en particular al mundo hispanoparlante). Otra vez los medios se rasgaron las vestiduras y le dieron mucha más importancia de lo que el comentario racista de este tipejo merecía (cuyo nombre no recuerdo, porque creo que ni siquiera era un personaje conocido).
El 2009 no podía estar privado de un escándalo sobre el estereotipo de los mexicanos y en esta ocasión le tocó el turno a una campaña publicitaria en España de la franquicia de hamburguesas Burger King (amigos españoles: ¿les tocó ver esta campaña? ¿Se conoció en España el comunicado de la Embajada Mexicana repudiándola?). Se trataba de una nueva hamburguesa llamada "Texican", supongo que por tener ingredientes asociados con Texas y otros con México. El eslogan de la campaña era "Unidos por el destino" y retrataba a un cowboy rubio, alto y delgado, junto a un "mexicano" con la mitad de su estatura, el triple de diámetro en la cintura, máscara de luchador de lucha libre y un zarape (poncho) con la bandera de México.
Imagínense, si el llamar bigotonas a las féminas mexicanas fue causa de luto nacional, que nos retrataran a todos como enanos obesos vestidos con zarape (indumentaria asociada a otra época y clase social muy baja) y, además, que se atrevieran a usar la bandera de México (lábaro patrio altamente respetado en nuestro país) para coronar al chaparrito, pues por poco hace que rompamos relaciones con España y cancelemos todos nuestros vuelos a Madrid y a Barcelona (jaja, exagero en todo momento).
En general, considero que los estereotipos suelen ser moralmente dañinos, en tanto estigmatizan a grupos sociales. Tengo la impresión de que en sociedades multiculturales se usan más frecuentemente para denostar las características negativas de un grupo que sus virtudes sociales. Entonces, se les asignan los vicios que forman parte del inconsciente colectivo de un grupo a TODOS sus integrantes. Ahí me parece que radica la estigmatización y, por tanto, lo reprobable de su empleo.
Ahora bien, otra parte de mí suele fijarse en si hay alguna especie de verificación empírica sobre los mismos y que el estereotipo, usado con cuidado, no sirva para conocer mejor al grupo social o nacional en cuestión. Por ejemplo, en EE.UU. es común asociar a los migrantes mexicanos como gente que tiene muchos hijos y luego pide los beneficios de la seguridad social (algo parecido ocurre con el esterotipo de los turcos o árabes en algunos países de Europa). Sin embargo, las tasas de natalidad entre mexicanos y estadounidenses es muy similar, por lo que ese estereotipo difícilmente se sostiene. Respecto a la campaña de Burger King, el estereotipo del mexicano es que es chaparrito -bajito- y gordo. Esas son características físicas, así que también es posible contrastarlas. No tengo el dato de la estatura promedio en México, pero me parece bastante claro que es algo menor que la de los estadounidenses anglosajones. Claro que un gran número de mexicanos son altos e incluso hay muchos muy altos, pero eso no evita el hecho de que muchos mexicanos son chaparritos y que en promedio muy probablemente son más bajos que los texanos.
Luego viene lo de la obesidad del enanito "mexicano". Obviamente no todos los mexicanos son así de gordos, pero otro hecho lamentable es que somos el segundo país con más obesidad en el mundo y, más lamentablemente aún, que ocupamos el primer lugar en obesidad infantil. Pero si ésta es la estadística usada para elaborar la campaña, se equivocan tremendamente, porque el país con más obesos es justamente Estados Unidos. Entonces, el vaquero debería ser también regordete (sobre todo, si tiene entre sus costumbres comer en Burger King).
Sobre la frase "Unidos por el destino", lo que refleja es un terrible desconocimiento histórico, porque Texas y México no fueron unidos precisamente por el destino. Lo que interpreto de esa frase, es que aunque sean tan diferentes (uno tan alto y delgado, y el otro tan gordo y enano), como les tocó ser vecinos el uno del otro tuvieron que unirse así nomás porque el destino los puso juntitos.
No me extenderé en explicar que no fueron dos territorios que se "unieran", sino, al revés, fueron dos territorios que se separaron. Texas fue parte de la colonia española llamada Nueva España que es el antecedente directo de lo que ahora es México. Cuando el país se independizó, Texas continuó siendo parte del territorio mexicano. Un enorme flujo de estadounidenses con intereses expansionistas empezó a establecerse en esa provincia desde tiempos de La Colonia, y aumentaron en gran número después de la Independencia. Y no pasó mucho tiempo de vida independiente, cuando empezaron a reclamar su autonomía del gobierno de México (que -hay que decirlo- estaba hecho pelotas con luchas intestinas y defendiéndose de España y Francia que querían reconquistar -el uno- y apoderarse -el otro-, mientras que Inglaterra y EE.UU. reclamaban violentamente el pago de deudas contraídas para estos efectos). Creo que conociendo esta simple información es muy difícil sostener que México y Texas fueron (a diferencia de su hamburguesa) "unidos por el destino".
Y, para terminar, creo que la molestia que causa este tipo de estereotipos de lo mexicano, es un asunto interno de discusión de nuestra identidad. Oí decir a varios (al describir el estereotipo "negativo") que el monito era chaparro, gordo y morenito. Para empezar, lo morenito no es, en lo absoluto, una imagen negativa. En todo caso es parcial, porque el país es predominantemente mestizo -con un veintitantos porciento de indígenas no mezclados- y la piel oscura suele ser un rasgo mayoritario, más no onmipresente, al igual que la estatura baja. Y lo de la gordura, insisto, es bastante acertado para épocas recientes.
La máscara de luchador y el zarape efectivamente hacen referencia a rasgos que culturalmente se asocian a las clases bajas, por eso es que resulta molesto para algunos integrantes de las clases media y alta. Pero, en mi opinión, tampoco es para tanto. Puede no gustarnos esa imagen, pero no podemos negar que es parte del folclor. México es muuuucho más que eso, sí, es claro... es gente en la lista de Forbes, son artistas reconocidos, son intelectuales respetados, son su clase media integrada en la noción de "modernidad occidental" y también son grupos progresistas y alternativos, en fin, una larga lista esperable para un país de cien millones de habitantes, multicultural, décima primera potencia económica, etcétera. Pero en todo caso, nos corresponde a nosotros ir gradualmente cambiando esa imagen hacia ideas que nos parezcan más favorecedoras o, al menos, acertadas a nuestra realidad nacional, para que cada vez sea menos frecuente que nos retraten con personas que parecen salidas de una pesadilla del México rural del siglo XIX.
jueves, abril 16, 2009
Aquí y ahora
¡Tengo unas ganas de que el mundo se detenga un poco! O, bueno, nada más que se tranquilice. "Después de la tempestad viene la calma" -dice el refrán- pero yo creo que a esta tempestad ya le gustó el alboroto y que cree que llegó para quedarse.
Hace meses que quiero un tiempo para mí. Pero no para mi trabajo, ni para mis sueños, ni para mis ojos, únicamente para mí (en inglés diríamos para myself). Y tener aunque sea a ratos lo que se conoce como peace of mind.
Ahora bien, no vayan a creer los que lean esto que estoy usando mi blog como Muro de los Lamentos y que esta entrada está dedicada a quejarme de cuán desgraciado soy. Todo lo contrario. Me gusta lo que hago y que mi vida sea intensa y vertiginosa. Es solo que a veces tengo que reclamarme a mí mismo un poco de calma, sobre todo cuando parece que uno ya no es dueño de sí. Así que he fijado mi objetivo en encontrar un punto de equilibro entre la sepulcral inamovilidad y el constante movimiento telúrico que tumba cualquier edificio.
Imagino, por ejemplo, una tarde serena en alguna hipotética casa de playa, sólo conmigo y unos cuantos amigos y, claro, un refrigerador lleno de comida y bebida. Y que la memoria me hiciera el favor de no recordar ni tiempos, ni plazos, ni horas; que desaparecieran las nociones de Alfa y Omega, de aquí empieza y aquí termina, de ya llegué y ahora ya me voy. Poder no recordar qué sigue durante un largo rato. Y disfrutar el aquí y el ahora (no es nada difícil cuando el aquí es una hipotética casa de playa y el ahora una tarde serena frente al mar) como si no hubiera nada más. Borrar por instantes el pasado y el futuro y quedarme con el presente en bruto, tirado bajo la sombra de un porche salido como de alguna pintura impresionista.
Y luego Rafa vuelve en sí y está en la oficina y tiene que hacer un par de llamadas y después del trabajo salir corriendo a consulta con su oftalmóloga, no sin antes echarse unas gotitas de cortisona, entre cuyas contraindicaciones encuentra que puede causar glaucoma. Y al recordarlo se ríe y piensa que ya será posible en algún momento lo de la hipotética casa de playa, en la cual correrá un viento fresco y tranquilo y que hasta las olas romperán armónicamente contra la playa y tal vez a lo lejos escuchará sonar una guitarra y será lo único que habrá en su mente...
Hace meses que quiero un tiempo para mí. Pero no para mi trabajo, ni para mis sueños, ni para mis ojos, únicamente para mí (en inglés diríamos para myself). Y tener aunque sea a ratos lo que se conoce como peace of mind.
Ahora bien, no vayan a creer los que lean esto que estoy usando mi blog como Muro de los Lamentos y que esta entrada está dedicada a quejarme de cuán desgraciado soy. Todo lo contrario. Me gusta lo que hago y que mi vida sea intensa y vertiginosa. Es solo que a veces tengo que reclamarme a mí mismo un poco de calma, sobre todo cuando parece que uno ya no es dueño de sí. Así que he fijado mi objetivo en encontrar un punto de equilibro entre la sepulcral inamovilidad y el constante movimiento telúrico que tumba cualquier edificio.
Imagino, por ejemplo, una tarde serena en alguna hipotética casa de playa, sólo conmigo y unos cuantos amigos y, claro, un refrigerador lleno de comida y bebida. Y que la memoria me hiciera el favor de no recordar ni tiempos, ni plazos, ni horas; que desaparecieran las nociones de Alfa y Omega, de aquí empieza y aquí termina, de ya llegué y ahora ya me voy. Poder no recordar qué sigue durante un largo rato. Y disfrutar el aquí y el ahora (no es nada difícil cuando el aquí es una hipotética casa de playa y el ahora una tarde serena frente al mar) como si no hubiera nada más. Borrar por instantes el pasado y el futuro y quedarme con el presente en bruto, tirado bajo la sombra de un porche salido como de alguna pintura impresionista.
Y luego Rafa vuelve en sí y está en la oficina y tiene que hacer un par de llamadas y después del trabajo salir corriendo a consulta con su oftalmóloga, no sin antes echarse unas gotitas de cortisona, entre cuyas contraindicaciones encuentra que puede causar glaucoma. Y al recordarlo se ríe y piensa que ya será posible en algún momento lo de la hipotética casa de playa, en la cual correrá un viento fresco y tranquilo y que hasta las olas romperán armónicamente contra la playa y tal vez a lo lejos escuchará sonar una guitarra y será lo único que habrá en su mente...
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