El punto central con el que trata esta entrada es la viabilidad de incrementar considerablemente el nivel de integración regional de América del Norte. No se abordará de manera exhaustiva la argumentación a favor de consolidar la integración, sino que se asumirá que los beneficios para el subcontinente son mayores que los costos potenciales.
Sin entrar más a detalle, esta mayor integración supone un plan integral de apoyo a la economía mexicana, para llevarla a un estadio de desarrollo que sea compatible con Estados Unidos y Canadá. Visto fuera de contexto, ese plan de apoyo parece una idea descabellada, puesto que se trata de un país rico destinando el dinero de sus contribuyentes para beneficiar a su vecino pobre. Sin embargo, no hace falta más que un breve repaso a la historia del siglo XX para observar que hay, al menos, dos casos muy sobresalientes que lograron profundos beneficios para los países donantes. El primer caso es el llamado Plan Marshall que EE.UU. implementó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial para rescatar las economías destrozadas de las ex-potencias de Europa Occidental, entre ellas Francia, Reino Unido y Alemania. Este plan convirtió a Estados Unidos en la mayor autoridad moral del mundo libre, pero además le permitió exportarle sus bienes a estos países, que muy pronto se convirtieron en prósperas economías, perfectamente integradas con la estadounidense, pero con mejores estados de bienestar.
Un segundo caso muy relevante es el que aplicaron en el viejo continente con el fin de integrar a la actual Unión Europea, los países más ricos para apoyar a sus vecinos más pobres del sur: España, Portugal, Italia y Grecia. Bastaron un par de décadas para llevar a estas últimas naciones a niveles de desarrollo completamente aceptables y comparables con los más ricos del norte. Actualmente, esos fondos de apoyo se están canalizando a las antiguas economías socialistas de Europa Oriental, con un nivel de desarrollo muy por debajo de sus hermanos del Centro y de Occidente, tal vez con resultados menos contundentes, pero que sí han permitido un sólido nivel de integración en casi la totalidad de ese continente (descontando a Ucrania, Rusia, Georgia y otras repúblicas caucásicas y eslavas). Esto ha consolidado a Europa como una economía enorme y le ha permitido conservar un coto de influencia que les hubiera sido imposible conservar a sus decadentes naciones más poderosas por separado.
La única diferencia con el Plan Marshall o los apoyos a las economías menos desarrolladas de Europa es un sentido de fraternidad casi inexistente entre los norteamericanos ricos y su hermano pobre, que más bien es considerado sólo su vecino pobre.
De cualquier manera, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) dio la pauta principal para consolidar la integración. Dicho tratado comercial, firmado en 1994 convirtió a América del Norte en la economía regional más grande del planeta, considerando el valor de su producción. Sin embargo, el casi libre intercambio de mercancías entre Canadá, EE UU y Mëxico no se ha reflejado formalmente en la integración de su mercado laboral, como ha pasado en buena medida en Europa, a pesar de que la migración sí ha aumentado exponencialmente no sólo de mexicanos a EE UU, sino también de estadounidenses y canadienses retirados a comunidades ubicadas en las playas mexicanas, o en algunos de sus pueblos más tranquilos.
Desde el punto de vista formal, sin embargo, la política migratoria estadounidense se ha endurecido en contra del tráfico de mexicanos y este tema es una de las principales causas del ascenso de un nacionalismo en la Unión Americana.
No obstante, la hora cada vez está más cerca de que EE UU pierda su preeminencia en la comunidad internacional, frente al ascenso de las economías china e india. México es reconocido como una de las economías emergentes más prometedoras del mundo y un mayor nivel de desarrollo en nuestro país, reduciría la presión migratoria sobre las comunidades estadounidenses. Además, aumentaría considerablemente un atractivo mercado para los productos de consumo que produce aquél país, incrementando hacia nuestro país sus defictarias exportaciones. La población de México y su sano crecimiento (bono demográfico) es otra atractiva ventaja de integrar toda la región para fortalecer la decadente esfera de influencia de EE UU.
Para México los beneficios de esta integración son evidentes, pues lograr un apoyo estratégico para su mayor desarrollo será un factor clave para fortalecer su democracia e integrarse como un actor clave de la comunidad internacional. Pero si el país no logra esta integración estratégica, si la integración no le ofrece más ventajas que la unión comercial que inició hace ya quince años, tendrá que voltear a las otras economías emergentes (China, India, Rusia, Brasil o Sudáfrica) y separarse del clan norteamericano, caminando hacia rumbos que le resulten más prometedores.
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4 comentarios:
Nadie comenta mis opiniones no solicitadas, se nota que realmente no son solicitadas, jaja...
Ooops... ego off...
Rafa Barceló Durazo
Despues de un ratote de publicada tuve la oportunidad de leer la no. 3. (Las otras las reservo para otro dia de calma). El punto es que, amo leer estas cosas, no soy economista, pero simplemente me deleita poder leerte y pensar que explicas con pasión (ok pasión por la manera tan explicita de desarrollar los puntos para que los simples mortales podamos digerirlos).
A riesgo de parecer una rubia tonta(ja solo con pintura de cajita se lograria tal asaña)por favor escribe otro que soy tu fan. Me tardaré mis dias para leerlo y contestarle algunas coquetas palabras, pero sepa que valen la pena pues no caen en saco roto.
Bonito día sr. economista. :)
No podria estar mejor dicho!
Casi totalmente de acuerdo
escribe algoo nuevo rafa, ya he leído todo, y mi tiempo de sobra y de ocio en el trabajo exije mas opiniones no solicitadas =)
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