El pasado domingo 5 de julio tuvieron lugar las elecciones intermedias en México. Intermedias quiere decir que no se elige Presidente de la República (ni a los Senadores, cuyo período es también de seis años en el puesto). A nivel federal, pues, lo único que se renueva es la Cámara de Diputados (de quinientos integrantes, o sea, la mitad de los habitantes de mi querido Huásabas). Pero, adicionalmente, hay elecciones a Gobernador en seis estados de la República: Campeche, Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y, muy importante para mí, Sonora.
Los resultados dan como ganador al Partido Revolucionario Institucional (PRI), el mismo que gobernó a México en una dictadura de partido por 71 años (1929-2000). En el año 2000 el PRI perdió la Presidencia de la República a favor del PAN (derecha), con Vicente Fox, en un histórico paso hacia delante en la transición hacia la democracia (material, porque formalmente México ya era un sistema democrático, aunque no funcionara como tal). Desde 1997 los resultados del PRI habían venido mermando, llegándose a convertir en la tercera fuerza electoral en 2006, con una fracción parlamentaria en la Cámara de Diputados que era la tercera en número, pero que se convirtió en la más determinante por la radicalización inicial de la segunda fuerza, el PRD (izquierda), al no reconocer la elección de Felipe Calderón (PAN) como Presidente.
Doce años después, el PRI vuelve a repuntar en las elecciones y se convierte con mucha holgura en la primera fuerza en la Cámara Baja y la segunda en el Senado (desde 2006). Este hecho transforma el rostro del sistema político mexicano de muchas maneras. Primero, porque después de estos resultados el regreso del PRI a la Presidencia de la República se anuncia como muy probable para 2012. Esto, junto con haber ganado al PAN dos estados que se consideraban bastiones de la derecha, vuelve a darle gran parte del poder político nacional a este partido, cuyo dominio en México fue repudiado por la ciudadanía hace apenas unos años. Es decir, la acumulación de poder político en el PRI se vuelve a presentar como una posibilidad real, a menos de una década que se logró "desarmar" esa súper estructura de poder que gobernó y desgobernó a México, prácticamente durante todo el siglo XX.
Segundo, porque aunque México cuenta con un sistema de gobierno presidencialista, el Poder Legislativo dependerá prácticamente del PRI. Esto implica que la responsabilidad política de los destinos de la Nación ya no le pueden ser imputados únicamente al PAN (partido en la Presidencia), ya que una parte importante de las políticas públicas, así como el presupuesto de la Federación son decididos en el legislativo. Además de que las nuevas leyes y reformas legales son responsabilidad completa de este poder, que ahora estará regido por un partido distinto al de la presidencia. Por si esto fuera poco, tampoco se puede omitir que el PRI gobierna la gran mayoría de los Estados de la República y también la mayoría de sus municipios, por lo que el nivel local de gobierno también estará conducido mayoritariamente por este "nuevo" viejo partido.
Y, tercero, porque el principal partido de izquierda (PRD) redujo su nivel de influencia al obtener únicamente el 12% (aprox.) de la votación nacional, después de que hace tres años obtuvo casi un tercio. Adicionalmente, el Partido Social Demócrata (izquierda) que era el partido con la postura más clara a favor de temas de izquierda social y moral perdió su registro como partido político, al no obtener ni siquiera el 2% de la votación.
Los resultados de la elección deberían implicar conclusiones importantes para nuestra clase gobernante, si se toman en serio el compromiso democrático, en el que el voto no es una cheque en blanco de confianza a las ocurrencias de los elegidos, sino que representa la voz de apoyo o repudio a las cuestiones públicas más importantes. Siendo así, si consideramos que la mayoría de los votantes no apoyó al partido del Presidente, tendríamos que entender que el monopolio temático que éste le ha dado a la seguridad y a la guerra contra el narco, no está siendo bien recibida por la sociedad. Evidentemente, hay un buen nivel de apoyo al PAN (28% de la votación) por lo que se entiende que una buena parte de la población está de acuerdo con las acciones principales del gobierno panista, pero todos los demás claman porque se incorporen de manera más seria los demás temas importantísimos de la agenda. Las medidas contra la crisis económica, el aumento de los niveles de pobreza en el país, la terrible calidad de nuestro sistema educativo, las deficiencias en los servicios públicos de salud, la alta tasa de migración hacia EE.UU. son todos temas que han sido opacados por una mediatizada lucha contra el crimen organizados, que no ha tenido un impacto muy significativo y ha causado la muerte de más de doce mil personas (buenas o malas, inocentes o culpables).
Otro segundo gran golpe que deberían sentir los gobernantes es el aumento impresionante que obtuvo el llamado voto nulo. A nivel nacional, fue de más del 5%. El voto nulo lo emitió gente que fue a las urnas a votar (no es la gente que se abstuvo de votar), es decir, de ciudadanos que hicieron el esfuerzo de votar para hacer saber un mensaje muy claro: están inconformes con todo el sistema de partidos del país. Esto no es trivial, no debe ser trivial. Es un número enorme de electores que dicen ya basta al espectáculo político de tan bajo nivel que los partidos montan todo el tiempo. Cambia el tema controvertido, pero las actitudes son todas las mismas: falta del sentido ético de lo público, de inteligencia y capacidad para enfrentar los principales problemas públicos y, sobre todo, el mantenimiento de privilegios a sectores de la población que han venido estancando a este país, desde su fundación como colonia (ya existían situaciones de privilegios en el México Prehispánico, pero yo entiendo la formación de la Nación mexicana, a partir de la creación de la colonia española llamada Nueva España y no antes) y que nunca hemos logrado cambiar a partir de nuestra independencia.
El abtencionismo aunque alto (entre 55% y 60%) es relativamente normal para una elección intermedia, inclusive comparándolo con otras democracias consolidadas. Sin embargo, es siempre un motivo de reflexión si la gente se abstiene por inconformidad, por imposibilidad de ir a votar o, simplemente, porque son ciudadanos anodinos con poco interés en los asuntos públicos y que usan el excelente pretexto del espantoso desempeño de nuestros gobernantes para eludir el hecho de que tampoco ellos son ciudadanos responsables o interesados en hacer un esfuerzo por cambiar a este país.
Dentro de las buenas noticias que deja esta jornada electoral, es que existe la capacidad en el país de organizar elecciones en las que se confíe en el resultado de los votos (aunque siempre habrá incrédulos que no puedan tener dicha confianza, porque la religión de muchos es justamente la desconfianza). Y que se sigue dando la alternancia de partidos en el poder, lo cual es, sin duda, necesario para mantener el sistema de pesos y contrapesos del diseño institucional de nuestro país.
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1 comentario:
El cambio de pensar de los electores en los ultimos 12 a 15 años indica una gran insatisfaccion hacia todos los partidos politicos, lo cual sugiere que los Mexicanos hagamos profundos reajustes a la imagen y estructura de los partidos, siendo no solo representaciones de colores y zonas del pais, sino una verdadera reprensentacion de clases trabajadoras, sociales, educatrivas, etc.
Felicidades por tus nuevos edevours en el servicio publico, espero y la vida te siga dando experiencias gratas.
BaCsOn A.B.
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