Aunque a mí me gustaría ser un cronista social, no creo que sería uno muy bueno. Para empezar, porque me entero de las notas interesantes con un retraso que bien se podría calificar de injustificado porque estoy todo el día pegado a la computadora (y esto significa en palabras claras muy cerca de las redes sociales) y, además, cargo todo el día cerca de mi corazón un aparato llamado Blackberry, que es una nueva forma de esclavitud muy particular del siglo XXI y se supone que te conecta con el mundo. El caso es que ni así me entero rápido de las cosas, cómo decirlo, de las cosas que tienen profundidad social.
Pero hoy intentaré comentar una nota, no digamos interesante porque no lo es, llamémosle simplemente una nota. Resulta que a principios de la semana pasada (y aquí ya vamos notando el retraso de mi crónica) México ganó el concurso denominado Miss Universo. Siempre me ha parecido bastante injusto que no se llame con mayor precisión Miss Mundo, o mejor Miss Planeta Tierra, porque yo nunca he visto que vengan concursantes de otros sistemas solares o de otras galaxias. A ver que alguien me diga cuándo han visto desfilar a la novia de Chewbacca o a la hija de Jabba the Hut (que sinceramente tendrían muy pocas posibilidades en un concurso que no valora ni el pelaje ni la piel viscosa).
El caso es que este concurso organizado por el mismísimo Donald Trump, que cada vez lo veo más rosa y ni tanto dinero le ha granjeado ni un poquito así (tengo los dedos pulgar e índice muy cerca el uno de otro) de belleza. Decía que el señor está cada vez más feo, sus pelos más anaranjados y sus dientes más salidos de su cachetona sonrisa. Comete, además, el señor Trump el error estratégico de rodearse de las mujeres más bellas del universo (aunque ya aclaramos que se trata únicamente de terrícolas) lo cual lo hace a él verse más feíto, el pobre. Lo de pobre no es necesario aclarar que es nada más una expresión y no describe su situación financiera, que es hecho conocido que es más bien bastante holgada. Pero volviendo al tema, ya lo dijo alguien que seguramente era muy sabio, que la belleza está en los ojos del que la ve, pero alguien que era aún más sabio acotó con mucha acusiosidad que la belleza está enseguida de alguien que es más feo que tú. Bueno, pues esto el señor Trump o no lo sabe, o no le importa, porque él sigue organizando el concurso del que estamos hablando.
Decía que el certamen lo ganó la representante de México. Obsérvese que cuando digo "representante" no quiero decir que llevara una carta poder de parte de los mexicanos, ni mucho menos que tuviera una representación de tipo estadístico, que es fácil saber que no es el caso, sino que es una forma que tienen para llamar a las concursantes. Es una chica muy hermosa, tomando en consideración, claro está, que estoy usando estándares terrícolas y que me arriesgo a que tanto Chewbacca como Jabba the Hut la consideren más bien demasiado lampiña y una flacucha sin gracia. Tal vez Jabba the Hut la valore un poco más porque él tuvo tratos con la princesa Leia y no parece hacerle mala cara a las mujeres de este planeta. Hasta este punto aún no he entrado en materia y todo lo anterior era para dar un poco de contexto, además de las típicas digresiones que agrego a cualquier conversación, lo cual, dicho sea de paso, algunos consideran molesto y otros digno de elogio.
El punto central es que la directora del Instituto de la Mujer, que es un organismo público del gobierno federal mexicano, dijo con un sentido de la oportunidad un tanto debatible que en ese concurso a las mujeres las tratan como a reses. Si algún lector se inclina a utilizar la palabra latina "res" que significa "cosa", le aclaro que no quería decir la señora directora que las trataran como cosas, sino más bien como a vacas, que es el significado común de res en lengua española, por lo menos en México.
Es ampliamente conocido que el feminismo y los concursos de belleza suelen ir por caminos separados en la búsqueda de sus objetivos. Ambos son un asunto primordialmente de las mujeres pero no faltará el malintencionado que diga que de distintos tipos de mujeres. El caso es que se entiende que a la directora de un Instituto público no le gusten los concursos de belleza y que los considere un obstáculo social para lograr la igualdad entre ambos sexos, argumentos al respecto hay varios y son buenos, pero de ahí a tratar de res a una de sus agremiadas (que es también sólo una expresión, porque a todas luces se sabe que ser mujer no es un gremio) no es algo que se espere de una funcionaria de ese nivel. Tampoco se espera de un presidente - por más rancherote que éste sea - que hable de lavadoras de dos patas, para decir no sé qué cosa de no sé qué mujeres.
Según la nota que yo leí, la directora del Inmujeres, cuyo nombre aún no he mencionado pero que se llama Malú Micher, ya había salido a decir perdón a la señorita Navarrete (que así se apellida Miss Planeta Tierra). Pero no fue un perdón así de "¡Ooops! Se me barrió" sino que tenía un tufillo intelectualoide y un tono de lo que se podría llamar arrepentimiento a fuerzas (que es todo lo contrario a lo que en el catolicismo llamamos tener el corazón contrito). Sus palabras tomadas de la prensa (lo cual significa que ya fueron sacadas de su contexto y que tal vez significan exactamente lo contrario de lo que quiso decir quien las pronunción) fueron: "si usé un mal término para referirme a estos certámenes y si debo pedir una disculpa pública, así será".
A mí me parece muy bien el disenso, el análisis y la crítica de los concursos de belleza como los que organiza el señor rosa, de pelo naranja y apellido Trump. Pero deseo agregar que si diriges una institución pública lo mejor es no calificar como res a nadie, ni en abstracto ni en concreto, a menos que efectivamente te refieras a una res, a las que no cree que les moleste más ese término que ser llamadas vacas. Así que mis veredictos ya fueron dictados y los recapitulo en las siguientes líneas:
1. Miss Universo se debería llamar Miss Planeta Tierra, para ser más respetuosos de la vida extraterrestre,
2. Donald Trump debe empezar a frecuentar a gente más fea que él, cosa difícil mas no imposible, y
3. La señora directora del Inmujeres tiene que limitar el uso de expresiones fuertes (por más que tal vez en su cabeza se oigan bien) para lo que se recomienda consultar a los asesores del ex presidente Fox, que algo de experiencia tienen en el asunto.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario