viernes, abril 25, 2008

Viernes

Hoy es viernes. De acuerdo a la más reciente premiación de la Academia Intergaláctica por el Buen Vivir es el segundo Mejor Día de la Semana, sólo superado por el sábado. Los domingos en la tarde se han ganado desde tiempos inmemoriales el repudio de toda la humanidad que inicia su semana laboral o escolar los lunes. Los jueves yo nunca he entendido bien cómo o porqué pero son, para muchos, días obligatorios de fiesta guardar. O sea, hasta les llaman juebebes. Y es que mi parte recatada nunca ha podido ceder al principio de que entre semana hay que irse a la cama onda 11 o 12 de la noche, porque si se va uno de farra el jueves, hay que resignarse a que el viernes uno no servirá para nada, excepto para hacer bulto y mostrar una terrible cara de huevo cocido balanceándose aleatoriamente, tratando de mantener los ojitos abiertos. La verdad de las cosas es que ya que me pagan con dinero público el trabajo que realizo, me resulta una falta a la responsabilidad asistir con la mitad de mis cuatro y medio sentidos en funcionamiento (mi vista cuenta como medio sentido, por si no les salen las cuentas).

De cualquier manera, hay otras formas de aprovechar el jueves que no echan por la borda tu viernes por la mañana. Así lo intenté ayer, en el marco del Festival del Centro Histórico, fuimos a un espectáculo de danza contemporánea al Teatro de la Ciudad. No sé bien cómo expresar lo que vi (lo que oí de plano rebasa mis capacidades descriptivas). Fue horrible. No, no, no: fue horriiiiiiibleeeeeeeeeeee. Yo sé que la vanguardia artística sueña con ponerse conceptual y abstracta y que no se trata de crear belleza apreciable por las mayorías. No, qué va! que falta de sofisticación que tu propuesta artística sea nada más bonita o agradable, si de lo que realmetne se trata es de construir una torre de marfil y hacer cosas que sólo "entiendan" los iniciados. Entonces, lo que se les ocurrió fue poner de sonido un rechinido de uñas aturdidor y tremendamente molesto y perpetuarlo por HORA Y MEDIA (si estabas dentro del teatro, en realidad, te parecían unas quince horas ¡qué razón tenías Einstein con lo de que el tiempo es relativo! ¡Y eso que no fuiste a este espectáculo!).

La danza se convirtió en algo así como cinco individuos (creo que eran seres humanos), disfrazados de cualquier cosa, que si uno era muñeca, otro era un tipo que parecía de la Mara Salvatrucha pero con falda escocesa y un chongo como de samurai, otra... ay! ni pa' qué le sigo, imagínense disfraces sin sentido y ya lo tienen. Ok, los monitos se alternaban en movimientos como aleatorios (oooobviamente también sin ningún sentido), que si una convulsión, que si un grito, un aspaviento, un golpe al aire, taparse la cara, dar un paso para adelante, o dos para atrás, o ponerse en posición fetal como si tuvieran algún retortijón, you name it.

Como habíamos pagado por el boleto hicimos el esfuerzo de permanecer el mayor tiempo posible. Yo, gracias a Dios, tenía ganas de ir al baño y, gracias a Dios otra vez, me perdí como veinte minutos porque no conseguía dar con él (el baño), aunque claro, tal vez era mi subconsciente ayudándome a llevar la carga. Pero del sonido insoportable de la obra (si alguien le llama a eso música juro por Dios que me encargo personalmente de internarlo en un manicomio), digo que del sonido infernal no podía uno escaparse ni en el baño, así que con todo y temor de que me diera "mal de orín" por el desagrado, hice lo que tenía que hacer y procuré volver a perderme de regreso a mi lugar (y el Teatro de la Ciudad lo hace muy fácil).

Yo no sé gran cosa de arte, tal vez estaba contemplando el nacimiento de un nuevo movimiento artístico (propongo el nombre "horrorosismo") que mis nietos disfrutarán al máximo, claro que en ese tiempo la gente usará cascos y en vez de cerebro tendrán una Mac (que es mi predicción para la generación de mis nietos), pero la verdad yo digo que para ruidos molestos sobra y basta vivir en la ciudad de México (o cualquier ciudad) y para disfraces ridículos nada más falta fijar la vista en las hordas de darks, punks y emos que pululan por todos lados. No hace falta pagar un boleto (tres veces el valor de una entrada al cine) con la pretención de que vas a ir a ver algo artístico, para que te sigan jodiendo la vida (que eso lo hace muy bien uno solito, sin necesidad de ningún vanguardista). Pero, en fin... para la otra ya sé que primero hay que pedir recomendaciones a gente com'uno, para evitarse esos sustos.

Lo más agradable de la noche fue cuando, por fin, decidimos salirnos. Ahhhh! los sonidos de los camiones y de las perforadoras de calles nos parecían una melodiosa sinfonía, después de lo que acabábamos de escuchar. Al final, terminamos en la inauguración de una exposición de pintura también "conceptual", en una galería de arte de la colonia San Rafael. Lo bueno de ésta, es que el DJ que amenizaba la ocasión ponía música electrónica normal (o tal vez era horrible pero por comparación sonaba agradable). Las pinturas eran de toros y cabras abiertos en canal, o de seres humanos degollados (vaya usté a saber el concepto), pero... peeero... había cerveza y tequila gratis. Y no sólo eso, sino que había juguitos Boing (de manzana, uva y fresa), los cuales me alegraron mucho esa noche fresca de un jueves de abril.

Para cerrar con broche de oro, cuando regresamos al carro encontramos que la ventana del lado del copiloto (o sea, donde yo iba) estaba ABIERTA. Yo, con la prudencia que me caracteriza, había dejado dentro y casi a la vista mi recién estrenado Ipod de 30 GB y mi corbata favorita, además de un libro de Joseph Stiglitz sobre la globalización y sus insatisfacciones. Y cuál sería nuestra sorpesa que todo estaba intacto y que tanto mi aparatejo (que le podía haber interesado a muchos), mi corbata (que podía interesar a unos cuantos) y mi libro (que seguro no le hubiera interesado a nadie) seguían estando ahí después de horas de exposición al latrocinio urbano de una colonia no particularmente reconocida por su decencia.

El incidente nos hizo olvidar por algún rato el rechinido insoportable de la obra "horrorosista" y me reconcilió con una noche en la que salí a cerciorarme de que la movida cultural y yo no tenemos nada en común, excepto el gusto sadomasoquista por el desconcierto.

5 comentarios:

Cuquita, la Pistolera dijo...

Jajajaja, eres genial Rafa. Qué risa. Y yo no sé por qué tenemos esa maña absurda de quedarnos hasta el final de las películas, de las obras de arte o de danza. ¿Por qué algunas personas no soportan las primeras cuarenta páginas de un libro y lo siguen leyendo?
Valdría la pena que evidencies al grupo de danza en cuestión. Para doblar en la esquina si los veo de frente.
Saludito!!!

RBD dijo...

Cuquita,

Creo que fue un mecanismo de defensa no mencionar el nombre de la compañía y del espectáculo. La compañía se llama Quiatora Monorriel (ooooohhh...) y el "espectáculo" se llama Alas de Madonna. Sí, definitivamente mi recomendación es doblar en la esquina y correr cual Ana Gabriela Guevara en sentido contrario. Un abrazo,

Rafa

Anónimo dijo...

jajajajaja buenísimo post hno! cómo me reiii y pensar que yo bailo así! :O... un dia de estos t invito a vermee! =).. que bueno que ya mieness :D que te siga llendo bieenn =) muakS

Isa dijo...

Pobre, qué jueves tan “disocial”… Pero que bueno que la decencia de los transeúntes que respetaron la ventana abierta (o no se fijaron) te revindicara la noche. El arte tiene sus matices y el moderno, aunque tiene méritos indiscutibles, a veces raya en lo incomprensible. Para la próxima te llevas el Ipod y que te hagan un mapa…

Un abrazo de tarde lluviosa en San Juan

Anónimo dijo...

Hasta me sonroje de aventar tampones sobre tela y creer que hago Avant Garde