sábado, noviembre 26, 2005
Sueño de fuga
Caminaba desorientado por las alcantarillas repletas de gente. El olor a cemento lastimaba mi nariz. Sentía una incomprensible opresión en el pecho y empecé a sangrar. El olor de la sangre se confundía con el desagradable olor a humanidad. Y no era agradable. No importaba a dónde voltearas, te encontrabas siempre en medio de una multitud de personas que caminaban en diferentes direcciones con disímiles expresiones en la cara. Parecían todos las piezas de un juego a la Truman Show, pero mal dirigido. Todos actuaban tan mal, a pesar de que no estaban actuando. Eran ellos mismos pero ellos no eran nada para mí. Todos se parecían, llegué a pensar que sólo estaban dando vueltas alrededor mío porque los déjà vu se repetían de una manera que me resultaba perturbadora. Y las alcantarillas no me señalaban la dirección en la que tenía que tomar el vagón que me llevaría a mi inevitable futuro. Los escalofríos pararon, pero me invadió una profunda nostalgia. Las lágrimas empezaron a brotar como torrentes de mis ojos que enrojecidos buscaban desesperados a algún amigo, alguna cara familiar alguien a quien pudiera contarle mis desdichas y que me ofreciera su hombro y su abrazo. En cambio, sólo encontré rostros que me parecían venidos de otros mundos, mentes inexpugnables que tramaban triunfos pero sólo ofrecían derrotas. Y eran demasiados y por más que recorría los pasillos interminables de los que goteaban aguas negras nunca dejaban solo un rincón en el que pudiera sentarme a llorar las penas que ahogan mi pecho. De pronto vi una luz y se convirtió en mi única esperanza de encontrar la salida al exterior. Sin embargo, dejar las alcantarillas significaría renunciar a mi destino y empezar a labrar mi futuro con el peligroso cincel del libre albedrío. En ese momento tenía que tomar la decisión más importante de mi vida, pero me faltaba el valor. La incertidumbre de la salida me ofrecía sólo eso: incertidumbre, ni penas ni glorias. Y decidí salir por la grieta que el tiempo y el personaje de The Shawshank Redemption habían cabado en uno de los más alejados corredores de las alcantarillas. Y cuando abandoné el refugio en el que había nacido, una luz muy intensa me cegó y lastimaba mi piel. Pero ya era demasiado tarde, no podía volver al lugar que acababa de dejar. Así de severas son las decisiones, no puedes jugar con tus márgenes de error. Pero la incertidumbre cesó: ahora sólo tenía una opción que era obedecer a mi instinto de supervivencia y aprender a vivir así, con mi nueva realidad.
sábado, noviembre 19, 2005
I need some poetry in the midst of my objective dogmas...
El título de este artículo lo ideé mientras estudiaba el curso propedéutico que me hizo entrar en este campo de concentración intelectual en el que caí y del cual me resisto a salir. De pronto me sentí muy necesitado de algo así como sentimientos o cosas padres en una vida que estaba siendo llenada de conocimientos nuevos y cosas así que cuando las reflexionan te parecen sin sentido. Hoy me siento igual. Había tratado de que la maestría no me mantuviera alejado de cosas que estimularan algo más que mi cerebro. Ir eventualmente al cine, platicar, divertirme, conocer lugares. Al principio no estaba tan mal. Pero llegó la paranoia. Y ahora estoy asustadísimo porque tengo muchas cosas que hacer, pero aún así no hago nada. Y entonces me siento mal e inicio un círculo vicioso más desagradable que Jabba the Hut. Además, releo lo que acabo de escribir y no me gusta y ahora me siento peor, jaja. Bueno, tengo que aprender a vivir con mi alter ego pesimista que se me aparece en situaciones de crisis. La verdad es que no todo está tan mal, pero me relaja escribir que sí, para luego escuchar la vocecita de la conciencia decirme que no estoy tan jod"#$%. Y eso sí me hace sentir mejor. Tanto que capaz que me vaya a ver Harry Poter y el príncipe mestizo, aunque todavía estén las salas abarrotadas de fans y público eventual, tratando de ponerse al día con los éxitos de taquilla. Y luego regrese a llorarle a mi lap top, preguntándole porqué tengo este estreñimiento intelectual, que no me permite escribir los trabajos que tengo pendientes para poder al menos aprobar mis materias. Sin éxito, por supuesto, mi computadora se limita a contestarme cosas como la batería está baja, o se ha detectado una nueva red inalámbrica y cosas así que no me hacen sentir para nada mejor. Y corro como hoy a lugares como mi blog que me hagan olvidar al menos temporalmente mis pendientes. Bueno, ahora me despido para hacer otro intento de avanzar en mis ocupaciones...
miércoles, noviembre 02, 2005
Estrenando lap top
Entre las pocas ventajas que le encuentro a mi vida de estudiante, estando en medio de una crisis académico-existencial, está la que me permitió comprarme una lap top con dinero que no es mío. El procedimiento fue así. La Fundación Ford (cerdos capitalistas en plan buena onda) le da fondos a la escuela para que nos otorguen un crédito para adquisición de equipo de cómputo portable. El crédito es de 10 mil pesos, con intereses accesibles, etcétera, pero además te lo condonan (esto no tiene nada que ver con el método anticonceptivo, es una figura jurídica que consiste en no cobrarte lo que te prestaron si se dan ciertas condiciones, jejeje, cápsula ridículo/cultural) si tienes buen desempeño en la maestría. Y si no te fue tan bien, pues lo pagas hasta que termines la escuela. Todo perfectidijillo, como diría mi buen amigo y modelo de vida, Flanders, jajaja. El caso es que ayer me fui en una de las aventuras más temerarias de mi vida a buscar computadora, sin más asesoría técnica que la sesgada información que me pudieran dar los vendedores. Y resulta que en la ciudad de México, no es precisamente la confianza en los demás lo que prevalezca. Pero aún así estaba tan deseperado con el cheque del crédito en las manos que me lancé sin más armas a librar batallas mercadológicas con el objetivo de apeltrecharme de la tan indispensable tecnología digital portátil e inalámbrica. Yo sé que es una necesidad creada para nuestra generación, pero no me quedó más remedio que alinearme a las modas de mis coetáneos. Además, es un accesorio indispensable para dar la apariencia de que haces algo interesante en la vida, aunque sólo la uses para jugar al solitario. Después de haberme enfrentado en tres ocasiones a vendedores voraces que querían aprovechar que no sé yo un carajo de computadoras para venderme cualquier cosa a un precio superior, un vendedor de Sears terminó convenciéndome. No fue tanto el vendedor sino el sentido de urgencia de un atractivo 15% de descuento que en unas horas se esfumaría para nunca más volver (entones, me tragué el cuento y con cara entre de resignación y de niño entusiasmado en navidad con su juguete nuevo le entregué mi tajeta al vendedor para que procediera a realizar la transacción). Y ahora estoy escribiendo este post desde mi lap top con tarjeta inalámbrica para internet, mientras escucho la canción de Don Quijote que musicalizó Serrat y escribió León Felipe y bendigo a Bill Gates y a toda su clica (pandilla, grupo...) por crearnos un mundo en el que las cosas corren lento y se atoran pero te dan la impresión de ser cutting-edge. Gracias Microsoft, porque yo sin Windows XP no puedo vivir! Y para terminar con algo que no tenga chips, les transcribo una de las partes que más me gustan de la mencionada canción de Serrat:
"Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento, así te miro pasar.
Y cuántas veces te grito
hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar.
Hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado de amargura
y no puedo batallar"
"Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento, así te miro pasar.
Y cuántas veces te grito
hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar.
Hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado de amargura
y no puedo batallar"
sábado, octubre 29, 2005
Escaseando la imaginación
Estoy sentado frente a la computadora con la apremiante necesidad de recibir la inspiración divina y escoger dos temas para mis trabajos finales en sus respectivas materias. Parece ser que es muy importante que los escoja cuanto antes pero ando medio perdido y la imaginación escasea últimamente por lados de mi cerebro. Parece ser que estoy usando demasiadas energías para combatir mi colitis. Creo que mis intestinos están irrigadísimos pero mi cerebro se encoge cada vez más (esa hipótesis se me acaba de ocurrir y ahora estoy preocupadísimo por que sea cierta, creo que los psiquiatras le llaman a eso hipocondria, yo le llamo Rafael Barceló Durazo en acción).
El caso es que como de plano no me inspiraba y no se me venían a la mente los malditos temas que me ocuparán de aquí al dichoso día en que empiecen mis vacaciones, decidí darme un paseo por el blog y escribir algo sin importancia como esto con la esperanza de que tal acto de regurgitación intelectual destapone los conductos de ideas de mi atrofiadísimo órgano cerebral. Y una vez desahogadas mis penas y plenamente conciente de que el intento fue inútil me voy a probar mi recurso extremo para buscar inspiración: sentarme en el trono de porcelana, fiel compañero de penas, alegrías y estreñimiento intelectual (y sobre todo el otro tipo de estreñimiento que no me hace nada feliz). Un abrazo bienamado paño de lágrimas cibernético.
El caso es que como de plano no me inspiraba y no se me venían a la mente los malditos temas que me ocuparán de aquí al dichoso día en que empiecen mis vacaciones, decidí darme un paseo por el blog y escribir algo sin importancia como esto con la esperanza de que tal acto de regurgitación intelectual destapone los conductos de ideas de mi atrofiadísimo órgano cerebral. Y una vez desahogadas mis penas y plenamente conciente de que el intento fue inútil me voy a probar mi recurso extremo para buscar inspiración: sentarme en el trono de porcelana, fiel compañero de penas, alegrías y estreñimiento intelectual (y sobre todo el otro tipo de estreñimiento que no me hace nada feliz). Un abrazo bienamado paño de lágrimas cibernético.
lunes, octubre 24, 2005
Feliz cumpleaños Mímismo...
Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 25. Ouch!!! Suena como a adulto y no me gusta tanto, pero qué se le va a hacer. Creo que están relativamente bien vividos. No quiero decir con esto como hacen los soberbios ésos que anuncian a los cuatro vientos que si volvieran a nacer harían exactamente lo mismo. Qué falta de humildad más grande!!! Hacemos tantas tonterías por eso del error humano que definitivamente yo sí cambiaría muchas cosas. Pero con todo no me han salido tan mal las cosas, por eso digo que mis años están bien vividos, no porque no pudieran estar mejor. Lo que sí es que este aniversario no la pasaré así de fiesta como me gusta. Por dos razones. Primera, porque ya lo festejé viernes y sábado, con una carne asada sonorense (la carne era realmente sonorense, como debe ser) con tortillas de harina traídas por mí mismo la semana pasada que estuve 20 horas en Hermosillo para la boda de mi buen amigo, el Manacho. Segunda, porque como no me canso de repetir estoy hasta la "#$&" de trabajo de la escuela y la parte de mí que es responsable anda medio poderosa últimamente, lo cual no siempre me gusta. El año pasado lo pasé en Nîmes, al sur de Francia, con mi buen amigo el Rafa, para entonces no lo conocía muy bien, así que fue un cumple solitario. Sólo recibí un abrazo. Ahora lo festejé con mis amigos del edificio y compañeros y amigos de reciente adquisición de la maestría. El año próximo no sé dónde estaré y cómo lo celebraré. Cada año las cosas cambiar a un ritmo vertiginoso, yo siempre voy detrás de mi futuro esperando que todo salga relativamente satisfactorio.
Bueno, me despido temporalmente porque voy a festejar mi cumpleaños con una clase de redacción y otra de alemán, mientras toco mentalmente la musiquita de Happy Birthday to you!!! (con voz jadeante de Marilyn Monroe) o Joyeux Anniversaire!!! o ya de plano las mañanitas con voz de Julio Preciado, el vocalista del Recodo (porqué sé yo esas cosas???)
Bueno, me despido temporalmente porque voy a festejar mi cumpleaños con una clase de redacción y otra de alemán, mientras toco mentalmente la musiquita de Happy Birthday to you!!! (con voz jadeante de Marilyn Monroe) o Joyeux Anniversaire!!! o ya de plano las mañanitas con voz de Julio Preciado, el vocalista del Recodo (porqué sé yo esas cosas???)
lunes, octubre 03, 2005
Uff!!! qué fin de semana!!!
El título de este artículo no fue escogido así nomás porque sí. Sino para introducir la siguiente anécdota ocurrida justo el fin de semana que para mi mala suerte acaba de terminar. Pues resulta que a pesar de que mis múltiples actividades académicas me debieron haber mantenido en el claustro, como monje del conocimiento, decidí rebelarme y pasármela bien el fin de semana con la optimista frase de: "deja para mañana lo que debes hacer hoy", que es un replanteamiento muy conveniente que hice del horroroso dicho que proclama el antivalor de la responsabilidad "no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". Y aprovechando que era cumpleaños de Miguel, mi amigo de la universidad y vecino del departamento 10, organizamos una carne asada, casi de a de veras: con carne de Sonora, frijoles de fiesta, guacamole y tortillas de harina de mi tierra, si tenías suerte, y si no, pues tortillinas tía Rosa que son, después de George Bush, la cosa más abominable que hay sobre la tierra. Pues se puso tan buena la fiesta que a eso de las doce de la noche surgió la idea de irnos de vida nocturna. Yo sé que cada vez que salgo a antros, soy la más fiel representación de la venganza de los nerds, pero como la inercia báquica nos llevaba en esa dirección no me pude oponer.
Pues resultó que íbamos a la fiesta de uno de los integrantes del grupo Uff, jajaja, sí, Uff, si no los conocen no se apuren, yo tampoco los conocía, aunque había escuchado esa palabra antes. Así que no es que no estuviéramos al tanto del mundo artístico mexicano, sino que están en el justo proceso de decadencia. Y digo justo porque para ese nivel de talento, el mundo no debe asumir los enormes costos de que las televisoras los mantengan en una injusta popularidad. Pero todo tiene sus ventajas porque sólo tuvimos que decir en el antro que veníamos a la fiesta de Uff y nos abrieron la cadena (que aquí en el D.F. es un verdugo terrible del autoestima juvenil, porque todos los antros así tengan tres gatos adentro se colocan en su posición de Studio 54 tepiteño del siglo XXI y no te dejan entrar si no te ven bonito u oneroso, características que bien saben los que me conocen que yo no cumplo, pero no me afecta mucho porque lo de los antros no es lo mío). Pues ahí estábamos en el mezzanine del bar con los de Uff, caras que creo nunca haber visto en la vida, pero muy fácilmente identificables, porque todos traían una especie de despeinado sistemático artificialmente güero, es decir, no como uno cuando se acaba de levantar y que los cabellos apuntan sin ninguna regla a todos los puntos cardinales del universo, sino que se nota que están despeinados con un orden, siguiendo un sistema específico. Bueno, pero insisto, todo tiene sus ventajas porque había cada chica guapa que definitivamente el cover valió la pena, hasta me daban ganas de ir a hacer una aportación voluntaria al de la puerta, pero mi beca CONACyT me hace recapacitar a cada rato sobre mis actos de generosidad. Y listo, fue un fin de semana bien Uff. El domingo consistió en hamburguesada en la azotea del edificio, siesta larga y reparadora y, por supuesto, el triunfo de México en la sub-17, que para mí ahora será el único futbol que importe, porque ahí somos campeones. La verdad, el futbol y la carabina de Ambrosio me importan lo mismo, pero eso de escuchar México campeón si mueve mis fibras más íntimas, así que ahora soy una especie de fan incultivado del futbol juvenil de nuestro país. Y, sin más, me despido con un fuerte abrazo (para mí mismo, que soy el que más lo necesita)
Pues resultó que íbamos a la fiesta de uno de los integrantes del grupo Uff, jajaja, sí, Uff, si no los conocen no se apuren, yo tampoco los conocía, aunque había escuchado esa palabra antes. Así que no es que no estuviéramos al tanto del mundo artístico mexicano, sino que están en el justo proceso de decadencia. Y digo justo porque para ese nivel de talento, el mundo no debe asumir los enormes costos de que las televisoras los mantengan en una injusta popularidad. Pero todo tiene sus ventajas porque sólo tuvimos que decir en el antro que veníamos a la fiesta de Uff y nos abrieron la cadena (que aquí en el D.F. es un verdugo terrible del autoestima juvenil, porque todos los antros así tengan tres gatos adentro se colocan en su posición de Studio 54 tepiteño del siglo XXI y no te dejan entrar si no te ven bonito u oneroso, características que bien saben los que me conocen que yo no cumplo, pero no me afecta mucho porque lo de los antros no es lo mío). Pues ahí estábamos en el mezzanine del bar con los de Uff, caras que creo nunca haber visto en la vida, pero muy fácilmente identificables, porque todos traían una especie de despeinado sistemático artificialmente güero, es decir, no como uno cuando se acaba de levantar y que los cabellos apuntan sin ninguna regla a todos los puntos cardinales del universo, sino que se nota que están despeinados con un orden, siguiendo un sistema específico. Bueno, pero insisto, todo tiene sus ventajas porque había cada chica guapa que definitivamente el cover valió la pena, hasta me daban ganas de ir a hacer una aportación voluntaria al de la puerta, pero mi beca CONACyT me hace recapacitar a cada rato sobre mis actos de generosidad. Y listo, fue un fin de semana bien Uff. El domingo consistió en hamburguesada en la azotea del edificio, siesta larga y reparadora y, por supuesto, el triunfo de México en la sub-17, que para mí ahora será el único futbol que importe, porque ahí somos campeones. La verdad, el futbol y la carabina de Ambrosio me importan lo mismo, pero eso de escuchar México campeón si mueve mis fibras más íntimas, así que ahora soy una especie de fan incultivado del futbol juvenil de nuestro país. Y, sin más, me despido con un fuerte abrazo (para mí mismo, que soy el que más lo necesita)
jueves, septiembre 29, 2005
Actualizando datos...
Hace ya tiempo que dejé de escribir los reportes que tenía la costumbre de enviar por correo electrónico (y que luego pegaba en mi blog) para contarles mis andanzas, entre otras razones porque ya no estoy en Francia y las vivencias nacionales parecen menos interesantes que las extranjeras; también porque mi vida es mucho menos divertida de platicar que antes y porque el tiempo es el recurso más escaso que tengo ahora, aún más que el factor ingresos, lo cual ya es muuuucho decir.
Bueno, por si acaso no sabían o se les olvidó estoy estudiando la maestría en Administración y Políticas Públicas y estoy muy satisfecho con mi decisión de estudiarla. Para los que no les quede muy claro de qué se trata, es algo así como la formulación de programas para resolver problemas públicos concretos (yo sé que la palabra política les provoca disgusto a muchos de ustedes, pero partiendo del hecho de que no hay mundo posible sin
ella, vale más echar el cuerpo al agua y ponerse a estudiar al respecto a ver si podemos hacer algo para mejorar la imagen que se tiene de ella). La escuela en la que estudio se llama CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) como sé que muchos nunca habrán escuchado de ella, les platico un poco: es un centro de investigación en ciencias sociales y económicas, que se autoproclama la mejor escuela del país en políticas públicas. Es pública, pero se maneja con criterios de selección y de funcionamiento muy distintos a una universidad pública mexicana. Para empezar a nosotros (los estudiantes de maestría) nos pagan por estudiar y no nos cobran un peso (creo que se desquitan con los de licenciatura a los que sí les cobran como para mantenernos). En la maestría fuimos seleccionados 18 de entre aprox. 400 que aplicaron para entrar (el dato anterior era sólo para presumir, porque últimamente ando escaso de modestia). Ustedes disculparán tantas muestras de vanidad de mi parte, pero excepto ésas y la quesadilla que me preparo en la noche con tortillas gorditas de mi tierra con queso menonita (que trajo la mamá de un amigo de Hermosillo) son los únicos placeres que me tengo reservados en todo el día (incluidos fines de semana).
El asunto es que como en vez de cobrarte te pagan en la maestría se sienten con el derecho de explotarte salvajemente y sin la menor consideración a los derechos humanos de los que la estudiamos. Tengo cuatro materias y además me inscribí a alemán para complacer a mi alter ego políglota. Sin contar con un seminario de dos semanas que estamos llevando ahora (en inglés por si fuera poco). Bueno, también voy al gimnasio en la mañana siguiendo la recomendación de mi gastroenterólogo que me está tratando la terrible colitis que me atacó como resultado de las presiones del curso propedéutico y de la comida frita y condimentadísima que abunda en el D.F. Entre esas actividades ocupo las 24 horas de mis días, procuro guardar unas pocas para dormir y punto. Y si ando atrasado contestando los correos de algunos de ustedes que eventualmente se acuerdan de mí y me escriben, no me culpen de
indiferente, es sólo que me falta tiempo y tranquilidad para poder concentrarme y contestar aunque sea alguna línea coherente. Pero como el remordimiento de acordame de ustedes no me dejaba dormir en paz, me he decidido a escribirles este largo mensaje justificatorio, que seguro será la causa de alguna mala nota en las clases que siguen, pero cuyo precio estoy dispuesto a pagar.
Por lo demás, todo muy bien. Estoy viviendo con un amigo de Hermosillo de la UDEH, para ser más exacto, Germán. Vivimos en una colonia muy tranquila y el departamento está muy bien, desordenado a veces, pero hasta ahora habitable. La ciudad de México no me ha sentado nada mal, todavía no me asaltan, ni me secuestran, ni me violan (excepto algún contacto excesivo en los vagones del metro, que considero una verdadera violación a mi espacio personal y al de mis partes nobles, pero vivir entre 20 millones de personas no te deja más opción).
Me despido esperando recibir sus respuestas, comentarios y más sentidos pésames.
Afectuosamente,
El titular de este blog,
México, D.F. (aunque añorando estar en el desierto sonorense)
Bueno, por si acaso no sabían o se les olvidó estoy estudiando la maestría en Administración y Políticas Públicas y estoy muy satisfecho con mi decisión de estudiarla. Para los que no les quede muy claro de qué se trata, es algo así como la formulación de programas para resolver problemas públicos concretos (yo sé que la palabra política les provoca disgusto a muchos de ustedes, pero partiendo del hecho de que no hay mundo posible sin
ella, vale más echar el cuerpo al agua y ponerse a estudiar al respecto a ver si podemos hacer algo para mejorar la imagen que se tiene de ella). La escuela en la que estudio se llama CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) como sé que muchos nunca habrán escuchado de ella, les platico un poco: es un centro de investigación en ciencias sociales y económicas, que se autoproclama la mejor escuela del país en políticas públicas. Es pública, pero se maneja con criterios de selección y de funcionamiento muy distintos a una universidad pública mexicana. Para empezar a nosotros (los estudiantes de maestría) nos pagan por estudiar y no nos cobran un peso (creo que se desquitan con los de licenciatura a los que sí les cobran como para mantenernos). En la maestría fuimos seleccionados 18 de entre aprox. 400 que aplicaron para entrar (el dato anterior era sólo para presumir, porque últimamente ando escaso de modestia). Ustedes disculparán tantas muestras de vanidad de mi parte, pero excepto ésas y la quesadilla que me preparo en la noche con tortillas gorditas de mi tierra con queso menonita (que trajo la mamá de un amigo de Hermosillo) son los únicos placeres que me tengo reservados en todo el día (incluidos fines de semana).
El asunto es que como en vez de cobrarte te pagan en la maestría se sienten con el derecho de explotarte salvajemente y sin la menor consideración a los derechos humanos de los que la estudiamos. Tengo cuatro materias y además me inscribí a alemán para complacer a mi alter ego políglota. Sin contar con un seminario de dos semanas que estamos llevando ahora (en inglés por si fuera poco). Bueno, también voy al gimnasio en la mañana siguiendo la recomendación de mi gastroenterólogo que me está tratando la terrible colitis que me atacó como resultado de las presiones del curso propedéutico y de la comida frita y condimentadísima que abunda en el D.F. Entre esas actividades ocupo las 24 horas de mis días, procuro guardar unas pocas para dormir y punto. Y si ando atrasado contestando los correos de algunos de ustedes que eventualmente se acuerdan de mí y me escriben, no me culpen de
indiferente, es sólo que me falta tiempo y tranquilidad para poder concentrarme y contestar aunque sea alguna línea coherente. Pero como el remordimiento de acordame de ustedes no me dejaba dormir en paz, me he decidido a escribirles este largo mensaje justificatorio, que seguro será la causa de alguna mala nota en las clases que siguen, pero cuyo precio estoy dispuesto a pagar.
Por lo demás, todo muy bien. Estoy viviendo con un amigo de Hermosillo de la UDEH, para ser más exacto, Germán. Vivimos en una colonia muy tranquila y el departamento está muy bien, desordenado a veces, pero hasta ahora habitable. La ciudad de México no me ha sentado nada mal, todavía no me asaltan, ni me secuestran, ni me violan (excepto algún contacto excesivo en los vagones del metro, que considero una verdadera violación a mi espacio personal y al de mis partes nobles, pero vivir entre 20 millones de personas no te deja más opción).
Me despido esperando recibir sus respuestas, comentarios y más sentidos pésames.
Afectuosamente,
El titular de este blog,
México, D.F. (aunque añorando estar en el desierto sonorense)
martes, septiembre 20, 2005
Eit you!!!
Hola mi querido amigo "el blog". Vuelvo a ti a decirte lo que últimamente no me canso de repetir: "que estoy muy ocupado y patatí-patatá". Y ya me cansé de decirlo y tú seguro también estás harto de escucharlo, pero pues uno habla y escribe lo que vive cuando, como en mi caso, lo que sobra no es la imaginación. Además, creo que me falta saber organizarme para hacer mejor las cosas. Pero en lo que aprendo tendré que tenerte relegado por aquí y eventualmente regresar. El pasado puente en el que los mexicanos celebramos la independencia nacional (en realidad lo que se conmemora el 16 de septiembre es el inicio de uno de los peores fracasos militares de la guerra de Independencia, pero así somos los mexicanos, nos gustan los símbolos más que lo que representan) me fui de paseo con unos compañeros de la maestría a Michoacán, fuimos a Morelia, a Pátzcuaro y a Tzintzuntzan (que aunque no lo crean así se llama). Está todo precioso por allá. Es una especie de México profundo y tradicional que me gusta mucho (para pasear, siendo sincero). Me regresé manejando yo, con todo el temor que me da la frase "en lo ajeno cae la desgracia", pero afortunadamente no pasó nada que lamente. Y ahora estoy de regreso haciendo lo que creo que me gusta.
sábado, agosto 13, 2005
Dejando el ¿hogar?
Hace tiempo que no escribía, a pesar de lo mucho que disfruto hacerlo. Al principio fue porque ya no tenía la estabilidad de tiempo y espacio que requiero para inspirarme a redactar aunque sean unos cuantos párrafos. He cambiado de lugar de residencia tres veces en dos meses. Primero, Saint-Flour, el pueblito francés que consituyó mi Nirvana para escribir en el blog. Después me regresé a Hermosillo, en pleno desierto de Sonora, pero sólo por tres ajetreadas semanas, no sin antes vacacionar un buen rato por Europa: Praga, Bruselas, Brujas y París. Y, finalmente, me mudé al Distrito Federal, a disfrutar de la contaminación, la comida frita y picante y las enormes cantidades de estrés que te produce la convivencia cotidiana con 20 millones de seres humanos, aunque a veces dudo que algunos de ellos merezcan ser considerados con tal calidad. Fueron dos meses muy pesados porque estuve cursando un curso propedéutico para una maestrìa de locos a la que se me ocurrió inscribirme. De dicho curso elegirìan originalmente a 22 de los 42 que lo cursamos, lo cual provocaba una competitividad, a veces enfermiza y a veces divertida. Terminaron escogiendo sólo a 18, entre los cuales estoy yo, no sé si para bien o para mal, porque serán dos años de adrenalina constante, pero probablemente podré disfrutar al menos un cinco por ciento de esa adrenalina. Cabe agregar que la maestría (en Administración y Políticas Públicas) me está gustando mucho, lo cual confirma mi mala condición mental.
Siguiendo con el trascuro de mi "vida loca" hace un par de semanas me vine a Hermosillo a disfrutar de mis miserables vacaciones, tampoco sin antes darme el lujo de conocer con dos muy buenos amigos algunos lugares del centro de México que me gustaron mucho: Querétaro, Guanajuato, San Miguel de Allende y Uruapan, Michoacán. En Hermosillo la he pasado muy bien, porque estuve con todos mis hermanos y sobrinos, que conformamos la no despreciable cantidad de 14 personas. Pero el caso es que ya no sé si me estoy yendo de mi hogar: sobrepoblado, refrigerado y divertidamente caótico o si, en realidad, estoy yendo hacia mi nuevo hogar: mi ambiguo "depa" con un colchón en el suelo en donde pago una renta muy superior a lo que mis ingresos me permiten. Pero, bueno, mañana temprano salgo literalmente volando para allà, a iniciar la maestría. En el fondo de mi alma estoy contento, porque me ilusiona mucho estudiar lo que estoy estudiando, pero no me agrada ni tantito la idea de irme con las amígdalas como bolas de golf! Porque resulta que antier por la noche un señor microbio se apoderé de mi garganta y puntos cirunvecinos, convirtiéndola en su contaminado feudo con diseminadas erupciones de pus y sangre contaminada. Bueno, no lo he visto detenidamente, pero por lo que me duele, puedo imaginar que sea algo asì o mucho peor. El caso es que estoy aquí con la única compañera de toda mi vida, la nostalgia, pensando que la tristeza me invade tan àvidamente como lo hizo el hediondo microbio gargantiano ese que me tiene tan cabizbajo. Y mañana me voy a la capital de la Repùblica Mexicana, sin haber resuelto mi existencial duda de si me voy del hogar o si voy a mi hogar. Pero parece mi destino a corto plazo ineludible. No será fácil soportar el terrible e incomprensible acento en inglés (que lo hace parecer polaco) que tienen las aeromozas de Aerocalifornia con un dolor de garganta que no me deja tragar mi saliva, sino hasta después de tres cuartos de hora, para evitar el sufrimiento que me representa. Lo bueno es que no tengo mucho que tragar viajando con esa aerolìnea que sòlo te surte de una bolsa de pretzels y uno o dos paupérrimos vasos de jugo de manzana. Pero qué más da.
Siguiendo con el trascuro de mi "vida loca" hace un par de semanas me vine a Hermosillo a disfrutar de mis miserables vacaciones, tampoco sin antes darme el lujo de conocer con dos muy buenos amigos algunos lugares del centro de México que me gustaron mucho: Querétaro, Guanajuato, San Miguel de Allende y Uruapan, Michoacán. En Hermosillo la he pasado muy bien, porque estuve con todos mis hermanos y sobrinos, que conformamos la no despreciable cantidad de 14 personas. Pero el caso es que ya no sé si me estoy yendo de mi hogar: sobrepoblado, refrigerado y divertidamente caótico o si, en realidad, estoy yendo hacia mi nuevo hogar: mi ambiguo "depa" con un colchón en el suelo en donde pago una renta muy superior a lo que mis ingresos me permiten. Pero, bueno, mañana temprano salgo literalmente volando para allà, a iniciar la maestría. En el fondo de mi alma estoy contento, porque me ilusiona mucho estudiar lo que estoy estudiando, pero no me agrada ni tantito la idea de irme con las amígdalas como bolas de golf! Porque resulta que antier por la noche un señor microbio se apoderé de mi garganta y puntos cirunvecinos, convirtiéndola en su contaminado feudo con diseminadas erupciones de pus y sangre contaminada. Bueno, no lo he visto detenidamente, pero por lo que me duele, puedo imaginar que sea algo asì o mucho peor. El caso es que estoy aquí con la única compañera de toda mi vida, la nostalgia, pensando que la tristeza me invade tan àvidamente como lo hizo el hediondo microbio gargantiano ese que me tiene tan cabizbajo. Y mañana me voy a la capital de la Repùblica Mexicana, sin haber resuelto mi existencial duda de si me voy del hogar o si voy a mi hogar. Pero parece mi destino a corto plazo ineludible. No será fácil soportar el terrible e incomprensible acento en inglés (que lo hace parecer polaco) que tienen las aeromozas de Aerocalifornia con un dolor de garganta que no me deja tragar mi saliva, sino hasta después de tres cuartos de hora, para evitar el sufrimiento que me representa. Lo bueno es que no tengo mucho que tragar viajando con esa aerolìnea que sòlo te surte de una bolsa de pretzels y uno o dos paupérrimos vasos de jugo de manzana. Pero qué más da.
jueves, junio 09, 2005
Hace tanto tiempo que no te veía
Hace tanto tiempo que no me paseaba en las páginas de mi propio blog, que empezar a escribir me da mucho miedo. Tengo tantas cosas que quiero contar, viajes sobre los cuáles platicar, que las ideas se abarrotan en mi mente y taponan sus conductos, cual si se tratara de una arteria llena de colesterol como la de cualquier sonorense que se precie de serlo, a consecuencia de las reiterativas carnes asadas, con tortillas de harina que tanto disfruto y que tanto extraño cuando estoy lejos.
Para quienes no están muy enterados de mis actuales andanzas, como pueden ser todos aquellos estimadísimos navegadores de blogs que por culpa de la casualidad llegan al mío, ahora estoy en la ciudad más grande y contaminada del mundo. Sí, en México, Distrito Federal: capital de los Estados Unidos Mexicanos y capital mundial de las garnachas, o sea, Chilangolandia. Estoy empezando una maestría sobre Administración y Políticas Públicas en el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas). Estoy muy contento, pero deseando más que nunca que los días fueran más largos que 24 horas o ya de perdida que no tuviéramos que dormir. Pero muy contento, eso sí. El CIDE ha superado con mucho mis expectativas como escuela y a decir verdad, estoy encantado. Pero ahora deberé sufrir una enorme metamorfosis de un ser humano normal a un nerd anormal.
Bueno, mi buen blog, sólo quería volver a verte para informarte que estoy vivo y en constante movimiento. Una vez realizado mi objetivo de destaponar mi arteria de escritura te vuelvo a dejar, sin saber cuándo volveré a verte, pero cierto de que, como en las canciones de José Alfredo, volveré...
Para quienes no están muy enterados de mis actuales andanzas, como pueden ser todos aquellos estimadísimos navegadores de blogs que por culpa de la casualidad llegan al mío, ahora estoy en la ciudad más grande y contaminada del mundo. Sí, en México, Distrito Federal: capital de los Estados Unidos Mexicanos y capital mundial de las garnachas, o sea, Chilangolandia. Estoy empezando una maestría sobre Administración y Políticas Públicas en el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas). Estoy muy contento, pero deseando más que nunca que los días fueran más largos que 24 horas o ya de perdida que no tuviéramos que dormir. Pero muy contento, eso sí. El CIDE ha superado con mucho mis expectativas como escuela y a decir verdad, estoy encantado. Pero ahora deberé sufrir una enorme metamorfosis de un ser humano normal a un nerd anormal.
Bueno, mi buen blog, sólo quería volver a verte para informarte que estoy vivo y en constante movimiento. Una vez realizado mi objetivo de destaponar mi arteria de escritura te vuelvo a dejar, sin saber cuándo volveré a verte, pero cierto de que, como en las canciones de José Alfredo, volveré...
jueves, abril 14, 2005
Los pedacitos de corazôn...
Acabo de terminar la ûltima clase frente a grupo que tendré (por lo menos en el marco de este programa de intercambio, que como la vida da tantas vueltas, pues mejor ni digo nada). Fue con mi grupo favorito. Es un grupo de sôlo tres alumnos que hablan bastante bien español y que son muy simpâticos. Bueno, a veces se pasan de simpâticos, pero me causan mucha gracia. Por ejemplo, hoy me dijo una de las alumnas que por la mañana me habîa visto sin camisa a través de la ventana de mi departamento, cuya pared exterior es 80% ventana. Espero que el 20% que no es transparente haya alcanzado a cubrir lo que no estoy dispuesto a que vean personas no autorizadas. Es una situaciôn en la que no sabes qué decir, asî que tienes que reîrte con la traicionera risita nerviosa.
Pero lo que querîa contarte, !oh querido blog!, es que ahora que estoy ya listo para terminar con esta experiencia y moverme a buscar otras diferentes, me he dado cuenta que voy dejando pedacitos de corazôn por todas partes. Ahora que me despedî de este grupo, una alumna me compuso una canciôn improvisando la mûsica y cuya letra escribiô unos momentos antes, con ligeras faltas en español que menos que hacerla incomprensible la hacîan aûn mâs simpâtica y, en el caso de haber estado yo hormonal, hubiera resultado muy conmovedora.
Me ha pasado toda mi vida que me aferro a los lugares, situaciones o personas que me rodean de momento. Pero ya con mi casi cuarto de siglo he comprobado que no puedes guardar una relaciôn directa con todos los afectos que vas creando. Se va dando automâticamente un proceso selectivo en el que conservas sôlo algunas relaciones y creas una especie de archivo muerto en el que pones a gente que recuerdas con cariño pero que no consideras volver a verlos o a tener contacto con ellos, a menos que la rueda de la fortuna que es la vida te lleve de manera casual a su reencuentro.
Ahora, estoy ya listo para dejar Saint-Flour, que recordaré con mucho cariño, y me despido de mil personas que estoy seguro no volveré a ver. Es enternecedor cuando alguien que tû creîas lejano e indiferente a tu presencia te dice cosas lindas que van mâs allâ de la simple cortesîa de una despedida. Cuando eso se repite el mismo dîa entro a un estado como de calabacita italiana, es decir, me pongo tiernito. Me puede dejar de ver a personas que he apreciado mucho y que me han enseñado una cantidad impresionante de cosas. También me hace sentir triste alejarme de una cultura que, aunque me es ajena, he aprendido a querer con ese modus vivendi que pretendiô adoptarme y que siento que en algunos sentidos me ha marcado.
Como ya me puse demasiado cursi (lo siento, estâ en mi naturaleza: sôlo los que han podido vivir con eso me conservan por amigo) y derramé enormes cantidades de miel, daré por terminado este artîculo, antes de mojar con mis lâgrimas el teclado y causar un corto circuito en la computadora, que darîa como resultado que lo pierda por no haberlo grabado antes (la exageraciôn pretendiô ser simpâtica).
Pero lo que querîa contarte, !oh querido blog!, es que ahora que estoy ya listo para terminar con esta experiencia y moverme a buscar otras diferentes, me he dado cuenta que voy dejando pedacitos de corazôn por todas partes. Ahora que me despedî de este grupo, una alumna me compuso una canciôn improvisando la mûsica y cuya letra escribiô unos momentos antes, con ligeras faltas en español que menos que hacerla incomprensible la hacîan aûn mâs simpâtica y, en el caso de haber estado yo hormonal, hubiera resultado muy conmovedora.
Me ha pasado toda mi vida que me aferro a los lugares, situaciones o personas que me rodean de momento. Pero ya con mi casi cuarto de siglo he comprobado que no puedes guardar una relaciôn directa con todos los afectos que vas creando. Se va dando automâticamente un proceso selectivo en el que conservas sôlo algunas relaciones y creas una especie de archivo muerto en el que pones a gente que recuerdas con cariño pero que no consideras volver a verlos o a tener contacto con ellos, a menos que la rueda de la fortuna que es la vida te lleve de manera casual a su reencuentro.
Ahora, estoy ya listo para dejar Saint-Flour, que recordaré con mucho cariño, y me despido de mil personas que estoy seguro no volveré a ver. Es enternecedor cuando alguien que tû creîas lejano e indiferente a tu presencia te dice cosas lindas que van mâs allâ de la simple cortesîa de una despedida. Cuando eso se repite el mismo dîa entro a un estado como de calabacita italiana, es decir, me pongo tiernito. Me puede dejar de ver a personas que he apreciado mucho y que me han enseñado una cantidad impresionante de cosas. También me hace sentir triste alejarme de una cultura que, aunque me es ajena, he aprendido a querer con ese modus vivendi que pretendiô adoptarme y que siento que en algunos sentidos me ha marcado.
Como ya me puse demasiado cursi (lo siento, estâ en mi naturaleza: sôlo los que han podido vivir con eso me conservan por amigo) y derramé enormes cantidades de miel, daré por terminado este artîculo, antes de mojar con mis lâgrimas el teclado y causar un corto circuito en la computadora, que darîa como resultado que lo pierda por no haberlo grabado antes (la exageraciôn pretendiô ser simpâtica).
miércoles, abril 13, 2005
Haciendo maletas...
A pesar de que mi actividad favorita es viajar no me caracterizo por mi habilidad para hacer maletas. Sin embargo, no puedo seguir evadiendo mi responsabilidad y hace unos dîas empecé ya a deshacerme de las cosas que no necesito o que, aunque necesite, dejaré aquî en Saint-Flour. Desafortunadamente mi maleta no estâ hecha de material elâstico pues estoy empezando a dudar que todo lo que quiero meter en ella vaya a caber. Tampoco me caracterizo por mi habilidad para deshacerme de las cosas. Tengo una especie de complejo freudiano que se manifiesta en la obsesiva e incômoda capacidad de almacenamiento hasta de las cosas mâs inûtiles. A la hora de tener algo en la mano y el bote de basura a un lado siempre estâ la voz interna que opina que probablemente tendré necesidad de dicho objeto, papel, boleto, comprobante, etcétera, aunque las probabilidades reales sean mâs pequeñas que la de que no desaforaran a Lôpez Obrador.
Pues en eso estoy ahora, desgarrândome el corazôn por tirar los tickets con los que llevaba mi contabilidad mensual o los boletos de tren que he utilizado en mis viajes (y en los que he invertido 550 euros, que hubieran sido mâs de 1000 si no fuera por mi maravillosa tarjeta de descuento 12-25), bueno, pero eso es completamente otra historia, cuyos personajes principales somos yo y la tantas veces maldecida SNCF. Pero ya estâ decidido, tengo que tirar todo eso, so pena de quedarme sin ropa para el regreso.
Otro problema que reduce mis ganas de comenzar el proceso de empaque es que la maleta se apestô a guardado, es decir, horrible!!! Ya tiene una semana oreândose, pero los resultados no parecen ser espléndidos. Asî que, mexicanos y mexicanas, si al llegar a Hermosillo huelo a clôset (o a ratas para decirlo mâs claramente) no es porque haya tomado el hâbito, atribuido a los franceses, de bañarme tan a la larga como el orden pûblico lo permita, sino porque mi ropa se impregnô del indeseado aroma del veliz, petaca, valija o como quiera usted, caro lector, llamarle a una simple maleta.
Y trayendo a colaciôn el proverbio popular de: "menos plâtica y mâs acciôn" me retiro del aire para ponerme a trabajar en el embalaje de mis pertenencias, no sin antes publicar la foto que aparece en la parte superior a este "artîculo" para agrandar la nostalgia de dejar este Huâsabas francés en el que vivo. Saludos.
Pues en eso estoy ahora, desgarrândome el corazôn por tirar los tickets con los que llevaba mi contabilidad mensual o los boletos de tren que he utilizado en mis viajes (y en los que he invertido 550 euros, que hubieran sido mâs de 1000 si no fuera por mi maravillosa tarjeta de descuento 12-25), bueno, pero eso es completamente otra historia, cuyos personajes principales somos yo y la tantas veces maldecida SNCF. Pero ya estâ decidido, tengo que tirar todo eso, so pena de quedarme sin ropa para el regreso.
Otro problema que reduce mis ganas de comenzar el proceso de empaque es que la maleta se apestô a guardado, es decir, horrible!!! Ya tiene una semana oreândose, pero los resultados no parecen ser espléndidos. Asî que, mexicanos y mexicanas, si al llegar a Hermosillo huelo a clôset (o a ratas para decirlo mâs claramente) no es porque haya tomado el hâbito, atribuido a los franceses, de bañarme tan a la larga como el orden pûblico lo permita, sino porque mi ropa se impregnô del indeseado aroma del veliz, petaca, valija o como quiera usted, caro lector, llamarle a una simple maleta.
Y trayendo a colaciôn el proverbio popular de: "menos plâtica y mâs acciôn" me retiro del aire para ponerme a trabajar en el embalaje de mis pertenencias, no sin antes publicar la foto que aparece en la parte superior a este "artîculo" para agrandar la nostalgia de dejar este Huâsabas francés en el que vivo. Saludos.
viernes, abril 08, 2005
Pour dire au revoir...
J’ai décidé d’écrire cette lettre à l’occasion de mon départ pour remercier ce pays magnifique qui m’a accueilli d’une manière chaleureuse (en dépit de son cruel hiver) ainsi que les gens qui ont manifesté des attentions à mon égard.
J’ai bien profité de mon séjour : mieux connaître la France et les Français, partager la culture française en l’appréciant davantage. J’ai beaucoup aimé Saint-Flour, cette charmante ville du Cantal, qui représente si bien la « France Profonde ».
Il faut que vous soyez fiers du pays que vos ancêtres et vous-mêmes ont construit et sont en train de construire et, à la fois, que vous continuiez à le faire grandir pour demeurer comme une Nation modèle dans le monde entier.
De ma part, j’ai essayé de partager l’amour que j’ai de ma Patrie, le Mexique, en parlant d’elle aux habitants de ce pays différent du mien, mais je pense qu’il existe des affinités culturelles entre ces deux pays. J’ai trouvé avec plaisir des gens qui aiment mon pays et des élèves qui ont apprécié mon séjour pour apprendre l’espagnol et pour savoir ce qui se passe dans les coins les plus éloignés de chez eux. Pour ma part, je me suis régalé de leur parler de l’Amérique Latine.
Je pars tout à fait satisfait de cette aventure sanflorain que j’ai commencée en septembre et qui touche à sa fin aujourd’hui. Je considère avoir appris beaucoup de choses. Je suis, par contre, content de rentrer chez moi parce que, comme disait un poète Argentin, Atahualpa Yupanqui : « l’homme est de la terre qui se déplace ». Je vais, donc, retourner sur la terre dont je fais partie.
Amicalement,
Rafael Barceló Durazo,
le Mexicain de St. Flour.
J’ai bien profité de mon séjour : mieux connaître la France et les Français, partager la culture française en l’appréciant davantage. J’ai beaucoup aimé Saint-Flour, cette charmante ville du Cantal, qui représente si bien la « France Profonde ».
Il faut que vous soyez fiers du pays que vos ancêtres et vous-mêmes ont construit et sont en train de construire et, à la fois, que vous continuiez à le faire grandir pour demeurer comme une Nation modèle dans le monde entier.
De ma part, j’ai essayé de partager l’amour que j’ai de ma Patrie, le Mexique, en parlant d’elle aux habitants de ce pays différent du mien, mais je pense qu’il existe des affinités culturelles entre ces deux pays. J’ai trouvé avec plaisir des gens qui aiment mon pays et des élèves qui ont apprécié mon séjour pour apprendre l’espagnol et pour savoir ce qui se passe dans les coins les plus éloignés de chez eux. Pour ma part, je me suis régalé de leur parler de l’Amérique Latine.
Je pars tout à fait satisfait de cette aventure sanflorain que j’ai commencée en septembre et qui touche à sa fin aujourd’hui. Je considère avoir appris beaucoup de choses. Je suis, par contre, content de rentrer chez moi parce que, comme disait un poète Argentin, Atahualpa Yupanqui : « l’homme est de la terre qui se déplace ». Je vais, donc, retourner sur la terre dont je fais partie.
Amicalement,
Rafael Barceló Durazo,
le Mexicain de St. Flour.
jueves, abril 07, 2005
Reporte de la quincena...
Aunque he perdido la periodicidad para enviar mis reportes, las ganas no las he perdido. Estas semanas las notas importantes de mi vida son que ya me estoy despidiendo de Saint-Flour y sus moradores. Ayer, con ese motivo, tuve invitados a cenar (5 españoles y una francesa), bueno, en realidad a botanear, y decidî preparar lo ûnico que se me ocurre preparar: guacamole y tortillas de harina! (que ya habîa hecho hace dos semanas para una reuniôn similar). Bueno, pues como ya me siento señora de Villa de Seris en cuanto a mis honrosas capacidades para hacer tortillas (entiéndase sigo avergonzado porque no me salen bien) inicié el ya acostumbrado procedimiento de preparar la masa y, de nueva cuenta, no pude dar con las proporciones correctas y me pasô lo mismo que la vez anterior, a saber, que me quedaba seca y agregaba agua y después me quedaba aguada y agregaba harina. Repetî ese procedimiento aproximadamente unas ocho veces. Pero el reto principal era que esta vez fueran todas redondas y de un tamaño similar. Redondas sî me quedaron, bueno... para un ojo no muy exigente, pero me resultaron de todos los tamaños. Del sabor, todavîa no quedo satisfecho, pero creo que he mejorado. El guacamole sî me quedô mejor que la vez anterior, esta vez los aguacates no eran africanos, sino israelîes que se parecîan mâs al producto nacional y no estaban verdes, sino demasiado maduros, pero después de haber removido las desagradables partes negras todo lo demâs estaba decente. En la reuniôn hasta tuve regalos: un libro, una postal y una vaca (no vayan a pensar que viva) del Cantal, que es el departamento (distrito) en el que estâ Saint-Flour y cuyo animal caracterîstico es la vaca, debe ser porque las hay en proporciôn de tres vacas por habitante, jaja. Nos divertimos mucho hablando sobre la manera que tienen los españoles de designar a ciertas cosas y en México resultan totalmente obsenas. Pero como el contenido de este correo tiene un côdigo de censura bastante alto, no puedo reproducir ningûn ejemplo, excepto que al pobre 'trapeador' le dicen "fregona", jajaja... ¿cômo "fregona"? a esos españoles habrîa que devolverles una Conquista, aunque sea lingüîstica.
Esta semana inicé también las clases de despedida con mis alumnos y me han proporcionado un agradable sentimiento como de desocuparme de un pendiente que no molesta demasiado, pero que igual estâ ahî para recordarte que mi vida no es perfecta, jajaja. Ha habido algunos alumnos que hasta fingen que me quieren y me dicen que me extrañarân, pero es difîcil distinguir la sutil lînea que separa la hipocresîa de la sinceridad cuando se trata de sentimientos de adolescentes, modificados a cada momento por desbalances hormonales que los convierten en candidatos a monstruos de circo.
Por lo demâs estoy muy contento. El clima no es tan maravilloso como hace unas semanas, pero definitivamente es mâs soportable que el crudo invierno, excepto que anuncian nieve otra vez para mañana. Yo no lo puedo creer, pero hasta ahora los pronôsticos meteorolôgicos han sido muy veraces cuando anuncian malas noticias. Por otra parte, no estarâ mal ver un poco mâs de nieve antes de llegar a los inicios del verano hermosillense, pero podrîa prescindir de ella porque eso de andar vestido todo el tiempo como el monito de Michellin para soportar el frîo digamos que ya me cansô, para decirlo de manera polîticamente correcta.
Bueno, me despido mandândoles un abrazo y esperando que se reporten por el medio de comunicaciôn que les parezca mâs conveniente (hermosillenses: no aplican los anuncios en Hermosillo Flash, porque ûltimamente no paso mucho por el cruce de Rodrîguez y Encinas, jajaja).
Esta semana inicé también las clases de despedida con mis alumnos y me han proporcionado un agradable sentimiento como de desocuparme de un pendiente que no molesta demasiado, pero que igual estâ ahî para recordarte que mi vida no es perfecta, jajaja. Ha habido algunos alumnos que hasta fingen que me quieren y me dicen que me extrañarân, pero es difîcil distinguir la sutil lînea que separa la hipocresîa de la sinceridad cuando se trata de sentimientos de adolescentes, modificados a cada momento por desbalances hormonales que los convierten en candidatos a monstruos de circo.
Por lo demâs estoy muy contento. El clima no es tan maravilloso como hace unas semanas, pero definitivamente es mâs soportable que el crudo invierno, excepto que anuncian nieve otra vez para mañana. Yo no lo puedo creer, pero hasta ahora los pronôsticos meteorolôgicos han sido muy veraces cuando anuncian malas noticias. Por otra parte, no estarâ mal ver un poco mâs de nieve antes de llegar a los inicios del verano hermosillense, pero podrîa prescindir de ella porque eso de andar vestido todo el tiempo como el monito de Michellin para soportar el frîo digamos que ya me cansô, para decirlo de manera polîticamente correcta.
Bueno, me despido mandândoles un abrazo y esperando que se reporten por el medio de comunicaciôn que les parezca mâs conveniente (hermosillenses: no aplican los anuncios en Hermosillo Flash, porque ûltimamente no paso mucho por el cruce de Rodrîguez y Encinas, jajaja).
viernes, abril 01, 2005
La diferencia entre vulgar y Bvlgari...
Estimadîsimo blog, a ti no te puedo ocultar nada. Ni los momentos de peor vergüenza te pueden ser ajenos. Eres mi indiscreto confidente. Y hace tiempo quiero contarte una de las aventuras que vivî por incursionar momentâneamente y sin la menor preparaciôn en un mundo al cual no pertenezco.
Todo pasô en Zurich. Estaba yo solo paseando por la ciudad aprovechando algunas horas de espera para tomar el tren que me llevarîa de regreso a Parîs. En la oficina de informaciôn turîstica me dijeron que para el tiempo del que disponîa me recomendaban hacer un circuito que empezaba con la parte antigua de la ciudad, continuaba con sus dos principales iglesias y terminaba con la calle de compras, windows shopping para ser exacto que se llama BahnhofStrasse ,que viene a ser, segûn su nombre lo indica, la calle de la estaciôn de trenes. Es decir, que no habîa pierde, por ahî llegaba yo a tomar mi trenecito a Parîs, que por cierto fue magnîfico porque lo tomé en un andén que estâ prâcticamente en la calle, de hecho, es la banqueta, ni siquiera tienes que entrar a la estaciôn, tû vas caminando por la calle y te subes al tren sin mayores complicaciônes, con la vista de uno de los museos mâs importantes de Zurich y de impresionante arquitectura. Pero ésa es otra historia.
El problema empezô cuando olvidé el significado de windows shopping y dejé los escaparates para internarme en una. Para darte una idea estaban las tiendas de Hermès, Armani, Louis Vuitton, Gucci, Cartier, Mont Blanc, en fin, todas de precios prohibitivos. Y, para mi mala suerte, también estaba ahî la tienda de Bvlgari, mi marca de relojes favorita. Fue cuando vi algunos de los relojes que me dije a mî mismo: "oye, mimismo, pues entra a ver qué hay adentro" (con un acento entre tepiteño y de la ladrillera). Y asî lo hice. Bueno, asî intenté hacerlo. Pero la puerta estaba cerrada. Mi incultura y falta de sofisticaciôn me hicieron pensar que estarîa cerrado porque la dependiente se hubiera ido a comer la torta del medio dîa, para volver mâs tarde con un profundo aliento a cebolla y a cochinita pibil. Entonces, desistî, de cualquier manera no iba a comprar nada y sôlo iba a henchir (o inchar) mis ilusiones en falso. Pero justo cuando estaba continuando mi camino y ya iba a cruzar la calle, sale un tipo de traje entero con apariencia de guardaespaldas de Madonna mascullândome algo incomprensible en alemân, que gracias a sus señas entendî que era que entrara, que la tienda estaba abierta. No era la hora de la torta sino que estaba entrando en una tienda que abre su puerta desde dentro por razones de seguridad. Desde que me di cuenta de ese hecho me dije: "pero, ¿qué estoy haciendo?", o sea, ¿qué caso tiene?
Cuando estuve dentro confirmé que lo que estaba pensando, no era la tîpica tienda a la que estoy acostumbrado en la que ves el producto y si no te gusta te das la vuelta y sales por donde entraste sin tener que pronunciar palabra alguna. No, en esta tienda tenîas a una finîsima chica que con los mejores modales te mostraba sobre un terciopelo los nunca igualados relojes Bvlgari, de precios que oscilaban entre 70 y 100 mil pesos, los normales, los mâs econômicos. Cuando me abordô sentî que me quedaba sin palabras y estuve a punto de decir la verdad: "muchas gracias, pero salgo de esta tienda porque ni en el mejor de mis sueños me podrîa comprar su producto mâs barato". Pero mi orgullo me venciô y mascullé algo como: vi un reloj que me interesô en el escaparate y comencé a describir un reloj que ni siquiera existîa con ambiguos adjetivos como redondo, dorado y no recuerdo cuâles otros. Inmediatamente, la vendedora materializô el inexistente reloj y me dijo, debe ser éste, lo tenemos también con extensible de caucho para que sea mâs ligero, o este que es en oro, porque el de la ventana es de platino... (yo sôlo hice mutis)
Obviamente, ya que estaba dentro de esta incômoda situaciôn tuve que fingir que habîa al menos la mînima posibilidad de que yo correspondîa con el nicho de mercado al que esos relojes estân dirigidos. Asî, fingî modales burgueses y arañé de mi cerebro el francés mâs rebuscado del que fui capaz. Mis movimientos se hicieron mâs lentos y controlados y puse una cara entre interesante y desinteresado, como que nada me impresionaba, a pesar de que estaba babeando interiormente por los relojes que me estaban enseñando. Después de algunos minutos de incomodidad interior en la que por dentro me preguntaba cuâl serîa la manera menos vergonzoza de salir de ahî para que la chica dejara de esforzarse en realizar una venta imposible, pero sin que se hiciera evidente el sinsentido de mi visita en su tienda, le dije: "je vous remercie, mademoiselle, bonne journée". Di media vuelta, todavîa con mis improvisados movimientos lentos y controlados de esnob, me despedî del guardaespaldas de Madonna y salî a la calle. Y me sentî mâs libre que nunca, ya podîa comportarme como el huasabeño que soy, comer en McDonald's o, peor aûn, en el primer kebab (que no hay ningûn otro tipo de restaurante en Europa mâs amigable con el bolsillo...)
Pero, el hombre es el ûnico animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y, entonces, en el escaparate siguiente veo un reloj Omega que me encantô. Debo aclarar que yo sôlo estaba paseando, ver relojes sôlo era una mera curiosidad de turista perdido en las calles de Suiza. Bueno, pues vi este reloj Omega y antes de intentar nada me asomé a la puerta para cerciorarme de no cometer el mismo error de entrar a una tienda como la anterior. La puerta decîa automatic door, asî que yo pensé que eso era suficiente. Cuando me acerco a la puerta, efectivamente, se abre de manera automâtica, pero no accionada por ningûn mecanismo, sino por un colega del guardaespaldas de Madonna del que acababa de despedirme hacîa 30 segundos, con la esperanza de no volver a verlo ni a él ni a sus ecuaces en mucho tiempo. Sî, estaba otra vez en el mismo tipo de tienda!!! No sabîa si reîr o llorar. Mi performance de la tienda anterior me habîa dejado muy fatigado como para repetirlo. Pero tampoco me alcanzô el valor para tomar la decisiôn de decir gracias y esfumarme. Y en esta ocasiôn sentî que me atacô como planta carnîvora una señora bastante entrada en años cuya ûnica fuente de color era el rojo de sus minûsculos labios, que estirados forzando una sonrisa la hacîan verse algo patética. Me saluda en alemân. Le contesto en francés. Cambia de frecuencia y ahora me pregunta en francés que si en qué puede ayudarme. Yo vuelvo a inventar otro reloj visto en el escaparate y ella, como la otra, cual poderosîsima maga convierte en realidad algo que realmente no existîa. Y me invita a pasar a un cômodo sillôn y saca también su estuche de terciopelo y comienza a mostrarme algunos modelos, todos Omega, de precios similares a los Bvlgari. Pero una vez sentado en el sillôn me doy cuenta de lo tonto que fui en caer otra vez en la misma incômoda situaciôn y me dan unas incontrolables ganas de reîrme, que no pude disimular tan bien como para que la señora no se diera cuenta.
La situaciôn se agravô cuando debajo de la manga de mi abrigo saliô una bolsita para las monedas que se amarra a la muñeca que me habîan regalado un dîa antes en una librerîa y que mâs por necedad que por necesidad decidî ponerme para guardar los pocos francos suizos que me habîan quedado del viaje. Bueno, pues la dichosa bolsita era de un color amarillo-pollo-lastîmame-los-ojos-y-descubre-cuân-naco-eres que la pobre dama que me atendîa no podîa quitarle la vista, desfigurando la cara en un gesto de decepciôn por ver a un potencial cliente reducido a un potencial turista que, por error o por ignorancia, habîa ido a dar a su tienda. Mi risa cada vez se hacîa mâs incontrolable pero por tenerla contenida creo que daba la impresiôn de que me estaba burlando. Entonces, con un aire de resignaciôn la vendedora me dice: "tenemos relojes para todos los presupuestos". Fue entonces cuando no pude contenerme y tuve que salir casi corriendo, no sin antes agradecer a la ilusa señora de los labios delgados y decirle que probablemente en otra ocasiôn, en una versiôn un poco menos obvia que la tradicional "a la vuelta, doñita".
El resto del dîa me dediqué a reîrme de las recreaciones que hacîa de mî mismo en las situaciones en las que ese dîa habîa estado, con mis cabellos mal cortados, mis pantalones de mezclilla y un abrigo que tapaba el resto de mi indumentaria caminando sobre millones de francos suizos guardados en las famosas bôvedas bancarias que, supuestamente, estân cavadas a todo lo largo de la BahnhofStrasse, debajo de las tiendas mâs lujosas del mundo y contemplando con sentimientos ambiguos el lado mâs bonito del capitalismo y de la injusta distribuciôn del ingreso en el mundo.
Todo pasô en Zurich. Estaba yo solo paseando por la ciudad aprovechando algunas horas de espera para tomar el tren que me llevarîa de regreso a Parîs. En la oficina de informaciôn turîstica me dijeron que para el tiempo del que disponîa me recomendaban hacer un circuito que empezaba con la parte antigua de la ciudad, continuaba con sus dos principales iglesias y terminaba con la calle de compras, windows shopping para ser exacto que se llama BahnhofStrasse ,que viene a ser, segûn su nombre lo indica, la calle de la estaciôn de trenes. Es decir, que no habîa pierde, por ahî llegaba yo a tomar mi trenecito a Parîs, que por cierto fue magnîfico porque lo tomé en un andén que estâ prâcticamente en la calle, de hecho, es la banqueta, ni siquiera tienes que entrar a la estaciôn, tû vas caminando por la calle y te subes al tren sin mayores complicaciônes, con la vista de uno de los museos mâs importantes de Zurich y de impresionante arquitectura. Pero ésa es otra historia.
El problema empezô cuando olvidé el significado de windows shopping y dejé los escaparates para internarme en una. Para darte una idea estaban las tiendas de Hermès, Armani, Louis Vuitton, Gucci, Cartier, Mont Blanc, en fin, todas de precios prohibitivos. Y, para mi mala suerte, también estaba ahî la tienda de Bvlgari, mi marca de relojes favorita. Fue cuando vi algunos de los relojes que me dije a mî mismo: "oye, mimismo, pues entra a ver qué hay adentro" (con un acento entre tepiteño y de la ladrillera). Y asî lo hice. Bueno, asî intenté hacerlo. Pero la puerta estaba cerrada. Mi incultura y falta de sofisticaciôn me hicieron pensar que estarîa cerrado porque la dependiente se hubiera ido a comer la torta del medio dîa, para volver mâs tarde con un profundo aliento a cebolla y a cochinita pibil. Entonces, desistî, de cualquier manera no iba a comprar nada y sôlo iba a henchir (o inchar) mis ilusiones en falso. Pero justo cuando estaba continuando mi camino y ya iba a cruzar la calle, sale un tipo de traje entero con apariencia de guardaespaldas de Madonna mascullândome algo incomprensible en alemân, que gracias a sus señas entendî que era que entrara, que la tienda estaba abierta. No era la hora de la torta sino que estaba entrando en una tienda que abre su puerta desde dentro por razones de seguridad. Desde que me di cuenta de ese hecho me dije: "pero, ¿qué estoy haciendo?", o sea, ¿qué caso tiene?
Cuando estuve dentro confirmé que lo que estaba pensando, no era la tîpica tienda a la que estoy acostumbrado en la que ves el producto y si no te gusta te das la vuelta y sales por donde entraste sin tener que pronunciar palabra alguna. No, en esta tienda tenîas a una finîsima chica que con los mejores modales te mostraba sobre un terciopelo los nunca igualados relojes Bvlgari, de precios que oscilaban entre 70 y 100 mil pesos, los normales, los mâs econômicos. Cuando me abordô sentî que me quedaba sin palabras y estuve a punto de decir la verdad: "muchas gracias, pero salgo de esta tienda porque ni en el mejor de mis sueños me podrîa comprar su producto mâs barato". Pero mi orgullo me venciô y mascullé algo como: vi un reloj que me interesô en el escaparate y comencé a describir un reloj que ni siquiera existîa con ambiguos adjetivos como redondo, dorado y no recuerdo cuâles otros. Inmediatamente, la vendedora materializô el inexistente reloj y me dijo, debe ser éste, lo tenemos también con extensible de caucho para que sea mâs ligero, o este que es en oro, porque el de la ventana es de platino... (yo sôlo hice mutis)
Obviamente, ya que estaba dentro de esta incômoda situaciôn tuve que fingir que habîa al menos la mînima posibilidad de que yo correspondîa con el nicho de mercado al que esos relojes estân dirigidos. Asî, fingî modales burgueses y arañé de mi cerebro el francés mâs rebuscado del que fui capaz. Mis movimientos se hicieron mâs lentos y controlados y puse una cara entre interesante y desinteresado, como que nada me impresionaba, a pesar de que estaba babeando interiormente por los relojes que me estaban enseñando. Después de algunos minutos de incomodidad interior en la que por dentro me preguntaba cuâl serîa la manera menos vergonzoza de salir de ahî para que la chica dejara de esforzarse en realizar una venta imposible, pero sin que se hiciera evidente el sinsentido de mi visita en su tienda, le dije: "je vous remercie, mademoiselle, bonne journée". Di media vuelta, todavîa con mis improvisados movimientos lentos y controlados de esnob, me despedî del guardaespaldas de Madonna y salî a la calle. Y me sentî mâs libre que nunca, ya podîa comportarme como el huasabeño que soy, comer en McDonald's o, peor aûn, en el primer kebab (que no hay ningûn otro tipo de restaurante en Europa mâs amigable con el bolsillo...)
Pero, el hombre es el ûnico animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y, entonces, en el escaparate siguiente veo un reloj Omega que me encantô. Debo aclarar que yo sôlo estaba paseando, ver relojes sôlo era una mera curiosidad de turista perdido en las calles de Suiza. Bueno, pues vi este reloj Omega y antes de intentar nada me asomé a la puerta para cerciorarme de no cometer el mismo error de entrar a una tienda como la anterior. La puerta decîa automatic door, asî que yo pensé que eso era suficiente. Cuando me acerco a la puerta, efectivamente, se abre de manera automâtica, pero no accionada por ningûn mecanismo, sino por un colega del guardaespaldas de Madonna del que acababa de despedirme hacîa 30 segundos, con la esperanza de no volver a verlo ni a él ni a sus ecuaces en mucho tiempo. Sî, estaba otra vez en el mismo tipo de tienda!!! No sabîa si reîr o llorar. Mi performance de la tienda anterior me habîa dejado muy fatigado como para repetirlo. Pero tampoco me alcanzô el valor para tomar la decisiôn de decir gracias y esfumarme. Y en esta ocasiôn sentî que me atacô como planta carnîvora una señora bastante entrada en años cuya ûnica fuente de color era el rojo de sus minûsculos labios, que estirados forzando una sonrisa la hacîan verse algo patética. Me saluda en alemân. Le contesto en francés. Cambia de frecuencia y ahora me pregunta en francés que si en qué puede ayudarme. Yo vuelvo a inventar otro reloj visto en el escaparate y ella, como la otra, cual poderosîsima maga convierte en realidad algo que realmente no existîa. Y me invita a pasar a un cômodo sillôn y saca también su estuche de terciopelo y comienza a mostrarme algunos modelos, todos Omega, de precios similares a los Bvlgari. Pero una vez sentado en el sillôn me doy cuenta de lo tonto que fui en caer otra vez en la misma incômoda situaciôn y me dan unas incontrolables ganas de reîrme, que no pude disimular tan bien como para que la señora no se diera cuenta.
La situaciôn se agravô cuando debajo de la manga de mi abrigo saliô una bolsita para las monedas que se amarra a la muñeca que me habîan regalado un dîa antes en una librerîa y que mâs por necedad que por necesidad decidî ponerme para guardar los pocos francos suizos que me habîan quedado del viaje. Bueno, pues la dichosa bolsita era de un color amarillo-pollo-lastîmame-los-ojos-y-descubre-cuân-naco-eres que la pobre dama que me atendîa no podîa quitarle la vista, desfigurando la cara en un gesto de decepciôn por ver a un potencial cliente reducido a un potencial turista que, por error o por ignorancia, habîa ido a dar a su tienda. Mi risa cada vez se hacîa mâs incontrolable pero por tenerla contenida creo que daba la impresiôn de que me estaba burlando. Entonces, con un aire de resignaciôn la vendedora me dice: "tenemos relojes para todos los presupuestos". Fue entonces cuando no pude contenerme y tuve que salir casi corriendo, no sin antes agradecer a la ilusa señora de los labios delgados y decirle que probablemente en otra ocasiôn, en una versiôn un poco menos obvia que la tradicional "a la vuelta, doñita".
El resto del dîa me dediqué a reîrme de las recreaciones que hacîa de mî mismo en las situaciones en las que ese dîa habîa estado, con mis cabellos mal cortados, mis pantalones de mezclilla y un abrigo que tapaba el resto de mi indumentaria caminando sobre millones de francos suizos guardados en las famosas bôvedas bancarias que, supuestamente, estân cavadas a todo lo largo de la BahnhofStrasse, debajo de las tiendas mâs lujosas del mundo y contemplando con sentimientos ambiguos el lado mâs bonito del capitalismo y de la injusta distribuciôn del ingreso en el mundo.
jueves, marzo 31, 2005
Empezar a despedirse....
La semana prôxima inicia oficialmente mi temporada de despedidas, porque las dos semanas siguientes estaré dando las clases que serân para cada grupo la ûltima. Pero, excepcionalmente, ayer me despedî de un grupo que partirâ en viaje escolar a Inglaterra. No les tomé ningûn sentimiento demasiado especial a los grupos a los que les di clase, pero aûn asî me invadiô un dejo de melancolîa cuando al informarles que era la ûltima vez que tenîamos un curso juntos, fingieron que les importaba y hasta que les podîa. Me hicieron un auténtico gesto secundariano recortando una hoja en la que decîa: "Adios Raphaël, à bientôt!" y firmaron cada uno con su nombre.
Tengo muchas ganas de regresar a México, pero como soy un nostâlgico que no tiene remedio, presiento que voy a extrañar algunas cosas. Hasta mi departamento invadido de la presencia casi imperceptible del ente. A él no creo que lo vaya a extrañar. También los graciosîsimos diâlogos mal estructurados y mal pronunciados de los alumnos me harân falta.
En fin, asî ha sido y asî serâ... no soy sôlo mi presente, como a veces quisiera, soy mi pasado y también mi futuro...
Tengo muchas ganas de regresar a México, pero como soy un nostâlgico que no tiene remedio, presiento que voy a extrañar algunas cosas. Hasta mi departamento invadido de la presencia casi imperceptible del ente. A él no creo que lo vaya a extrañar. También los graciosîsimos diâlogos mal estructurados y mal pronunciados de los alumnos me harân falta.
En fin, asî ha sido y asî serâ... no soy sôlo mi presente, como a veces quisiera, soy mi pasado y también mi futuro...
miércoles, marzo 23, 2005
El rompecabezas
A pesar de que las puertas cerradas siempre me han dado curiosidad, hay un armario en el refugio en el que me escondo que tiene en la parte superior unas puertas que nunca habîa abierto. Cuando me di cuenta de mi negligente omisiôn inmediatamente corregî mi falta y las inspeccioné con la esperanza de encontrar algûn remedio a alguno de mis males. Detrâs de la primera puerta que abrî me encontré cuatro almohadas. C'est dommage! Hubiera sido bueno contar con ellas cuando se me presentô la ocasiôn, sobre todo partiendo del hecho de que llevan cinco meses y medio conmigo. Pero fue detrâs de la segunda puerta que encontré el fetiche que me obsesiona desde el dîa de su descubrimiento. Estaba ahî dentro de su linda caja y me mirô y se sonrîo. A mî me invadieron unas ganas enormes de armar cada una de sus minûsculas piezas y maldije cada minuto de ocio que habîa pasado sin conocerlo, a pesar de que estuvo siempre ahî a unos metros y me llamaba con una voz tan quedita que nunca me di cuenta que lo oîa. Pero era necesario abrir la puerta que lo encarcelaba y que me impedîa a mî disfrutar de los soberbios placeres que te produce jugar con él.
Contra él. La primera noche fue el preludio de mi obsesiôn. Pasaron las horas y saludé a la madrugada, mientras sudando terminaba de armar los lîmites de la fabulosa fotografîa del puente Charles, en Praga, celebrando mis despreciables victorias particulares, mis insignificantes batallas que un dîa tendrân que llevarme a ganarle la guerra. Fue entonces que descubrî que jugaba contra él. Mientras yo me obstinaba en estructurarlo, él se resistîa luchando con todas sus fuerzas, que son muchas. Y me di cuenta que no jugaba con un objeto individual, sino que me batîa con mil seres que oponîan todo su coraje para defender su libertad, para seguir gozando del aire entre sus coyunturas, para no verse encadenados a las voluntades de otros cuatro que, a su vez, estaban atados a otros tantos. Y al final nadie puede moverse, nadie puede disponer de su libre albedrîo porque hacerlo serîa romper el equilibrio y los demâs se harân cargo de que eso no pase, no porque no lo quieran ni porque asî lo decidan sino porque son las reglas para poder estar juntos. Algunos hasta piensan que esa es su razôn de ser y dôcilmente te anuncian donde deben ir colocados y denuncian a sus compañeros, pero son una minorîa. El resto huye despavorido y se esconde confundiéndose en el caos y viven al margen de la ley que quiero imponerles. Son la metâfora de la sociedad humana, pero son ellos mismos una sociedad.
Al dîa siguente continué mi labor sin acordarme siquiera de desayunar, porque ellos mismos me recordaban que mi misiôn no estaba cumplida y se burlaban de mî. Ese dîa fue terrible para el ejército enemigo. Les causé bajas que llegaban a las dos terceras partes de sus tropas. Pero luego se interpuso el cielo. Y creô un movimiento de resistencia que es casi imposible combatir con las estrategias que me habîa armado. Ahora me falta la motivaciôn para combatirlos y empiezan a convencerme que tienen la razôn. No sé si los dejaré salirse con la suya o llevaré al cabo lo que me habîa propuesto. Si lo hago tendré que disponer de un tiempo que no tengo para alcanzar un propôsito que antes consideraba prioritario y que ahora me parece del todo superfluo.
Contra él. La primera noche fue el preludio de mi obsesiôn. Pasaron las horas y saludé a la madrugada, mientras sudando terminaba de armar los lîmites de la fabulosa fotografîa del puente Charles, en Praga, celebrando mis despreciables victorias particulares, mis insignificantes batallas que un dîa tendrân que llevarme a ganarle la guerra. Fue entonces que descubrî que jugaba contra él. Mientras yo me obstinaba en estructurarlo, él se resistîa luchando con todas sus fuerzas, que son muchas. Y me di cuenta que no jugaba con un objeto individual, sino que me batîa con mil seres que oponîan todo su coraje para defender su libertad, para seguir gozando del aire entre sus coyunturas, para no verse encadenados a las voluntades de otros cuatro que, a su vez, estaban atados a otros tantos. Y al final nadie puede moverse, nadie puede disponer de su libre albedrîo porque hacerlo serîa romper el equilibrio y los demâs se harân cargo de que eso no pase, no porque no lo quieran ni porque asî lo decidan sino porque son las reglas para poder estar juntos. Algunos hasta piensan que esa es su razôn de ser y dôcilmente te anuncian donde deben ir colocados y denuncian a sus compañeros, pero son una minorîa. El resto huye despavorido y se esconde confundiéndose en el caos y viven al margen de la ley que quiero imponerles. Son la metâfora de la sociedad humana, pero son ellos mismos una sociedad.
Al dîa siguente continué mi labor sin acordarme siquiera de desayunar, porque ellos mismos me recordaban que mi misiôn no estaba cumplida y se burlaban de mî. Ese dîa fue terrible para el ejército enemigo. Les causé bajas que llegaban a las dos terceras partes de sus tropas. Pero luego se interpuso el cielo. Y creô un movimiento de resistencia que es casi imposible combatir con las estrategias que me habîa armado. Ahora me falta la motivaciôn para combatirlos y empiezan a convencerme que tienen la razôn. No sé si los dejaré salirse con la suya o llevaré al cabo lo que me habîa propuesto. Si lo hago tendré que disponer de un tiempo que no tengo para alcanzar un propôsito que antes consideraba prioritario y que ahora me parece del todo superfluo.
viernes, marzo 18, 2005
Para todos sale el sol...
Lo que empezaba a creer imposible, ocurriô esta semana: saliô el sol y aumentaron las temperaturas en toda Francia. Inclusive, en el pueblo en el que vivo que yo creî condenado por los dioses a tener siempre trenes atrasados y a estar siempre nevado, nublinoso o, ya de perdida, nublado. Pues no, contrario a la que ûltimamente se habîa convertido para mî en una verdad irrefutable, también en Saint-Flour, sale el sol. Y ahora hasta me resulta agradable el viento, que se habîa convertido en mi peor enemigo desde que llegué a Europa (a finales de septiembre) puesto que resultaba el factor decisivo para hacer descender aûn mâs la sensaciôn térmica y, ademâs, te producîa unas ganas locas de devenir en tortuga para tener la opciôn de meter la cara dentro de algûn caparazôn que te lo cubriera.
Aunque oficialmente todavîa no empieza la primavera, estamos a tres escasos dîas. En climas como éste verdaderamente el fin del invierno trae consigo la vida, que se habîa escondido latente detrâs de refugios insospechados o tan comunes como una chimenea. ¿Ahora entiendes porqué las culturas antiguas adoraban al Sol? me preguntô un conocido. No habîa caîdo en la cuenta hasta ahora en los ciclos anuales y la importancia de las estaciones para la renovaciôn de la vida. Yo sôlo sé que extraño el invierno hermosillense, ûnica recompensa de soportar su ardiente verano. Todavîa no puedo salir con camiseta, shorts y huaraches a la calle, pero ya veo cercano el dîa.
Ver de nuevo el sol ha sido tan gratificante como nunca lo hubiera podido pensar en una tarde de agosto en Hermosillo y sentir su calor sobre la piel lo es aûn mâs. Cambian los humores, las actitudes y, afortunadamente, la ropa que portas. Estaba ya tan harto de los abrigos, las bufandas, los guantes y los empalmes, que salir con ropa ligera se ha vuelto un placer que me alegra las mañanas.
Hace unos dîas, fue un rayo de sol en la cara el que me despertô, acariciando mis mejillas (lo pongo con poesîa barata, porque es la ûnica que puedo producir). Fue una sensaciôn tan placentera que fue capaz de levantarme de la cama con una sonrisa, lo cual me parecîa imposible dado que nunca me levanto de la cama por convicciôn sino por obligaciôn. La nieve sigue derritiéndose y yo no dejo de contemplar con una satisfacciôn nevicida como cada dîa se van reduciendo las montañas de nieve y hielo que se habîan formado por todas partes y en las cuales tenîa que luchar cual incansable esquiador, sobre todo cuando me ponîa los zapatos cuyas suelas son unas verdaderas tablas de esqui. Bueno, ésa era mi culpa pero no podîa dejar que el clima escogiera por mî lo que me iba a poner. Confieso que después desistî de mi inflexible posiciôn y opté por suelas antiderrapantes.
Una vez desahogadas todas mis penas meteorolôgicas y habiendo agradecido al cielo las temperaturas superiores a los diez grados de las que estoy disfrutando, me despido de mis imaginarios lectores, entes errantes que visitan por primera vez o periôdicamente, por alguna absurda ostinaciôn de encontrar algo interesante, este rincôn de ceros y unos perdido en la red.
Aunque oficialmente todavîa no empieza la primavera, estamos a tres escasos dîas. En climas como éste verdaderamente el fin del invierno trae consigo la vida, que se habîa escondido latente detrâs de refugios insospechados o tan comunes como una chimenea. ¿Ahora entiendes porqué las culturas antiguas adoraban al Sol? me preguntô un conocido. No habîa caîdo en la cuenta hasta ahora en los ciclos anuales y la importancia de las estaciones para la renovaciôn de la vida. Yo sôlo sé que extraño el invierno hermosillense, ûnica recompensa de soportar su ardiente verano. Todavîa no puedo salir con camiseta, shorts y huaraches a la calle, pero ya veo cercano el dîa.
Ver de nuevo el sol ha sido tan gratificante como nunca lo hubiera podido pensar en una tarde de agosto en Hermosillo y sentir su calor sobre la piel lo es aûn mâs. Cambian los humores, las actitudes y, afortunadamente, la ropa que portas. Estaba ya tan harto de los abrigos, las bufandas, los guantes y los empalmes, que salir con ropa ligera se ha vuelto un placer que me alegra las mañanas.
Hace unos dîas, fue un rayo de sol en la cara el que me despertô, acariciando mis mejillas (lo pongo con poesîa barata, porque es la ûnica que puedo producir). Fue una sensaciôn tan placentera que fue capaz de levantarme de la cama con una sonrisa, lo cual me parecîa imposible dado que nunca me levanto de la cama por convicciôn sino por obligaciôn. La nieve sigue derritiéndose y yo no dejo de contemplar con una satisfacciôn nevicida como cada dîa se van reduciendo las montañas de nieve y hielo que se habîan formado por todas partes y en las cuales tenîa que luchar cual incansable esquiador, sobre todo cuando me ponîa los zapatos cuyas suelas son unas verdaderas tablas de esqui. Bueno, ésa era mi culpa pero no podîa dejar que el clima escogiera por mî lo que me iba a poner. Confieso que después desistî de mi inflexible posiciôn y opté por suelas antiderrapantes.
Una vez desahogadas todas mis penas meteorolôgicas y habiendo agradecido al cielo las temperaturas superiores a los diez grados de las que estoy disfrutando, me despido de mis imaginarios lectores, entes errantes que visitan por primera vez o periôdicamente, por alguna absurda ostinaciôn de encontrar algo interesante, este rincôn de ceros y unos perdido en la red.
jueves, marzo 17, 2005
martes, marzo 15, 2005
Reportando atrasadamente...
En vista de la gran cantidad de acontecimientos que se han sucedido en mi vida, me ha faltado la oportunidad de escribirles los reportes que con toda regularidad intentaba escribir cada semana. La razôn de la ausencia de mis reportes no fue la falta de ganas de comunicarles mis ires y venires, ni tampoco la carencia de materia prima de anécdotas o vivencias, sino que salî de vacaciones (2 semanas) y con eso mi acceso a internet se volviô limitado y mi tiempo mucho mâs escaso. Después tuve visitas y luego me fui a Madrid a hacer un examen de admisiôn.
Supongo que ya les platiqué que fui a esquiar. Digamos que talento natural no tengo, asî que tuve que depender de mis parapléjicas capacidades motrices para intentar aprender un deporte que estoy empezando a dudar que deba definirse asî. Fue muy divertido, pero mi cuerpo se volviô por algunos dîas un mapa de moretones y marcas de las fatigosas caîdas, que representaban porcentualmente la mayor cantidad de tiempo que pasé en las maravillosas pistas de esqui, cubiertas a veces de nieve y a veces de dolorosîsimo hielo. Una vez superada la afrenta a mi orgullo que me infligieron cientos de niños de tres años o menos que veîa pasar a una velocidad similar a la de la luz, mientras yo me quitaba la nieve del gorro, la bufanda y del resto de mi inapropiada y delatadoramente naca vestimenta improvisada para practicar esqui, decidî continuar con mi vida con toda humildad.
Estas vacaciones las pasé una semana en Parîs y la otra en Suiza. Fueron muy padres vacaciones porque estuve muy acompañado. En Parîs, me dediqué a recorrer los diferentes barrios de esta ciudad que me encanta y que regularmente como turista habîa sôlo visitados sus principales monumentos, pero no habîa podido detenerme a contemplar el ritmo cosmopolita y de bon vivre de sus diferentes barrios. También conocî el Palacio de Versalles, que es una verdadera joya de la ostentaciôn y de estilos decorativos extramadamente cargados, que en ocasiones te encantan y otras veces insultan tu vista. Los famosos jardines de Versalles estaban mâs helados que una paleta de hielo, asî que deberê volver cuando haga mejor tiempo, porque hasta a las esculturas las cubren en el invierno, no sé si porque el frîo hasta al marmol le haga daño o por alguna otra razôn mâs técnica que desconozco.
Después de Parîs, partî rumbo a Suiza, un paîs que tenîa muchas ganas de visitar no sôlo por las ideas que ya tuviera sobre él, sino porque ahî vive una prima que me habîa invitado a su casa. Tomé el tren rumbo a Basel, ciudad fronteriza con Francia, de ahî tomé un tren a Zurich, no sin antes haberme comido uno de los trozos de pizza mâs buenos que recuerde: pepino, tomate, aceitunas verdes y negras y grandes trozos de queso feta... En Zurich tomé el tren hacia St. Gallen, que es la ciudad en la que vive mi prima y su familia. Bueno, cerca de esa ciudad en un pueblo en los alrededores.
Suiza me deslumbró. No conozco ningûn otro lugar mejor presentado, todo parece ser de cuento, elegante, tîpico, etcétera. Y a pesar de ser uno de los paîses mâs europeos no se ha integrado a la Uniôn Europea y conserva algunas caracterîsticas muy distintivas. La pasé genial con mi prima y sus hijos que me llevaron a conocer la ciudad de Appenzell, que es una tîpica ciudad suiza de estilo barroco, difîcil de describir, porque me daba la impresiôn de que me iba a encontrar a Hansel y Gretel o, ya de perdida, al lobo feroz. Después fui a conocer el lago de Konstanz, que hace frontera con Alemania y Austria y que tiene unos paisajes magnîficos. Estaba bastante congelado en el momento que fui, pero aûn asî disfruté el paseo. La ciudad de St. Gallen es muy bonita, no es muy grande y el centro de la ciudad tiene muchas construcciones preciosas, destacando la catedral, cuyos interiores son magnîficos con mârmoles polîcromos y una pintura en la bôveda de las mâs bonitas que he visto.
Bueno, para no hacer muy largo el reporte ya les platicaré algunas cosas mâs que tengo en el tintero, bueno, en el teclado para verme mâs moderno, jejeje. Saludos a todos y no dejen de reportarse...
Supongo que ya les platiqué que fui a esquiar. Digamos que talento natural no tengo, asî que tuve que depender de mis parapléjicas capacidades motrices para intentar aprender un deporte que estoy empezando a dudar que deba definirse asî. Fue muy divertido, pero mi cuerpo se volviô por algunos dîas un mapa de moretones y marcas de las fatigosas caîdas, que representaban porcentualmente la mayor cantidad de tiempo que pasé en las maravillosas pistas de esqui, cubiertas a veces de nieve y a veces de dolorosîsimo hielo. Una vez superada la afrenta a mi orgullo que me infligieron cientos de niños de tres años o menos que veîa pasar a una velocidad similar a la de la luz, mientras yo me quitaba la nieve del gorro, la bufanda y del resto de mi inapropiada y delatadoramente naca vestimenta improvisada para practicar esqui, decidî continuar con mi vida con toda humildad.
Estas vacaciones las pasé una semana en Parîs y la otra en Suiza. Fueron muy padres vacaciones porque estuve muy acompañado. En Parîs, me dediqué a recorrer los diferentes barrios de esta ciudad que me encanta y que regularmente como turista habîa sôlo visitados sus principales monumentos, pero no habîa podido detenerme a contemplar el ritmo cosmopolita y de bon vivre de sus diferentes barrios. También conocî el Palacio de Versalles, que es una verdadera joya de la ostentaciôn y de estilos decorativos extramadamente cargados, que en ocasiones te encantan y otras veces insultan tu vista. Los famosos jardines de Versalles estaban mâs helados que una paleta de hielo, asî que deberê volver cuando haga mejor tiempo, porque hasta a las esculturas las cubren en el invierno, no sé si porque el frîo hasta al marmol le haga daño o por alguna otra razôn mâs técnica que desconozco.
Después de Parîs, partî rumbo a Suiza, un paîs que tenîa muchas ganas de visitar no sôlo por las ideas que ya tuviera sobre él, sino porque ahî vive una prima que me habîa invitado a su casa. Tomé el tren rumbo a Basel, ciudad fronteriza con Francia, de ahî tomé un tren a Zurich, no sin antes haberme comido uno de los trozos de pizza mâs buenos que recuerde: pepino, tomate, aceitunas verdes y negras y grandes trozos de queso feta... En Zurich tomé el tren hacia St. Gallen, que es la ciudad en la que vive mi prima y su familia. Bueno, cerca de esa ciudad en un pueblo en los alrededores.
Suiza me deslumbró. No conozco ningûn otro lugar mejor presentado, todo parece ser de cuento, elegante, tîpico, etcétera. Y a pesar de ser uno de los paîses mâs europeos no se ha integrado a la Uniôn Europea y conserva algunas caracterîsticas muy distintivas. La pasé genial con mi prima y sus hijos que me llevaron a conocer la ciudad de Appenzell, que es una tîpica ciudad suiza de estilo barroco, difîcil de describir, porque me daba la impresiôn de que me iba a encontrar a Hansel y Gretel o, ya de perdida, al lobo feroz. Después fui a conocer el lago de Konstanz, que hace frontera con Alemania y Austria y que tiene unos paisajes magnîficos. Estaba bastante congelado en el momento que fui, pero aûn asî disfruté el paseo. La ciudad de St. Gallen es muy bonita, no es muy grande y el centro de la ciudad tiene muchas construcciones preciosas, destacando la catedral, cuyos interiores son magnîficos con mârmoles polîcromos y una pintura en la bôveda de las mâs bonitas que he visto.
Bueno, para no hacer muy largo el reporte ya les platicaré algunas cosas mâs que tengo en el tintero, bueno, en el teclado para verme mâs moderno, jejeje. Saludos a todos y no dejen de reportarse...
jueves, marzo 10, 2005
Ergo...
No sé si haya alguien que me conozca y no sepa que soy originario de Huâsabas. Digamos que es una parte fundamental de mi identidad que no comparto mâs que con las mil personas que lo habitan, bueno y sus "hijos ausentes", expresiôn que se usa para describir a los que como yo a pesar de que no vivimos ahî nos sentimos huasabeños, gentilicio que aunque no estâ aceptado por la Real Academia es usado por los oriundos de la también llamada (por mî) sucursal del paraîso. Y no digo que forma parte de mi identidad porque me haga sentir especial y mâs especîfico que decir mexicano o sonorense, sino porque siento que una gran parte de lo qué soy y cômo soy, lo debo a haberme criado ahî durante los primeros diecisiete años de mi vida; época que, por cierto, recuerdo con muchîsimo cariño, porque era tan sencilla y a la vez tan llena de ilusiones cuyo grado de realidad no les quitaba el disfrute de sentirlas. Me encantaba ser el niño ingenuo que caminaba descalzo por las calles de mi pueblo, sin grandes complejos, antes de convertirme en esta masa de ideas y creencias informes y globalizadas que soy.
Quisiera poder decir que es mi pueblo natal, pero si me atengo a la literalidad de la palabra me veo forzado a desistir porque nacî en Hermosillo. Pero, bueno, ya escribiré después sobre mi identidad huasabeña que es un tema que me interesa y, afortunadamente me interesa, porque si no a quién mâs podrîa importarle. Lo que quiero de verdad comentar en este artîculo, fue una especie de argumento silogîstico que mi hermana Miriam me hizo cuando tenîa aproximadamente tres años, no mucho tiempo después de que aprendiô a hablar. Y si bien pasô hace mucho tiempo vino a mi memoria mientras platicaba con una amiga (Carolina) que vino a visitarme a este pueblo francés en el que vivo. El destino me ha negado las grandes capitales hasta este momento y, a cambio me ha llevado a recônditos lugares de los dos lados del Atlântico. A mi amiga le pareciô cômico el comentario y me sugiriô que lo publicara en mi blog, idea que me pareciô una buena reivindicaciôn del largo tiempo que lo tuve abandonado por andar extremamente ocupado en actividades lûdicas con ocasiôn de mis vacaciones y exâmenes de admisiôn que hay que aprovechar tiempos buenos y malos.
Volviendo al punto que nos ocupa y del cual me distraigo frecuentemente, resulta que en una de esas tardes tranquilas de Huâsabas que tienen un caracterîstico olor a hierba y a tierra mojada (no es lîrica, asî lo recuerdo), justo después de que el ardiente sol de verano da la tregua para poder salir del fresco refugio que te hubieres procurado, estaba jugando con Miriam, mi hermanita, que siempre ha demostrado un intelecto bastante avezado. Entre los juegos, me pregunta: - Rafael ¿para dônde estâ el norte? Yo le respondî ostentativamente apuntando con el dedo hacia el norte. En Huâsabas es el ûnico lugar en el que puedo distinguir los puntos cardinales. Lo anterior, no porque mi brûjula funcione con imanes que sôlo se activan en mi pueblo, sino porque justo en el este estâ un cerro muy imponente que puedes ver de cualquier punto del lugar y mucho antes de llegar inclusive y que te sirve excelentemente como referencia. Cosa que no me pasa con el cerro de la Campana en Hermosillo, que si estâs en el sur de la ciudad te queda en el norte y si estâs en el norte, el cerro estâ en el sur. Sigo desvariando. Después me preguntô: Y el sur ¿dônde estâ? Como era de esperarse le respondî señalando a la direcciôn contraria. Creyendo que el arduo interrogatorio habîa terminado volviô a preguntar: ¿Para dônde queda el oeste? Utilizando mi referencia geogrâfica obligada, apunté en la direciôn opuesta a la montaña. Y, finalmente, me preguntô para dônde estaba el este. - El este estâ hacia allâ, donde estâ el cerro. Cuando hubo terminado las cuatro preguntas que inquietaban su joven mentecita se hizo un silencio que armonizaba perfectamente con Huâsabas y con la hora que era. Al cabo del cual, interrumpiô para decirme una frase que ha quedado grabada en mi memoria y que me acompañarâ mientras la vida me alcance y la amnesia no me alcance. Me dijo: "entonces, Huâsabas estâ en el centro del mundo".
Ergo, Huâsabas estâ en el centro del mundo. Si Huâsabas no estaba ni en el norte, ni en el sur, ni en el oeste ni en el este, entonces, estaba en el centro del mundo y a partir de ahî êstos empezaban. A su elaborado razonamiento le habîa faltado la premisa de que los puntos cardinales son relativos. Pero porqué habrîamos de juzgarla, la humanidad pensô que el tiempo y espacio eran absolutos hasta que apareciô el greñudo de Einstein a decir que no era asî.
Añoro la niñez, añoro pensar que después de Granados (pueblo que estâ a 5 kilômetros al sur de Huâsabas) habîa una pared tan alta que nadie la podîa atravezar porque ahî se acababa el mundo. Me parece, contrario a lo que antes pensaba, que el conocimiento y la felicidad llevan relaciones aparte y que aquêl no te lleva a êsta, y que en ocasiones puede, inclusive, alejarte de ella. Claro, pensar que vivîamos en el centro del mundo era una posiciôn completamente egocentrista. Pero no era nuestra culpa, sino de los puntos cardinales.
Quisiera poder decir que es mi pueblo natal, pero si me atengo a la literalidad de la palabra me veo forzado a desistir porque nacî en Hermosillo. Pero, bueno, ya escribiré después sobre mi identidad huasabeña que es un tema que me interesa y, afortunadamente me interesa, porque si no a quién mâs podrîa importarle. Lo que quiero de verdad comentar en este artîculo, fue una especie de argumento silogîstico que mi hermana Miriam me hizo cuando tenîa aproximadamente tres años, no mucho tiempo después de que aprendiô a hablar. Y si bien pasô hace mucho tiempo vino a mi memoria mientras platicaba con una amiga (Carolina) que vino a visitarme a este pueblo francés en el que vivo. El destino me ha negado las grandes capitales hasta este momento y, a cambio me ha llevado a recônditos lugares de los dos lados del Atlântico. A mi amiga le pareciô cômico el comentario y me sugiriô que lo publicara en mi blog, idea que me pareciô una buena reivindicaciôn del largo tiempo que lo tuve abandonado por andar extremamente ocupado en actividades lûdicas con ocasiôn de mis vacaciones y exâmenes de admisiôn que hay que aprovechar tiempos buenos y malos.
Volviendo al punto que nos ocupa y del cual me distraigo frecuentemente, resulta que en una de esas tardes tranquilas de Huâsabas que tienen un caracterîstico olor a hierba y a tierra mojada (no es lîrica, asî lo recuerdo), justo después de que el ardiente sol de verano da la tregua para poder salir del fresco refugio que te hubieres procurado, estaba jugando con Miriam, mi hermanita, que siempre ha demostrado un intelecto bastante avezado. Entre los juegos, me pregunta: - Rafael ¿para dônde estâ el norte? Yo le respondî ostentativamente apuntando con el dedo hacia el norte. En Huâsabas es el ûnico lugar en el que puedo distinguir los puntos cardinales. Lo anterior, no porque mi brûjula funcione con imanes que sôlo se activan en mi pueblo, sino porque justo en el este estâ un cerro muy imponente que puedes ver de cualquier punto del lugar y mucho antes de llegar inclusive y que te sirve excelentemente como referencia. Cosa que no me pasa con el cerro de la Campana en Hermosillo, que si estâs en el sur de la ciudad te queda en el norte y si estâs en el norte, el cerro estâ en el sur. Sigo desvariando. Después me preguntô: Y el sur ¿dônde estâ? Como era de esperarse le respondî señalando a la direcciôn contraria. Creyendo que el arduo interrogatorio habîa terminado volviô a preguntar: ¿Para dônde queda el oeste? Utilizando mi referencia geogrâfica obligada, apunté en la direciôn opuesta a la montaña. Y, finalmente, me preguntô para dônde estaba el este. - El este estâ hacia allâ, donde estâ el cerro. Cuando hubo terminado las cuatro preguntas que inquietaban su joven mentecita se hizo un silencio que armonizaba perfectamente con Huâsabas y con la hora que era. Al cabo del cual, interrumpiô para decirme una frase que ha quedado grabada en mi memoria y que me acompañarâ mientras la vida me alcance y la amnesia no me alcance. Me dijo: "entonces, Huâsabas estâ en el centro del mundo".
Ergo, Huâsabas estâ en el centro del mundo. Si Huâsabas no estaba ni en el norte, ni en el sur, ni en el oeste ni en el este, entonces, estaba en el centro del mundo y a partir de ahî êstos empezaban. A su elaborado razonamiento le habîa faltado la premisa de que los puntos cardinales son relativos. Pero porqué habrîamos de juzgarla, la humanidad pensô que el tiempo y espacio eran absolutos hasta que apareciô el greñudo de Einstein a decir que no era asî.
Añoro la niñez, añoro pensar que después de Granados (pueblo que estâ a 5 kilômetros al sur de Huâsabas) habîa una pared tan alta que nadie la podîa atravezar porque ahî se acababa el mundo. Me parece, contrario a lo que antes pensaba, que el conocimiento y la felicidad llevan relaciones aparte y que aquêl no te lleva a êsta, y que en ocasiones puede, inclusive, alejarte de ella. Claro, pensar que vivîamos en el centro del mundo era una posiciôn completamente egocentrista. Pero no era nuestra culpa, sino de los puntos cardinales.
jueves, marzo 03, 2005
viernes, febrero 11, 2005
jueves, febrero 10, 2005
Huelga de alumnos.
Saint-Flour, Francia. Jueves, 9 de febrero de 2005, 2:09 P.M. Estoy en la sala de profesores. Normalmente, a las tres empiezo a dar tres horas de clases. Pero hoy es un dîa especial. Los alumnos estân en huelga. Sî, los alumnos estân en "huelga". Hace dos semanas fueron los profesores, ahora tocô el turno a los estudiantes. La razôn principal es que el gobierno planea desaparecer el baccalauréat. Êste es un examen de tipo nacional que se aplica a los estudiantes al terminar el liceo (corresponde a la preparatoria en México). El gobierno planea que sea ûnicamente el establecimiento escolar el que determine si el alumno ha acreditado su formaciôn media superior. Es decir, que las cosas sean como pasan en México que al terminar tu escuela obtienes tu certificado y con ese mismo documento acreditas que has finalizado satisfactoriamente tus estudios y no a través de un examen nacional, organizado por el Ministerio de Educaciôn, como hasta ahora venîa pasando en Francia, examen con el cual intentas ingresar a la universidad o acreditas tu formaciôn para integrarte al mundo laboral. La medida parece corresponder con la tendencia de que el Estado (es decir, el gobierno central, porque es una repûblica centralista, no federal) se deshaga de muchas de sus actuales facultades y se las ceda a las regiones (equivalentes a las entidades federativas para México, pero con mucha menos autonomîa).
Los alumnos franceses en su mayorîa no estân de acuerdo con la implantaciôn de este sistema, puesto que a su parecer generarâ muchas desigualdades, sobre todo regionales. O sea, que se empezarâ a apreciar a los alumnos en funciôn de las escuelas de las que provengan y no de sus méritos propios, evaluados con los mismos criterios. El bac, como llaman a este examen nacional, tenîa la peculiaridad de ser el mismo para todos los estudiantes y se mantenîa anônima la identidad del que lo presentaba, por lo cual, las personas que lo calificaban no sabîan a quién estaban evaluando. Dicha prueba, consideran los manifestantes, parte de un criterio de igualdad nacional en la que los estudiantes obtienen determinada calificaciôn (que los hace candidatos o no a las escuelas mâs importantes), sin importar de qué establecimiento escolar o de qué regiôn procedan, evaluândose uniformemente los conocimientos adquiridos por los estudiantes de todo el paîs.
Hay que aclarar que el sistema educativo francés, por mâs que se plantea como un requisito indispensable la igualdad en la educaciôn de los alumnos, cuenta con un sistema elitista de educaciôn para la formaciôn de sus cuadros superiores, tanto de gobierno como empresariales. Lo anterior, a través de las "Grandes Escuelas", que son instituciones de educaciôn superior en las que se forman a las élites gubernamentales, cientîficas o empresariales. Para acceder a las Grandes Escuelas es necesario hacer clases preparatorias en los "Grandes Liceos", que son las preparatorias mâs prestigiosas y a las cuales no es fâcil entrar. Hay familias acaudaladas que compran propiedades inmobiliarias cerca de estos establecimientos para que sus hijos puedan entrar en ellos por corresponder a su circunscripciôn, lujo que estâ por demâs decirlo no se pueden dar los integrantes de las clases medias y, mucho menos, los de las clases bajas. Ademâs, de los establecimientos de prestigio, estân las diferencias regionales. Las regiones en Francia, como mencioné al principio del primer pârrafo, corresponden a las divisiones geopolîticas que en otros paîses se llaman provinicias (Argentina) o estados (México o EE.UU.). Inclusive en el mundo desarrollado, hay regiones que se encuentran en un nivel de atraso considerable con relaciôn a otras. Por ejemplo, en Francia, las regiones de Ile-de-France (Parîs), Rhône-Alpes (Lyon) o Provence-Alpes-Côte-de-Azur (Marsella y Niza) son las regiones con mayor movimiento econômico e industrial, generadoras de mucho mâs riqueza que otras partes del paîs. Por otro lado, las regiones centrales y tradicionalmente campesinas (i.e. Limousin o Auvergne, que es donde yo me encuentro)van algunos años atrâs en el desarrollo econômico e, inclusive, social que han alcanzado otros rincones de Francia. Esa desigualdad ha marcado también a nivel educativo diferencias entre los alumnos. Finalmente, hay que agregar las diferencias de clase, sobre todo por la gran cantidad de migrantes ârabes y del norte de Âfrica que no han logrado integrarse y viven en âreas perfectamente delimitadas de las grandes ciudades y que asisten a las mismas escuelas, consideradas muchas veces problemâticas y de muy bajo nivel académico. Por todas las diferencias anteriores se considera que la eliminaciôn del bac, serâ un factor determinante para que los alumnos egresados del liceo lleven la etiqueta que les dé su ubicaciôn geogrâfica o socioeconômica, independientemente de sus aptitudes o méritos personales, lo que contribuirâ a su discriminaciôn académica o laboral.
La principal razôn del gobierno para cambiar este sistema de evaluaciôn es que éste resulta enormemente caro y las autoridades francesas estân en una carrera muy fuerte por reducir los gastos pûblicos, debido a que ya van varios años que sobrepasan el déficit mâximo que establece la Uniôn Europea, para sus paîses miembros. Este cambio, junto con otros que llevan la misma lînea estân creando una gran movilizaciôn e inconformidad en la sociedad francesa que ve amenazados los principios de "Fraternidad, Igualdad y Libertad", en aras de lograr un crecimiento econômico para el paîs, cosa que el gobierno de Jacques Chirac (derecha polîtica y econômica) no ha logrado llevar a cabo.
Hay muchas cosas que pueden decirse con este respecto; no hay negros y blancos en estos problemas sino una escala de grises a veces muy confusa. Sin embargo, considero altamente meritorio que aûn los alumnos de liceo hayan salido a las calles a hacer manifiesto su descontento con estas medidas y expresarlo con razones y argumentos. Obviamente, hay que exceptuar a todos esos alumnos oportunistas que sin reflexionar gran cosa sobre el tema se han unido a la "huelga" con el ûnico fin de saltarse una tarde de clases. Sin entrar en el fondo del asunto, me atrae mucho la idea de una sociedad que discuta todas las medidas que le afectan y que actûe en consecuencia. Finalmente eso es la democracia moderna. Iniciar desde temprana edad con esa actitud sistemâtica, participativa y responsable serîa un gran motor de cambio para las sociedades latinoamericanas, que han permanecido muchas veces demasiado pasivas y, que se han granjeado con esa actitud gobiernos execrables y medidas evidentemente nocivas para todos los afectados, sin atreverse siquiera a manifestar pûblica y enérgicamente su descontento.
Los alumnos franceses en su mayorîa no estân de acuerdo con la implantaciôn de este sistema, puesto que a su parecer generarâ muchas desigualdades, sobre todo regionales. O sea, que se empezarâ a apreciar a los alumnos en funciôn de las escuelas de las que provengan y no de sus méritos propios, evaluados con los mismos criterios. El bac, como llaman a este examen nacional, tenîa la peculiaridad de ser el mismo para todos los estudiantes y se mantenîa anônima la identidad del que lo presentaba, por lo cual, las personas que lo calificaban no sabîan a quién estaban evaluando. Dicha prueba, consideran los manifestantes, parte de un criterio de igualdad nacional en la que los estudiantes obtienen determinada calificaciôn (que los hace candidatos o no a las escuelas mâs importantes), sin importar de qué establecimiento escolar o de qué regiôn procedan, evaluândose uniformemente los conocimientos adquiridos por los estudiantes de todo el paîs.
Hay que aclarar que el sistema educativo francés, por mâs que se plantea como un requisito indispensable la igualdad en la educaciôn de los alumnos, cuenta con un sistema elitista de educaciôn para la formaciôn de sus cuadros superiores, tanto de gobierno como empresariales. Lo anterior, a través de las "Grandes Escuelas", que son instituciones de educaciôn superior en las que se forman a las élites gubernamentales, cientîficas o empresariales. Para acceder a las Grandes Escuelas es necesario hacer clases preparatorias en los "Grandes Liceos", que son las preparatorias mâs prestigiosas y a las cuales no es fâcil entrar. Hay familias acaudaladas que compran propiedades inmobiliarias cerca de estos establecimientos para que sus hijos puedan entrar en ellos por corresponder a su circunscripciôn, lujo que estâ por demâs decirlo no se pueden dar los integrantes de las clases medias y, mucho menos, los de las clases bajas. Ademâs, de los establecimientos de prestigio, estân las diferencias regionales. Las regiones en Francia, como mencioné al principio del primer pârrafo, corresponden a las divisiones geopolîticas que en otros paîses se llaman provinicias (Argentina) o estados (México o EE.UU.). Inclusive en el mundo desarrollado, hay regiones que se encuentran en un nivel de atraso considerable con relaciôn a otras. Por ejemplo, en Francia, las regiones de Ile-de-France (Parîs), Rhône-Alpes (Lyon) o Provence-Alpes-Côte-de-Azur (Marsella y Niza) son las regiones con mayor movimiento econômico e industrial, generadoras de mucho mâs riqueza que otras partes del paîs. Por otro lado, las regiones centrales y tradicionalmente campesinas (i.e. Limousin o Auvergne, que es donde yo me encuentro)van algunos años atrâs en el desarrollo econômico e, inclusive, social que han alcanzado otros rincones de Francia. Esa desigualdad ha marcado también a nivel educativo diferencias entre los alumnos. Finalmente, hay que agregar las diferencias de clase, sobre todo por la gran cantidad de migrantes ârabes y del norte de Âfrica que no han logrado integrarse y viven en âreas perfectamente delimitadas de las grandes ciudades y que asisten a las mismas escuelas, consideradas muchas veces problemâticas y de muy bajo nivel académico. Por todas las diferencias anteriores se considera que la eliminaciôn del bac, serâ un factor determinante para que los alumnos egresados del liceo lleven la etiqueta que les dé su ubicaciôn geogrâfica o socioeconômica, independientemente de sus aptitudes o méritos personales, lo que contribuirâ a su discriminaciôn académica o laboral.
La principal razôn del gobierno para cambiar este sistema de evaluaciôn es que éste resulta enormemente caro y las autoridades francesas estân en una carrera muy fuerte por reducir los gastos pûblicos, debido a que ya van varios años que sobrepasan el déficit mâximo que establece la Uniôn Europea, para sus paîses miembros. Este cambio, junto con otros que llevan la misma lînea estân creando una gran movilizaciôn e inconformidad en la sociedad francesa que ve amenazados los principios de "Fraternidad, Igualdad y Libertad", en aras de lograr un crecimiento econômico para el paîs, cosa que el gobierno de Jacques Chirac (derecha polîtica y econômica) no ha logrado llevar a cabo.
Hay muchas cosas que pueden decirse con este respecto; no hay negros y blancos en estos problemas sino una escala de grises a veces muy confusa. Sin embargo, considero altamente meritorio que aûn los alumnos de liceo hayan salido a las calles a hacer manifiesto su descontento con estas medidas y expresarlo con razones y argumentos. Obviamente, hay que exceptuar a todos esos alumnos oportunistas que sin reflexionar gran cosa sobre el tema se han unido a la "huelga" con el ûnico fin de saltarse una tarde de clases. Sin entrar en el fondo del asunto, me atrae mucho la idea de una sociedad que discuta todas las medidas que le afectan y que actûe en consecuencia. Finalmente eso es la democracia moderna. Iniciar desde temprana edad con esa actitud sistemâtica, participativa y responsable serîa un gran motor de cambio para las sociedades latinoamericanas, que han permanecido muchas veces demasiado pasivas y, que se han granjeado con esa actitud gobiernos execrables y medidas evidentemente nocivas para todos los afectados, sin atreverse siquiera a manifestar pûblica y enérgicamente su descontento.
jueves, febrero 03, 2005
El feo.
Hola estimado Internet, sé que puedo confesarte esto sin problemas. Me han dicho que eres discreto. Me llamo Jerônimo Suârez y tengo 37 años. Yo no me siento muy muy feo. Bueno, la verdad, sî me acomplejô mucho que en la escuela me dijeran que mi madre en vez de darme pecho, me dio la espalda y chistes como esos. Pero he visto gente mâs fea que yo. Lo que sî debo reconocer es que mi nariz queda perfectamente representada con esa frase, creo que es de Quevedo, que dice: "érase un hombre a una nariz pegado". Pero el tamaño de mi nariz poco importaría si no fuera por la berruga. No es enorme pero sî alcanza la talla de un buen garbanzo. Lo que me consuela es que tiene un bonito color como entre morado y café. Es que he visto unas que son de un carmesî que llama demasiado la atención. La mîa no es tan llamativa, aunque lo fuera menos si no estuviera justo en la punta de la nariz. Al principio me molestaba que la gente en vez de verme a los ojos, tuviera fija su vista en ella, pero ya entendî que es algo que no se puede evitar cuando estuve en frente de una chica que tenîa una justo en la comisura de los labios. Por empatîa decidî no vérsela, pero me era imposible no voltear la mirada. Mis ojos no obedecîan a mi cerebro y eran atraîdos como por imanes a verle la comisura de los labios, o mejor dicho la cosa que estaba en ella. Ademâs, le debo lo de mi ojo visco a mi berruga, seguro por estar siempre viéndola se quedô definitivamente asî. Mi boca no estâ tan mal, hasta me eleva la vanidad. La joroba, esa sî es reciente. También se la atribuyo al peso de la berruga que fue doblando paulatinamente mi columna vertebral. Pero me han dicho que exagero. Mis orejas ya ni las describo porque tampoco estoy muy contento con ellas y fueron objeto de muchas burlas durante toda mi infancia y adolescencia: que si parecîa volkswagen con las puertas abiertas o que si captaba las ondas extraterrestres. Mis "amigos" no me dejaban en paz. No sé porque usé la palabra prohibida. La verdad es que no tengo amigos, nunca los tuve. No sé a qué atribuir ese hecho. Creo que culpar a la berruga serîa demasiado. Pero bendigo a Internet porque cuando se crearon los "chats" y luego ISQ, fui feliz. Hasta que llegô la webcam, maldita sea! "Una imagen vale mâs que cien palabras", me deben haber dicho esa frase como treinta veces. Si tan solo supieran que mi imagen no vale mâs que para un buen susto. Sôlo una vez tuve la desgraciada ocurrencia de enviar una foto. Ese episodio no se lo platico ni a mi psiquiatra. En fin, no me interesaba tanto la conquista.El otro dîa se me ocurriô una idea que creo que puede ser genial. Si hay bares gays, por ejemplo, porqué no hacer un bar para feos. Podrîa conservarse la palabra en inglés, asî se oirîa menos peyorativo. Ya hasta hay un Coyote Ugly. Bueno, pues algo asî, pero todo lo contrario, que sea como Gente Ugly. Es que la gente bonita me incomoda. Son ellos los que en realidad me han hechoinseguro. Si un lugar se vaciara de gente bonita, me parece que me sentirîa muy bien. Y creo que serîa muy prâctico que todos los que como yo, que en un bar normal no atrapamos ni una mosca, nos pudiéramos reunir en un ambiente agradable, pero solamente feos, que en la entrada se dijera "se reserva la admisiôn" y que el criterio fuera ser feo. Lo que no sé es si al buscar tu ligue, te procurarîas a la mâs fea o a la fea menos extrema. Eso habrîa que investigarlo, pero poco importa. Hasta podrîamos organizar un concurso de la mâs fea, para enseñarle al mundo que también puede ser orgullo ser feo. Porque estâ tan menospreciada la fealdad que la verdad el mundo deberîa de cambiar. Y de la convivencia de los que como yo no fuimos precisamente premiados por la naturaleza, seguro surgirîa un espîritu de fraternidad y crearîamos organizaciones pro derechos de los feos. Sî, y tendrîamos nuestro Ugly Pride y despuês si todo marcha bien un Ugly Parade.
¿Cômo no se me habîa ocurrido antes? Ahora sôlo debo pedir un crédito al banco o algo asî para procurarme fondos. Y localizar una ciudad con muchos feos. Bueno, no he viajado mucho pero en cualquier ciudad grande debe haber bastantes. En cuanto al vecindario, obviamente, debe estar en las antîpodas de los lugares chic o nice o in o todos esos extranjerimos que usan para discriminarnos. No lo habîa pensado, pero segûn las estadîsticas los feos no obtenemos fâcilmente un crédito. Pero creo que en el banco les parecerâ tan buena mi idea como me lo parece a mî. Aunque sobre todo los bancos militan en el lado enemigo. Siempre con sus cajeras muy arregladitas y bonitas. Ay! "Se requiere excelente presentaciôn", cuânto tiempo de mi vida vivî engañado al buscar trabajo y leer eso en los clasificados, pensando que se referîa a llevar los zapatos bien pulidos, la ropa planchada y los cabellos peinados. Hasta que de plano en una oficina una harpîa me dijo por lo claro que requerîan a alguien de "excelente presentaciôn", con un énfasis y un sarcasmo evidente mientras al mismo tiempo me recorrîa con su vista de arriba a abajo con un gesto de desaprobaciôn, agregando al final: "alguien guapo, señor". Y el puesto no era para modelo, aclaro, era para archivista, que segûn tenîa entendido era un trabajo que convenîa mâs a mi condiciôn.
De cualquier manera, tengo esperanzas de montar ese bar. Sé que lo haré, aunque sea en los prôximos años. Serîa lo ûnico que he montado en toda mi vida, para ser sincero. Y cuando tenga dinero me haré operar la berruga. Pero creo que no serâ conveniente para mi imagen de empresario del sector de los feos. En fin, mejor me la dejaré y moriré feo pero feliz.
¿Cômo no se me habîa ocurrido antes? Ahora sôlo debo pedir un crédito al banco o algo asî para procurarme fondos. Y localizar una ciudad con muchos feos. Bueno, no he viajado mucho pero en cualquier ciudad grande debe haber bastantes. En cuanto al vecindario, obviamente, debe estar en las antîpodas de los lugares chic o nice o in o todos esos extranjerimos que usan para discriminarnos. No lo habîa pensado, pero segûn las estadîsticas los feos no obtenemos fâcilmente un crédito. Pero creo que en el banco les parecerâ tan buena mi idea como me lo parece a mî. Aunque sobre todo los bancos militan en el lado enemigo. Siempre con sus cajeras muy arregladitas y bonitas. Ay! "Se requiere excelente presentaciôn", cuânto tiempo de mi vida vivî engañado al buscar trabajo y leer eso en los clasificados, pensando que se referîa a llevar los zapatos bien pulidos, la ropa planchada y los cabellos peinados. Hasta que de plano en una oficina una harpîa me dijo por lo claro que requerîan a alguien de "excelente presentaciôn", con un énfasis y un sarcasmo evidente mientras al mismo tiempo me recorrîa con su vista de arriba a abajo con un gesto de desaprobaciôn, agregando al final: "alguien guapo, señor". Y el puesto no era para modelo, aclaro, era para archivista, que segûn tenîa entendido era un trabajo que convenîa mâs a mi condiciôn.
De cualquier manera, tengo esperanzas de montar ese bar. Sé que lo haré, aunque sea en los prôximos años. Serîa lo ûnico que he montado en toda mi vida, para ser sincero. Y cuando tenga dinero me haré operar la berruga. Pero creo que no serâ conveniente para mi imagen de empresario del sector de los feos. En fin, mejor me la dejaré y moriré feo pero feliz.
Saint-Flour, cuando llegué.
Saint-Flour, nevado.
Montpellier
miércoles, febrero 02, 2005
Il faudra leur dire...
Si c'est vrai qu'il y a des gens qui s'aiment
si les enfants sont tous les mêmes.
Alors, il faudra leur dire.
C'est comme des parfums qu'on respire
juste un regard facile à faire,
un peu plus d'amour que d'ordinaire.
Puisqu'on vit dans la même lumière
même s'il y a des couleurs qu'ils préfèrent
Nous on voudrait leur dire
C'est comme des parfums qu'on respire
juste un regard facile à faire
un peu plus d'amour que d'ordinaire.
Juste un peu plus d'amour encore
pour moins de larmes,
pour moins de vide,
pour moins d'hiver.
Puisqu'on vit dans les creux d'un rêve
avant que leurs mains ne touchent nos lèvres
Nous on voudrait leur dire
les mots qu'on reçoit.
Facile à faire
Letra y música de Francis Cabrel.
Si es cierto que hay personas que se aman
si los niños son todos iguales,
entonces, habrîa que decirles.
Son como perfumes que respiramos,
sôlo una mirada;
fâcil de hacer,
un poco mâs amor que de costumbre.
Ya que vivimos en la misma luz
aunque haya quienes prefieran colores diferentes
nosotros quisiéramos decirles.
Son como perfumes que respiramos,
sôlo una mirada;
fâcil de hacer.
Un poco mâs amor que de costumbre.
Sôlo un poco mâs de amor aûn
por menos lâgrimas
por menos vacîo
por menos invierno.
Porque vivimos en el cauce de un sueño
antes que sus manos toquen nuestros labios
nosotros quisiéramos decirles
las palabras que recibimos.
Fâcil de hacer...
Traducción libre.
si les enfants sont tous les mêmes.
Alors, il faudra leur dire.
C'est comme des parfums qu'on respire
juste un regard facile à faire,
un peu plus d'amour que d'ordinaire.
Puisqu'on vit dans la même lumière
même s'il y a des couleurs qu'ils préfèrent
Nous on voudrait leur dire
C'est comme des parfums qu'on respire
juste un regard facile à faire
un peu plus d'amour que d'ordinaire.
Juste un peu plus d'amour encore
pour moins de larmes,
pour moins de vide,
pour moins d'hiver.
Puisqu'on vit dans les creux d'un rêve
avant que leurs mains ne touchent nos lèvres
Nous on voudrait leur dire
les mots qu'on reçoit.
Facile à faire
Letra y música de Francis Cabrel.
Si es cierto que hay personas que se aman
si los niños son todos iguales,
entonces, habrîa que decirles.
Son como perfumes que respiramos,
sôlo una mirada;
fâcil de hacer,
un poco mâs amor que de costumbre.
Ya que vivimos en la misma luz
aunque haya quienes prefieran colores diferentes
nosotros quisiéramos decirles.
Son como perfumes que respiramos,
sôlo una mirada;
fâcil de hacer.
Un poco mâs amor que de costumbre.
Sôlo un poco mâs de amor aûn
por menos lâgrimas
por menos vacîo
por menos invierno.
Porque vivimos en el cauce de un sueño
antes que sus manos toquen nuestros labios
nosotros quisiéramos decirles
las palabras que recibimos.
Fâcil de hacer...
Traducción libre.
viernes, enero 28, 2005
El nevado paraje que me sustenta.
No cabe duda que las sensaciones son relativas. Ya van como cinco veces que me convenzo de haber conocido de verdad el frîo. Y cada vez la temperatura baja mâs para que me dé cuenta que siempre puede ser peor. Lo bueno es que lo que inicialmente me parecîa frîo ahora me parece un clima del todo dulce.
El miércoles tenîa clases en el colegio, que es como a 800 metros de donde vivo. Nunca me pareciô mâs lejos. Habîa una tormenta de nieve que habiâ empezado el domingo por la noche y que no terminô hasta ayer jueves por la tarde. Pero de esas tormentas de Heidy en los pirineos, que la nieve te dobla. Ahora pasô la tormenta pero sigue nevando. Bueno, el caso es que no solamente estâbamos a -11°C, que ya es horrible, sino que habîa que agregarle un viento muy fuerte que traîa suspendidas partîculas de nieve que te golpean la cara y las sientes como pequeñas brazas, porque es como si te quemaran. Ademâs, para ir caminando tienes que ir buscando el camino por donde otros hayan pisado, porque de lo contrario hay veces que te llega la nieve a salvas sean las partes y es algo horrible. Finalmente, llegué al Colegio, con las pestañas blancas de las estalactitas que se me habîan formado que no podîa ni abrir los ojos. Ademâs, el vapor que me cubrîa los lentes se congelô, asî que no podîa limpiarlos, hasta que los lavé con agua caliente.
Ayer fui a casa de unos profesores con quienes me llevo muy bien. Ella es una andaluza maestra de español en el Colegio y él, profesor de matemâticas en el Liceo. Pues resultô que tenîan un burro moribundo en un terreno a un lado de St Flour. Parece ser que era una infecciôn, y que para bajarse la calentura los dichosos burros se acuestan en la nieve y terminan por morirse congelados, por eso hay que estar pendientes de ellos. Yo los entiendo: con ese frîo y al aire libre por mâs peludos que estân los burros aquî morirse parece la mejor soluciôn para dejar de sufrir las inclemencias del tiempo. Pues a las ocho de la noche y con -10°C andaba este huasabeño que soy en despoblado, revisando burros moribundos ajenos. Y eso no fue lo peor, sino que mi inexperiencia para caminar en la nieve me hizo caer bonitamente dos veces, sî, hasta el suelo. No es nada agradable porque se te enfrîa desde los talones hasta la espalda, pero afortunadamente no me golpeé nada que lamente, excepto las manos que no me dolieron por el golpe sino por lo frîo del hielo que causô mi deslizamiento.
Bueno, ya no quiero agobiarlos con mis quejumbrosas crônicas de las consecuencias de vivir en un bello pueblecito todo nevado, que desde dentro de la ventana se ve precioso, mientras no se te ocurra salir ni un momento. También tiene sus ventajas, porque cancelaron las clases jueves y viernes, asî que me pude dedicar con mâs tiempo a escribir mis reportes y a leer el Quijote, que me resisto a acabar, pero que solo me quedan unas pâginas de aventuras mâs graciosas que mis caîdas en la nieve. Ya me quedan solo dos semanas para salir de vacaciones, ya les contaré mâs delante en dônde pienso pasârmelas, porque de que me urge salir de Saint-Flour, duda no cabe. Un abrazo de monito de nieve para todos.
El miércoles tenîa clases en el colegio, que es como a 800 metros de donde vivo. Nunca me pareciô mâs lejos. Habîa una tormenta de nieve que habiâ empezado el domingo por la noche y que no terminô hasta ayer jueves por la tarde. Pero de esas tormentas de Heidy en los pirineos, que la nieve te dobla. Ahora pasô la tormenta pero sigue nevando. Bueno, el caso es que no solamente estâbamos a -11°C, que ya es horrible, sino que habîa que agregarle un viento muy fuerte que traîa suspendidas partîculas de nieve que te golpean la cara y las sientes como pequeñas brazas, porque es como si te quemaran. Ademâs, para ir caminando tienes que ir buscando el camino por donde otros hayan pisado, porque de lo contrario hay veces que te llega la nieve a salvas sean las partes y es algo horrible. Finalmente, llegué al Colegio, con las pestañas blancas de las estalactitas que se me habîan formado que no podîa ni abrir los ojos. Ademâs, el vapor que me cubrîa los lentes se congelô, asî que no podîa limpiarlos, hasta que los lavé con agua caliente.
Ayer fui a casa de unos profesores con quienes me llevo muy bien. Ella es una andaluza maestra de español en el Colegio y él, profesor de matemâticas en el Liceo. Pues resultô que tenîan un burro moribundo en un terreno a un lado de St Flour. Parece ser que era una infecciôn, y que para bajarse la calentura los dichosos burros se acuestan en la nieve y terminan por morirse congelados, por eso hay que estar pendientes de ellos. Yo los entiendo: con ese frîo y al aire libre por mâs peludos que estân los burros aquî morirse parece la mejor soluciôn para dejar de sufrir las inclemencias del tiempo. Pues a las ocho de la noche y con -10°C andaba este huasabeño que soy en despoblado, revisando burros moribundos ajenos. Y eso no fue lo peor, sino que mi inexperiencia para caminar en la nieve me hizo caer bonitamente dos veces, sî, hasta el suelo. No es nada agradable porque se te enfrîa desde los talones hasta la espalda, pero afortunadamente no me golpeé nada que lamente, excepto las manos que no me dolieron por el golpe sino por lo frîo del hielo que causô mi deslizamiento.
Bueno, ya no quiero agobiarlos con mis quejumbrosas crônicas de las consecuencias de vivir en un bello pueblecito todo nevado, que desde dentro de la ventana se ve precioso, mientras no se te ocurra salir ni un momento. También tiene sus ventajas, porque cancelaron las clases jueves y viernes, asî que me pude dedicar con mâs tiempo a escribir mis reportes y a leer el Quijote, que me resisto a acabar, pero que solo me quedan unas pâginas de aventuras mâs graciosas que mis caîdas en la nieve. Ya me quedan solo dos semanas para salir de vacaciones, ya les contaré mâs delante en dônde pienso pasârmelas, porque de que me urge salir de Saint-Flour, duda no cabe. Un abrazo de monito de nieve para todos.
martes, enero 25, 2005
No fue mi intención
De verdad no fue mi intenciôn. No importa que el ente fuera peor de lo que es yo no serîa capaz de hacerle semejante cosa. No corre por mis venas tanta maldad. Sé perfectamente que él debe sufrir mucho siendo como es. No tendrîa yo porqué pensar en darle un castigo cuando es evidente su infelicidad.
Me levantan a las seis y media de la mañana unos toquidos de la puerta que parecîan si no desesperados, sî enojados, alternados con el sonido del timbre, cuyo timbre es algo molesto. Ya el hecho de que toquen a mi puerta en este departamento y lugar apartado en el que vivo es bastante raro, pero que lo hagan a esta hora, me pareciô tan extraño que sin atinar a peinarme los cabellos me levanté a abrir. "Ouiiiii" digo con la voz de ultratumba con la que me levanto. "Madame Zuppino" responde la voz. Mme. Zuppino es la autoridad mâxima del establecimiento escolar en el que trabajo y vive en el piso de abajo del mismo edificio. Abro la puerta y a su lado estâ el ente. "Durmiô en el pasillo" me dice la directora con una mirada que aunque yo no traîa lentes alcancé a ver que me atravezaba. "Y tu llave" le pregunto. "Intenté abrir pero no funcionaba y te toqué y soné el timbre y no abriste" me dice el ente con su acostumbrada cara de pocos amigos y con un tono acusativo. Lo vuelve a intentar para probarle a la directora que no servîa. Efectivamente no servîa. La causa fue que mi llave estaba pegada dentro y por eso no abriô su llave. Resultaba ser mi culpa que el ente hubiera dormido como vagabundo en el pasillo, pegado a la calefacciôn. Yo ni sabîa que estando dentro mi llave la de él no servirîa, ni tampoco me habîa dado cuenta que la habîa dejado pegada. "Quiero verlos a los dos en mi oficina a las ocho y media" nos dice la directora con un ânimo que me dan escalofrîos nada mâs de acordarme. "¿En qué oficina?" pregunta el ente. "¿En qué oficina va a ser? pues en la mîa!" le responde la directora con una resequedad peor que la del desierto de Atacama.
Me disculpo con el ente y me dice "c'est pas grave" con su francés bastante peor que el mîo. Me voy a acostar y aunque sé perfectamente que no es mi culpa, me siento mal por la situaciôn. Me asaltan muchos temores sobre la reuniôn que iba a tener lugar en dos horas. Nunca habîa visto a Mme. Zuppino enojada. Juro que no es agradable. Hago hipôtesis sobre el castigo que nos impondrîa y recuerdo el sentimiento de estar en la secundaria y hacer una travesura que resulta descubierta. O como cuando en sexto de primaria hicimos una estrategia para que todo el grupo pudiera copiarme la secciôn de paréntesis del examen de historia, sobre la Revoluciôn Mexicana. En esta ocasiôn mi extremada indiscreciôn fue perfectamente observada por el profesor que se dio cuenta de cômo entregué al primero de cada fila su respectivo papelito con las respuestas. Dichos papelitos debîan ser pasados hasta el ûltimo compañero de la fila. Las cosas no pasaron bien. El maestro tomô todos los exâmenes y los rompiô poniéndonos un igualitario 5, que serîa la peor mâcula que mi boleta de calificaciones hubiera experimentado, a no ser porque lo promediô con otro examen. Bueno, mi estômago se sentîa igual que en esa ocasiôn. Me hacîa sentir peor pensar que ya habîa terminado la universidad y siguiera sintiendo esas irracionales emociones.
Se llegô la hora de bajar a la direcciôn y el ente seguîa dormido. Toqué a su puerta varias veces y no respondiô. Bajé yo solo para ver si ya estaba abajo y me encontré a la directora que cuando no vio al ente se enojô mâs. Subî otra vez a buscarlo y le toqué su puerta hasta que lo desperté. Entramos a la oficina y nos interrogô sobre qué habîa pasado. A mî sôlo me preguntô si no habîa escuchado. Yo respondî que no tal como habîa pasado. Pero segûn el ente él llegô a las once de la noche y a esas horas yo todavîa estaba despierto leyendo. Por no complicar mâs las cosas no comenté ese punto. Mme. Zuppino se olvidô de mî y tornô a regañar al ente por no haber aceptado dormir en el departamento de enseguida, cuya inquilina le habîa ofrecido una habitaciôn o por no haber tocado a su puerta para no tener que dormir como "S.D.F.", o sea, vagabundo, en el pasillo. Que no querîa que volviera ocurrir una situaciôn parecida. Punto final de la reuniôn.
Salî y me sentî liberado de la aprehensiôn que oprimîa mi estômago, esôfago y parte del intestino delgado. Nunca fue mi intenciôn: la noche estaba tan frîa.
Me levantan a las seis y media de la mañana unos toquidos de la puerta que parecîan si no desesperados, sî enojados, alternados con el sonido del timbre, cuyo timbre es algo molesto. Ya el hecho de que toquen a mi puerta en este departamento y lugar apartado en el que vivo es bastante raro, pero que lo hagan a esta hora, me pareciô tan extraño que sin atinar a peinarme los cabellos me levanté a abrir. "Ouiiiii" digo con la voz de ultratumba con la que me levanto. "Madame Zuppino" responde la voz. Mme. Zuppino es la autoridad mâxima del establecimiento escolar en el que trabajo y vive en el piso de abajo del mismo edificio. Abro la puerta y a su lado estâ el ente. "Durmiô en el pasillo" me dice la directora con una mirada que aunque yo no traîa lentes alcancé a ver que me atravezaba. "Y tu llave" le pregunto. "Intenté abrir pero no funcionaba y te toqué y soné el timbre y no abriste" me dice el ente con su acostumbrada cara de pocos amigos y con un tono acusativo. Lo vuelve a intentar para probarle a la directora que no servîa. Efectivamente no servîa. La causa fue que mi llave estaba pegada dentro y por eso no abriô su llave. Resultaba ser mi culpa que el ente hubiera dormido como vagabundo en el pasillo, pegado a la calefacciôn. Yo ni sabîa que estando dentro mi llave la de él no servirîa, ni tampoco me habîa dado cuenta que la habîa dejado pegada. "Quiero verlos a los dos en mi oficina a las ocho y media" nos dice la directora con un ânimo que me dan escalofrîos nada mâs de acordarme. "¿En qué oficina?" pregunta el ente. "¿En qué oficina va a ser? pues en la mîa!" le responde la directora con una resequedad peor que la del desierto de Atacama.
Me disculpo con el ente y me dice "c'est pas grave" con su francés bastante peor que el mîo. Me voy a acostar y aunque sé perfectamente que no es mi culpa, me siento mal por la situaciôn. Me asaltan muchos temores sobre la reuniôn que iba a tener lugar en dos horas. Nunca habîa visto a Mme. Zuppino enojada. Juro que no es agradable. Hago hipôtesis sobre el castigo que nos impondrîa y recuerdo el sentimiento de estar en la secundaria y hacer una travesura que resulta descubierta. O como cuando en sexto de primaria hicimos una estrategia para que todo el grupo pudiera copiarme la secciôn de paréntesis del examen de historia, sobre la Revoluciôn Mexicana. En esta ocasiôn mi extremada indiscreciôn fue perfectamente observada por el profesor que se dio cuenta de cômo entregué al primero de cada fila su respectivo papelito con las respuestas. Dichos papelitos debîan ser pasados hasta el ûltimo compañero de la fila. Las cosas no pasaron bien. El maestro tomô todos los exâmenes y los rompiô poniéndonos un igualitario 5, que serîa la peor mâcula que mi boleta de calificaciones hubiera experimentado, a no ser porque lo promediô con otro examen. Bueno, mi estômago se sentîa igual que en esa ocasiôn. Me hacîa sentir peor pensar que ya habîa terminado la universidad y siguiera sintiendo esas irracionales emociones.
Se llegô la hora de bajar a la direcciôn y el ente seguîa dormido. Toqué a su puerta varias veces y no respondiô. Bajé yo solo para ver si ya estaba abajo y me encontré a la directora que cuando no vio al ente se enojô mâs. Subî otra vez a buscarlo y le toqué su puerta hasta que lo desperté. Entramos a la oficina y nos interrogô sobre qué habîa pasado. A mî sôlo me preguntô si no habîa escuchado. Yo respondî que no tal como habîa pasado. Pero segûn el ente él llegô a las once de la noche y a esas horas yo todavîa estaba despierto leyendo. Por no complicar mâs las cosas no comenté ese punto. Mme. Zuppino se olvidô de mî y tornô a regañar al ente por no haber aceptado dormir en el departamento de enseguida, cuya inquilina le habîa ofrecido una habitaciôn o por no haber tocado a su puerta para no tener que dormir como "S.D.F.", o sea, vagabundo, en el pasillo. Que no querîa que volviera ocurrir una situaciôn parecida. Punto final de la reuniôn.
Salî y me sentî liberado de la aprehensiôn que oprimîa mi estômago, esôfago y parte del intestino delgado. Nunca fue mi intenciôn: la noche estaba tan frîa.
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