El título de este artículo no fue escogido así nomás porque sí. Sino para introducir la siguiente anécdota ocurrida justo el fin de semana que para mi mala suerte acaba de terminar. Pues resulta que a pesar de que mis múltiples actividades académicas me debieron haber mantenido en el claustro, como monje del conocimiento, decidí rebelarme y pasármela bien el fin de semana con la optimista frase de: "deja para mañana lo que debes hacer hoy", que es un replanteamiento muy conveniente que hice del horroroso dicho que proclama el antivalor de la responsabilidad "no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". Y aprovechando que era cumpleaños de Miguel, mi amigo de la universidad y vecino del departamento 10, organizamos una carne asada, casi de a de veras: con carne de Sonora, frijoles de fiesta, guacamole y tortillas de harina de mi tierra, si tenías suerte, y si no, pues tortillinas tía Rosa que son, después de George Bush, la cosa más abominable que hay sobre la tierra. Pues se puso tan buena la fiesta que a eso de las doce de la noche surgió la idea de irnos de vida nocturna. Yo sé que cada vez que salgo a antros, soy la más fiel representación de la venganza de los nerds, pero como la inercia báquica nos llevaba en esa dirección no me pude oponer.
Pues resultó que íbamos a la fiesta de uno de los integrantes del grupo Uff, jajaja, sí, Uff, si no los conocen no se apuren, yo tampoco los conocía, aunque había escuchado esa palabra antes. Así que no es que no estuviéramos al tanto del mundo artístico mexicano, sino que están en el justo proceso de decadencia. Y digo justo porque para ese nivel de talento, el mundo no debe asumir los enormes costos de que las televisoras los mantengan en una injusta popularidad. Pero todo tiene sus ventajas porque sólo tuvimos que decir en el antro que veníamos a la fiesta de Uff y nos abrieron la cadena (que aquí en el D.F. es un verdugo terrible del autoestima juvenil, porque todos los antros así tengan tres gatos adentro se colocan en su posición de Studio 54 tepiteño del siglo XXI y no te dejan entrar si no te ven bonito u oneroso, características que bien saben los que me conocen que yo no cumplo, pero no me afecta mucho porque lo de los antros no es lo mío). Pues ahí estábamos en el mezzanine del bar con los de Uff, caras que creo nunca haber visto en la vida, pero muy fácilmente identificables, porque todos traían una especie de despeinado sistemático artificialmente güero, es decir, no como uno cuando se acaba de levantar y que los cabellos apuntan sin ninguna regla a todos los puntos cardinales del universo, sino que se nota que están despeinados con un orden, siguiendo un sistema específico. Bueno, pero insisto, todo tiene sus ventajas porque había cada chica guapa que definitivamente el cover valió la pena, hasta me daban ganas de ir a hacer una aportación voluntaria al de la puerta, pero mi beca CONACyT me hace recapacitar a cada rato sobre mis actos de generosidad. Y listo, fue un fin de semana bien Uff. El domingo consistió en hamburguesada en la azotea del edificio, siesta larga y reparadora y, por supuesto, el triunfo de México en la sub-17, que para mí ahora será el único futbol que importe, porque ahí somos campeones. La verdad, el futbol y la carabina de Ambrosio me importan lo mismo, pero eso de escuchar México campeón si mueve mis fibras más íntimas, así que ahora soy una especie de fan incultivado del futbol juvenil de nuestro país. Y, sin más, me despido con un fuerte abrazo (para mí mismo, que soy el que más lo necesita)
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1 comentario:
Pobrecito...madreando sobre UFF, y las iniciales son las de Rebelde.
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