sábado, noviembre 26, 2005

Sueño de fuga

Caminaba desorientado por las alcantarillas repletas de gente. El olor a cemento lastimaba mi nariz. Sentía una incomprensible opresión en el pecho y empecé a sangrar. El olor de la sangre se confundía con el desagradable olor a humanidad. Y no era agradable. No importaba a dónde voltearas, te encontrabas siempre en medio de una multitud de personas que caminaban en diferentes direcciones con disímiles expresiones en la cara. Parecían todos las piezas de un juego a la Truman Show, pero mal dirigido. Todos actuaban tan mal, a pesar de que no estaban actuando. Eran ellos mismos pero ellos no eran nada para mí. Todos se parecían, llegué a pensar que sólo estaban dando vueltas alrededor mío porque los déjà vu se repetían de una manera que me resultaba perturbadora. Y las alcantarillas no me señalaban la dirección en la que tenía que tomar el vagón que me llevaría a mi inevitable futuro. Los escalofríos pararon, pero me invadió una profunda nostalgia. Las lágrimas empezaron a brotar como torrentes de mis ojos que enrojecidos buscaban desesperados a algún amigo, alguna cara familiar alguien a quien pudiera contarle mis desdichas y que me ofreciera su hombro y su abrazo. En cambio, sólo encontré rostros que me parecían venidos de otros mundos, mentes inexpugnables que tramaban triunfos pero sólo ofrecían derrotas. Y eran demasiados y por más que recorría los pasillos interminables de los que goteaban aguas negras nunca dejaban solo un rincón en el que pudiera sentarme a llorar las penas que ahogan mi pecho. De pronto vi una luz y se convirtió en mi única esperanza de encontrar la salida al exterior. Sin embargo, dejar las alcantarillas significaría renunciar a mi destino y empezar a labrar mi futuro con el peligroso cincel del libre albedrío. En ese momento tenía que tomar la decisión más importante de mi vida, pero me faltaba el valor. La incertidumbre de la salida me ofrecía sólo eso: incertidumbre, ni penas ni glorias. Y decidí salir por la grieta que el tiempo y el personaje de The Shawshank Redemption habían cabado en uno de los más alejados corredores de las alcantarillas. Y cuando abandoné el refugio en el que había nacido, una luz muy intensa me cegó y lastimaba mi piel. Pero ya era demasiado tarde, no podía volver al lugar que acababa de dejar. Así de severas son las decisiones, no puedes jugar con tus márgenes de error. Pero la incertidumbre cesó: ahora sólo tenía una opción que era obedecer a mi instinto de supervivencia y aprender a vivir así, con mi nueva realidad.

3 comentarios:

Dalia dijo...

Rafa, mi querido blogmate, me parece que esa maestría tuya te está estresando un poquito. Necesitas unos días de vacaciones y desconectar. Te lo está pidiendo el cuerpo(y el alma) y te lo digo yo que estoy en pleno periodo de exámenes y correciones y los papeles me van persiguiendo por la casa, se apostan en lugares oscuros y me atacan cuando estoy desprevenida.
Cuídate.
Un saludito.

RBD dijo...

Hola Dalia, no estoy tan mal como parece por mis úlimos escritos. Es una especie de catarsis escribir esas cosas. Pero la vida sigue. Me río seguido (a diario, procuro) y hasta tengo algunas ilusiones, jajaja. Un abrazo hasta Zaragoza

Dalia dijo...

Hola Rafa:
Feliz nuevo año a ti también. Parece que ambos hemos estado muy vagos a la hora de aparcar unas lineas en nuestros blogs. Debemos subsanarlo.
Me alegro que hayas tomado unas merecidas vacaciones que no todo es alimentar la mente con sabiduría de otros, a veces hay que holgazanear y enriquecerse de lo que nos rodea que también encierra mucha sabiduria.
Un abrazo