Lo que empezaba a creer imposible, ocurriô esta semana: saliô el sol y aumentaron las temperaturas en toda Francia. Inclusive, en el pueblo en el que vivo que yo creî condenado por los dioses a tener siempre trenes atrasados y a estar siempre nevado, nublinoso o, ya de perdida, nublado. Pues no, contrario a la que ûltimamente se habîa convertido para mî en una verdad irrefutable, también en Saint-Flour, sale el sol. Y ahora hasta me resulta agradable el viento, que se habîa convertido en mi peor enemigo desde que llegué a Europa (a finales de septiembre) puesto que resultaba el factor decisivo para hacer descender aûn mâs la sensaciôn térmica y, ademâs, te producîa unas ganas locas de devenir en tortuga para tener la opciôn de meter la cara dentro de algûn caparazôn que te lo cubriera.
Aunque oficialmente todavîa no empieza la primavera, estamos a tres escasos dîas. En climas como éste verdaderamente el fin del invierno trae consigo la vida, que se habîa escondido latente detrâs de refugios insospechados o tan comunes como una chimenea. ¿Ahora entiendes porqué las culturas antiguas adoraban al Sol? me preguntô un conocido. No habîa caîdo en la cuenta hasta ahora en los ciclos anuales y la importancia de las estaciones para la renovaciôn de la vida. Yo sôlo sé que extraño el invierno hermosillense, ûnica recompensa de soportar su ardiente verano. Todavîa no puedo salir con camiseta, shorts y huaraches a la calle, pero ya veo cercano el dîa.
Ver de nuevo el sol ha sido tan gratificante como nunca lo hubiera podido pensar en una tarde de agosto en Hermosillo y sentir su calor sobre la piel lo es aûn mâs. Cambian los humores, las actitudes y, afortunadamente, la ropa que portas. Estaba ya tan harto de los abrigos, las bufandas, los guantes y los empalmes, que salir con ropa ligera se ha vuelto un placer que me alegra las mañanas.
Hace unos dîas, fue un rayo de sol en la cara el que me despertô, acariciando mis mejillas (lo pongo con poesîa barata, porque es la ûnica que puedo producir). Fue una sensaciôn tan placentera que fue capaz de levantarme de la cama con una sonrisa, lo cual me parecîa imposible dado que nunca me levanto de la cama por convicciôn sino por obligaciôn. La nieve sigue derritiéndose y yo no dejo de contemplar con una satisfacciôn nevicida como cada dîa se van reduciendo las montañas de nieve y hielo que se habîan formado por todas partes y en las cuales tenîa que luchar cual incansable esquiador, sobre todo cuando me ponîa los zapatos cuyas suelas son unas verdaderas tablas de esqui. Bueno, ésa era mi culpa pero no podîa dejar que el clima escogiera por mî lo que me iba a poner. Confieso que después desistî de mi inflexible posiciôn y opté por suelas antiderrapantes.
Una vez desahogadas todas mis penas meteorolôgicas y habiendo agradecido al cielo las temperaturas superiores a los diez grados de las que estoy disfrutando, me despido de mis imaginarios lectores, entes errantes que visitan por primera vez o periôdicamente, por alguna absurda ostinaciôn de encontrar algo interesante, este rincôn de ceros y unos perdido en la red.
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2 comentarios:
¡Yo estoy leyéndote! Esto es más que una combinación de unos y ceros... Estudié Relaciones Internacionales y comparto contigo el gusto por los viajes. Saludos
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