No cabe duda que las sensaciones son relativas. Ya van como cinco veces que me convenzo de haber conocido de verdad el frîo. Y cada vez la temperatura baja mâs para que me dé cuenta que siempre puede ser peor. Lo bueno es que lo que inicialmente me parecîa frîo ahora me parece un clima del todo dulce.
El miércoles tenîa clases en el colegio, que es como a 800 metros de donde vivo. Nunca me pareciô mâs lejos. Habîa una tormenta de nieve que habiâ empezado el domingo por la noche y que no terminô hasta ayer jueves por la tarde. Pero de esas tormentas de Heidy en los pirineos, que la nieve te dobla. Ahora pasô la tormenta pero sigue nevando. Bueno, el caso es que no solamente estâbamos a -11°C, que ya es horrible, sino que habîa que agregarle un viento muy fuerte que traîa suspendidas partîculas de nieve que te golpean la cara y las sientes como pequeñas brazas, porque es como si te quemaran. Ademâs, para ir caminando tienes que ir buscando el camino por donde otros hayan pisado, porque de lo contrario hay veces que te llega la nieve a salvas sean las partes y es algo horrible. Finalmente, llegué al Colegio, con las pestañas blancas de las estalactitas que se me habîan formado que no podîa ni abrir los ojos. Ademâs, el vapor que me cubrîa los lentes se congelô, asî que no podîa limpiarlos, hasta que los lavé con agua caliente.
Ayer fui a casa de unos profesores con quienes me llevo muy bien. Ella es una andaluza maestra de español en el Colegio y él, profesor de matemâticas en el Liceo. Pues resultô que tenîan un burro moribundo en un terreno a un lado de St Flour. Parece ser que era una infecciôn, y que para bajarse la calentura los dichosos burros se acuestan en la nieve y terminan por morirse congelados, por eso hay que estar pendientes de ellos. Yo los entiendo: con ese frîo y al aire libre por mâs peludos que estân los burros aquî morirse parece la mejor soluciôn para dejar de sufrir las inclemencias del tiempo. Pues a las ocho de la noche y con -10°C andaba este huasabeño que soy en despoblado, revisando burros moribundos ajenos. Y eso no fue lo peor, sino que mi inexperiencia para caminar en la nieve me hizo caer bonitamente dos veces, sî, hasta el suelo. No es nada agradable porque se te enfrîa desde los talones hasta la espalda, pero afortunadamente no me golpeé nada que lamente, excepto las manos que no me dolieron por el golpe sino por lo frîo del hielo que causô mi deslizamiento.
Bueno, ya no quiero agobiarlos con mis quejumbrosas crônicas de las consecuencias de vivir en un bello pueblecito todo nevado, que desde dentro de la ventana se ve precioso, mientras no se te ocurra salir ni un momento. También tiene sus ventajas, porque cancelaron las clases jueves y viernes, asî que me pude dedicar con mâs tiempo a escribir mis reportes y a leer el Quijote, que me resisto a acabar, pero que solo me quedan unas pâginas de aventuras mâs graciosas que mis caîdas en la nieve. Ya me quedan solo dos semanas para salir de vacaciones, ya les contaré mâs delante en dônde pienso pasârmelas, porque de que me urge salir de Saint-Flour, duda no cabe. Un abrazo de monito de nieve para todos.
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