Al fin y al cabo, los días en los que uno pasa por ciento cincuenta y tres emociones sucesivas me terminan gustando. Esos días, por ejemplo, en que uno amanece con sueño queriendo alargar las horas en la cama por haberse prolongado la velada del día anterior, que pasan de la modorra a la motivación súbita que nos causa levantarnos de un salto por habernos acordado de un pendiente. Los días en que después de estar motivado se te descompone el iPod que acabas de comprar acabando con la motivación y dando paso a la frustración. Que luego te enojas y al rato te dan ganitas como de llorar un poquito pero mejor te las tragas porque no es de hombres. Y en que después de una charla amena te vuelve el buen humor y que sin razón aparente te entra la esperanza y no pasa mucho tiempo antes de estar no sólo ilusionado sino contento. Y luego otra vez te acuerdas del iPod y maldices en voz baja a Apple y, en general, a los cerdos capitalistas, para luego ponerte nuevamente feliz porque te vas de fin de semana a la playa. Esos días en los que los vaivenes del ánimo te hacen parecer un catálogo de enfermedades psiquiátricas, ahora un esquizofrénico, un paranoico, un hipocondriaco.
Esas fechas en que lo humano se distancia abrumadoramente de lo divino me gustan porque, en materia de emociones, lo kitsch aunque no sea sofisticado es muy entretenido.
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1 comentario:
Me hiciste vivir un dia en la vida de Rafa con tus palabras. Y mira, eso del sentir intensamente y cambiar de parecer, es caracteristica de las mentes brillantes ;) Disfruta tu playita iPod-less!
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