martes, junio 15, 2010

Las malaventuranzas de un flaco

La semana pasada tuve la peregrina ocurrencia de inscribirme en el gimnasio. En realidad, al gimnasio me he inscrito muchas veces, he ido otras tantas y he faltado la gran mayoría. Yo quisiera ser una persona disciplinada, comer raciones adecuadas de proteínas y limitadas de carbohidratos, pero no haber vivido nunca de mi cuerpo me ha convertido en un ser negligente y sólo tengo manifestaciones muy intermitentes de rigor atlético. La idea realmente peregrina fue acceder a asistir a una cita en la que me harían un examen personalizado de mis capacidades gimnásticas y la manga del muerto. [NOTA: no tengo caraja idea de qué sea la manga del muerto, pero se me había acabado el soplo inspirador de las descripciones y no sabía cómo acabar la oración.] Me dieron la cita para que atendieran a mi persona personalizadamente y listo. Acudí puntual, lo cual todavía me cuesta algo de esfuerzo porque no conozco bien las rutas. Empezaron las mediciones. La balanza fue muy poco generosa con mi peso que estuvo un kilo debajo de lo que considero mi promedio. La estatura seguía igual, lo cual es siempre un alivio porque empezar a encogerse no habla muy bien de uno. El tipo me dice párese allá en frente y me observa con un detenimiento que no hace sino incomodarme. Derechito. Ponga sus pies a la altura de sus hombros. Caray - pensé - ahora viene el kamasutra. - ¿Cómo? - Sí, que abra sus pies alinéandolos con la posición de sus hombros. Ah, bueno, eso suena más decente. - Usted tiene $&%#. Masculló una palabra de ésas que suenan a Vademécum y que no entendí ni pude descrifrar etimológicamente. - Que sus rodillas apuntan hacia afuera. ¡Jolines! ¿Eso es grave? - No, es genético. Ah,vaya, si es genético no debe de ser nada grave, según la lógica retorcida de este tipo. - ¿Y qué puedo hacer para corregirlo? - Nada, usted tiene la rodillas apuntando para fuera, no hay nada que hacer, pero ya le digo, no es grave.

Tengo 29 años viviendo con unas rodillas deformes que apuntan una para Chihuahua y la otra para El Paso, Texas, y nunca me había percatado. Me queda claro que mis padres tampoco lo hicieron en su momento y - gracias al cielo - nunca anduve con mangueras de Forrest Gump bailando el pasito de Elvis. Pero ahora, 29 años después, me veo las rodillas y me parecen mounstrosas. Absolutamente salidas de sus casillas. Es impresionante el poder de la sugestión que tienen los términos médicos en mí (aunque no pueda recordar su nombre). Ahora cada vez que hago una sentadilla volteo a ver de reojo a mis rodillas y las encuentro insufriblemente divorciadas la una de la otra. Como si no se dirigieran la palabra, como si estuvieran celosas y hubieran renunciado a trabajar en equipo. Claro, tengo para mí que por ser un problema genético no es grave, según el instructor del gimnasio, a quien no le creo más de dos o tres palabras juntas.

Pero eso no fue todo. Cuando me hubo medido casi todo lo que se puede medir en la anatomía humana (aquí agradecería que evitáramos malas interpretaciones de naturaleza pícara que no vienen a lugar), me dijo "sostenga usted este aparato" (vuelvo a hacer la misma petición). Se trataba de un adminículo que había que tomarse con las dos manos y mantenerlo con los brazos extendidos a la altura de la barbilla. Se supone, se supone, que mide el porcentaje de grasa corporal. A mí no me pareció más que alquimia de la más vil con algunos microchips para dar la impresión de modernidad. Me marca error - me dijo el tipo - probemos otra vez. Misma historia. Me parece, diagnosticó el consumado atleta, que usted tiene niveles de grasa por debajo de lo normal. Ah qué caray, le dije yo, ahora resulta. Pues es que este aparato es muy preciso y a usted no le ha detectado la grasa. Yo, con las rodillas separadas y apuntando cada una para un lado diferente, pensé "¡mecacho! Kate Moss estaría dando brincos de contenta con la noticia". Bueno, ¿y qué puedo hacer? - Hay que subir de peso, sentenció el interpelado. ¡Menuda receta! Tengo desde la aciaga pubertad tratando de subir de peso y ya pasaron tres lustros sin conseguirlo. Pero es que no puedo. Lo mío, lo mío, es la espiritifláutica delgadez de hoja siempre verde. - Tal vez, entonces, tenga que ver a un nutricionista. - ¿A un nutricionista? Como para qué, para que me mande a comer tres latas de atún, dos huevos cocidos, un gramaje excesivo de espinacas y germen de trigo y, además, además, me prohiba tomar coca-cola. No, yo paso.

Siempre es la misma historia con estos exámenes, diagnósticos, checkups o lo que sea. No saben decir que está todo bien. Deberían tomar en consideración que uno es medio hipocondriaco y que, además, es paradójicamente adverso a las farmacéuticas. No, pero nada de eso les importa. Siempre te han de dejar con el mal sabor de boca por sus juicios de valor negativos aunque sea por la alineación de tus rodillas. Yo he tomado la decisión zen de no hacerles caso. Seguiré feliz con mis distorsionadas articulaciones y lo único que haré es comer más postres hasta ponerme cachetón como Rossie O'Donnell.

6 comentarios:

OJ Gonzalez-Cazares dijo...

jajajaja excelente narracion, mi flaco de oro! aca entre nos: yo no le haria caso a un instructor de gimnasio tico... y menos al aparatejo que indico que tus niveles de grasa corporal son menores a lo normal... (pero me podrias pasar por favor la marca y modelo del mismo asi como donde me puedo comprar uno igual, si no que exactamente ese??? no lo querra vender en ebay???)... BESO!

RBD dijo...

Jajaja, pues, mira Olga, hoy mismo les pediré el mentado aparatillo y te lo enviaré sin demora en la primera diligencia que salga rumbo a Sonora... o Arizona (con su correspondiente pasaporte, porque si no lo trae consigo es delito, jaja).

Un beso y ya vengan a visitarme!!!

Rafa

Adriana Argaiz dijo...

Querido Marcelo, me hiciste reir demasiado con tus aventuras atléticas y con tus rodillas desencajadas! Ya quisiera yo contar con tanta sofisticación y modernidad atlética en el Soconusco! Pero sobretodo, ya quisiera yo que un día de estos no muy lejano me dijeran que me falta peso y me falta grasa, porque yo, de todo eso tengo mucho para dar!! jaja!! Quiero ese aparato milagroso/mentiroso! Un abrazo centroamericano!

Anemus dijo...

Malaventuranzado de mi corazón, insisto, su escribir simplemente me parece maravilloso! Reí horas con eso de sus rodillas charras! Lo que le puedo decir es lo siguiente.

Ir al gimnasio tiene muchos objetivos, uno de ellos es mejorar la apariencia física. Pero este objetivo se da, a veces cuando alguien no se siente cómodo con su cuerpoo, y claramente no es tu caso.

Sin embargo, el gimnasio representa mucho más que una mejora en la apariencia física y el aumento de la vanidad!

El gimnasio representa un espacio propio en el que alguien cultiva su cuerpo, como cuando uno lee un libro y le dedica unos minutos a su cerebro.

Cada parte de tu cuerpo necesita ser entrenada, adiestrada, cuidada, procurada, querida y sobretodo APAPACHADA!!!

y tus músculos, incluyendo tu CORAZÓN, también necesitan de ese interés que tu sí le das a tu mente.

Has caso omiso de esos artefactos, de ese checkup, y de ese entrenador. Pero escucha tu cuerpo, y regálate al menos 3 sesiones a la semana en las que tú solito puedas convivir con tu cuerpo, para que ambos se conecten.

Y no te comas esos pasteles para subir de peso, no los necesitas. Mejor come más pollo y pescado y obten la grasa que ellos te aporten! Incluso nueces, pistaches, avellanas, almendras, cacahuates y demás semillas que te aportarán grasas insaturadas y una energía excepcional.

Si tu deseas subir de peso, te recomiendo que rigurosamente y casi religiosamente comas al menos 4 veces al día. Y en estas comidas incluyas mucha fruta, mucho arroz, avena y amaranto.

PD. Espero verte muy pronto!!

RBD dijo...

Adriana, pienso hacer de la venta de esos aparatos malévolos mi modus vivendi. Así que en cuanto la línea de producción me lo permita, te enviaré tu paquetito con algún Mara hasta tu trono en el cálido Soconusco, jaja. Un abrazo tan centroamericano como se puede.

Estimado Anemus, tu detallada respuesta no sólo ha sido fuente de gran alegría y sosiego para mi alma intranquila, sino una muy buena noticia, en particular la de los cacahuates, porque son mis favoritos y como aquí no he visto la estimada golosina Nipon o Kawashaki (o algo así) pues había suspendido su consumo. Comer cuatro veces al día también me ilusiona bastante, sobre todo si puedo considerar una comida mi bolsita de cacahuates y mi coca-cola (light, claro).

En efecto, creo que el instructor me confundió con uno de esos gorilas que ves en el gimnasio estirar sus abultados músculos una y otra vez, mientras se contemplan en el espejo viendo reflejada la cara de Stallone o Shwarzenegger (o algo así) y no reconoció (ni con mi palidez de oficinista siberiano) que lo mío, lo mío, son aspiraciones musculares más modestas.

Lo de las rodillas seguiré pensando que por ser genético no es grave, así ya no me preocupo por casi nada. Yeeei!!! Tengo este asunto resuelto!!! Cuando vengas a visitarme te invitaré una cena a manera de honorarios por tan detallada consulta. Un abrazote,

Rafa

Anónimo dijo...

Hola Rafa un muy caluroso saludo desde el caluroso, muy caluroso Huásabas. Estoy llorando de risa con el divorcio de tus rodillas, tu vida en Huásabas cap 13, que modo de relatar las cosas, ¿a qué hora hacías tantas cosas que yo no me daba cuenta? Se me afigura que una que otra la inventas jaja. Besos hermano DTB. Cuidate y que la diplomacia mexicana valore lo que tiene en ti.