En estos momentos acabo de entregar el último trabajo de toda la maestría. Después de lo que hice hoy mis labores académicas han concluido definitivamente. Me resulta increíble pensar que los dos años intensos de mi vida que pasé estudiando para ser Maestro en Administración y Políticas Públicas ya terminaron. Fue una inversión en tiempo larga, en realidad. Pero sobre todo fueron una enorme cantidad de fines de semana que no eran sino oportunidades para tener más tiempo para leer, estudiar, escribir, trabajar en equipo, en fin, cientos de noches tirado en mi cama o recargado en algún escritorio tratando de avanzar en mis pendientes escolares. Y lo voy a repetir: ya se acabó. Sí, se acabo hoy y lo reiterativo de mi comentario tiene que ver con que no quiero que me pase de noche el día que tanto anhelé cuando el agotamiento o el agobio sólo me hacían desear terminar con todo esto. Sin embargo, la nostalgia es mi mal irremediable y en el espacio de corazón que no está ocupado por la felicidad de terminar y por el nerviosismo de hacer bien las cosas en mi recién estrenado trabajo, en ese espacio está alojada una inmensa nostalgia de lo que fue y que ya no será. Las charlas cotidianas con mis compañeros de la maestría que la mayoría ya son amigos entrañables. Extrañaré esas conversaciones tribiales tanto como las más acuciosas sobre algún tema público de México o del mundo. Echaré de menos el alivio que se sentía cuando terminabas un examen o entregabas un trabajo; o la satisfacción de enterarte que te fue bien o de una sentida felicitación de parte de un maestro. Recordaré con envida los días en los que el aprendizaje era tan intenso que hasta tu vocabulario cotidiano cambiaba y sólo hablabas con la terminología que ibas aprendiendo. Y me pondré triste de pensar que ya no podré hacer mis chistes sosos y terriblemente nerdosos que utilizaban los términos, argumentos o autores que estuvieron más presentes en la maestría y, peor aún, no podré escucharlos de mis compañeros excepto cuando nos reúnamos en distintos contextos, en diferentes escenarios y no afuera de los escalones de la biblioteca, en frente del asta bandera o sentados en el comedor después de haberle pedido una chapata con un Boing a Doña Felis (gracias Doña Felis, jeje). U organizar un viaje en los fines de semana que no estuvieran ni cerca de los parciales ni de los finales, o sea, muy pocos. También extrañaré no tener credencial de estudiante y poder obtener algún descuento significativo para los ingresos de una beca Conacyt que era, a la vez, tan buen sustento. Supongo que tanta nostalgia ya sabrá a cursi, pero he decidido que la disfruto tanto como las alegrías que me da lo nuevo.
De regreso de Santa Fe, cuando fui hoy a entregar la versión impresa de mi tesis a mi supervisor, el tráfico de tan célebre zona se despidió con broche de oro, a vuelta de rueda desde que salí del CIDE hasta que llegué a la estación de metro. Tantas horas de mi vida pasadas en esa ruta con tráficos estancados deben tener su significado especial. Y como el día era lluvioso también decidí hacer algo que hago muy poco y solté dos o tres lagrimitas celebrando el fin de una era (para mi vida, claro está, pero puesto en términos paleontológicos se escucha más rimbombante) y el inicio de otra. Mandé algunos mensajes de texto a quienes estuvieron presentes de manera especial en esta etapa y le di vuelo al carrusel de las sensaciones. Debo confesar que lo disfruté sobremanera.
Ahora estoy en la oficina y en la mañana me enteré que mi anhelado sueño de tener fines de semana para mí se ha esfumado, por lo menos para este fin que yo planeaba soltar mi cabellera. El trabajo se acumuló y hay que sacarlo. No será difícil resignarme, hace dos años que mis fines de semana no significan mucho para mí. Ya llegarán los gloriosos tiempos en los que pueda dormir hasta que el ombligo se me hinche y que sea el amo absoluto de mi tiempo libre. Por lo pronto, sigo con la sonrisa perenne en los labios porque una vez más me puedo decir a mí mismo con conocimiento de causa que los sacrificios tienen recompensas.
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7 comentarios:
El título se refiere a los círculos del Infierno y del Paraíso de Dante, aunque la verdad no podría decir a ciencia cierta si estoy atravezando círculos descentes hasta el noveno círculo del Infierno o ascendentes hacia los del Paraíso, pero no me quiero complicar por el momento con esas consideraciones.
Rafael Barceló Durazo
Felicidades de todo corazón, porque estos dos años en los que no hablamos siempre desee que te fuera bien y salieras con éxito (aunke no lo pareciera),y aunke mis buenos deseos no los necesitas, porke tienes todo para triunfar, fueron de corazón.
un abrazo muy grande et on se voit bientôt!
Felicidades por terminar este ciclo. Te entiendo porque yo estoy a unos pasos también de terminar el mío. Y es difícil pensar en pasar de ser estudiante a "trabajador". Los años de posgrado son buenísimos, sobre todo porque somos dueños de nuestro propio tiempo.
Además eres un suertudo. Apenas cerraste detrás de ti la puerta del CIDE y ya tienes trabajo.
Mis respetos
Y un saludo...
¡Enhorabuena, Rafa! Entiendo lo que sientes porque yo también lo sentí una vez. Recuerdo que el día de la defensa pública de mi Tesis Doctoral, al terminar y darme la calificación con el público puesto en pie, el presidente del tribunal dijo solemnemente algo así: "Ha agotado usted el ciclo universitario. La Universidad ya no puede ofrecerle otro título más elevado que el Grado de Doctor". Sentí inmensa alegría pero también cierta desolación: llevaba más de 30 años estudiando y parecía como si la Universidad me cerrara sus puertas. Luego volvería a ella para ocupar otro estamento y, la verdad, suelo decir algo parecido cuando me toca presidir algún tribunal de tesis.
Hacia qué círculos dantescos te vas a dirigir y vas a recorrer a partir de ahora dependerá de ti y de las circunstancias que te rodearán. Yo creo que eres una persona con aura positiva y tendencia a moverte hacia arriba.
Un abrazo.
Definitivamente tu recompensa siempre ha sido el éxito y eso en todas tus etapas. Aseguro que no hay hermana que se sienta tan orgullosa como yo y no hay hermano que me inspire a ser mejor como tú... Felicidades hermano Lelo.. k lo unico k tienes d lelo es la sonrisa jajaja tQM =*
Te leo, y me empieza a entrar nostalgia también por los chistes nerdosos y las pequeñas rutinas que acaban conformando una tribu de seres que se vuelven entrañables... Los posgrados son un poco como la escalera de Wittgenstein: hay que subir por la ruta, para después poder darle una patada y pasar a la siguiente etapa y no quedarte encaramado en la escalera. Aunque si duele pero, de alguna manera, este dolor tiene una parte de cicatrización del pasado. Duele hoy y dolerá menos mañana. Y un día sólo quedarán los chistes nerdosos y los nerds que los contaban. Eso espero... En mi caso, estoy en la depresión postitulación que muy pretenciosamente he comparado con una depresión posparto... Un abrazo, y no dejes que se siga posponiendo más ese fin de semana posterior al fin de la maestría, exclusivamente dedicado a ti
Navegando por el internet, me encontre con tu nombre tan familiar para mi, (creo que hasta familia somos) pero ese no es el tema...Me dio gusto y muchas felicidades en tu vida y todas tus suenios se realicen! acuerdate tambien de tu creador y que te bendiga!
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