Hoy recorrí, personalmente en persona, la nada despreciable cantidad de catorce consulados generales en Nueva York. No se trataba de negociar asilo político en ninguno país del orbe que, hasta donde yo sé, todavía puedo ser libre y feliz en mi país, México, y también en el imperio de nuestros días que ahora me acoge y que me ha mostrado intermitentemente su hermosa cara y sus despreciables vísceras. No, no se trataba de eso, sino de una investigación que hago para la materia Clínica de Política Pública sobre identificaciones consulares para inmigrantes.
Pues aunque sé que tengo más de domador de serpientes que de investigador, como no tenía otro remedio, eché el cuerpo al agua y con un mapa de Google que identificaba con irregulares puntitos cada consulado de interés, me dirigí al East Side (donde para mi fortuna está concentrada la gran mayoría de los consulados, en un radio de unas quince cuadras). Mucho me temía que la innecesaria pompa diplomática sería un grave impedimento para llevar a cabo mi misión, que hoy por la mañana me parecía Misión: Imposible IV. Pues resultó que no, en todos los consulados fui recibido sin mayor complicación y sin cita previa. Con la excepción del de Venezuela, que parecía que pensaban que era yo de la CIA y que tenía como objetivo derrocar el régimen de Hugo Chávez, porque me han visto y respondido con una suspicacia que hasta me dio miedo de mí mismo. La recepcionista me anunció a su superior como alguien que viene de Columbia a hacer unas preguntas "investigativas". Yo no sé si en Venezuela ese tipo de pregunta sea de efectos particulares, pero no me invitaron a pasar, sino que el también suspicaz funcionario bajó a la recepción para responder mis preguntas investigativas, así no subía yo y me enteraba de los secretos de estado venezolanos.
He de confesar que para evitar rechazos y desprecios procuré evitar que mi condición de insignificante estudiante fuera muy evidente y me eché encima un saco sport y hasta me puse camisa. Empezaba con la frase: "Vengo de la Universidad de Columbia" sin aclarar muy bien cuál era mi verdadera identidad, hasta ser inquirido específicamente al respecto. Pues me encontré con todo tipo de gente. Hasta entrevisté a consules de carne y hueso; a las de Guatemala y a la de Uruguay, para precisar. La cónsul uruguaya hasta resultó apellidarse Barceló, lo cual, por alguna extraña razón, nos dio mucho gusto a los dos. Todo el día estuve subiendo elevadores y haciendno varias entrevistas en los tres idiomas que más o menos mastico.
Impresiones generales: la gente es buena gente; los consulados pueden ser menos glamorosos que una oficina del Seguro Social; un saco sport aunque vaya acompañado de tenis, como en mi caso, reduce los tiempos de espera en la recepción (también la frase vengo de Columbia, Harvard, la NASA, etc. Les recomiendo que la usen nunca te piden que te identifiques); y, el consulado de Guinea tiene un aroma que no he podido identificar y que no es desagradable, pero que cuando estás sentado una hora en la sala de espera, resulta muy agobiante.
Conocí(por fin) la Organización de Naciones Unidas, que tenía, aprte de muy buena vista de Brooklyn, una exposición de fotos que me dio ganas de viajar a lugares insospechados (como a la región central de Afganistán, what the fcuk!!!). La ONU, por cursi que se oiga, tiene un significado muy importante en la manera en la que veo el mundo, pero sobre todo en la manera en la que creo que el mundo debe ser.
También entré a la Iglesia de la Sagrada Familia que se ostenta como "la parroquia de las Naciones Unidas", suena poderoso, ¿no? Su arquitectura y decoración son muy modernas pero, para mi gusto, excelentemente logradas. Digamos que entró a la lista de Mis capillas favoritas. Además, Paulo VI y Juan Pablo II han estado ahí, después de participar en reuniones de la ONU. Estuve, además, en otra Iglesia que está en Midtown, Saint Savior si la memoria no me engaña, para celebrar el día de Todos los Santos y asistí al Rosario en inglés, pero como no me sabía el Ave María en dicho idioma, mejor cambié de opinión porque si no se reza con el fervor de mi nana Carmela, con todas las vocales aspiradas y tonos ascendentes y descendentes, seguro mi oración no llega al cielo. Pues básicamente así transcurrió otro día más de mi vida. Fue sui generis, poco productivo en términos de páginas leídas y cansado, pero tengo la impresión que quedará en mi memoria por un buen tiempo.
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4 comentarios:
Tu dia fue muy interesante, me gustaria que me contaras mas.
Mi cu;ado era embajador de Pakistan en D.C (en el 2000) y me encantaba visitarlo para oirlo hablar de politica y de otros menesteres sociales e intrascendentes.
Claro, la ONU es la encarnación imperfecta (como, por otra parte, es todo en este mundo) del sueño ilustrado cosmopolita... Lo que me temo es que ni los rezos de vocales aspiradas de la nana Carmela logren hacer que, en el corto plazo, el cosmopolitismo sea algo más que un ideal normativo que inflama los corazones de filósofos políticos como Habermas o literatos disidentes como Rushdie... No se puede soportar un viacrucis como el tuyo, si no se tiene un sentido del humor a prueba de balas... Saludos
Mario, me encanto la alusion al Viacrucis, que cobra un sentido enorme a la luz de las catorce estaciones que recorri. Cada una tuvo una escena diferente y puedo contar por lo menos tres "caidas". Ademas, una de las cosas que mas me gusto de la parroquia de la Sagrada Familia, fueron las originales estaciones del Viacrucis que adornan toda iglesia Catolica.
Mariana, no fui al consulado de Pakistan y estoy de acuerdo con que el adjetivo 'interesante' describe adecuadamente las andanzas del dia de ayer. Un saludo
Me acordé de un cuento de Borges donde catorce quiere decir infinito. http://ndirty.cute.fi/~karttu/tekstit/asterion.htm
Saludos, Rafa!
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