Acabo de terminar la ûltima clase frente a grupo que tendré (por lo menos en el marco de este programa de intercambio, que como la vida da tantas vueltas, pues mejor ni digo nada). Fue con mi grupo favorito. Es un grupo de sôlo tres alumnos que hablan bastante bien español y que son muy simpâticos. Bueno, a veces se pasan de simpâticos, pero me causan mucha gracia. Por ejemplo, hoy me dijo una de las alumnas que por la mañana me habîa visto sin camisa a través de la ventana de mi departamento, cuya pared exterior es 80% ventana. Espero que el 20% que no es transparente haya alcanzado a cubrir lo que no estoy dispuesto a que vean personas no autorizadas. Es una situaciôn en la que no sabes qué decir, asî que tienes que reîrte con la traicionera risita nerviosa.
Pero lo que querîa contarte, !oh querido blog!, es que ahora que estoy ya listo para terminar con esta experiencia y moverme a buscar otras diferentes, me he dado cuenta que voy dejando pedacitos de corazôn por todas partes. Ahora que me despedî de este grupo, una alumna me compuso una canciôn improvisando la mûsica y cuya letra escribiô unos momentos antes, con ligeras faltas en español que menos que hacerla incomprensible la hacîan aûn mâs simpâtica y, en el caso de haber estado yo hormonal, hubiera resultado muy conmovedora.
Me ha pasado toda mi vida que me aferro a los lugares, situaciones o personas que me rodean de momento. Pero ya con mi casi cuarto de siglo he comprobado que no puedes guardar una relaciôn directa con todos los afectos que vas creando. Se va dando automâticamente un proceso selectivo en el que conservas sôlo algunas relaciones y creas una especie de archivo muerto en el que pones a gente que recuerdas con cariño pero que no consideras volver a verlos o a tener contacto con ellos, a menos que la rueda de la fortuna que es la vida te lleve de manera casual a su reencuentro.
Ahora, estoy ya listo para dejar Saint-Flour, que recordaré con mucho cariño, y me despido de mil personas que estoy seguro no volveré a ver. Es enternecedor cuando alguien que tû creîas lejano e indiferente a tu presencia te dice cosas lindas que van mâs allâ de la simple cortesîa de una despedida. Cuando eso se repite el mismo dîa entro a un estado como de calabacita italiana, es decir, me pongo tiernito. Me puede dejar de ver a personas que he apreciado mucho y que me han enseñado una cantidad impresionante de cosas. También me hace sentir triste alejarme de una cultura que, aunque me es ajena, he aprendido a querer con ese modus vivendi que pretendiô adoptarme y que siento que en algunos sentidos me ha marcado.
Como ya me puse demasiado cursi (lo siento, estâ en mi naturaleza: sôlo los que han podido vivir con eso me conservan por amigo) y derramé enormes cantidades de miel, daré por terminado este artîculo, antes de mojar con mis lâgrimas el teclado y causar un corto circuito en la computadora, que darîa como resultado que lo pierda por no haberlo grabado antes (la exageraciôn pretendiô ser simpâtica).
jueves, abril 14, 2005
miércoles, abril 13, 2005
Haciendo maletas...
A pesar de que mi actividad favorita es viajar no me caracterizo por mi habilidad para hacer maletas. Sin embargo, no puedo seguir evadiendo mi responsabilidad y hace unos dîas empecé ya a deshacerme de las cosas que no necesito o que, aunque necesite, dejaré aquî en Saint-Flour. Desafortunadamente mi maleta no estâ hecha de material elâstico pues estoy empezando a dudar que todo lo que quiero meter en ella vaya a caber. Tampoco me caracterizo por mi habilidad para deshacerme de las cosas. Tengo una especie de complejo freudiano que se manifiesta en la obsesiva e incômoda capacidad de almacenamiento hasta de las cosas mâs inûtiles. A la hora de tener algo en la mano y el bote de basura a un lado siempre estâ la voz interna que opina que probablemente tendré necesidad de dicho objeto, papel, boleto, comprobante, etcétera, aunque las probabilidades reales sean mâs pequeñas que la de que no desaforaran a Lôpez Obrador.
Pues en eso estoy ahora, desgarrândome el corazôn por tirar los tickets con los que llevaba mi contabilidad mensual o los boletos de tren que he utilizado en mis viajes (y en los que he invertido 550 euros, que hubieran sido mâs de 1000 si no fuera por mi maravillosa tarjeta de descuento 12-25), bueno, pero eso es completamente otra historia, cuyos personajes principales somos yo y la tantas veces maldecida SNCF. Pero ya estâ decidido, tengo que tirar todo eso, so pena de quedarme sin ropa para el regreso.
Otro problema que reduce mis ganas de comenzar el proceso de empaque es que la maleta se apestô a guardado, es decir, horrible!!! Ya tiene una semana oreândose, pero los resultados no parecen ser espléndidos. Asî que, mexicanos y mexicanas, si al llegar a Hermosillo huelo a clôset (o a ratas para decirlo mâs claramente) no es porque haya tomado el hâbito, atribuido a los franceses, de bañarme tan a la larga como el orden pûblico lo permita, sino porque mi ropa se impregnô del indeseado aroma del veliz, petaca, valija o como quiera usted, caro lector, llamarle a una simple maleta.
Y trayendo a colaciôn el proverbio popular de: "menos plâtica y mâs acciôn" me retiro del aire para ponerme a trabajar en el embalaje de mis pertenencias, no sin antes publicar la foto que aparece en la parte superior a este "artîculo" para agrandar la nostalgia de dejar este Huâsabas francés en el que vivo. Saludos.
Pues en eso estoy ahora, desgarrândome el corazôn por tirar los tickets con los que llevaba mi contabilidad mensual o los boletos de tren que he utilizado en mis viajes (y en los que he invertido 550 euros, que hubieran sido mâs de 1000 si no fuera por mi maravillosa tarjeta de descuento 12-25), bueno, pero eso es completamente otra historia, cuyos personajes principales somos yo y la tantas veces maldecida SNCF. Pero ya estâ decidido, tengo que tirar todo eso, so pena de quedarme sin ropa para el regreso.
Otro problema que reduce mis ganas de comenzar el proceso de empaque es que la maleta se apestô a guardado, es decir, horrible!!! Ya tiene una semana oreândose, pero los resultados no parecen ser espléndidos. Asî que, mexicanos y mexicanas, si al llegar a Hermosillo huelo a clôset (o a ratas para decirlo mâs claramente) no es porque haya tomado el hâbito, atribuido a los franceses, de bañarme tan a la larga como el orden pûblico lo permita, sino porque mi ropa se impregnô del indeseado aroma del veliz, petaca, valija o como quiera usted, caro lector, llamarle a una simple maleta.
Y trayendo a colaciôn el proverbio popular de: "menos plâtica y mâs acciôn" me retiro del aire para ponerme a trabajar en el embalaje de mis pertenencias, no sin antes publicar la foto que aparece en la parte superior a este "artîculo" para agrandar la nostalgia de dejar este Huâsabas francés en el que vivo. Saludos.
viernes, abril 08, 2005
Pour dire au revoir...
J’ai décidé d’écrire cette lettre à l’occasion de mon départ pour remercier ce pays magnifique qui m’a accueilli d’une manière chaleureuse (en dépit de son cruel hiver) ainsi que les gens qui ont manifesté des attentions à mon égard.
J’ai bien profité de mon séjour : mieux connaître la France et les Français, partager la culture française en l’appréciant davantage. J’ai beaucoup aimé Saint-Flour, cette charmante ville du Cantal, qui représente si bien la « France Profonde ».
Il faut que vous soyez fiers du pays que vos ancêtres et vous-mêmes ont construit et sont en train de construire et, à la fois, que vous continuiez à le faire grandir pour demeurer comme une Nation modèle dans le monde entier.
De ma part, j’ai essayé de partager l’amour que j’ai de ma Patrie, le Mexique, en parlant d’elle aux habitants de ce pays différent du mien, mais je pense qu’il existe des affinités culturelles entre ces deux pays. J’ai trouvé avec plaisir des gens qui aiment mon pays et des élèves qui ont apprécié mon séjour pour apprendre l’espagnol et pour savoir ce qui se passe dans les coins les plus éloignés de chez eux. Pour ma part, je me suis régalé de leur parler de l’Amérique Latine.
Je pars tout à fait satisfait de cette aventure sanflorain que j’ai commencée en septembre et qui touche à sa fin aujourd’hui. Je considère avoir appris beaucoup de choses. Je suis, par contre, content de rentrer chez moi parce que, comme disait un poète Argentin, Atahualpa Yupanqui : « l’homme est de la terre qui se déplace ». Je vais, donc, retourner sur la terre dont je fais partie.
Amicalement,
Rafael Barceló Durazo,
le Mexicain de St. Flour.
J’ai bien profité de mon séjour : mieux connaître la France et les Français, partager la culture française en l’appréciant davantage. J’ai beaucoup aimé Saint-Flour, cette charmante ville du Cantal, qui représente si bien la « France Profonde ».
Il faut que vous soyez fiers du pays que vos ancêtres et vous-mêmes ont construit et sont en train de construire et, à la fois, que vous continuiez à le faire grandir pour demeurer comme une Nation modèle dans le monde entier.
De ma part, j’ai essayé de partager l’amour que j’ai de ma Patrie, le Mexique, en parlant d’elle aux habitants de ce pays différent du mien, mais je pense qu’il existe des affinités culturelles entre ces deux pays. J’ai trouvé avec plaisir des gens qui aiment mon pays et des élèves qui ont apprécié mon séjour pour apprendre l’espagnol et pour savoir ce qui se passe dans les coins les plus éloignés de chez eux. Pour ma part, je me suis régalé de leur parler de l’Amérique Latine.
Je pars tout à fait satisfait de cette aventure sanflorain que j’ai commencée en septembre et qui touche à sa fin aujourd’hui. Je considère avoir appris beaucoup de choses. Je suis, par contre, content de rentrer chez moi parce que, comme disait un poète Argentin, Atahualpa Yupanqui : « l’homme est de la terre qui se déplace ». Je vais, donc, retourner sur la terre dont je fais partie.
Amicalement,
Rafael Barceló Durazo,
le Mexicain de St. Flour.
jueves, abril 07, 2005
Reporte de la quincena...
Aunque he perdido la periodicidad para enviar mis reportes, las ganas no las he perdido. Estas semanas las notas importantes de mi vida son que ya me estoy despidiendo de Saint-Flour y sus moradores. Ayer, con ese motivo, tuve invitados a cenar (5 españoles y una francesa), bueno, en realidad a botanear, y decidî preparar lo ûnico que se me ocurre preparar: guacamole y tortillas de harina! (que ya habîa hecho hace dos semanas para una reuniôn similar). Bueno, pues como ya me siento señora de Villa de Seris en cuanto a mis honrosas capacidades para hacer tortillas (entiéndase sigo avergonzado porque no me salen bien) inicié el ya acostumbrado procedimiento de preparar la masa y, de nueva cuenta, no pude dar con las proporciones correctas y me pasô lo mismo que la vez anterior, a saber, que me quedaba seca y agregaba agua y después me quedaba aguada y agregaba harina. Repetî ese procedimiento aproximadamente unas ocho veces. Pero el reto principal era que esta vez fueran todas redondas y de un tamaño similar. Redondas sî me quedaron, bueno... para un ojo no muy exigente, pero me resultaron de todos los tamaños. Del sabor, todavîa no quedo satisfecho, pero creo que he mejorado. El guacamole sî me quedô mejor que la vez anterior, esta vez los aguacates no eran africanos, sino israelîes que se parecîan mâs al producto nacional y no estaban verdes, sino demasiado maduros, pero después de haber removido las desagradables partes negras todo lo demâs estaba decente. En la reuniôn hasta tuve regalos: un libro, una postal y una vaca (no vayan a pensar que viva) del Cantal, que es el departamento (distrito) en el que estâ Saint-Flour y cuyo animal caracterîstico es la vaca, debe ser porque las hay en proporciôn de tres vacas por habitante, jaja. Nos divertimos mucho hablando sobre la manera que tienen los españoles de designar a ciertas cosas y en México resultan totalmente obsenas. Pero como el contenido de este correo tiene un côdigo de censura bastante alto, no puedo reproducir ningûn ejemplo, excepto que al pobre 'trapeador' le dicen "fregona", jajaja... ¿cômo "fregona"? a esos españoles habrîa que devolverles una Conquista, aunque sea lingüîstica.
Esta semana inicé también las clases de despedida con mis alumnos y me han proporcionado un agradable sentimiento como de desocuparme de un pendiente que no molesta demasiado, pero que igual estâ ahî para recordarte que mi vida no es perfecta, jajaja. Ha habido algunos alumnos que hasta fingen que me quieren y me dicen que me extrañarân, pero es difîcil distinguir la sutil lînea que separa la hipocresîa de la sinceridad cuando se trata de sentimientos de adolescentes, modificados a cada momento por desbalances hormonales que los convierten en candidatos a monstruos de circo.
Por lo demâs estoy muy contento. El clima no es tan maravilloso como hace unas semanas, pero definitivamente es mâs soportable que el crudo invierno, excepto que anuncian nieve otra vez para mañana. Yo no lo puedo creer, pero hasta ahora los pronôsticos meteorolôgicos han sido muy veraces cuando anuncian malas noticias. Por otra parte, no estarâ mal ver un poco mâs de nieve antes de llegar a los inicios del verano hermosillense, pero podrîa prescindir de ella porque eso de andar vestido todo el tiempo como el monito de Michellin para soportar el frîo digamos que ya me cansô, para decirlo de manera polîticamente correcta.
Bueno, me despido mandândoles un abrazo y esperando que se reporten por el medio de comunicaciôn que les parezca mâs conveniente (hermosillenses: no aplican los anuncios en Hermosillo Flash, porque ûltimamente no paso mucho por el cruce de Rodrîguez y Encinas, jajaja).
Esta semana inicé también las clases de despedida con mis alumnos y me han proporcionado un agradable sentimiento como de desocuparme de un pendiente que no molesta demasiado, pero que igual estâ ahî para recordarte que mi vida no es perfecta, jajaja. Ha habido algunos alumnos que hasta fingen que me quieren y me dicen que me extrañarân, pero es difîcil distinguir la sutil lînea que separa la hipocresîa de la sinceridad cuando se trata de sentimientos de adolescentes, modificados a cada momento por desbalances hormonales que los convierten en candidatos a monstruos de circo.
Por lo demâs estoy muy contento. El clima no es tan maravilloso como hace unas semanas, pero definitivamente es mâs soportable que el crudo invierno, excepto que anuncian nieve otra vez para mañana. Yo no lo puedo creer, pero hasta ahora los pronôsticos meteorolôgicos han sido muy veraces cuando anuncian malas noticias. Por otra parte, no estarâ mal ver un poco mâs de nieve antes de llegar a los inicios del verano hermosillense, pero podrîa prescindir de ella porque eso de andar vestido todo el tiempo como el monito de Michellin para soportar el frîo digamos que ya me cansô, para decirlo de manera polîticamente correcta.
Bueno, me despido mandândoles un abrazo y esperando que se reporten por el medio de comunicaciôn que les parezca mâs conveniente (hermosillenses: no aplican los anuncios en Hermosillo Flash, porque ûltimamente no paso mucho por el cruce de Rodrîguez y Encinas, jajaja).
viernes, abril 01, 2005
La diferencia entre vulgar y Bvlgari...
Estimadîsimo blog, a ti no te puedo ocultar nada. Ni los momentos de peor vergüenza te pueden ser ajenos. Eres mi indiscreto confidente. Y hace tiempo quiero contarte una de las aventuras que vivî por incursionar momentâneamente y sin la menor preparaciôn en un mundo al cual no pertenezco.
Todo pasô en Zurich. Estaba yo solo paseando por la ciudad aprovechando algunas horas de espera para tomar el tren que me llevarîa de regreso a Parîs. En la oficina de informaciôn turîstica me dijeron que para el tiempo del que disponîa me recomendaban hacer un circuito que empezaba con la parte antigua de la ciudad, continuaba con sus dos principales iglesias y terminaba con la calle de compras, windows shopping para ser exacto que se llama BahnhofStrasse ,que viene a ser, segûn su nombre lo indica, la calle de la estaciôn de trenes. Es decir, que no habîa pierde, por ahî llegaba yo a tomar mi trenecito a Parîs, que por cierto fue magnîfico porque lo tomé en un andén que estâ prâcticamente en la calle, de hecho, es la banqueta, ni siquiera tienes que entrar a la estaciôn, tû vas caminando por la calle y te subes al tren sin mayores complicaciônes, con la vista de uno de los museos mâs importantes de Zurich y de impresionante arquitectura. Pero ésa es otra historia.
El problema empezô cuando olvidé el significado de windows shopping y dejé los escaparates para internarme en una. Para darte una idea estaban las tiendas de Hermès, Armani, Louis Vuitton, Gucci, Cartier, Mont Blanc, en fin, todas de precios prohibitivos. Y, para mi mala suerte, también estaba ahî la tienda de Bvlgari, mi marca de relojes favorita. Fue cuando vi algunos de los relojes que me dije a mî mismo: "oye, mimismo, pues entra a ver qué hay adentro" (con un acento entre tepiteño y de la ladrillera). Y asî lo hice. Bueno, asî intenté hacerlo. Pero la puerta estaba cerrada. Mi incultura y falta de sofisticaciôn me hicieron pensar que estarîa cerrado porque la dependiente se hubiera ido a comer la torta del medio dîa, para volver mâs tarde con un profundo aliento a cebolla y a cochinita pibil. Entonces, desistî, de cualquier manera no iba a comprar nada y sôlo iba a henchir (o inchar) mis ilusiones en falso. Pero justo cuando estaba continuando mi camino y ya iba a cruzar la calle, sale un tipo de traje entero con apariencia de guardaespaldas de Madonna mascullândome algo incomprensible en alemân, que gracias a sus señas entendî que era que entrara, que la tienda estaba abierta. No era la hora de la torta sino que estaba entrando en una tienda que abre su puerta desde dentro por razones de seguridad. Desde que me di cuenta de ese hecho me dije: "pero, ¿qué estoy haciendo?", o sea, ¿qué caso tiene?
Cuando estuve dentro confirmé que lo que estaba pensando, no era la tîpica tienda a la que estoy acostumbrado en la que ves el producto y si no te gusta te das la vuelta y sales por donde entraste sin tener que pronunciar palabra alguna. No, en esta tienda tenîas a una finîsima chica que con los mejores modales te mostraba sobre un terciopelo los nunca igualados relojes Bvlgari, de precios que oscilaban entre 70 y 100 mil pesos, los normales, los mâs econômicos. Cuando me abordô sentî que me quedaba sin palabras y estuve a punto de decir la verdad: "muchas gracias, pero salgo de esta tienda porque ni en el mejor de mis sueños me podrîa comprar su producto mâs barato". Pero mi orgullo me venciô y mascullé algo como: vi un reloj que me interesô en el escaparate y comencé a describir un reloj que ni siquiera existîa con ambiguos adjetivos como redondo, dorado y no recuerdo cuâles otros. Inmediatamente, la vendedora materializô el inexistente reloj y me dijo, debe ser éste, lo tenemos también con extensible de caucho para que sea mâs ligero, o este que es en oro, porque el de la ventana es de platino... (yo sôlo hice mutis)
Obviamente, ya que estaba dentro de esta incômoda situaciôn tuve que fingir que habîa al menos la mînima posibilidad de que yo correspondîa con el nicho de mercado al que esos relojes estân dirigidos. Asî, fingî modales burgueses y arañé de mi cerebro el francés mâs rebuscado del que fui capaz. Mis movimientos se hicieron mâs lentos y controlados y puse una cara entre interesante y desinteresado, como que nada me impresionaba, a pesar de que estaba babeando interiormente por los relojes que me estaban enseñando. Después de algunos minutos de incomodidad interior en la que por dentro me preguntaba cuâl serîa la manera menos vergonzoza de salir de ahî para que la chica dejara de esforzarse en realizar una venta imposible, pero sin que se hiciera evidente el sinsentido de mi visita en su tienda, le dije: "je vous remercie, mademoiselle, bonne journée". Di media vuelta, todavîa con mis improvisados movimientos lentos y controlados de esnob, me despedî del guardaespaldas de Madonna y salî a la calle. Y me sentî mâs libre que nunca, ya podîa comportarme como el huasabeño que soy, comer en McDonald's o, peor aûn, en el primer kebab (que no hay ningûn otro tipo de restaurante en Europa mâs amigable con el bolsillo...)
Pero, el hombre es el ûnico animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y, entonces, en el escaparate siguiente veo un reloj Omega que me encantô. Debo aclarar que yo sôlo estaba paseando, ver relojes sôlo era una mera curiosidad de turista perdido en las calles de Suiza. Bueno, pues vi este reloj Omega y antes de intentar nada me asomé a la puerta para cerciorarme de no cometer el mismo error de entrar a una tienda como la anterior. La puerta decîa automatic door, asî que yo pensé que eso era suficiente. Cuando me acerco a la puerta, efectivamente, se abre de manera automâtica, pero no accionada por ningûn mecanismo, sino por un colega del guardaespaldas de Madonna del que acababa de despedirme hacîa 30 segundos, con la esperanza de no volver a verlo ni a él ni a sus ecuaces en mucho tiempo. Sî, estaba otra vez en el mismo tipo de tienda!!! No sabîa si reîr o llorar. Mi performance de la tienda anterior me habîa dejado muy fatigado como para repetirlo. Pero tampoco me alcanzô el valor para tomar la decisiôn de decir gracias y esfumarme. Y en esta ocasiôn sentî que me atacô como planta carnîvora una señora bastante entrada en años cuya ûnica fuente de color era el rojo de sus minûsculos labios, que estirados forzando una sonrisa la hacîan verse algo patética. Me saluda en alemân. Le contesto en francés. Cambia de frecuencia y ahora me pregunta en francés que si en qué puede ayudarme. Yo vuelvo a inventar otro reloj visto en el escaparate y ella, como la otra, cual poderosîsima maga convierte en realidad algo que realmente no existîa. Y me invita a pasar a un cômodo sillôn y saca también su estuche de terciopelo y comienza a mostrarme algunos modelos, todos Omega, de precios similares a los Bvlgari. Pero una vez sentado en el sillôn me doy cuenta de lo tonto que fui en caer otra vez en la misma incômoda situaciôn y me dan unas incontrolables ganas de reîrme, que no pude disimular tan bien como para que la señora no se diera cuenta.
La situaciôn se agravô cuando debajo de la manga de mi abrigo saliô una bolsita para las monedas que se amarra a la muñeca que me habîan regalado un dîa antes en una librerîa y que mâs por necedad que por necesidad decidî ponerme para guardar los pocos francos suizos que me habîan quedado del viaje. Bueno, pues la dichosa bolsita era de un color amarillo-pollo-lastîmame-los-ojos-y-descubre-cuân-naco-eres que la pobre dama que me atendîa no podîa quitarle la vista, desfigurando la cara en un gesto de decepciôn por ver a un potencial cliente reducido a un potencial turista que, por error o por ignorancia, habîa ido a dar a su tienda. Mi risa cada vez se hacîa mâs incontrolable pero por tenerla contenida creo que daba la impresiôn de que me estaba burlando. Entonces, con un aire de resignaciôn la vendedora me dice: "tenemos relojes para todos los presupuestos". Fue entonces cuando no pude contenerme y tuve que salir casi corriendo, no sin antes agradecer a la ilusa señora de los labios delgados y decirle que probablemente en otra ocasiôn, en una versiôn un poco menos obvia que la tradicional "a la vuelta, doñita".
El resto del dîa me dediqué a reîrme de las recreaciones que hacîa de mî mismo en las situaciones en las que ese dîa habîa estado, con mis cabellos mal cortados, mis pantalones de mezclilla y un abrigo que tapaba el resto de mi indumentaria caminando sobre millones de francos suizos guardados en las famosas bôvedas bancarias que, supuestamente, estân cavadas a todo lo largo de la BahnhofStrasse, debajo de las tiendas mâs lujosas del mundo y contemplando con sentimientos ambiguos el lado mâs bonito del capitalismo y de la injusta distribuciôn del ingreso en el mundo.
Todo pasô en Zurich. Estaba yo solo paseando por la ciudad aprovechando algunas horas de espera para tomar el tren que me llevarîa de regreso a Parîs. En la oficina de informaciôn turîstica me dijeron que para el tiempo del que disponîa me recomendaban hacer un circuito que empezaba con la parte antigua de la ciudad, continuaba con sus dos principales iglesias y terminaba con la calle de compras, windows shopping para ser exacto que se llama BahnhofStrasse ,que viene a ser, segûn su nombre lo indica, la calle de la estaciôn de trenes. Es decir, que no habîa pierde, por ahî llegaba yo a tomar mi trenecito a Parîs, que por cierto fue magnîfico porque lo tomé en un andén que estâ prâcticamente en la calle, de hecho, es la banqueta, ni siquiera tienes que entrar a la estaciôn, tû vas caminando por la calle y te subes al tren sin mayores complicaciônes, con la vista de uno de los museos mâs importantes de Zurich y de impresionante arquitectura. Pero ésa es otra historia.
El problema empezô cuando olvidé el significado de windows shopping y dejé los escaparates para internarme en una. Para darte una idea estaban las tiendas de Hermès, Armani, Louis Vuitton, Gucci, Cartier, Mont Blanc, en fin, todas de precios prohibitivos. Y, para mi mala suerte, también estaba ahî la tienda de Bvlgari, mi marca de relojes favorita. Fue cuando vi algunos de los relojes que me dije a mî mismo: "oye, mimismo, pues entra a ver qué hay adentro" (con un acento entre tepiteño y de la ladrillera). Y asî lo hice. Bueno, asî intenté hacerlo. Pero la puerta estaba cerrada. Mi incultura y falta de sofisticaciôn me hicieron pensar que estarîa cerrado porque la dependiente se hubiera ido a comer la torta del medio dîa, para volver mâs tarde con un profundo aliento a cebolla y a cochinita pibil. Entonces, desistî, de cualquier manera no iba a comprar nada y sôlo iba a henchir (o inchar) mis ilusiones en falso. Pero justo cuando estaba continuando mi camino y ya iba a cruzar la calle, sale un tipo de traje entero con apariencia de guardaespaldas de Madonna mascullândome algo incomprensible en alemân, que gracias a sus señas entendî que era que entrara, que la tienda estaba abierta. No era la hora de la torta sino que estaba entrando en una tienda que abre su puerta desde dentro por razones de seguridad. Desde que me di cuenta de ese hecho me dije: "pero, ¿qué estoy haciendo?", o sea, ¿qué caso tiene?
Cuando estuve dentro confirmé que lo que estaba pensando, no era la tîpica tienda a la que estoy acostumbrado en la que ves el producto y si no te gusta te das la vuelta y sales por donde entraste sin tener que pronunciar palabra alguna. No, en esta tienda tenîas a una finîsima chica que con los mejores modales te mostraba sobre un terciopelo los nunca igualados relojes Bvlgari, de precios que oscilaban entre 70 y 100 mil pesos, los normales, los mâs econômicos. Cuando me abordô sentî que me quedaba sin palabras y estuve a punto de decir la verdad: "muchas gracias, pero salgo de esta tienda porque ni en el mejor de mis sueños me podrîa comprar su producto mâs barato". Pero mi orgullo me venciô y mascullé algo como: vi un reloj que me interesô en el escaparate y comencé a describir un reloj que ni siquiera existîa con ambiguos adjetivos como redondo, dorado y no recuerdo cuâles otros. Inmediatamente, la vendedora materializô el inexistente reloj y me dijo, debe ser éste, lo tenemos también con extensible de caucho para que sea mâs ligero, o este que es en oro, porque el de la ventana es de platino... (yo sôlo hice mutis)
Obviamente, ya que estaba dentro de esta incômoda situaciôn tuve que fingir que habîa al menos la mînima posibilidad de que yo correspondîa con el nicho de mercado al que esos relojes estân dirigidos. Asî, fingî modales burgueses y arañé de mi cerebro el francés mâs rebuscado del que fui capaz. Mis movimientos se hicieron mâs lentos y controlados y puse una cara entre interesante y desinteresado, como que nada me impresionaba, a pesar de que estaba babeando interiormente por los relojes que me estaban enseñando. Después de algunos minutos de incomodidad interior en la que por dentro me preguntaba cuâl serîa la manera menos vergonzoza de salir de ahî para que la chica dejara de esforzarse en realizar una venta imposible, pero sin que se hiciera evidente el sinsentido de mi visita en su tienda, le dije: "je vous remercie, mademoiselle, bonne journée". Di media vuelta, todavîa con mis improvisados movimientos lentos y controlados de esnob, me despedî del guardaespaldas de Madonna y salî a la calle. Y me sentî mâs libre que nunca, ya podîa comportarme como el huasabeño que soy, comer en McDonald's o, peor aûn, en el primer kebab (que no hay ningûn otro tipo de restaurante en Europa mâs amigable con el bolsillo...)
Pero, el hombre es el ûnico animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y, entonces, en el escaparate siguiente veo un reloj Omega que me encantô. Debo aclarar que yo sôlo estaba paseando, ver relojes sôlo era una mera curiosidad de turista perdido en las calles de Suiza. Bueno, pues vi este reloj Omega y antes de intentar nada me asomé a la puerta para cerciorarme de no cometer el mismo error de entrar a una tienda como la anterior. La puerta decîa automatic door, asî que yo pensé que eso era suficiente. Cuando me acerco a la puerta, efectivamente, se abre de manera automâtica, pero no accionada por ningûn mecanismo, sino por un colega del guardaespaldas de Madonna del que acababa de despedirme hacîa 30 segundos, con la esperanza de no volver a verlo ni a él ni a sus ecuaces en mucho tiempo. Sî, estaba otra vez en el mismo tipo de tienda!!! No sabîa si reîr o llorar. Mi performance de la tienda anterior me habîa dejado muy fatigado como para repetirlo. Pero tampoco me alcanzô el valor para tomar la decisiôn de decir gracias y esfumarme. Y en esta ocasiôn sentî que me atacô como planta carnîvora una señora bastante entrada en años cuya ûnica fuente de color era el rojo de sus minûsculos labios, que estirados forzando una sonrisa la hacîan verse algo patética. Me saluda en alemân. Le contesto en francés. Cambia de frecuencia y ahora me pregunta en francés que si en qué puede ayudarme. Yo vuelvo a inventar otro reloj visto en el escaparate y ella, como la otra, cual poderosîsima maga convierte en realidad algo que realmente no existîa. Y me invita a pasar a un cômodo sillôn y saca también su estuche de terciopelo y comienza a mostrarme algunos modelos, todos Omega, de precios similares a los Bvlgari. Pero una vez sentado en el sillôn me doy cuenta de lo tonto que fui en caer otra vez en la misma incômoda situaciôn y me dan unas incontrolables ganas de reîrme, que no pude disimular tan bien como para que la señora no se diera cuenta.
La situaciôn se agravô cuando debajo de la manga de mi abrigo saliô una bolsita para las monedas que se amarra a la muñeca que me habîan regalado un dîa antes en una librerîa y que mâs por necedad que por necesidad decidî ponerme para guardar los pocos francos suizos que me habîan quedado del viaje. Bueno, pues la dichosa bolsita era de un color amarillo-pollo-lastîmame-los-ojos-y-descubre-cuân-naco-eres que la pobre dama que me atendîa no podîa quitarle la vista, desfigurando la cara en un gesto de decepciôn por ver a un potencial cliente reducido a un potencial turista que, por error o por ignorancia, habîa ido a dar a su tienda. Mi risa cada vez se hacîa mâs incontrolable pero por tenerla contenida creo que daba la impresiôn de que me estaba burlando. Entonces, con un aire de resignaciôn la vendedora me dice: "tenemos relojes para todos los presupuestos". Fue entonces cuando no pude contenerme y tuve que salir casi corriendo, no sin antes agradecer a la ilusa señora de los labios delgados y decirle que probablemente en otra ocasiôn, en una versiôn un poco menos obvia que la tradicional "a la vuelta, doñita".
El resto del dîa me dediqué a reîrme de las recreaciones que hacîa de mî mismo en las situaciones en las que ese dîa habîa estado, con mis cabellos mal cortados, mis pantalones de mezclilla y un abrigo que tapaba el resto de mi indumentaria caminando sobre millones de francos suizos guardados en las famosas bôvedas bancarias que, supuestamente, estân cavadas a todo lo largo de la BahnhofStrasse, debajo de las tiendas mâs lujosas del mundo y contemplando con sentimientos ambiguos el lado mâs bonito del capitalismo y de la injusta distribuciôn del ingreso en el mundo.
jueves, marzo 31, 2005
Empezar a despedirse....
La semana prôxima inicia oficialmente mi temporada de despedidas, porque las dos semanas siguientes estaré dando las clases que serân para cada grupo la ûltima. Pero, excepcionalmente, ayer me despedî de un grupo que partirâ en viaje escolar a Inglaterra. No les tomé ningûn sentimiento demasiado especial a los grupos a los que les di clase, pero aûn asî me invadiô un dejo de melancolîa cuando al informarles que era la ûltima vez que tenîamos un curso juntos, fingieron que les importaba y hasta que les podîa. Me hicieron un auténtico gesto secundariano recortando una hoja en la que decîa: "Adios Raphaël, à bientôt!" y firmaron cada uno con su nombre.
Tengo muchas ganas de regresar a México, pero como soy un nostâlgico que no tiene remedio, presiento que voy a extrañar algunas cosas. Hasta mi departamento invadido de la presencia casi imperceptible del ente. A él no creo que lo vaya a extrañar. También los graciosîsimos diâlogos mal estructurados y mal pronunciados de los alumnos me harân falta.
En fin, asî ha sido y asî serâ... no soy sôlo mi presente, como a veces quisiera, soy mi pasado y también mi futuro...
Tengo muchas ganas de regresar a México, pero como soy un nostâlgico que no tiene remedio, presiento que voy a extrañar algunas cosas. Hasta mi departamento invadido de la presencia casi imperceptible del ente. A él no creo que lo vaya a extrañar. También los graciosîsimos diâlogos mal estructurados y mal pronunciados de los alumnos me harân falta.
En fin, asî ha sido y asî serâ... no soy sôlo mi presente, como a veces quisiera, soy mi pasado y también mi futuro...
miércoles, marzo 23, 2005
El rompecabezas
A pesar de que las puertas cerradas siempre me han dado curiosidad, hay un armario en el refugio en el que me escondo que tiene en la parte superior unas puertas que nunca habîa abierto. Cuando me di cuenta de mi negligente omisiôn inmediatamente corregî mi falta y las inspeccioné con la esperanza de encontrar algûn remedio a alguno de mis males. Detrâs de la primera puerta que abrî me encontré cuatro almohadas. C'est dommage! Hubiera sido bueno contar con ellas cuando se me presentô la ocasiôn, sobre todo partiendo del hecho de que llevan cinco meses y medio conmigo. Pero fue detrâs de la segunda puerta que encontré el fetiche que me obsesiona desde el dîa de su descubrimiento. Estaba ahî dentro de su linda caja y me mirô y se sonrîo. A mî me invadieron unas ganas enormes de armar cada una de sus minûsculas piezas y maldije cada minuto de ocio que habîa pasado sin conocerlo, a pesar de que estuvo siempre ahî a unos metros y me llamaba con una voz tan quedita que nunca me di cuenta que lo oîa. Pero era necesario abrir la puerta que lo encarcelaba y que me impedîa a mî disfrutar de los soberbios placeres que te produce jugar con él.
Contra él. La primera noche fue el preludio de mi obsesiôn. Pasaron las horas y saludé a la madrugada, mientras sudando terminaba de armar los lîmites de la fabulosa fotografîa del puente Charles, en Praga, celebrando mis despreciables victorias particulares, mis insignificantes batallas que un dîa tendrân que llevarme a ganarle la guerra. Fue entonces que descubrî que jugaba contra él. Mientras yo me obstinaba en estructurarlo, él se resistîa luchando con todas sus fuerzas, que son muchas. Y me di cuenta que no jugaba con un objeto individual, sino que me batîa con mil seres que oponîan todo su coraje para defender su libertad, para seguir gozando del aire entre sus coyunturas, para no verse encadenados a las voluntades de otros cuatro que, a su vez, estaban atados a otros tantos. Y al final nadie puede moverse, nadie puede disponer de su libre albedrîo porque hacerlo serîa romper el equilibrio y los demâs se harân cargo de que eso no pase, no porque no lo quieran ni porque asî lo decidan sino porque son las reglas para poder estar juntos. Algunos hasta piensan que esa es su razôn de ser y dôcilmente te anuncian donde deben ir colocados y denuncian a sus compañeros, pero son una minorîa. El resto huye despavorido y se esconde confundiéndose en el caos y viven al margen de la ley que quiero imponerles. Son la metâfora de la sociedad humana, pero son ellos mismos una sociedad.
Al dîa siguente continué mi labor sin acordarme siquiera de desayunar, porque ellos mismos me recordaban que mi misiôn no estaba cumplida y se burlaban de mî. Ese dîa fue terrible para el ejército enemigo. Les causé bajas que llegaban a las dos terceras partes de sus tropas. Pero luego se interpuso el cielo. Y creô un movimiento de resistencia que es casi imposible combatir con las estrategias que me habîa armado. Ahora me falta la motivaciôn para combatirlos y empiezan a convencerme que tienen la razôn. No sé si los dejaré salirse con la suya o llevaré al cabo lo que me habîa propuesto. Si lo hago tendré que disponer de un tiempo que no tengo para alcanzar un propôsito que antes consideraba prioritario y que ahora me parece del todo superfluo.
Contra él. La primera noche fue el preludio de mi obsesiôn. Pasaron las horas y saludé a la madrugada, mientras sudando terminaba de armar los lîmites de la fabulosa fotografîa del puente Charles, en Praga, celebrando mis despreciables victorias particulares, mis insignificantes batallas que un dîa tendrân que llevarme a ganarle la guerra. Fue entonces que descubrî que jugaba contra él. Mientras yo me obstinaba en estructurarlo, él se resistîa luchando con todas sus fuerzas, que son muchas. Y me di cuenta que no jugaba con un objeto individual, sino que me batîa con mil seres que oponîan todo su coraje para defender su libertad, para seguir gozando del aire entre sus coyunturas, para no verse encadenados a las voluntades de otros cuatro que, a su vez, estaban atados a otros tantos. Y al final nadie puede moverse, nadie puede disponer de su libre albedrîo porque hacerlo serîa romper el equilibrio y los demâs se harân cargo de que eso no pase, no porque no lo quieran ni porque asî lo decidan sino porque son las reglas para poder estar juntos. Algunos hasta piensan que esa es su razôn de ser y dôcilmente te anuncian donde deben ir colocados y denuncian a sus compañeros, pero son una minorîa. El resto huye despavorido y se esconde confundiéndose en el caos y viven al margen de la ley que quiero imponerles. Son la metâfora de la sociedad humana, pero son ellos mismos una sociedad.
Al dîa siguente continué mi labor sin acordarme siquiera de desayunar, porque ellos mismos me recordaban que mi misiôn no estaba cumplida y se burlaban de mî. Ese dîa fue terrible para el ejército enemigo. Les causé bajas que llegaban a las dos terceras partes de sus tropas. Pero luego se interpuso el cielo. Y creô un movimiento de resistencia que es casi imposible combatir con las estrategias que me habîa armado. Ahora me falta la motivaciôn para combatirlos y empiezan a convencerme que tienen la razôn. No sé si los dejaré salirse con la suya o llevaré al cabo lo que me habîa propuesto. Si lo hago tendré que disponer de un tiempo que no tengo para alcanzar un propôsito que antes consideraba prioritario y que ahora me parece del todo superfluo.
viernes, marzo 18, 2005
Para todos sale el sol...
Lo que empezaba a creer imposible, ocurriô esta semana: saliô el sol y aumentaron las temperaturas en toda Francia. Inclusive, en el pueblo en el que vivo que yo creî condenado por los dioses a tener siempre trenes atrasados y a estar siempre nevado, nublinoso o, ya de perdida, nublado. Pues no, contrario a la que ûltimamente se habîa convertido para mî en una verdad irrefutable, también en Saint-Flour, sale el sol. Y ahora hasta me resulta agradable el viento, que se habîa convertido en mi peor enemigo desde que llegué a Europa (a finales de septiembre) puesto que resultaba el factor decisivo para hacer descender aûn mâs la sensaciôn térmica y, ademâs, te producîa unas ganas locas de devenir en tortuga para tener la opciôn de meter la cara dentro de algûn caparazôn que te lo cubriera.
Aunque oficialmente todavîa no empieza la primavera, estamos a tres escasos dîas. En climas como éste verdaderamente el fin del invierno trae consigo la vida, que se habîa escondido latente detrâs de refugios insospechados o tan comunes como una chimenea. ¿Ahora entiendes porqué las culturas antiguas adoraban al Sol? me preguntô un conocido. No habîa caîdo en la cuenta hasta ahora en los ciclos anuales y la importancia de las estaciones para la renovaciôn de la vida. Yo sôlo sé que extraño el invierno hermosillense, ûnica recompensa de soportar su ardiente verano. Todavîa no puedo salir con camiseta, shorts y huaraches a la calle, pero ya veo cercano el dîa.
Ver de nuevo el sol ha sido tan gratificante como nunca lo hubiera podido pensar en una tarde de agosto en Hermosillo y sentir su calor sobre la piel lo es aûn mâs. Cambian los humores, las actitudes y, afortunadamente, la ropa que portas. Estaba ya tan harto de los abrigos, las bufandas, los guantes y los empalmes, que salir con ropa ligera se ha vuelto un placer que me alegra las mañanas.
Hace unos dîas, fue un rayo de sol en la cara el que me despertô, acariciando mis mejillas (lo pongo con poesîa barata, porque es la ûnica que puedo producir). Fue una sensaciôn tan placentera que fue capaz de levantarme de la cama con una sonrisa, lo cual me parecîa imposible dado que nunca me levanto de la cama por convicciôn sino por obligaciôn. La nieve sigue derritiéndose y yo no dejo de contemplar con una satisfacciôn nevicida como cada dîa se van reduciendo las montañas de nieve y hielo que se habîan formado por todas partes y en las cuales tenîa que luchar cual incansable esquiador, sobre todo cuando me ponîa los zapatos cuyas suelas son unas verdaderas tablas de esqui. Bueno, ésa era mi culpa pero no podîa dejar que el clima escogiera por mî lo que me iba a poner. Confieso que después desistî de mi inflexible posiciôn y opté por suelas antiderrapantes.
Una vez desahogadas todas mis penas meteorolôgicas y habiendo agradecido al cielo las temperaturas superiores a los diez grados de las que estoy disfrutando, me despido de mis imaginarios lectores, entes errantes que visitan por primera vez o periôdicamente, por alguna absurda ostinaciôn de encontrar algo interesante, este rincôn de ceros y unos perdido en la red.
Aunque oficialmente todavîa no empieza la primavera, estamos a tres escasos dîas. En climas como éste verdaderamente el fin del invierno trae consigo la vida, que se habîa escondido latente detrâs de refugios insospechados o tan comunes como una chimenea. ¿Ahora entiendes porqué las culturas antiguas adoraban al Sol? me preguntô un conocido. No habîa caîdo en la cuenta hasta ahora en los ciclos anuales y la importancia de las estaciones para la renovaciôn de la vida. Yo sôlo sé que extraño el invierno hermosillense, ûnica recompensa de soportar su ardiente verano. Todavîa no puedo salir con camiseta, shorts y huaraches a la calle, pero ya veo cercano el dîa.
Ver de nuevo el sol ha sido tan gratificante como nunca lo hubiera podido pensar en una tarde de agosto en Hermosillo y sentir su calor sobre la piel lo es aûn mâs. Cambian los humores, las actitudes y, afortunadamente, la ropa que portas. Estaba ya tan harto de los abrigos, las bufandas, los guantes y los empalmes, que salir con ropa ligera se ha vuelto un placer que me alegra las mañanas.
Hace unos dîas, fue un rayo de sol en la cara el que me despertô, acariciando mis mejillas (lo pongo con poesîa barata, porque es la ûnica que puedo producir). Fue una sensaciôn tan placentera que fue capaz de levantarme de la cama con una sonrisa, lo cual me parecîa imposible dado que nunca me levanto de la cama por convicciôn sino por obligaciôn. La nieve sigue derritiéndose y yo no dejo de contemplar con una satisfacciôn nevicida como cada dîa se van reduciendo las montañas de nieve y hielo que se habîan formado por todas partes y en las cuales tenîa que luchar cual incansable esquiador, sobre todo cuando me ponîa los zapatos cuyas suelas son unas verdaderas tablas de esqui. Bueno, ésa era mi culpa pero no podîa dejar que el clima escogiera por mî lo que me iba a poner. Confieso que después desistî de mi inflexible posiciôn y opté por suelas antiderrapantes.
Una vez desahogadas todas mis penas meteorolôgicas y habiendo agradecido al cielo las temperaturas superiores a los diez grados de las que estoy disfrutando, me despido de mis imaginarios lectores, entes errantes que visitan por primera vez o periôdicamente, por alguna absurda ostinaciôn de encontrar algo interesante, este rincôn de ceros y unos perdido en la red.
jueves, marzo 17, 2005
martes, marzo 15, 2005
Reportando atrasadamente...
En vista de la gran cantidad de acontecimientos que se han sucedido en mi vida, me ha faltado la oportunidad de escribirles los reportes que con toda regularidad intentaba escribir cada semana. La razôn de la ausencia de mis reportes no fue la falta de ganas de comunicarles mis ires y venires, ni tampoco la carencia de materia prima de anécdotas o vivencias, sino que salî de vacaciones (2 semanas) y con eso mi acceso a internet se volviô limitado y mi tiempo mucho mâs escaso. Después tuve visitas y luego me fui a Madrid a hacer un examen de admisiôn.
Supongo que ya les platiqué que fui a esquiar. Digamos que talento natural no tengo, asî que tuve que depender de mis parapléjicas capacidades motrices para intentar aprender un deporte que estoy empezando a dudar que deba definirse asî. Fue muy divertido, pero mi cuerpo se volviô por algunos dîas un mapa de moretones y marcas de las fatigosas caîdas, que representaban porcentualmente la mayor cantidad de tiempo que pasé en las maravillosas pistas de esqui, cubiertas a veces de nieve y a veces de dolorosîsimo hielo. Una vez superada la afrenta a mi orgullo que me infligieron cientos de niños de tres años o menos que veîa pasar a una velocidad similar a la de la luz, mientras yo me quitaba la nieve del gorro, la bufanda y del resto de mi inapropiada y delatadoramente naca vestimenta improvisada para practicar esqui, decidî continuar con mi vida con toda humildad.
Estas vacaciones las pasé una semana en Parîs y la otra en Suiza. Fueron muy padres vacaciones porque estuve muy acompañado. En Parîs, me dediqué a recorrer los diferentes barrios de esta ciudad que me encanta y que regularmente como turista habîa sôlo visitados sus principales monumentos, pero no habîa podido detenerme a contemplar el ritmo cosmopolita y de bon vivre de sus diferentes barrios. También conocî el Palacio de Versalles, que es una verdadera joya de la ostentaciôn y de estilos decorativos extramadamente cargados, que en ocasiones te encantan y otras veces insultan tu vista. Los famosos jardines de Versalles estaban mâs helados que una paleta de hielo, asî que deberê volver cuando haga mejor tiempo, porque hasta a las esculturas las cubren en el invierno, no sé si porque el frîo hasta al marmol le haga daño o por alguna otra razôn mâs técnica que desconozco.
Después de Parîs, partî rumbo a Suiza, un paîs que tenîa muchas ganas de visitar no sôlo por las ideas que ya tuviera sobre él, sino porque ahî vive una prima que me habîa invitado a su casa. Tomé el tren rumbo a Basel, ciudad fronteriza con Francia, de ahî tomé un tren a Zurich, no sin antes haberme comido uno de los trozos de pizza mâs buenos que recuerde: pepino, tomate, aceitunas verdes y negras y grandes trozos de queso feta... En Zurich tomé el tren hacia St. Gallen, que es la ciudad en la que vive mi prima y su familia. Bueno, cerca de esa ciudad en un pueblo en los alrededores.
Suiza me deslumbró. No conozco ningûn otro lugar mejor presentado, todo parece ser de cuento, elegante, tîpico, etcétera. Y a pesar de ser uno de los paîses mâs europeos no se ha integrado a la Uniôn Europea y conserva algunas caracterîsticas muy distintivas. La pasé genial con mi prima y sus hijos que me llevaron a conocer la ciudad de Appenzell, que es una tîpica ciudad suiza de estilo barroco, difîcil de describir, porque me daba la impresiôn de que me iba a encontrar a Hansel y Gretel o, ya de perdida, al lobo feroz. Después fui a conocer el lago de Konstanz, que hace frontera con Alemania y Austria y que tiene unos paisajes magnîficos. Estaba bastante congelado en el momento que fui, pero aûn asî disfruté el paseo. La ciudad de St. Gallen es muy bonita, no es muy grande y el centro de la ciudad tiene muchas construcciones preciosas, destacando la catedral, cuyos interiores son magnîficos con mârmoles polîcromos y una pintura en la bôveda de las mâs bonitas que he visto.
Bueno, para no hacer muy largo el reporte ya les platicaré algunas cosas mâs que tengo en el tintero, bueno, en el teclado para verme mâs moderno, jejeje. Saludos a todos y no dejen de reportarse...
Supongo que ya les platiqué que fui a esquiar. Digamos que talento natural no tengo, asî que tuve que depender de mis parapléjicas capacidades motrices para intentar aprender un deporte que estoy empezando a dudar que deba definirse asî. Fue muy divertido, pero mi cuerpo se volviô por algunos dîas un mapa de moretones y marcas de las fatigosas caîdas, que representaban porcentualmente la mayor cantidad de tiempo que pasé en las maravillosas pistas de esqui, cubiertas a veces de nieve y a veces de dolorosîsimo hielo. Una vez superada la afrenta a mi orgullo que me infligieron cientos de niños de tres años o menos que veîa pasar a una velocidad similar a la de la luz, mientras yo me quitaba la nieve del gorro, la bufanda y del resto de mi inapropiada y delatadoramente naca vestimenta improvisada para practicar esqui, decidî continuar con mi vida con toda humildad.
Estas vacaciones las pasé una semana en Parîs y la otra en Suiza. Fueron muy padres vacaciones porque estuve muy acompañado. En Parîs, me dediqué a recorrer los diferentes barrios de esta ciudad que me encanta y que regularmente como turista habîa sôlo visitados sus principales monumentos, pero no habîa podido detenerme a contemplar el ritmo cosmopolita y de bon vivre de sus diferentes barrios. También conocî el Palacio de Versalles, que es una verdadera joya de la ostentaciôn y de estilos decorativos extramadamente cargados, que en ocasiones te encantan y otras veces insultan tu vista. Los famosos jardines de Versalles estaban mâs helados que una paleta de hielo, asî que deberê volver cuando haga mejor tiempo, porque hasta a las esculturas las cubren en el invierno, no sé si porque el frîo hasta al marmol le haga daño o por alguna otra razôn mâs técnica que desconozco.
Después de Parîs, partî rumbo a Suiza, un paîs que tenîa muchas ganas de visitar no sôlo por las ideas que ya tuviera sobre él, sino porque ahî vive una prima que me habîa invitado a su casa. Tomé el tren rumbo a Basel, ciudad fronteriza con Francia, de ahî tomé un tren a Zurich, no sin antes haberme comido uno de los trozos de pizza mâs buenos que recuerde: pepino, tomate, aceitunas verdes y negras y grandes trozos de queso feta... En Zurich tomé el tren hacia St. Gallen, que es la ciudad en la que vive mi prima y su familia. Bueno, cerca de esa ciudad en un pueblo en los alrededores.
Suiza me deslumbró. No conozco ningûn otro lugar mejor presentado, todo parece ser de cuento, elegante, tîpico, etcétera. Y a pesar de ser uno de los paîses mâs europeos no se ha integrado a la Uniôn Europea y conserva algunas caracterîsticas muy distintivas. La pasé genial con mi prima y sus hijos que me llevaron a conocer la ciudad de Appenzell, que es una tîpica ciudad suiza de estilo barroco, difîcil de describir, porque me daba la impresiôn de que me iba a encontrar a Hansel y Gretel o, ya de perdida, al lobo feroz. Después fui a conocer el lago de Konstanz, que hace frontera con Alemania y Austria y que tiene unos paisajes magnîficos. Estaba bastante congelado en el momento que fui, pero aûn asî disfruté el paseo. La ciudad de St. Gallen es muy bonita, no es muy grande y el centro de la ciudad tiene muchas construcciones preciosas, destacando la catedral, cuyos interiores son magnîficos con mârmoles polîcromos y una pintura en la bôveda de las mâs bonitas que he visto.
Bueno, para no hacer muy largo el reporte ya les platicaré algunas cosas mâs que tengo en el tintero, bueno, en el teclado para verme mâs moderno, jejeje. Saludos a todos y no dejen de reportarse...
jueves, marzo 10, 2005
Ergo...
No sé si haya alguien que me conozca y no sepa que soy originario de Huâsabas. Digamos que es una parte fundamental de mi identidad que no comparto mâs que con las mil personas que lo habitan, bueno y sus "hijos ausentes", expresiôn que se usa para describir a los que como yo a pesar de que no vivimos ahî nos sentimos huasabeños, gentilicio que aunque no estâ aceptado por la Real Academia es usado por los oriundos de la también llamada (por mî) sucursal del paraîso. Y no digo que forma parte de mi identidad porque me haga sentir especial y mâs especîfico que decir mexicano o sonorense, sino porque siento que una gran parte de lo qué soy y cômo soy, lo debo a haberme criado ahî durante los primeros diecisiete años de mi vida; época que, por cierto, recuerdo con muchîsimo cariño, porque era tan sencilla y a la vez tan llena de ilusiones cuyo grado de realidad no les quitaba el disfrute de sentirlas. Me encantaba ser el niño ingenuo que caminaba descalzo por las calles de mi pueblo, sin grandes complejos, antes de convertirme en esta masa de ideas y creencias informes y globalizadas que soy.
Quisiera poder decir que es mi pueblo natal, pero si me atengo a la literalidad de la palabra me veo forzado a desistir porque nacî en Hermosillo. Pero, bueno, ya escribiré después sobre mi identidad huasabeña que es un tema que me interesa y, afortunadamente me interesa, porque si no a quién mâs podrîa importarle. Lo que quiero de verdad comentar en este artîculo, fue una especie de argumento silogîstico que mi hermana Miriam me hizo cuando tenîa aproximadamente tres años, no mucho tiempo después de que aprendiô a hablar. Y si bien pasô hace mucho tiempo vino a mi memoria mientras platicaba con una amiga (Carolina) que vino a visitarme a este pueblo francés en el que vivo. El destino me ha negado las grandes capitales hasta este momento y, a cambio me ha llevado a recônditos lugares de los dos lados del Atlântico. A mi amiga le pareciô cômico el comentario y me sugiriô que lo publicara en mi blog, idea que me pareciô una buena reivindicaciôn del largo tiempo que lo tuve abandonado por andar extremamente ocupado en actividades lûdicas con ocasiôn de mis vacaciones y exâmenes de admisiôn que hay que aprovechar tiempos buenos y malos.
Volviendo al punto que nos ocupa y del cual me distraigo frecuentemente, resulta que en una de esas tardes tranquilas de Huâsabas que tienen un caracterîstico olor a hierba y a tierra mojada (no es lîrica, asî lo recuerdo), justo después de que el ardiente sol de verano da la tregua para poder salir del fresco refugio que te hubieres procurado, estaba jugando con Miriam, mi hermanita, que siempre ha demostrado un intelecto bastante avezado. Entre los juegos, me pregunta: - Rafael ¿para dônde estâ el norte? Yo le respondî ostentativamente apuntando con el dedo hacia el norte. En Huâsabas es el ûnico lugar en el que puedo distinguir los puntos cardinales. Lo anterior, no porque mi brûjula funcione con imanes que sôlo se activan en mi pueblo, sino porque justo en el este estâ un cerro muy imponente que puedes ver de cualquier punto del lugar y mucho antes de llegar inclusive y que te sirve excelentemente como referencia. Cosa que no me pasa con el cerro de la Campana en Hermosillo, que si estâs en el sur de la ciudad te queda en el norte y si estâs en el norte, el cerro estâ en el sur. Sigo desvariando. Después me preguntô: Y el sur ¿dônde estâ? Como era de esperarse le respondî señalando a la direcciôn contraria. Creyendo que el arduo interrogatorio habîa terminado volviô a preguntar: ¿Para dônde queda el oeste? Utilizando mi referencia geogrâfica obligada, apunté en la direciôn opuesta a la montaña. Y, finalmente, me preguntô para dônde estaba el este. - El este estâ hacia allâ, donde estâ el cerro. Cuando hubo terminado las cuatro preguntas que inquietaban su joven mentecita se hizo un silencio que armonizaba perfectamente con Huâsabas y con la hora que era. Al cabo del cual, interrumpiô para decirme una frase que ha quedado grabada en mi memoria y que me acompañarâ mientras la vida me alcance y la amnesia no me alcance. Me dijo: "entonces, Huâsabas estâ en el centro del mundo".
Ergo, Huâsabas estâ en el centro del mundo. Si Huâsabas no estaba ni en el norte, ni en el sur, ni en el oeste ni en el este, entonces, estaba en el centro del mundo y a partir de ahî êstos empezaban. A su elaborado razonamiento le habîa faltado la premisa de que los puntos cardinales son relativos. Pero porqué habrîamos de juzgarla, la humanidad pensô que el tiempo y espacio eran absolutos hasta que apareciô el greñudo de Einstein a decir que no era asî.
Añoro la niñez, añoro pensar que después de Granados (pueblo que estâ a 5 kilômetros al sur de Huâsabas) habîa una pared tan alta que nadie la podîa atravezar porque ahî se acababa el mundo. Me parece, contrario a lo que antes pensaba, que el conocimiento y la felicidad llevan relaciones aparte y que aquêl no te lleva a êsta, y que en ocasiones puede, inclusive, alejarte de ella. Claro, pensar que vivîamos en el centro del mundo era una posiciôn completamente egocentrista. Pero no era nuestra culpa, sino de los puntos cardinales.
Quisiera poder decir que es mi pueblo natal, pero si me atengo a la literalidad de la palabra me veo forzado a desistir porque nacî en Hermosillo. Pero, bueno, ya escribiré después sobre mi identidad huasabeña que es un tema que me interesa y, afortunadamente me interesa, porque si no a quién mâs podrîa importarle. Lo que quiero de verdad comentar en este artîculo, fue una especie de argumento silogîstico que mi hermana Miriam me hizo cuando tenîa aproximadamente tres años, no mucho tiempo después de que aprendiô a hablar. Y si bien pasô hace mucho tiempo vino a mi memoria mientras platicaba con una amiga (Carolina) que vino a visitarme a este pueblo francés en el que vivo. El destino me ha negado las grandes capitales hasta este momento y, a cambio me ha llevado a recônditos lugares de los dos lados del Atlântico. A mi amiga le pareciô cômico el comentario y me sugiriô que lo publicara en mi blog, idea que me pareciô una buena reivindicaciôn del largo tiempo que lo tuve abandonado por andar extremamente ocupado en actividades lûdicas con ocasiôn de mis vacaciones y exâmenes de admisiôn que hay que aprovechar tiempos buenos y malos.
Volviendo al punto que nos ocupa y del cual me distraigo frecuentemente, resulta que en una de esas tardes tranquilas de Huâsabas que tienen un caracterîstico olor a hierba y a tierra mojada (no es lîrica, asî lo recuerdo), justo después de que el ardiente sol de verano da la tregua para poder salir del fresco refugio que te hubieres procurado, estaba jugando con Miriam, mi hermanita, que siempre ha demostrado un intelecto bastante avezado. Entre los juegos, me pregunta: - Rafael ¿para dônde estâ el norte? Yo le respondî ostentativamente apuntando con el dedo hacia el norte. En Huâsabas es el ûnico lugar en el que puedo distinguir los puntos cardinales. Lo anterior, no porque mi brûjula funcione con imanes que sôlo se activan en mi pueblo, sino porque justo en el este estâ un cerro muy imponente que puedes ver de cualquier punto del lugar y mucho antes de llegar inclusive y que te sirve excelentemente como referencia. Cosa que no me pasa con el cerro de la Campana en Hermosillo, que si estâs en el sur de la ciudad te queda en el norte y si estâs en el norte, el cerro estâ en el sur. Sigo desvariando. Después me preguntô: Y el sur ¿dônde estâ? Como era de esperarse le respondî señalando a la direcciôn contraria. Creyendo que el arduo interrogatorio habîa terminado volviô a preguntar: ¿Para dônde queda el oeste? Utilizando mi referencia geogrâfica obligada, apunté en la direciôn opuesta a la montaña. Y, finalmente, me preguntô para dônde estaba el este. - El este estâ hacia allâ, donde estâ el cerro. Cuando hubo terminado las cuatro preguntas que inquietaban su joven mentecita se hizo un silencio que armonizaba perfectamente con Huâsabas y con la hora que era. Al cabo del cual, interrumpiô para decirme una frase que ha quedado grabada en mi memoria y que me acompañarâ mientras la vida me alcance y la amnesia no me alcance. Me dijo: "entonces, Huâsabas estâ en el centro del mundo".
Ergo, Huâsabas estâ en el centro del mundo. Si Huâsabas no estaba ni en el norte, ni en el sur, ni en el oeste ni en el este, entonces, estaba en el centro del mundo y a partir de ahî êstos empezaban. A su elaborado razonamiento le habîa faltado la premisa de que los puntos cardinales son relativos. Pero porqué habrîamos de juzgarla, la humanidad pensô que el tiempo y espacio eran absolutos hasta que apareciô el greñudo de Einstein a decir que no era asî.
Añoro la niñez, añoro pensar que después de Granados (pueblo que estâ a 5 kilômetros al sur de Huâsabas) habîa una pared tan alta que nadie la podîa atravezar porque ahî se acababa el mundo. Me parece, contrario a lo que antes pensaba, que el conocimiento y la felicidad llevan relaciones aparte y que aquêl no te lleva a êsta, y que en ocasiones puede, inclusive, alejarte de ella. Claro, pensar que vivîamos en el centro del mundo era una posiciôn completamente egocentrista. Pero no era nuestra culpa, sino de los puntos cardinales.
jueves, marzo 03, 2005
viernes, febrero 11, 2005
jueves, febrero 10, 2005
Huelga de alumnos.
Saint-Flour, Francia. Jueves, 9 de febrero de 2005, 2:09 P.M. Estoy en la sala de profesores. Normalmente, a las tres empiezo a dar tres horas de clases. Pero hoy es un dîa especial. Los alumnos estân en huelga. Sî, los alumnos estân en "huelga". Hace dos semanas fueron los profesores, ahora tocô el turno a los estudiantes. La razôn principal es que el gobierno planea desaparecer el baccalauréat. Êste es un examen de tipo nacional que se aplica a los estudiantes al terminar el liceo (corresponde a la preparatoria en México). El gobierno planea que sea ûnicamente el establecimiento escolar el que determine si el alumno ha acreditado su formaciôn media superior. Es decir, que las cosas sean como pasan en México que al terminar tu escuela obtienes tu certificado y con ese mismo documento acreditas que has finalizado satisfactoriamente tus estudios y no a través de un examen nacional, organizado por el Ministerio de Educaciôn, como hasta ahora venîa pasando en Francia, examen con el cual intentas ingresar a la universidad o acreditas tu formaciôn para integrarte al mundo laboral. La medida parece corresponder con la tendencia de que el Estado (es decir, el gobierno central, porque es una repûblica centralista, no federal) se deshaga de muchas de sus actuales facultades y se las ceda a las regiones (equivalentes a las entidades federativas para México, pero con mucha menos autonomîa).
Los alumnos franceses en su mayorîa no estân de acuerdo con la implantaciôn de este sistema, puesto que a su parecer generarâ muchas desigualdades, sobre todo regionales. O sea, que se empezarâ a apreciar a los alumnos en funciôn de las escuelas de las que provengan y no de sus méritos propios, evaluados con los mismos criterios. El bac, como llaman a este examen nacional, tenîa la peculiaridad de ser el mismo para todos los estudiantes y se mantenîa anônima la identidad del que lo presentaba, por lo cual, las personas que lo calificaban no sabîan a quién estaban evaluando. Dicha prueba, consideran los manifestantes, parte de un criterio de igualdad nacional en la que los estudiantes obtienen determinada calificaciôn (que los hace candidatos o no a las escuelas mâs importantes), sin importar de qué establecimiento escolar o de qué regiôn procedan, evaluândose uniformemente los conocimientos adquiridos por los estudiantes de todo el paîs.
Hay que aclarar que el sistema educativo francés, por mâs que se plantea como un requisito indispensable la igualdad en la educaciôn de los alumnos, cuenta con un sistema elitista de educaciôn para la formaciôn de sus cuadros superiores, tanto de gobierno como empresariales. Lo anterior, a través de las "Grandes Escuelas", que son instituciones de educaciôn superior en las que se forman a las élites gubernamentales, cientîficas o empresariales. Para acceder a las Grandes Escuelas es necesario hacer clases preparatorias en los "Grandes Liceos", que son las preparatorias mâs prestigiosas y a las cuales no es fâcil entrar. Hay familias acaudaladas que compran propiedades inmobiliarias cerca de estos establecimientos para que sus hijos puedan entrar en ellos por corresponder a su circunscripciôn, lujo que estâ por demâs decirlo no se pueden dar los integrantes de las clases medias y, mucho menos, los de las clases bajas. Ademâs, de los establecimientos de prestigio, estân las diferencias regionales. Las regiones en Francia, como mencioné al principio del primer pârrafo, corresponden a las divisiones geopolîticas que en otros paîses se llaman provinicias (Argentina) o estados (México o EE.UU.). Inclusive en el mundo desarrollado, hay regiones que se encuentran en un nivel de atraso considerable con relaciôn a otras. Por ejemplo, en Francia, las regiones de Ile-de-France (Parîs), Rhône-Alpes (Lyon) o Provence-Alpes-Côte-de-Azur (Marsella y Niza) son las regiones con mayor movimiento econômico e industrial, generadoras de mucho mâs riqueza que otras partes del paîs. Por otro lado, las regiones centrales y tradicionalmente campesinas (i.e. Limousin o Auvergne, que es donde yo me encuentro)van algunos años atrâs en el desarrollo econômico e, inclusive, social que han alcanzado otros rincones de Francia. Esa desigualdad ha marcado también a nivel educativo diferencias entre los alumnos. Finalmente, hay que agregar las diferencias de clase, sobre todo por la gran cantidad de migrantes ârabes y del norte de Âfrica que no han logrado integrarse y viven en âreas perfectamente delimitadas de las grandes ciudades y que asisten a las mismas escuelas, consideradas muchas veces problemâticas y de muy bajo nivel académico. Por todas las diferencias anteriores se considera que la eliminaciôn del bac, serâ un factor determinante para que los alumnos egresados del liceo lleven la etiqueta que les dé su ubicaciôn geogrâfica o socioeconômica, independientemente de sus aptitudes o méritos personales, lo que contribuirâ a su discriminaciôn académica o laboral.
La principal razôn del gobierno para cambiar este sistema de evaluaciôn es que éste resulta enormemente caro y las autoridades francesas estân en una carrera muy fuerte por reducir los gastos pûblicos, debido a que ya van varios años que sobrepasan el déficit mâximo que establece la Uniôn Europea, para sus paîses miembros. Este cambio, junto con otros que llevan la misma lînea estân creando una gran movilizaciôn e inconformidad en la sociedad francesa que ve amenazados los principios de "Fraternidad, Igualdad y Libertad", en aras de lograr un crecimiento econômico para el paîs, cosa que el gobierno de Jacques Chirac (derecha polîtica y econômica) no ha logrado llevar a cabo.
Hay muchas cosas que pueden decirse con este respecto; no hay negros y blancos en estos problemas sino una escala de grises a veces muy confusa. Sin embargo, considero altamente meritorio que aûn los alumnos de liceo hayan salido a las calles a hacer manifiesto su descontento con estas medidas y expresarlo con razones y argumentos. Obviamente, hay que exceptuar a todos esos alumnos oportunistas que sin reflexionar gran cosa sobre el tema se han unido a la "huelga" con el ûnico fin de saltarse una tarde de clases. Sin entrar en el fondo del asunto, me atrae mucho la idea de una sociedad que discuta todas las medidas que le afectan y que actûe en consecuencia. Finalmente eso es la democracia moderna. Iniciar desde temprana edad con esa actitud sistemâtica, participativa y responsable serîa un gran motor de cambio para las sociedades latinoamericanas, que han permanecido muchas veces demasiado pasivas y, que se han granjeado con esa actitud gobiernos execrables y medidas evidentemente nocivas para todos los afectados, sin atreverse siquiera a manifestar pûblica y enérgicamente su descontento.
Los alumnos franceses en su mayorîa no estân de acuerdo con la implantaciôn de este sistema, puesto que a su parecer generarâ muchas desigualdades, sobre todo regionales. O sea, que se empezarâ a apreciar a los alumnos en funciôn de las escuelas de las que provengan y no de sus méritos propios, evaluados con los mismos criterios. El bac, como llaman a este examen nacional, tenîa la peculiaridad de ser el mismo para todos los estudiantes y se mantenîa anônima la identidad del que lo presentaba, por lo cual, las personas que lo calificaban no sabîan a quién estaban evaluando. Dicha prueba, consideran los manifestantes, parte de un criterio de igualdad nacional en la que los estudiantes obtienen determinada calificaciôn (que los hace candidatos o no a las escuelas mâs importantes), sin importar de qué establecimiento escolar o de qué regiôn procedan, evaluândose uniformemente los conocimientos adquiridos por los estudiantes de todo el paîs.
Hay que aclarar que el sistema educativo francés, por mâs que se plantea como un requisito indispensable la igualdad en la educaciôn de los alumnos, cuenta con un sistema elitista de educaciôn para la formaciôn de sus cuadros superiores, tanto de gobierno como empresariales. Lo anterior, a través de las "Grandes Escuelas", que son instituciones de educaciôn superior en las que se forman a las élites gubernamentales, cientîficas o empresariales. Para acceder a las Grandes Escuelas es necesario hacer clases preparatorias en los "Grandes Liceos", que son las preparatorias mâs prestigiosas y a las cuales no es fâcil entrar. Hay familias acaudaladas que compran propiedades inmobiliarias cerca de estos establecimientos para que sus hijos puedan entrar en ellos por corresponder a su circunscripciôn, lujo que estâ por demâs decirlo no se pueden dar los integrantes de las clases medias y, mucho menos, los de las clases bajas. Ademâs, de los establecimientos de prestigio, estân las diferencias regionales. Las regiones en Francia, como mencioné al principio del primer pârrafo, corresponden a las divisiones geopolîticas que en otros paîses se llaman provinicias (Argentina) o estados (México o EE.UU.). Inclusive en el mundo desarrollado, hay regiones que se encuentran en un nivel de atraso considerable con relaciôn a otras. Por ejemplo, en Francia, las regiones de Ile-de-France (Parîs), Rhône-Alpes (Lyon) o Provence-Alpes-Côte-de-Azur (Marsella y Niza) son las regiones con mayor movimiento econômico e industrial, generadoras de mucho mâs riqueza que otras partes del paîs. Por otro lado, las regiones centrales y tradicionalmente campesinas (i.e. Limousin o Auvergne, que es donde yo me encuentro)van algunos años atrâs en el desarrollo econômico e, inclusive, social que han alcanzado otros rincones de Francia. Esa desigualdad ha marcado también a nivel educativo diferencias entre los alumnos. Finalmente, hay que agregar las diferencias de clase, sobre todo por la gran cantidad de migrantes ârabes y del norte de Âfrica que no han logrado integrarse y viven en âreas perfectamente delimitadas de las grandes ciudades y que asisten a las mismas escuelas, consideradas muchas veces problemâticas y de muy bajo nivel académico. Por todas las diferencias anteriores se considera que la eliminaciôn del bac, serâ un factor determinante para que los alumnos egresados del liceo lleven la etiqueta que les dé su ubicaciôn geogrâfica o socioeconômica, independientemente de sus aptitudes o méritos personales, lo que contribuirâ a su discriminaciôn académica o laboral.
La principal razôn del gobierno para cambiar este sistema de evaluaciôn es que éste resulta enormemente caro y las autoridades francesas estân en una carrera muy fuerte por reducir los gastos pûblicos, debido a que ya van varios años que sobrepasan el déficit mâximo que establece la Uniôn Europea, para sus paîses miembros. Este cambio, junto con otros que llevan la misma lînea estân creando una gran movilizaciôn e inconformidad en la sociedad francesa que ve amenazados los principios de "Fraternidad, Igualdad y Libertad", en aras de lograr un crecimiento econômico para el paîs, cosa que el gobierno de Jacques Chirac (derecha polîtica y econômica) no ha logrado llevar a cabo.
Hay muchas cosas que pueden decirse con este respecto; no hay negros y blancos en estos problemas sino una escala de grises a veces muy confusa. Sin embargo, considero altamente meritorio que aûn los alumnos de liceo hayan salido a las calles a hacer manifiesto su descontento con estas medidas y expresarlo con razones y argumentos. Obviamente, hay que exceptuar a todos esos alumnos oportunistas que sin reflexionar gran cosa sobre el tema se han unido a la "huelga" con el ûnico fin de saltarse una tarde de clases. Sin entrar en el fondo del asunto, me atrae mucho la idea de una sociedad que discuta todas las medidas que le afectan y que actûe en consecuencia. Finalmente eso es la democracia moderna. Iniciar desde temprana edad con esa actitud sistemâtica, participativa y responsable serîa un gran motor de cambio para las sociedades latinoamericanas, que han permanecido muchas veces demasiado pasivas y, que se han granjeado con esa actitud gobiernos execrables y medidas evidentemente nocivas para todos los afectados, sin atreverse siquiera a manifestar pûblica y enérgicamente su descontento.
jueves, febrero 03, 2005
El feo.
Hola estimado Internet, sé que puedo confesarte esto sin problemas. Me han dicho que eres discreto. Me llamo Jerônimo Suârez y tengo 37 años. Yo no me siento muy muy feo. Bueno, la verdad, sî me acomplejô mucho que en la escuela me dijeran que mi madre en vez de darme pecho, me dio la espalda y chistes como esos. Pero he visto gente mâs fea que yo. Lo que sî debo reconocer es que mi nariz queda perfectamente representada con esa frase, creo que es de Quevedo, que dice: "érase un hombre a una nariz pegado". Pero el tamaño de mi nariz poco importaría si no fuera por la berruga. No es enorme pero sî alcanza la talla de un buen garbanzo. Lo que me consuela es que tiene un bonito color como entre morado y café. Es que he visto unas que son de un carmesî que llama demasiado la atención. La mîa no es tan llamativa, aunque lo fuera menos si no estuviera justo en la punta de la nariz. Al principio me molestaba que la gente en vez de verme a los ojos, tuviera fija su vista en ella, pero ya entendî que es algo que no se puede evitar cuando estuve en frente de una chica que tenîa una justo en la comisura de los labios. Por empatîa decidî no vérsela, pero me era imposible no voltear la mirada. Mis ojos no obedecîan a mi cerebro y eran atraîdos como por imanes a verle la comisura de los labios, o mejor dicho la cosa que estaba en ella. Ademâs, le debo lo de mi ojo visco a mi berruga, seguro por estar siempre viéndola se quedô definitivamente asî. Mi boca no estâ tan mal, hasta me eleva la vanidad. La joroba, esa sî es reciente. También se la atribuyo al peso de la berruga que fue doblando paulatinamente mi columna vertebral. Pero me han dicho que exagero. Mis orejas ya ni las describo porque tampoco estoy muy contento con ellas y fueron objeto de muchas burlas durante toda mi infancia y adolescencia: que si parecîa volkswagen con las puertas abiertas o que si captaba las ondas extraterrestres. Mis "amigos" no me dejaban en paz. No sé porque usé la palabra prohibida. La verdad es que no tengo amigos, nunca los tuve. No sé a qué atribuir ese hecho. Creo que culpar a la berruga serîa demasiado. Pero bendigo a Internet porque cuando se crearon los "chats" y luego ISQ, fui feliz. Hasta que llegô la webcam, maldita sea! "Una imagen vale mâs que cien palabras", me deben haber dicho esa frase como treinta veces. Si tan solo supieran que mi imagen no vale mâs que para un buen susto. Sôlo una vez tuve la desgraciada ocurrencia de enviar una foto. Ese episodio no se lo platico ni a mi psiquiatra. En fin, no me interesaba tanto la conquista.El otro dîa se me ocurriô una idea que creo que puede ser genial. Si hay bares gays, por ejemplo, porqué no hacer un bar para feos. Podrîa conservarse la palabra en inglés, asî se oirîa menos peyorativo. Ya hasta hay un Coyote Ugly. Bueno, pues algo asî, pero todo lo contrario, que sea como Gente Ugly. Es que la gente bonita me incomoda. Son ellos los que en realidad me han hechoinseguro. Si un lugar se vaciara de gente bonita, me parece que me sentirîa muy bien. Y creo que serîa muy prâctico que todos los que como yo, que en un bar normal no atrapamos ni una mosca, nos pudiéramos reunir en un ambiente agradable, pero solamente feos, que en la entrada se dijera "se reserva la admisiôn" y que el criterio fuera ser feo. Lo que no sé es si al buscar tu ligue, te procurarîas a la mâs fea o a la fea menos extrema. Eso habrîa que investigarlo, pero poco importa. Hasta podrîamos organizar un concurso de la mâs fea, para enseñarle al mundo que también puede ser orgullo ser feo. Porque estâ tan menospreciada la fealdad que la verdad el mundo deberîa de cambiar. Y de la convivencia de los que como yo no fuimos precisamente premiados por la naturaleza, seguro surgirîa un espîritu de fraternidad y crearîamos organizaciones pro derechos de los feos. Sî, y tendrîamos nuestro Ugly Pride y despuês si todo marcha bien un Ugly Parade.
¿Cômo no se me habîa ocurrido antes? Ahora sôlo debo pedir un crédito al banco o algo asî para procurarme fondos. Y localizar una ciudad con muchos feos. Bueno, no he viajado mucho pero en cualquier ciudad grande debe haber bastantes. En cuanto al vecindario, obviamente, debe estar en las antîpodas de los lugares chic o nice o in o todos esos extranjerimos que usan para discriminarnos. No lo habîa pensado, pero segûn las estadîsticas los feos no obtenemos fâcilmente un crédito. Pero creo que en el banco les parecerâ tan buena mi idea como me lo parece a mî. Aunque sobre todo los bancos militan en el lado enemigo. Siempre con sus cajeras muy arregladitas y bonitas. Ay! "Se requiere excelente presentaciôn", cuânto tiempo de mi vida vivî engañado al buscar trabajo y leer eso en los clasificados, pensando que se referîa a llevar los zapatos bien pulidos, la ropa planchada y los cabellos peinados. Hasta que de plano en una oficina una harpîa me dijo por lo claro que requerîan a alguien de "excelente presentaciôn", con un énfasis y un sarcasmo evidente mientras al mismo tiempo me recorrîa con su vista de arriba a abajo con un gesto de desaprobaciôn, agregando al final: "alguien guapo, señor". Y el puesto no era para modelo, aclaro, era para archivista, que segûn tenîa entendido era un trabajo que convenîa mâs a mi condiciôn.
De cualquier manera, tengo esperanzas de montar ese bar. Sé que lo haré, aunque sea en los prôximos años. Serîa lo ûnico que he montado en toda mi vida, para ser sincero. Y cuando tenga dinero me haré operar la berruga. Pero creo que no serâ conveniente para mi imagen de empresario del sector de los feos. En fin, mejor me la dejaré y moriré feo pero feliz.
¿Cômo no se me habîa ocurrido antes? Ahora sôlo debo pedir un crédito al banco o algo asî para procurarme fondos. Y localizar una ciudad con muchos feos. Bueno, no he viajado mucho pero en cualquier ciudad grande debe haber bastantes. En cuanto al vecindario, obviamente, debe estar en las antîpodas de los lugares chic o nice o in o todos esos extranjerimos que usan para discriminarnos. No lo habîa pensado, pero segûn las estadîsticas los feos no obtenemos fâcilmente un crédito. Pero creo que en el banco les parecerâ tan buena mi idea como me lo parece a mî. Aunque sobre todo los bancos militan en el lado enemigo. Siempre con sus cajeras muy arregladitas y bonitas. Ay! "Se requiere excelente presentaciôn", cuânto tiempo de mi vida vivî engañado al buscar trabajo y leer eso en los clasificados, pensando que se referîa a llevar los zapatos bien pulidos, la ropa planchada y los cabellos peinados. Hasta que de plano en una oficina una harpîa me dijo por lo claro que requerîan a alguien de "excelente presentaciôn", con un énfasis y un sarcasmo evidente mientras al mismo tiempo me recorrîa con su vista de arriba a abajo con un gesto de desaprobaciôn, agregando al final: "alguien guapo, señor". Y el puesto no era para modelo, aclaro, era para archivista, que segûn tenîa entendido era un trabajo que convenîa mâs a mi condiciôn.
De cualquier manera, tengo esperanzas de montar ese bar. Sé que lo haré, aunque sea en los prôximos años. Serîa lo ûnico que he montado en toda mi vida, para ser sincero. Y cuando tenga dinero me haré operar la berruga. Pero creo que no serâ conveniente para mi imagen de empresario del sector de los feos. En fin, mejor me la dejaré y moriré feo pero feliz.
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