Ayer cumplí una semana en Costa Rica. He visto el sol muy pocas veces porque aquí lo que está de moda en los asuntos meteorológicos es el nublado constante. Tienen una noción particular de las estaciones en Centroamérica. Sólo hay dos de ellas, el verano y el invierno, pero no es la temperatura lo que las define, sino la cantidad de lluvia. Si llueve todo el tiempo es invierno y si no llueve todo el tiempo es verano. Ahora estamos entrando al invierno, a pesar de que el hemisferio norte acaba de salir de él. En fin, que son las curiosidades que no dejan de llamar mi atención.
Por todo lo demás, estoy encantado. Las oficinas de la Embajada de México en San José son lindísimas. Es una casona vieja con una arquitectura muy linda, es común que los turistas que pasen por en frente se paren a tomarle fotos. Es además un lugar histórico porque aquí se firmó un pacto que terminó con la última guerra civil que tuvo Costa Rica. Desde entonces el país es una democracia consolidada, la más antigua de América Latina sin intermedios autoritarios. San José es una ciudad linda, bastante pequeña cuando uno viene de ciudad de México, pero con sus particulares encantos. Para mí que soy hombre de desierto y me maravillo de cualquier vegetación que tenga el color verde - jeje - esto es un Edén. Hay árboles preciosos y los jardines son muy bonitos. El tráfico es bastante lento y molesto porque prácticamente no hay calles o avenidas grandes. Aunado a esto, la mayoría de los carros usa motor de diesel así que es el tráfico es muy ruidoso.
La gente no camina mucho en las calles a partir de que oscurece - a las 5:30 de la tarde - haciendo que mis caminatas nocturnas vayan acompañadas de cierto nerviosismo de encontrarme con la versión centroamericana de Jack el Destripador. Hasta ahorita, afortunadamente, no ha ocurrido, yo sigo tan entripado como cuando llegué.
Ahora bien, lo que ha ocupado mi mente todos estos días es mi desesperado intento por construirme una vida en el más breve tiempo. He estado viendo lo que me han parecido miles de departamentos que en realidad han sido unos cuantos. Voy de agencia en agencia buscando carros, desde los más impagables hasta los más improbables. Pasé todo un día en las oficinas que controlan las líneas de celular para adquirir un modelo de la más alta tecnología que me permitirá conectarme con el mundo y desconectarme de mi cerebro. Todo eso más los 101 trámites que debe hacer uno cuando se muda de país, que seguramente terminarán un día antes de que me informen que debo trasladarme a otro lugar, así que mejor me la tomo tranquilo.
Lo más extraño que me ha pasado en esta última semana y que ha tomado por sorpresa a mi cuerpo, es que estoy durmiendo ocho horas por día y, a veces, hasta nueve. Ah, claro, eso y que tanta humedad hace que mi peinado sea el mejor ejemplo del caos que se ha conocido en el planeta Tierra.
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