El título de esta entrada es demasiado rotundo. Pero últimamente así ando, muy rotundo. Voy por la vida diciendo las cosas con una seguridad y arrogancia monumentales, seguramente desesperantes para mis interlocutores. Internamente yo sé que lo que estoy diciendo puede ser una gran mentira, un error de razonamiento, una postura moral discutible o una posición ante la vida que ni siquiera tengo bien meditada. Pero lo digo como si la humildad se hubiera extinguido de la faz de la tierra, con un propósito muy claro: discutir. Es que discutir es uno de mis deportes favoritos junto con el de platicar (que es casi lo mismo pero no es igual) y el deporte de nunca hacer deportes. Y aunque en México (sobre todo en el centro) la confrontación verbal se ve como una falta grave a la politesse, yo creo que es una práctica muy sana, especialmente cuando no dejamos que se involucren nuestros sentimientos (que normalmente echan todo a perder). Ok, termino mi inútil digresión sobre mi afición por las discusiones y vuelvo al punto.
Estamos demasiado comunicados en estos días, claro, si no eres parte del 80% de la población que está terriblemente incomunicada y alejada de los avances tecnológicos (que no es seguramente el caso de nadie que lea blogs). Así nomás para empezar, tenemos la comunicación tradicional, la oral, que usamos en el día a día con las personas que tuvieron la fortuna (buena o mala) de ser nuestros compañeros de espacio y tiempo. Aquí ya empecé con mis excesos, porque hablo muchas más palabras por día que las que debería tener permitidas cualquier ciudadano. Pero, bueno, es comunicación tradicional y está muy limitada en los medios de transmisión, o sea, por más que hablo tan fuerte como si me hubiera tragado unas bocinas de centro nocturno, nada más me pueden oír a unos cien metros a la redonda, cuando más.
Pero luego vino el teléfono y ya pudimos extender ese espacio y empezaron las conversaciones de hooooras de adolescentes que nos hacían las tareas escolares un desperdicio muy aburrido. Después llegó el aparatejo esclavizador (con efectos irreversibles) que tanto amo y que se llama celular. Ahora sí, como dice Mafalda, sonamos... podemos ir por el mundo hable y hable. Como si eso fuera poco se les ocurrió inventar los mensajitos de texto. Si antes teníamos que estar desocupados para hacer una llamada, con los mensajitos puedes simultáneamente estar en una reunión, pedirte un café, asistir a una clase o conferencia y estar "comunicándote" con mensajes de unos cuantos caracteres.
Y no he hablado de Internet, eso sí vino a descomponer todo: el correo electrónico, el chat, las páginas para conocer a la pareja de tus sueños, la prensa electrónica, los blogs, facebook, youtube, twitter... aaaaaaaahhhhh!!! Todo el día conectados "comunicando" algo. Digo, ¿a quién queremos engañar? Tenemos la cabeza bastante privada de ideas como para estar hablando y escribiendo tanto. En toda esa churrigueresca cantidad de información que compartimos y que recibimos de los demás y a los demás, llega el momento en que terminamos diciendo cualquier cantidad de sandeces. En tantos mensajes, cambios de estado, fotografías de nuestra vida, no cabe ya la profundidad, así que terminamos comunicando pura irrelevancia. Irrelavancias sin las cuales, además, ya no podemos vivir. Cuando salimos y dejamos olvidado el celular o se descompone la red y no podemos acceder a Internet nos sentimos desconectados. Es de la vida real que yo experimento un sentimiento de pérdida como si el mundo se fuera a acabar y yo no iba a poder estar enterado.
Todo se hace más grave cuando tu celular tiene Internet y te permite estar "comunicado" con todo el mundo en tiempo real. O si no es tu celular, puede ser tu iPod touch que también te ofrece esos servicios si estás en un lugar con red inalámbrica.
En fin, que tanto instrumento comunicador me ha hecho llegar a la conclusión de que me estoy descomunicando con mucha gente, porque aunque pudiera transmitir mucha información, rara vez estoy llegando a algún nivel de profundidad digno. Supongo que son las consecuencias de ser de la generación de la transición a la nueva realidad superinformatizada, en la que estamos completamente adentro pero siempre con algunas dudas... y, entonces, pongo cara de :S
Anyways... hoy es viernes y ya casi son vacaciones. Me repondré de mi shock generacional en este mismo momento y dejaré las negras intenciones de convertirme en ermitaño-para-encontrar-la-profundidad-de-la-vida-de-la-que-me-estoy-perdiendo y seguiré estando comunicado como lo he estado, por lo menos hasta que entre en alguna crisis que me haga deshacerme de mis gadgets. Lo cual, por cierto, no creo que pase nunca, porque tengo a mi blog para hacer catarsis (para comunicar y descomunicar) y volver reloaded cada vez que haga falta.
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1 comentario:
"Si rompes el silencio, que sea sólo para mejorarlo"
Ludwin Van Beethoven
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