Un tema muy interesante en las políticas públicas es entender cómo y porqué ciertos temas (de todos los miles de preocupaciones e intereses que existen en la sociedad) tienen la posibilidad de captar la atención de todos (o casi) y "subir a la agenda", lo cual les da mayores probabilidades de ser atendidos (que no resueltos) por los actores involucrados (gobierno, iglesias, sociedad civil organizada, sociedad en general, etc.).
No cabe duda que la seguridad pública (o mejor dicho la inseguridad pública) es el tema del momento en México. Si bien este es un tema de interés general que siempre tiene su nivel de relevancia hay eventos que detonan que a la gente le preocupe más en unos tiempos que en otros (independientemente de que en lo particular o entre su familia o amigos no hayan tenido un disgusto relacionado con la criminalidad). Una de las razones por las que la inseguridad se ha convertido en la preocupación central de gobierno y sociedad (desplazando a otros temas como la pobreza o el deterioro del medio ambiente) ha sido el aumento desproporcionado de ejecuciones con alto nivel de violencia y visibilidad social relacionadas con el narcotráfico y la delincuencia organizada, en general, desde el último año de gobierno de Vicente Fox. Y, más recientemente, el secuestro y homicidio (a pesar de que se pagó el rescate) de un joven de 14 años, hijo de un empresario relativamente conocido, el cual, a raíz de su lamentable pérdida ha emprendido una cruzada muy necesaria con organizaciones civiles para reclamar a las autoridades mejores resultados en el combate al crimen. Pero, además, enfatizando la corresponsabilidad de la sociedad en este combate.
El enfoque que ha tomado este señor de apellido Martí me parece muy correcto, ya que en México la tendencia es a considerar que la sociedad es siempre la víctima del gobierno (y de oscuros intereses de extranjeros), sin tomar conciencia de que muchos de nuestros problemas tienen todo qué ver con asuntos culturales de los que todos somos responsables, como el escasísimo respeto a las leyes y a las normas de convivencia social, así como la poca participación ciudadana en las tareas públicas. Es evidente la enorme responsabilidad que tiene el gobierno de proporcionar más seguridad a sus ciudadanos, ya que es una de las principales razones de ser del Estado, desde cualquier perspectiva ideológica. Sin embargo, me parece que la importancia apabullante que tiene el tema actualmente en México, se abre como un área de oportunidad para la toma de conciencia ciudadana de la importancia que tiene un cambio de nosotros mismos y nuestras actitudes para mejorar el problema.
Estos criminales que nos tienen en zozobra son también ciudadanos mexicanos, tal vez algunos de ellos puedan ser nuestros parientes o conocidos. No estamos lidiando con un enemigo extraño, el enemigo es parte de nuestro tejido social. Sin afán de sonar moralino, tenemos que admitir que esta falta de respeto a las leyes y a las normas de convivencia es resultado de una pérdida generalizada de algunos valores necesarios para la armonía social, y esta pérdida de valores no nos es ajena. Y que difícilmente la autoridad resolverá un problema que ya está enraizado en la sociedad y que en muchos lugares se ha hecho ya estructural (asumiendo que se tuviera toda la voluntad y la capacidad para hacerlo), sin que los ciudadanos cooperen denunciando los delitos de los que son víctima o de los que son testigos.
Desafortunadamente, es raro hablar con alguien que no diga que es completamente inútil y riesgoso denunciar un delito. Es claro que esto es producto de una desconfianza absoluta en las autoridades, pero no dejemos de reconocer (por más incómodo que resulte) que es también resultado de una cultura anodina y mediocre que, en general, decide permanecer inactiva ante los problemas que le afectan directamente, porque es más cómodo ser la víctima y quedarse en casa lamentándose y lamiéndose las heridas, que preguntarse cómo podemos individualmente ser parte de la solución. Reclamar a las autoridades un mejor desempeño es, sin duda, un primer paso y una obligación ciudadana, pero nuestra responsabilidad no puede terminar ahí, porque eso practicamente garantiza que no lograremos ni siquiera ese propósito. El respeto a todas las normas (desde dar el paso a los peatones, no tirar basura en la calle, pagar los impuestos debidosn o respetar los lugares especiales de los discapacitados) es un segundo paso que ya muchos mexicanos no estarían dispuestos a dar. Y aún más, la obligación moral y ciudadana de denunciar los delitos tiene que permear en la sociedad o no habrá manera de volver a tiempos mejores en los que el miedo provocado por el crimen era prácticamente irrelevante (y no olvidemos que en México esos tiempos existieron).
Entre los compromisos que se firmaron el día de ayer en Palacio Nacional por parte de los tres poderes de la Unión, los gobernadores de los 31 estados, el Jefe de Gobierno del D.F. y los presidentes municipales, así como varios actores sociales, los que más me generan esperanza de cambio no son el fortalecimiento de las policías ni las reformas legislativas (para nada), sino el compromiso de las asociaciones religiosas, las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación de promover entre sus grupos de influencia la cultura de la legalidad, la denuncia y la participación ciudadana. Tendremos un México mejor cuando sus integrantes seamos buenos ciudadanos, pero admitamos que la gran mayoría actualmente no lo es. Si no operamos un cambio cultural para serlo este país seguirá en la espiral descendente de la decadencia. ¿Qué me tocará a mí? ¿Qué te tocará a ti?
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
4 comentarios:
Me ha parecido muy interesante tu post, y plantea una serie de cuestiones que, desgraciadamente, no son sólo aplicables a México, sino también a España. Es indudable que el deterioro, por ejemplo, de la calidad de la función pública es directamente proporcional al deterioro que, en la sociedad, sufren determinados valores que la sostienen. Y, el primero que el Estado, o la Sociedad, no son entes abstractos, ajenos a nosotros, sino que todos somos parte de la Sociedad y del Estado. Que es necesario que todo funcione mejor, pero que, el que todo funcione mejor, empieza por una autoexigencia de excelencia y calidad de nosotros mismos, como ciudadanos.
Me ha gustado mucho tu post, repito,y creo que ahora conozco un poco mejor la realidad mexicana gracias a ti.
Un abrazo.
Rafael coincido contigo y con el comentario de Paco, creo que el problema principal es que una idea que es al mismo tiempo abstracta y concreta: la identidad de las personas como ciudadanos, se ha ido deformando, ahora no es mas que discurso vacío (un aligeramiento de las nociones y los valores alrededor de términos como: política, Estado, república y ciudadano) Esa idea del ciudadano es fundamental para recuperar y sobrepasar lo que antes se ha logrado. Las personas se piensan insignificantes para participar en la "curación" de su Estado y llegan a alienarse con la consecuente emergencia de los escenarios que describes y las ficciones del 1984 de Orwell y del Mundo feliz de Huxley. Necesitamos recuperar y hacer real la idea del ciudadano, no solo somos homo sapiens arrojados en un punto del mundo, somos animales creativos (en el mejor sentido de la expresión) y debemos defender y promover con toda nuestra fuerza la lucidez.
Rafa:
He leído últimamente algunos artículos sobre el tema que tratas en este post. Curiosamente tu análisis es de otro ángulo casi contrario al de la mayoría de los medios de comunicación. Cómo la raiz de la delicuencia no sólo es consecuencia de la falta de un eficaz gobierno si no de la ausencia de una plataforma personal compuesta de valores básicos que nos permitan actuar de manera correcta.
Ojalá los mexicanos pudieramos tomar conciencia de la importancia de éstos valores en nuestra educación y la construcción del futuro ese en el que todos queremos estar.
Me consta tu aportación y yo personalmente te lo agradezco...
Un beso.
Miriam
Paco:
Gracias por tu comentario y decirte que comparto todas las ideas que expresas (tan claramente como siempre). Un abrazo.
Alejandro:
Me gustó mucho la invitación a la defensa de la lucidez. Creo que das exactamente en el punto. No se trata de ser activistas únicamente por nuestras filias y fobias, sino para proteger ese espacio creativo-vital en el que podemos desarrollarnos plenamente como individuos. Saludos afectuosos.
Miriam:
¡Me encantó tu comentario! Siento que expresa de manera más clara y bien dicha las ideas que quise plasmar. Así que vayamos construyendo juntos "el futuro en el que queremos estar". Un beso.
Publicar un comentario